Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado



platos voladores


Informe oficial ante el apremio del misterio
Sí: los platos voladores existen
Tras 17 años de silenciosa investigación, nuestra Marina de Guerra abre sus archivos confidenciales sobre el enigma más apasionante del siglo veinte

Usted está en su departamento del barrio de Parque Patricios. Una tormenta se desencadena sobre la ciudad. Estamos en agosto; el reloj marca las 17.45, la oscuridad es total. De pronto, entre el rumor de lejanos truenos y el crepitar de la lluvia, oye un sonido extraño. Como el tono de ocupado que tan a menudo enmudece su teléfono. Usted mira por la ventana y observa, suspendido en el aire, a unos 40 metros de distancia, a la altura del 5º o 6º piso del contrafrente de un edificio que alcanza a percibir borrosamente a causa de la oscuridad y la lluvia, un artefacto ovoide cuyo color pasa del rojo al amarillo. Tiene aproximadamente seis metros de diámetro. En la parte
inferior se notan una serie de orificios, como ventanillas, de color grisáceo. El artefacto oscila hacia arriba y hacia abajo, moviéndose pocos metros.
Usted duda, se restriega los ojos y aparta la vista. Pero la ansiedad lo insta a mirar otra vez. Tres veces repite esta operación —mirar y dejar de mirar— en un lapso de 15 minutos. Hasta que el extraño aparato toma impulso y se aleja velozmente hacia arriba, desapareciendo tras la cortina de lluvia.
¿Cómo reaccionaría usted? ¿Qué actitud asumiría tras una experiencia semejante? ¿Se atrevería a relatar lo que ha visto, si ninguna otra persona pudiese corroborar su testimonio? Piénselo. Trate de sentirlo vívidamente. Luego analice sus propias reacciones. Recién entonces atrévase a juzgar a los tres mil argentinos que han visto cosas inexplicables: solo este ejercicio mental preparará su ánimo en forma adecuada para transitar por la frontera entre lo real y lo absurdo, para penetrar en el alucinante mundo de los Objetos Voladores No Identificados.
El 12 de agosto de 1965, la joven Graciela Iglesias, de 15 años, fue testigo de lo que acabamos de relatar. Pocos días más tarde, una versión llegaba a esferas oficiales. Nada se había publicado —ni se publicaría hasta el presente— en la prensa. El hombre que más sabe sobre OVNI en la Argentina, el capitán de fragata ingeniero Omar Roque Pagani, en actividad, iniciaba la investigación del hecho. Nadie podía corroborar el relato de la aterrorizada adolescente. Pero su madre había oído el “tui-tui-tui” ... y varios vecinos en forma independiente y a la misma hora, hablan salido a la calle en busca del origen del inexplicable sonido "que parecía venir desde arriba". Nadie vio nada, porque nadie, excepto Graciela Iglesias, miró hacia el centro de la manzana. Todos buscaron fuera. La investigación del capitán Pagani concluyó con un cauto "No se puede evaluar", y fue a integrar las doscientas cincuenta carpetas que se alinean ordenadamente en su despacho oficial, en el edificio de la Secretaría de Marina.

