Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

sebastian pianaCUMPLEAÑOS
Piano, Homero, tango y milonga
En la noche del lunes 12 de noviembre, el pequeño Teatro Libre Florencio Sánchez se vistió de fiesta para homenajear al compositor Sebastián Piana, quien en otro lunes del mes —exactamente, el 26— cumplía 70 años. Los músicos Julio de Caro y Don Dean, el crítico Luis Sierra, los poetas Cátulo Castillo y León Benarós, el historiador José Barcia y el actor Zelmar Gueñol, entre otros fervorosos del tango, lo rodearon.
Puntual en sus cátedras de piano en el Conservatorio Municipal (que ejerce desde 1949) y de armonía en SADAIC, el maestro Piana hizo leve paréntesis en una actividad que no tiene miras de cesar. Tanto, que se ufana de muchas piezas inéditas y anuncia con entusiasmo el estreno, para fin de mes en el Centro Cultural San Martín, de Cara de negro, doce candombes y pregones que, con rimas de Benarós, culminan en un tango acandombado. “Un panorama del negro de estas comarcas entre 1895 y 1916", explica. El espectáculo, que cuenta con el auspicio de la Academia del Lunfardo, se centra en el barítono Norberto Mazza y un coro. También da cuenta Piana de un próximo longplay con 10 piezas en colaboración con Julián Centeya. Al mismo tiempo, reflexiona sobre los impedimentos para grabar o editar otras cosas, entre las cuales están Señor de la añoranza, con letra de Gueñol, en homenaje a Manzi; Las Islas Malvinas, con texto de Gallardo Sarmiento, y el tango Madre ciudad, cuyos versos son del periodista uruguayo Eduardo Ferrer.

EL ALMA BOEDENSE. Sereno, reposado en el diálogo, Piana dice, al pasar, de los errores frecuentes en la historiografía del tango. "Teorizan con datos falsos", asevera, ejemplificando con su propio caso. Que la celebración de su septuagésimo aniversario tuviera lugar en Boedo es un motivo que lo remonta, "con cariño", a sus inicios. Aunque nació en Almagro y pasó la infancia en Villa Crespo, Boedo abarca su juventud y los primeros ideales. "En esto fue fundamental —recuerda— la amistad de mi padre, peluquero y pianista seudo-profesional, con el poeta y dramaturgo José González Castillo, padre de Cátulo, hombre de diversificado talento".
Como casi todos los artistas de su generación, don Sebastián sólo conoció la escuela primaria. Sobrevino la música, imperativo familiar, con maestros que reputa extraordinarios: Antonio D’Agostino en piano y solfeo, el clérigo salesiano Martín Cazzaniga en armonía, Ernesto Drangosh a la hora del perfeccionamiento. Podría considerarse precoz, ya que a los 17 años empezó a componer. El primer título, Sabor popular, sirvió de contento paterno. "Todavía no sentía el tango ni la música popular", se sincera. Eran tiempos del film mudo e integraba, desde el teclado, las pequeñas orquestas clásicas incitables en los cines. En 1922, en la sala del Park, frente a Plaza Italia, conoció a Gardel, quien ya cantaba su primer tango famoso: Sobre el pucho. Memora esa inicial colaboración con Cátulo Castillo: "Vacilante, Cátulo había compuesto la primera parte y requirió de mí la segunda, con la promesa de que la letra la escribiría su padre. El honor me acicateó. Ganamos el segundo premio de un concurso entre 136 piezas; el primero fue para El ramito, de Filiberto y Coria Peñaloza". No obstante, Piana no vacila en confesar que entonces, a la par que trabajaba como instrumentista en las salas de Max Glücksmann, no le estimulaba la posibilidad del éxito. "Tenía algo de apático", ironiza. Pero el éxito no se hizo esperar; tras Sobre el pucho hay otro mojón importante, Silbando, también en colaboración con los González Castillo, que estrenó Azucena Maizani.
Dejando la tentación cronológica para las enciclopedias o para los registros de SADAIC, el veterano músico menciona reiteradamente a Homero Manzi. Con él dio una resplandeciente fisonomía a un género tradicional: Milonga sentimental, Milonga del 900, Milonga de los fortines, Milonga triste y otras. "A Homero —puntualiza— lo conocí por mediación de Cátulo. Nuestro primer trabajo fue Viejo ciego, que en 1926 estrenó Roberto Fugazot en un sainete". Reconoce que Manzi, a más de talento poético, lo rodeaban otras condiciones de las que él nunca se jactó: "Andaba, persuadía, golpeaba puertas; tardé en darme a él y hasta le oculté la partitura de lo que sería Milonga del 900. Luego coincidimos en una real identificación y en la amistad con mayúscula”. Sin proclamarlo, hace cálido en la conversación su sentido de la amistad, agregándole otro nombre y apellido, Pedro Maffia, prócer del bandoneón: "Lo conocí de siempre —testimonia— y después fue mi pariente, pues se casó con una hermana mía. Algunos me entreveran con él en andanzas musicales de 1913. Se equivocan. El Piana relacionado entonces con Pedro en lides tangueras era mi padre”.
Cree el maestro que las cancionistas y los cantores determinaron la popularidad definitiva del tango. Da pruebas con su repertorio: Mercedes Simone grabándole Milonga sentimental; antes, Sofía Bozán ("que fue mi alumna", aclara) estrenándole Carnaval de antaño, que tuvo letra de Manuel Romero; después Gardel registrándole, en una noche de 1933, Milonga sentimental y Milonga del 900. Con otros muchos títulos populares, la lista autoral de Piana se enriquece con obras de distinto aliento: una Misa de gloria y una Escena de ballet, por ejemplo.

PRESENTE ES FUTURO. La parsimonia del autor de Papá Baltasar revive el pasado, pero no lo convierte en ensoñación. Habla de lo pretérito en función de lo actual. Por ahí intenta la ubicación histórica propia.
Se inclina a entroncarse con la "guardia nueva" de los años veinte, en la culta línea pianística de Cobián, en la valorización instrumental totalizadora de Julio De Caro. Y su corazón lo vuelca a la admiración por Osvaldo Fresedo, en virtud de un estilo peculiar defendido dictatorialmente. A la generación del 40 (Troilo y compañía), la reverencia en la revalorización del ente orquesta en contraposición a la tiranía de los vocalistas. Más acá, señala "acrobacias virtuosísticas" en detrimento del contenido esencial. "El tango — dice— definió una modalidad argentina y no debe desvirtuarse en lo ininteligible; puede incluso alterarse su ritmo pero dejando intacto el sentido carencial que cada música nacional tiene con matices distintivos".
Otro poquito más acá, Sebastián Piana no teoriza. El piano lo espera.
J. M. C.
PANORAMA, NOVIEMBRE 29, 1973

(J.M.C. posiblemente Jorge Miguel Couselo)

ir al índice de Mágicas Ruinas

Ir Arriba