Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado
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| José María Muñoz: ¿Morales? Víctor Hugo Morales:¿Muñoz? Dos personajes de radio. Uno, José María Muñoz, 55 años de vida y 33 relatando fútbol. Su ejercicio no fue en vano: se lo presenta como el relator de América y, que se sepa, ningún colega intentó discutir el liderazgo. El otro se llama Víctor Hugo Morales, un uruguayo de 33 años que relata desde los 18. Fue la contratación más explosiva que produjo Radio El Mundo este año, para lanzarse a un mercado que, desde hace tiempo, permanece fiel al mensaje de José María Muñoz: las transmisiones futbolísticas de los domingos. Entre el tá, tá, tá, las metáforas y la vibrante de Morales y el entrecortado grito de gol de Muñoz, asoma una enconada lucha por el rating radial. SOMOS entrevistó a los dos relatores: —¿Por qué, cómo y cuándo empezó a relatar fútbol? JOSE MARIA MUÑOZ: —Yo tengo vocación por el relato desde que tuve uso de razón. De chiquito escuchaba a Lalo Pelliciari, y tanto tiró la vocación que un día dejé Aerolíneas Argentinas (soy técnico aeronáutico) y me fui a Radio Rivadavia. Mi primer partido lo trasmití en 1948, entre Quilmes y Rosario Central, que estaban en la B. Desde 1957, en que el doctor Edmundo Campagnale me puso al frente del equipo de la radio —y después de haber trasmitido fútbol, automovilismo, ciclismo y hasta una vez boxeo—, relato continuamente. Y fíjese que Rivadavia hace, por año, un promedio de 150 trasmisiones de deportes, de las cuales yo hago entre el 70 y el 80 por ciento. VICTOR HUGO MORALES: —Yo soy hombre de radio desde los 16 años. Cuando veía un partido de fútbol —aun en mi niñez— lo relataba mentalmente. Tenía toda una fantasía alimentada, además, por aquello de que los relatores son los que más tiempo sostienen su popularidad: bastan los ejemplos de Solé, Fioravanti, Muñoz. . . Primero empecé haciendo vestuarios, hasta que el 1º de noviembre de 1966 relaté mi primer partido en cancha de Independiente entre la selección juvenil argentina y Nacional de Montevideo. Tenía 18 años. En 1973 llegué a la televisión y eso fue mi espaldarazo. En 1975 muere Solé en Uruguay y queda un vacío: posiblemente el relator joven que mejor había capitalizado esos años era yo. De ahí que de buenas a primeras pasé a ser el principal relator de la principal radio deportiva uruguaya. Tenía contrato hasta 1986, pero me fui cansando de algunas cosas del fútbol uruguayo a nivel directivo. También estaba disconforme con la manera de hacer periodismo deportivo. Existe una tendencia sumamente complaciente en la prensa deportiva uruguaya. —¿Qué es un relator de fútbol? J. M. M.: —Un hombre que interpreta lo que está viendo de la forma más simple para poder llegar al oyente. Tiene que emplear un léxico simple y ser preciso. Por eso yo digo, por ejemplo “el arco que da espaldas al Riachuelo” si trasmito desde Boca. Mi relato se asienta sobre la veracidad y sobre la gran pasión: el gol. El relator tiene que entrar al arco con la pelota o, mejor, antes, pero nunca después del público, porque si no el relator fracasa. V. H. M: —Creo que el relator ha sido visto sólo como un relator, algo muy común en Uruguay. No es mi caso. Yo tengo una postura crítica frente a las cosas, y por eso antes que un relator que hace periodismo soy un periodista que relata. ¿Mi estilo? El estilo es algo que siempre me preguntan pero que no podría definir. Diría que soy un espontáneo, un tipo muy auténtico, muy preciso para relatar. La base es la rapidez para captar todas las imágenes que se produzcan: me gusta ir con la pelota y no perderme detalle. —¿Qué se propone lograr cuando relata? J. M. M.: —Ser veraz. Ser ecuánime en los juicios y llegar al público con otras cosas que le pueden ser útiles. ¿Por qué cree que hablo con la Antártida? Lo hago porque la mayoría de los argentinos ignoran que tenemos allí una gran porción de territorio y que hay compatriotas trabajando duramente allí. También digo que el canal de Beagle es el centro del país, y es cierto aunque pueda equivocarme por unos grados. Y aunque al principio la gente se extrañaba de estas conexiones, ahora las entiende. V. H. M.: —Llegar, comunicarse, magnetizar al oyente, traerlo hacia mí, conquistarlo. —¿Usted es pro o contra? J. M. M.: —Cuando tengo que criticar lo hago con gran altura y equilibrio porque aprendí que no siempre uno es dueño de la verdad. Por eso procuro utilizar la persuasión. Ejemplo: a Carlos Salinas, qué siempre tenía problemas en la cancha, yo le dije: “¿Por qué se hace echar? Cuente hasta diez antes de reaccionar”. El caso es que la otra vez hablé con él y me dijo: “Vio, José María, que ya no me expulsan más?”