Cuando el silencio es cómodo
—¿Qué fe se le puede tener al testimonio de una chica de 15 años? Quizás buscaba notoriedad. Quizás trataba de evitar ir a clase el día siguiente... La duda, cuando se comenta un caso similar, trata de rechazar el misterio. Pero a veces las cosas cambian, el testigo no obtiene beneficios, sino molestias al denunciar la visión de un objeto desconocido. Un militar que —cumpliendo su deber— informa sobre el avistaje de un OVNI, sabe que se expone a engorrosos trámites burocráticos.
La detección o avistaje de OVNI por parte de personal militar se mantuvo en riguroso secreto. Entre 1950 y 1965, solamente efectivos de la Marina de Guerra argentina realizaron 22 observaciones de objetos voladores que no eran aviones, ni satélites, ni globos-sonda, ni ningún tipo de vehículo conocido. Son 22 casos que sirvieron como precedente para que el arma naval intensificara la investigación del tema. En los dos últimos años se han registrado nuevos episodios que están siendo estudiados por el capitán Pagani y un equipo de científicos y colaboradores, militares y civiles. Ya no se trata de “una emotiva
chica de 15 años’’, sino de decenas de militares habituados a contemplar los fenómenos celestes y vuelos de aviones.
A los 17 años del primer avistaje oficial, frente a Ushuaia por personal que tripulaba el Transporte ARA “Pampa”, el cauto silencio mantenido por nuestra Marina se rompe voluntariamente. Por primera vez se concedieron los permisos correspondientes para que un periodista de PANORAMA tuviese acceso a toda la documentación reunida en casi dos décadas de investigaciones. “Los objetos voladores no identificados existen. Se ha comprobado, su presencia y desplazamiento inteligente en el espacio aéreo argentino. No se conoce y no se abre juicio sobre su naturaleza o procedencia”. Así declaró a PANORAMA el capitán de fragata ingeniero Omar Roque Pagani.
Esta declaración terminante, y oficial, no es el fruto de un juicio personal. Es el resultado de centenares de interrogatorios, comprobaciones visuales y detecciones de radar. Y proviene de la única fuerza armada del mundo que se atreve a desafiar el escepticismo de los que niegan la existencia parapetándose en el axioma de que los OVNI pueden no existir.

Información, sí; polémica, no
Un comunicado emitido el 5 de julio de 1965 por la Marina de Guerra, daba cuenta que en el destacamento naval Decepción, en la Antártida Argentina, se había avistado un OVNI, registrándose al mismo tiempo alteraciones en un magnetovariómetro. Un mes más tarde, el Observatorio Astronómico de la Universidad de La Plata, respondía con un comunicado sugiriendo que lo que en realidad se había visto era el satélite Eco II. Las autoridades de la Marina no aceptaron la polémica y se impusieron un prudente silencio: lo que el Observatorio platense ignoraba era que no se trataba de un avistaje, sino de ocho observaciones realizadas en el lapso de un mes por personal militar de destacamentos de tres países (Argentina, Chile y Gran Bretaña). En conversaciones posteriores con el jefe del departamento de astrometría del citado observatorio, doctor Icszigshon se suministraron algunos nuevos datos y el científico acabó por reconocer que “en todas esas oportunidades no cabía la confusión con el Eco II”.
La inesperada comunicación de la Marina —y esto era lo que ignoraba el gran público— no era un episodio aislado. Antes
de esa fecha se habían investigado 13 avistajes en los que no cabía científicamente posibilidad de “error” o de “confusión”. Un mes más tarde se produciría —sin repercusión periodística, desde luego—, la primera persecución aérea de un OVNI, realizada por la aviación naval. Ocurrió en la base aeronaval de Punta Indio. Al capitán Pagani se le comunicó que desde hacía casi dos meses, en las pantallas de radar del G. C. A. (Ground Control Approach) de la base, se advertían las evoluciones de objetos extraños. A veces solos, otras veces en formación, y otras acercándose o persiguiendo aviones en vuelo. Durante 20 minutos, una luminosa mañana, tres objetos siguieron a un Beechtcraft. Uno de ellos se apartó de la formación, efectuó un reconocimiento en torno del avión y luego regresó al grupo recobrando su puesto en la “escuadrilla”.
En la torre de control, junto el equipo de radar, se instaló el capitán Pagani, el capitán de fragata Constantino Núñez — también integrante del equipo investigador de la Marina—, el capitán de fragata Hugo Frontroth —entonces jefe de la base— y otros altos jefes. Se ordenó que descendieran todos los aviones en vuelo y cuando apareció en la pantalla de radar uno de los inexplicables objetos, se lanzó al aire a un avión NA piloteado por el teniente de navío Machain. Desde tierra se le indicaba el rumbo al NA, puesto que el OVNI no podía ser distinguido a simple vista. El OVNI aumentaba su velocidad o cambiaba de rumbo eludiendo a su perseguidor. La “caza” duró media hora. En un momento en que los ocupantes de la torre de control no observaban la pantalla de radar, el piloto Machain gritó: “¡Lo tengo a mi derecha!”. Nerviosamente desde tierra observaron el radar y, en la pantalla, apareció el OVNI, a la derecha del NA. Machain no pudo detectar más que un brillo, pero tuvo tiempo para abrir la cabina del avión y contemplarlo a simple vista. Luego una nube lo ocultó y tras una breve reaparición lo perdió de vista definitivamente. Poco después de esta serie de avistajes —que se prolongaron en esa base aeronaval durante casi dos meses— cesaron las apariciones de OVNI.
En esta ocasión no ocurrieron alteraciones magnéticas. En cambio, en 1963, cuando el buque ARA “Punta Médanos” navegaba por el Atlántico a la altura de Golfo Nuevo, tras el pase de un OVNI a corta distancia, durante 55 minutos se registraron irregularidades de hasta 25ª en los compases magnéticos de la nave.

