Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado
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Quince años de radio a través de Rosita Quiroga La cancionista que huyó del micrófono en plena consagración Estrella indiscutible en los días primeros del micrófono, Rosita Quiroga se evadió de la sala de transmisiones justamente cuando creyó que su cénit había sido superado, Por eso, quizá, está tan fuertemente ligada al afecto del público, que no la olvida. Gaucha. Inmensamente gaucha Rosita Quiroga. Estrella de la radio cuando se trabajaba auténticamente por amor al arte. Cuando se era mitad estrella del tango y mitad cocinera, camarada, speaker y control en la vida incierta de las primeras broadcastings. Se llamó a silencio en pleno éxito y nadie supo de ella por muchos meses. Años acaso. Se sabía, sí, que vivía los momentos más felices de su vida, olvidada de luchas, entregada tan solo a su hogar. Hasta que ella misma volvió al afecto de las columnas periodísticas. Y enseñó el camino de su hogar, allá en Villa Devoto, en una pausa escondida y suave de la ciudad que deja de ser monumental. "Mi refugio". Dos palabras de plata prendidas sobre el pórtico, con la sugestión de sus nueve letras. Una casa de cuentos ingenuos, toda blanca, con grandes jardines, con infinidad de pájaros en su canteros. Con la guardia inconmovible de un viejo pingüino que en sus ojos de vidrio y en su corazón de estopa está aflorando sus lejanos hielos. Dentro, la tibieza cordial de su buena voluntad —Reportaje no, por favor. Como amigos, esta casa es de ustedes. Pero reportaje no. Sin quererlo, me han hecho algunas revistas mucho daño. Más del que se imaginan. —Reportaje no —insistimos nosotros—. Algo distinto. Recordación de los días iniciales, pero recuerdo amable. Amistades de aquellos tiempos lejanos, pero buenas amistades. Todo lo que Rosita Quiroga quiera decimos del broadcasting rudimentario. Todo lo que quiera contar de sí misma. Y ella accede, y al cabo de media hora su voz, torrente de emociones, visión fotográfica de aquel ambiente, nos ha revelado muchas cosas. Pero han sido, lector, las que ella quiso decimos. Porque Rosiga Quiroga, espontánea y franca, criolla 100 x 100, habla mientras cree que sus palabras llevan interés. Después calla y escucha. Y su mirada se tiende en la distancia, como descansando de mil recuerdos distintos. Como embargada por cien emociones encontradas. LA VIEJA RADIO NACIONAL (ESTACIÓN FLORES) "Eran todavía sus dueños Penella, Barando y Barrios —nos cuenta Rosita—. La casa, amplia, servía para todo evento. El transmisor en una pieza, la sala de audiciones, el control, todas las fases de una emisora, en tres metros por cuatro. Pero era un ambiente de camaradería invariable. Más que por el éxito, que por la probable utilidad. Íbamos a ella atraídos por la amistad que nos unía a todos. ¿Que alguien se creía capaz de cantar? No había, como ahora, envidias ni rencores. Todo el mundo alentaba al principiante. Y si salía mal, una sola frase llegaba a sus oídos. "Macanudo. Otra vez será mejor...”. "Con Azucena (Azucena Maizani), nos encontramos en la sala de audiciones. Cantábamos una detrás de otra y no se nos ocurría tener celos. Mario Pardo, Charlo, Agustín Magaldi, José Bohr, triunfante entonces, Manuel Buzón, Rosita del Carril y muchos otros revistaban en aquellos elencos. Nadie tomaba en serio a la radio. A mí, personalmente, me resultaba extraño y hermoso el ambiente de la broadcasting. Más dispuesta que mis compañeras, celebrábamos un almuerzo, ravioles que yo misma preparaba, y después se realizaban las transmisiones. A veces anunciaba el mismo artista. Los avisos no tiranizaban con su rigidez Cuando una visita llegaba a la casa, se volcaba toda la generosidad porteña para recibirla. Uruguayos hubo que fueron festejados semanas enteras cuando se asomaron al micrófono. Sufríamos con los fracasos y vivíamos la emoción de los triunfos. Y no ganábamos un centavo, más que amarguras y ratos amables. Pero lo hacíamos con más gusto que otro» trabajo», en que cientos de pesos compensaban cada canción. En casa no tocaba un alfiler, porque no me hacia falta. En la radio, en cambio, cocinaba y arreglaba las salas. LO QUE FUE EL ÉXITO DE ROSITA QUIROGA "En ese ambiente logré triunfar —lo dice sin orgullo y sin jactancia— y no puedo sin embargo sentirme satisfecha del éxito. Cuanto ganó en potencia, lo perdió la radio en la invasión de mala gente. Gané dinero, pero fui perdiéndole cariño al micrófono. Y un buen día me cansé de todo y me fui. Ahora he vuelto, pero cualquier día me voy otra vez. Porque si necesito, como todo artista, el calor del aplauso, la adhesión del público, me agobia el silencio de las salas de transmisión, la lucha egoísta, la envidia y el afán de riquezas que impulsa a los más. Hay muchísima gente, muchachitas por lo general, que me piden en toda forma las haga entrar a la radio. Quieren ser cancionistas y sueñan con la fama. Casi todas lindas mujeres, que creen que en el rostro tienen un factor de éxito. A todas les contesto lo mismo. No es oro y plata lo que la radio muestra a los extraños. Es ficción de una realidad amarga. Son más, muchísimos más, los desengaños que