. Pero si en cambio me pongo en primera figura, criticando severamente, no voy a obtener los mismos resultados. Yo también critico, objeto que no haya una ley del deporte, pero lo hago con altura. Hay que andar con mucho cuidado. V. H. M.: —Es simple: soy pro de lo bueno y contra de lo malo. ¿Si algo da más rédito que otro? Lo que da rédito es lo que está bien hecho. Al contra que no es auténtico se lo devoran los años. —¿Existe una tendencia a uniformar el relato? J. M. M.: —No, cada relator tiene su estilo. A mí me gustaba mucho Pelliciari, y Solé, el uruguayo, pero Alfredo Aróstegui fue mi maestro. Hay dos tipos de relato: el relato comentado y el relato-relato, que me gusta a mí. V. H. M.: —Uruguayos y argentinos relatan distinto. Yo mamé el relato uruguayo hasta los quince años, y después, hasta los 20, el argentino. Soy una mixtura: si a mí me llamaran el relator rioplatense no estaría mal. Y esto sin vanidad. —¿Cómo se ve a sí mismo? J. M. M.: —Yo soy un trabajador más en esto, con una gran vocación de servicio. Me gusta ser intuitivo, ver los peligros de gol, algo que se logra viendo mucho fútbol. Hago esto con mucha alegría y me gusta vivir un buen partido. Lógico: me disgustan los partidos malos, las peleas. . . V. H. M.: —Soy un apasionado, un entregado, el tipo más feliz del mundo relatando. Como no he tenido una cultura de base —la he tenido desordenada, esa de leer cuatro libros por mes de cualquier género— mi gran mérito es el esfuerzo que hice por mejorar mi cultura, porque creo tener una aceptable voz, pero me la dio Dios. Y cuando uno habla a mil kilómetros por hora la falta de cultura a uno lo traiciona. —Muñoz, ¿usted es paternalista? J. M. M.: —Sí, me gusta serlo, me parece un acercamiento espiritual muy bueno. Reprendo al jugador que hizo algo malo, porque el que está con la portátil rio me perdona si no lo hago. Yo tengo un juez permanente en el público. —Morales, ¿usted vino a competir con Muñoz? V. H. M.: —Esa es una necesidad que crea el medio. Yo estoy aquí relatando fútbol y la medida del éxito es, en la Argentina, Muñoz. Miramos a Muñoz no para hacer lo que hace él, sino para saber si nos va bien o mal. Nuestra medida va a ser él. Si yo dijera que no vengo a competir sería una respuesta tonta, pero si le digo “vengo a competir”, la respuesta sería pedante, soberbia. Por eso, no soy estúpido ni pedante, ni uso una falsa humildad para decir: “No, no vengo a competir”. —Muñoz, ¿le gusta hacer participar a la gente de la tribuna? J. M. M.: —Sí, recibí críticas, pero el balance es bueno. Yo muchas veces digo: “Ay, ese coro de ángeles!”, cuando los cantitos no son buenos: se trata de eliminar la mala palabra de los estadios. Con todo, el público argentino —pese a la pasión que es el fútbol— es maravilloso. A ese público me debo y por eso trato de serie útil. —Morales, ¿por qué vino a la Argentina? V. H. M.: —Porque estaba cansado de una lucha que era estéril en mi medio, porque profesionalmente había hecho todo en Uruguay: estaba en la cresta de la ola, pero el destino irreversible era caerme en la playa con la ola. Antes, para mí, venir era una locura. Dejar un lugar en el que me costó tanto llegar, ganar buen dinero, vivir de lo que me gusta y dejar todo de golpe. . . todo por una aventura. ¿Un desafío? Mientras pensé en venir no lo vi así, pero ahora sí. Necesito que mi trabajo guste, que sea respetado por quienes hacen periodismo y considerado por el público. Me considero un profesional responsable. —Morales, ¿qué opina de José María Muñoz? —V. H. M.: —Es un relator con muchísimo oficio, con un gran carisma y sobre todo con una enorme capacidad de trabajo. —José María Muñoz, ¿qué opina de Víctor Hugo Morales? J. M. M.: —No lo he escuchado mucho. Dicen que es un buen relator. Somos 6/3/1981 |
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