El “Caso Cabo Vírgenes”
Otro alucinante diálogo de la aviación naval argentina con
los OVNI, es el que los archivos oficiales inscriben con el nombre de “Caso Cabo Vírgenes”. Fue el 11 de agosto de 1964, durante un vuelo cumplido en el amanecer. El capitán de corbeta Saúl E. Salgado, piloteando un avión 5-G2, al dirigirse de Ushuaia a Río Gallegos, divisó un OVNI que se desplazaba a unos 50 metros del suelo, en trayectoria zigzagueante, cerca del faro Punta Vírgenes. El torrero de este faro, suboficial segundo Carlos Serrano, corroboró que durante aproximadamente un año, por períodos de 15 días y con intervalos de un mes y medio, veía desplazarse al caer la tarde, rumbo al Norte, un objeto luminoso.
En mayo último, una patrulla de la base aeronaval de Ushuaia, de servicio en el Lago Fagnano, y al mando del teniente de navío Rogelio Sanfelin. comprobó los desplazamientos de dos objetos que arrojaban luces rojas, verdes y amarillas, y estuvieron suspendidos en el aire durante 15 minutos. Los avistajes se realizaron los días 7 y 9 de maye, alrededor de las 19.15. La primera vez fueron seis oficiales y suboficiales los testigos y la segunda, tres. No cabía confusión con aviones, estrellas fugaces o satélites artificiales.

También la Aeronáutica
El Morane-Saulnier 760-E-236, de la VII Brigada Aérea, acababa de sobrevolar el río Juramento y llegaba al límite entre Salta y Tucumán. Viajaban tres personas. Piloteaba la máquina el teniente primero William G. Lehmann, llevando como copiloto al teniente primero Pascual Soler y como pasajero al suboficial mayor (R) Tello. Eran las 11.35 del pasado 25 de enero. Se desplazaban a 560 km/h, a 6.000 metros de altura. De pronto, el suboficial Tello indicó que creía haber visto un avión “abajo, a la izquierda”. Lehmann y Soler no advirtieron nada. Bromearon con el suboficial. Pero éste, instantes después, insistió: “Allí está, y son dos”.
Dos discos plateados zigzagueaban unos 5.000 metros más abajo, es decir, a mil metros sobre la superficie. La primera impresión de los pilotos fue la de estar sobrevolando dos helicópteros, de palas metálicas. Pero de inmediato se dieron cuenta que los helicópteros no hacían “eso”. Uno de los objetos se elevó rápidamente —“a unos 2.000 kilómetros por hora”— hacia el Morane-Saulnier y llegó hasta casi unos 500 metros de distancia. Pudieron verlo claramente. Era un disco de forma lenticular, sólido, como de acero pulido. A esa altura hizo más agudo su ángulo de ascensión y poco después desaparecía en e cielo. El otro lo imitó luego en dirección al Este y también des-
apareció. Habían pasado tres minutos y medio... Un silencio de asombro llenó la pequeña cabina del avión de la Fuerza Aérea Argentina.

