Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado
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LO QUE LA TV NO DA LOS PROGRAMAS NO PRESTAN Por MIGUEL SMIRNOFF "Todo debe ir cambiando para que todo siga como está”, expresa un personaje de "El gatopardo”, de Lampedusa. Algo similar podría decirse de la televisión argentina, que a un año y medio de la estatización de los canales para lograr —según las buenas intenciones— un alto nivel cultural no produjo hasta el momento nada significativo. Por el contrario, se ha limitado a repetir los viejos y mediocres moldes que durante años fueron patrimonio de la TV privada. A un año y medio de la intervención estatal en los canales 9, 11 y 13 de Buenos Aires y dos del interior, quienes justificaron la medida en nombre de la necesidad de una televisión cultural se han llamado a silencio, pese a que la programación de tales plantas —al menos en Capital— no ha registrado sensibles cambios con respecto a lo visto anteriormente, y no se han cumplido los vaticinios de una mayor cantidad de programas en vivo para dar trabajo a actores y artistas. Por el contrario, hay rumores acerca de las dificultades con que tropiezan las actuales autoridades de los canales para abonar los sueldos y honorarios del personal y colaboradores, y los atrasos en tales pagos. Tal como aclaramos en oportunidades anteriores, todo esto no significa que la TV en manos del Estado sea necesariamente un fracaso, ya que en definitiva la propiedad física de las instalaciones y uso de la onda de un canal de radio o televisión es secundario frente a los factores que condicionan ese uso; en otras palabras, si en estos momentos existieran los canales privados tal como fueron hasta setiembre de 1973, los problemas que enfrentarían tanto ellos como su personal serían muy similares a los que estamos viendo. Teniendo esto en consideración, nos interesa analizar las posibilidades que la pantalla electrónica ofrece para el espectador de esta nueva temporada, discutiendo la influencia de los problemas arriba mencionados sólo en la medida en que afecten a la teleplatea. Los jóvenes viejos Para la mayor parte de los aficionados a la contemplación de aparatos de televisión en forma sistemática, los programas regulares más importantes son los teleteatros, los humorísticos y las series. De los programas especiales aprecian el fútbol en directo (el caso Boca-River) y ciertas películas y acontecimientos (QB VII) con matices de algo fuera de lo común. En un segundo plano figuran los programas musicales y de entretenimientos, junto con los noticieros; luego está el resto, con las emisiones culturales ocupando un honroso último puesto. Un factor que los directivos de televisión no tienen siempre en cuenta, es la necesidad de una rutina. En la antigua televisión privada, un cambio de horario significaba que un programa se estaba imponiendo por sobre los demás o que su productor, animador o intérpretes estaban al borde del cadalso: los domingos a mediodía o los sábados por la mañana eran los lugares más peligrosos, y los horarios centrales —preferentemente a las 21— los más seguros. El público lo sabía, y apreciaba el dulce placer de volver a su casa un cierto día de la semana y encontrarse, con seguridad, frente a sus astros favoritos. En 1975, en apariencia, habrá muchos programas de desaparición súbita —signo de inseguridad—, o frecuentes cambios de horario. Esto al público no le gusta, porque obliga a modificar hábitos. No debemos confundir esta movilidad con la presentación de algún programa muy especial, pero téngase en cuenta que la insistencia en los “espectaculares” revela falta de confianza en la programación de base, que es el pan de cada día para los canales. Otro detalle significativo es que los ratings siguen teniendo, aparentemente, vigencia. Se acusó a los canales privados de orientar sus espacios a esquemas de captación fácil de audiencia, pero una mirada a los anuncios de prensa de los programas a ser presentados por cada canal, con excepción del 7, indican que un buen crimen sigue siendo cotizado tanto como antes. Los anticipos que se intercalan a lo largo de la programación, para incitar al espectador a sintonizar ese canal a tal hora o día de la semana, siguen apelando a instintos denominados bajos, lo que no es excesivamente constructivo. Finalmente, los artistas han visto cómo se reducían las cifras astronómicas que cobraban por actuación hasta el año 73, tomando moneda constante. Claudio García Satur, que en un reportaje periodístico protestara por tal