las satisfacciones. Por una que triunfa, mil se pierden en el anónimo. Y no valen para el triunfo tan sólo las condiciones. Los ríos de dinero que se pagan a los astros no son a veces más que jornales de hambre para la generalidad de los artistas. Eso lo digo yo, que logré destacar alguna personalidad. Y que, les repito, he vuelto a la radio más por pasión por el tango que necesitada de trabajar". Pero se cansa de insistir en tomo al mismo tema, traducción definida de su estado espiritual. Y va entonces a otros temas, que destila con cien anécdotas. Con detalles vividos, con ejemplos rotundos, PORQUE CANTÓ SIEMPRE CON TONADA DE ARRASADA "Se me critica, ahora y siempre, el tono arrabalero de mis canciones. Hubo un magistrado amigo que creía era yo de Puente Alsina, por la forma en que canté el tango de ese nombre. Y nunca, jamás, hasta que tuve automóvil y visité ese barrio, había yo visto al puente Es que creo que al tango hay que cantarlo vigorosamente. Con luces y sombras de aguafuerte suburbano. Siento el más profundo desprecio por el tango de salón, que no es nuestro. Se debe cantar al arrabal, sin que por eso usemos cuchillo y revólver. William Powell, pistolero y villano perfecto, fué toda su vida un perfecto caballero. ¿No es verdad? Lo mismo puede pasar con nosotros, cantores de lo popular, de lo típico sin mezcla. Carlitos Gardel, ídolo y astro, ponía en lo mejor de sus éxitos, siempre, alguna pincelada de suburbio”. Ha nombrado a Gardel, calla un instante, y después prosigue: "De él fueron amigos íntimos, le prestaron plata, le dieron de comer, infinidad de gentes que ni lo conocieron. Cuando murió el pobrecito, hubo quienes lloraron desconsoladamente, sintiéndose sus viudas. Tocadas de negro, asistidas como deudos directos de Carlitos. A los diez días, cuando ya no era reclame mostrarse pesarosas, olvidaron sin embargo al Zorzal. Yo no dije de él una sola palabra, y era mi amigo como de poca gente. Y lo llevé siempre en lo más hondo de mi corazón, silenciosamente, sin ostentación. Como se debe llorar los seres queridos. Lo demás no es ni amistad ni dolor, sino exhibicionismo”. POR QUÉ NO TRIUNFAN LOS ASTROS ACTUALES —¿Cree, usted, Rosita, en los grandes valores actuales? —Sinceramente, en muy pocos y muy pocas. Los más, son productos de una propaganda formidable, que tapa defectos y exalta virtudes. Pero los mismos artistas se encargan de no seguir sus carreras triunfales. Cansan al público. Desesperan con la asiduidad con que llegan al micrófono. ¿Ustedes creen que se puede mantener la atención del público durante cinco, seis o diez años seguidos? Nadie en el mundo es capaz de ese milagro, a no ser un genio. Y en nuestra radio, por desgracia, los genios no abundan. Cantores y cancionistas han llegado a aburrir al público, que los escucha cuatro días en cada semana. Y la radio no debe ser un modo de vida exclusivo para el artista. Quien crea otra cosa, se convertirá en una obsesión a la que el oyente huye, como de una verdadera tortura. "Por eso no triunfan los actuales. Por eso no hay quién pueda suceder con títulos a Carlitos Gardel. Hasta en sus ausencias de Buenos Aires era inteligente. Traten de hacerle comprender eso a alguna estrella o a algún as radiotelefónico y creerá que le está deseando una maldición. Yo, que no soy nadie, podría cantar dos o tres veces por semana, ya que se me piden más audiciones. Y porque sé lo que significa para el oyente una voz que cansa no quiero aceptar más que una presentación semanal”. Y lo señala sin amargura, desde la inmensa felicidad que está viviendo, escondida de todos en su refugio, sin otra pasión que la de su esposo, su hogar y sus recuerdos. Lo dice con la misma franqueza, con idéntica buena intención, como dice día a día a alguna muchacha que quiere ser cancionista, todo el sacrificio que supone el triunfo. Que quien lanzó a la popularidad como lo hizo ella a Agustín Magaldi, a Oscar Ugarte, a Evita Lauri y muchas otras figuras, siente ahora plena, rotundamente, la sensación de todo lo vano, de todo lo intrascendente que es la gloria del micrófono. La fama que inunda, por el éter, todos los rincones del suelo nacional. Así es Rosita Quiroga. Sin dobleces, franca en sus opiniones, sin temor al efecto que causarán sus palabras. Por eso quizá también ha sido recibida con tanto cariño en esta su nueva temporada por Radio París, que sí no la muestra en el instante de sus éxitos rotundos, la sorprende en cambio como auténtica expresión de una etapa inolvidable de nuestra radiotelefonía. -pie de fotos- -Confiesa tu extrañeza ante un montón de cartas, llegadas luego de una sola audición. "Cuando estaba en mi apogeo, nadie escribía cartas. Ahora, que canto por "sport", me escriben infinidad de oyentes". -Joven aún, a través de tus palabras revive plena de colorido la etapa inicial de su labor, que es el comienzo del broadcasting. Y la recuerda, en la tibieza de su hogar confortable, un verdadero alarde de buen gusto. -Para su amistad con todos quienes son algo ante el micrófono, tiene un puñado enorme de cálidos autógrafos. La mayor parte de ellos, de compositores cuyos tangos consagró en los momentos de su éxito más rotundo. Revista Radiolandia 17/7/1937 |