Cuarenta minutos de asedio
Los pilotos no lo sabían, pero precisamente en la zona que sobrevolaban en esos momentos, había varias personas que podían hablarles de un episodio que parecía increíble ocurrido tres años y medio antes. Exactamente la noche del 21 de octubre de 1963, a poca distancia de la localidad de Trancas, en la finca de la familia Moreno. El capitán Pagani, siempre circunspecto en sus calificativos, lo llama “el caso más espeluznante” conocido en nuestro país.
Eran las 21.30. En la casa dormían el matrimonio Moreno, su hija Argentina Moreno de Chávez, esposa de un oficial del Ejército, y varios nietos de los Moreno. La señorita Yolanda Moreno y su hermana Jolie M. de Colotti, esposa también de un oficial militar, que estaban despiertas, advirtieron el fenómeno: a unos 200 metros de distancia, en dirección del terraplén por el que pasan las vías del ferrocarril, vieron haces de luz y varias siluetas perfiladas contra la insólita claridad nocturna. Creyeron que se trataba de un accidente ferroviario. La señora de Chávez se despertó y se unió a sus hermanas. Cuando salieron al jardín delante de la finca, vieron que a unos 40 metros de distancia había un extraño artefacto. Se acercaron al mismo, llegando hasta unos 5 metros de distancia. Se trataba de un objeto —“del tamaño de un tranvía”— semejante a una semiesfera. Metálico, con remaches como de avión. Estaba suspendido a unos veinte centímetros del suelo y lanzaba por su parte inferior una densa niebla blanquecina, mientras se bamboleaba sobre su eje. Tenia ventanillas y en el interior de éstas parecía girar “una especie de serpentina de colores” que abarcaba toda la gama del arco iris.
Cuando una de las tres hermanas lo alumbró con la linterna, un rayo de luz roja “muy caliente”, que partió desde lo alto de la cúpula, les dio en el rostro. Corrieron aterrorizadas a la casa y se encerraron, colocando muebles y objetos pesados tras la puerta.
Desde el artefacto partían rayos de “luz sólida” (“que no dejaba penumbras”), inspeccionando los alrededores de la casa. Iluminó las plantaciones, el granero, el gallinero... Desde las ventanas entreabiertas la familia Moreno seguía sus movimientos. La señora de Colotti. revelaría más tarde algo que no se atrevió a relatar en sus primeras declaraciones: la luz roja atravesaba las paredes e iluminó el interior de la habitación sin ventanas donde dormían los niños, que en ese momento comenzaron a traspirar profusamente, aunque sin despertar.
Los destellos del vehículo, que permanecía sobre la huerta, exactamente sobre los canteros de lechuga, eran respondidos por otros haces de luz que provenían desde el terraplén del ferrocarril.
Después de 40 minutos de indescriptible terror, la familia Moreno observó cómo el artefacto se elevaba y desplazaba hacia la Sierra de Medina, mientras que otros objetos brillantes ascendían del terraplén y se le unían en formación como de escuadrilla. Instantes más tarde, desaparecieron. Recién entonces el interior de la casa volvió a recobrar la temperatura normal. Hasta entonces el calor era “insoportable”. En el lugar de la sierra donde desaparecieron los objetos, quedó un resplandor “como el que produce, vista de lejos, una ciudad iluminada”, durante aproximadamente una hora y media. En el terraplén se encontraron días después unas bolitas de calcio y magnesio puro. La zona de la huerta sobre la que se mantuvo e¡ OVNI, en la cosecha siguiente quedó estéril pese a que fue sembrada como los alrededores.
Tiempo más tarde, un automóvil en el que viajaban un médico, un ingeniero y otra persona. a poca distancia de la finca de los Moreno, observó sobre la ruta y en las proximidades del arroyo Choromoro, las evoluciones de un OVNI que pareció absorber una luz roja posada en tierra.
Nueve días antes del suceso de Trancas, se había iniciado en la localidad cordobesa de Monte Maíz, un sumario en el que participó el mismo jefe de la policía provincial, doctor Yorio. El vecino Eugenio Douglas, se presentó en el destacamento policial a las 3.45 de la mañana, embarrado y presa de pánico. Llevaba un revólver con dos cápsulas servidas. Denunció que había sido perseguido por dos seres rubios, vestidos con trajes metalizados y escafandras transparentes en la cabeza, que descendieron de un “plato volador”. Agregó que un rayo de luz roja le había quemado el rostro. La investigación médica dictaminó que las lesiones leves que Douglas presentaba en el rostro “habían sido provocadas por emanaciones de gas o rayos ultravioletas”. La alocada carrera de Douglas, perseguido por objetos luminosos, fue corroborada por testigos que despertaron al oír sus gritos. La investigación también descubrió que en el momento en que Douglas protagonizaba el insólito episodio, uno de los generadores de la usina local sufrió desperfectos y dejó de funcionar.
Todos los testigos de estos tres casos son personas que gozan de muy buen concepto en la zona donde residen y que evidenciaron estabilidad mental y psíquica normal.
Idéntico dictamen sobre la calidad de los testigos se obtuvo cuando ocurrieron hechos muy similares a los de la localidad tucumana de Trancas, pero esta vez en Córdoba, en el Valle de Loretani, a 30 kilómetros de Alta Gracia, presenciados por la familia Busquets y empleados de la empresa forestadora que allí poseen, y en la localidad bonaerense de San Francisco Solano, del cual fue testigo el vecino Ramón Eduardo Pereyra. Este afirmó haber estado a un metro de un extraño objeto, con cúpula transparente, en cuyo interior se hallaba sentado un hombre alto, de cabellos rubios. Fuera del vehículo, se encontraba otra persona similar, vestida con un mameluco metálico, que, al verse descubierto, entró al aparato y éste ganó altura, desapareciendo. El caso fue investigado en primera instancia por la Unidad Regional de Lanús, de la policía bonaerense, y posteriormente por el capitán Pagani y su equipo. Tres sesiones de exámenes psíquicos del señor Pereyra revelaron que se trataba de una persona absolutamente normal y diana de fe.