situación, es ahora denominado “el gran ausente del teleteatro” (TV Guía, abril 16 de este año), pese a la inmensa popularidad de Dos a quererse, en 1974, Mirtha Legrand tampoco ha retornado a sus almuerzos, y toda una generación de pequeños astros juveniles del teleteatro se ven ahora en dificultades, en términos de popularidad, ante la falencia del “star system” en que habían comenzado a circular y que súbitamente se ha detenido. Los que vuelven Entre los aspectos, positivos de la temporada, se hace necesario destacar el retorno de David Stivel, probablemente el mejor director de TV nacional y uno de los pocos con exacta conciencia de las posibilidades del medio. Su ciclo La Noche de los Grandes, título pomposo e innecesario, promete ser lo mejor de la temporada. La utilización de excelentes actores, un notable lenguaje expresivo y buenos libros parecen ser promesa de buenos espectáculos. Otro de los temas importantes es el fútbol en directo. Durante años, los directivos de la AFA y clubes afiliados se resistieron a la televisación, so pretexto de una posible merma en la venta de entradas. Ahora la idea parece ser que, una vez agotadas las localidades, la transmisión es factible. En el fondo, se trata de un cambio de mentalidad: el fútbol se ha convertido en una rama del negocio de los espectáculos, y como tal es manejado, en forma independiente de los resultados. Quien mire la tabla de recaudaciones y no la de posiciones, tendrá una idea mucho más correcta sobre fútbol que el hincha que se sepa de memoria todos los partidos jugados desde 1925 a la fecha. Hay también un incremento notable en los programas musicales, sobre el promedio de los últimos años. Esto tiene su explicación: la reglamentación sobre difusión de un 50 % de tango y folklore en las radios, tanto oficiales como privadas, ha obligado a los artistas y a las empresas grabadoras a buscar nuevos medios de promoción. Paralelamente, los canales se ven imposibilitados de gastar dinero en contrataciones artísticas, por lo que reciben de buena gana las propuestas de actuación por parte de figuras con interés en promocionarse. El fenómeno en sí es bueno, y significa un apoyo a valores nacionales que la radiodifusión está retaceando en estos momentos. Existe además una media docena de emisiones con características promisorias; no todas son novedades, pero proveen entretenimiento. El programa de Carlos Garaycochea (Quíteme ese trabajo) aporta un esquema donde el animador respeta a los concursantes, lo que ya es mucho; la Trasnoche de Julio Lagos, con algunos ajustes, puede llegar a ser buena compañera de los insomnes, tal como lo fuera el recordado programa de Segba en las madrugadas del Canal 7. Los sábados por la noche, el 13 suele presentar películas filmadas especialmente para televisión en un espacio denominado humorísticamente Antes que en el cine, con valores irregulares pero con algunos hallazgos de tanto en tanto. Los que siguen Con todo, los problemas de costo y producción hacen que gran parte de la programación deba seguir haciéndose con películas de cine y series, pese a cualquier buena intención en contrario. Así seguimos encontrándonos con La Caldera del Diablo (Canal 9), Flipper (Canal 11), Batman (Canal 11), Ruta 66 (Canal 2) y el inevitable Show de Dick van Dyke (Canal 2), por mencionar unos pocos. En cine, se han presentado títulos de interés, como La caída de un ídolo, El gatopardo, La tregua y El blanco móvil, mezclados con westerns infernales y policiales vistos ya hasta el cansancio. En esto es necesario vigilar con atención los títulos, control al que el espectador, por otra parte, está acostumbrado. En programas periodísticos, La Vuelta al Mundo aporta elementos interesantes, como el reportaje a Ghadafi, mientras que Hoy en la Ciudad y Mesa de Noticias tienen también ciertos aspectos que revelan inquietudes. Entre las ausencias más notables, corresponde recordar a Justa del Saber, tal vez la emisión más antigua de la TV, postergada por Canal 13 por falta de posibilidades físicas de producción, según fuera publicado en el diario La Nación. Tampoco está claro el futuro de Argentinísima, una de las transmisiones de mayor audiencia en Canal 11 durante años, y que tal vez sea emitida por otra teledifusora en esta temporada. En resumen, sigue siendo válida la frase de Giuseppe Tomasi di Lampedusa, tan acertadamente aplicada por Luchino Visconti en El gatopardo: “Todo debe ir cambiando para que todo siga como está”. Y la televisión argentina no ha sido, hasta ahora, una excepción. ♦ REDACCION 06/1975 |