Un ex-gobernador
La lista revelada íntegramente por primera vez a PANORAMA resultaría interminable. El astrónomo Luis Ferro, del observatorio ADHARA de San Miguel, no sólo observó el paso de OVNI —en alguna oportunidad— logrando divisar “'algo así como ventanillas”, sino que llegó a fotografiar tres extrañas sombras sobre la Luna. Días más tarde recibió la visita de altos oficiales de la Fuerza Aérea Norteamericana, que viajaron a nuestro país con el exclusivo fin de interrogarlo acerca de esas fotografías. El 29 de abril del año pasado un OVNI —que fue descripto "como un barco iluminado navegando en una noche oscura”—, fue visto en las proximidades del aeropuerto de Paso de los Libres, Corrientes, por el jefe de dicha estación aérea, Adolfo Osvaldo Lanzuolo; casi a la misma hora —las 10 de la noche— lo observaban el ex-gobernador de Misiones, doctor César E. Ayrault, su esposa y su hija, así como numerosos vecinos de la ciudad de Posadas. Para el matrimonio Ayrault —según lo relataron a PANORAMA— semejaba “un tren marchando a regular velocidad con las ventanillas iluminadas y echando chispas”.
Al día siguiente de aquella observación, el piloto Giudice, de la ciudad de Posadas, conducía un avión Bonanza rumbo a Asunción cuando, alrededor del mediodía, “un objeto plateado en forma de plato, se le abalanzó encima”. Desesperado, Giudice pidió auxilio por la radio, siendo tranquilizado por la torre del aeropuerto de Asunción.

El “show” del cumpleaños
El 24 de junio de 1947, Kenneth Arnold, piloto civil, vio por vez primera lo que llamó “nueve platos voladores”, sobre el Monte Ranier en el estado de Washington. La noche de San Juan
del corriente año, centenares de “creyentes” en los platos voladores alzaron sus ojos al cielo en procura de una aparición que “celebrase” el 20º aniversario. Y la aparición tuvo lugar. Lamentablemente, para esos esperanzados, aunque no se tiene una certeza definitiva, lo visto en el cielo habría sido un meteorito que se desintegró precisamente en un punto de la estratosfera sobre el litoral argentino. El redactor de esta nota acompañó a la comisión de la Fuerza Aérea Argentina, que reunió los testimonios sobre esa observación colectiva. Decenas de personas, en su mayoría personal superior y suboficiales de
la Prefectura Marítima, aportaron su testimonio. El objeto luminoso, que dejaba una larga estela, cumplió un recorrido de Sudoeste hacia el Noreste, en forma rectilínea. A la altura de Buenos Aires fue visto como un solo núcleo brillante; en Paso de los Libres, Corrientes, se notó que tenía en su parte delantera dos objetos, y ya en Oberá, Misiones, se vio como una estela compuesta por “diez a quince” objetos brillantes. Es dable suponer que el meteorito se había fragmentado y estaba desintegrándose a la vista de asombrados observadores. Las alteraciones magnéticas registradas en Asunción, según los cables procedentes de la capital paraguaya, se deberían al campo magnético generado por la fricción del aire y combustión de la masa de materia que componía el meteorito.

Malabarismo lumínico
Descartados los testimonios falsos, porque no siempre la investigación concluye positivamente, se encuentran una serie de coincidencias en las descripciones recogidas a lo largo de dos décadas de observaciones en la Argentina. También existen discrepancias. Las mayores se dan en cuanto al tamaño de los objetos. Varían desde varias decenas de metros de diámetro, hasta sólo un par de metros. Podría tratarse de objetos distintos, o de errores en la apreciación subjetiva. Pero esta última posibilidad no cabe en testigos que virtualmente “han tocado con sus manos” el OVNI.
“Ellos hacen con la luz lo que se les antoja”, dijo la señora de Busquets, en el Valle de Loretani, al redactor de PANORAMA. Ponía el dedo en la llaga: la asombrosa variedad de fenómenos lumínicos que evidencian la mayoría de los testimonios. Un científico canadiense, el doctor Wilbur B. Smith, citado por el mayor Kehoe, sugiere la hipótesis de que cierta gama de colores —variaciones del rojo al amarillo— se deberían a un progresivo aumento de la temperatura exterior del objeto, y los destellos verdes o azulados, a descargas eléctricas. El mismo científico no descarta la posibilidad de que los OVNI empleen para su desplazamiento campos magnéticos creados artificialmente. Así se explicarían las alteraciones registradas en casos como el del transporte ARA “Punta Médanos”.

Existencia y esencia
Cuando un fenómeno físico o síquico —llámese OVNI, fotones o facultades parapsicológicas— no se comporta como los científicos prevén, el escepticismo es la posición más cómoda. Así ocurre con los OVNI. Con los fotones —de los que aún no sabemos si son corpúsculos u ondas— no se puede hacer otro tanto: resultan demasiado evidentes como para negarlos. Pero en estos campos se han reunido suficientes evidencias como para acabar con la hipótesis de que “quien más niega, más sabe”. El material reunido por el capitán Pagani, ha invertido los términos y quienes niegan la existencia de los OVNI deberán probar ahora su creencia. Hay que echar por tierra demasiados testimonios honestos y objetivos.
La pregunta habitual: ¿De dónde vienen y quiénes los manejan?, trasciende los alcances de esta nota.
Pero también queda abierta la incógnita sobre el tiempo que llevan apareciendo los OVNI sobre la Tierra. Precisamente uno de los más estrechos colaboradores civiles del capitán Pagani, el escritor Eduardo Azcuy, se encuentra trabajando en un estudio de semejanzas, analogías y coincidencias significativas que parecerían señalar la presencia de OVNI en la más remota antigüedad. El simbolismo “mandálico” —figuras que evocan inmediatamente un plato volador— subsiste en antiquísimas civilizaciones y ciertas prácticas religioso-supersticiosas, como el “shamanismo” (viajes de ¡da y vuelta al cielo) y en indígenas habitantes de zonas tan distantes como el Tibet y la Patagonia. Sin embargo, como dice el mismo Azcuy, estas conjeturas solo se pueden esbozar mientras “no se produzca algún suceso que permita colocar a los OVNI en el marco estricto de la indagación científica”.
Como final, una anécdota. Hace dos siglos —en 1772— la humanidad se preocupaba por otros OVNI. Lo que hoy llamamos meteoritos. Se los ridiculizaba llamándoles “las piedras que caen del cielo”. Una comisión especialmente designada por la Academia francesa estudió uno de esos objetos. Entre los investigadores figuraba nada menos que el científico Lavoisier, quien, coincidiendo con sus compañeros, llegó a la conclusión de que los meteoritos “no podían existir”. En el cielo “como es sabido”, no hay más que el vacío, y del vacío no pueden provenir piedras..., por lo tanto, esos objetos eran o bien piedras arrojadas por la erupción de algún lejano volcán, o trozos de metal alcanzados en tierra por un rayo. Lavoisier firmó entonces la sentencia de muerte científica para los OVNI-meteoritos. Hoy se discute la existencia de otros OVNI. La mejor lección que nos puede brindar, en este caso, el ejemplo de Lavoisier es la de no firmar desmentidas rotundas. Por lo menos, mientras no podamos mostrar las pruebas que destruyan la evidencia reunida. Hasta ahora podemos decir: SI, los OVNI existen.
Salvador Nielsen
Revista Panorama
09/1967

Pie de fotos
-Alan Smith, vendedor de diarios de 14 años, en la ciudad norteamericana de Tulsa, tomó esta foto. “El objeto pulsaba aumentando y reduciendo su brillo y emitía un extraño sonido, como una sirena."
-Mientras tenia su máquina fotográfica preparada para tomar una vista nocturna de la ciudad de Perth, Australia, el aficionado L. Benedek observó cómo una brillante luminosidad descendía de las alturas hasta llegar a unos seis metros de la superficie del agua. Logró tomar dos placas de lo que estaba viendo e inmediatamente el OVNI volvió a cobrar altura, esfumándose en la oscuridad.
-La Fuerza Aérea Norteamericana guarda estos dos testimonios. Desde otro avión se fotografió al que aparece en la parte superior. Al revelar la placa apareció el inexplicable objeto (ampliado en la foto inferior). Una experiencia similar —persecución de un OVNI a un avion militar— ha ocurrido en enero pasado sobre territorio argentino. Fueron testigos tres oficiales de la Aeronáutica militar.
-Huella producida por algo similar a una garra, encontrada por el mayor Williams S. Hall, de la Fuerza Aérea norteamericana cerca de la ciudad de Erie, Pennsylvania. Horas antes habían avistado un OVNI, en las cercanías del lugar donde se hizo el extraño hallazgo.
-La noche del 27 de noviembre de 1966, en el Gran Buenos Aires, Juan Carlos Sánchez Boado fotografió un OVNI que se desplazaba en el cielo. Al revelar la foto apareció el intrincante recorrido de otros objetos luminosos que no había percibido antes.
-James Pfeiffer, ejecutivo de una importante fábrica de aviones, captó este OVNI sobre territorio brasileño, a principios de año. Emitía un fuerte sonido similar a una sirena, y se alejó a unos 300 kilómetros por hora.
-Unica foto del objeto que atravesó cielos argentinos el 24 de junio último. Tomada por el señor Sedoff, en Oberá, Misiones, y cedida al Servicio de Inteligencia de Aeronáutica.
-“Los OVNI existen", es la tajante afirmación del capitán de fragata ingeniero Ornar Roque Pagani. Casi dos décadas de investigaciones acabaron con el escepticismo inicial. Hoy dirige el archivo más completo que existe en la Argentina sobre este tema.
-A mediados del año anterior, el astrónomo Luis Ferro, del Observatorio ADHARA de San Miguel, tomó esta foto de la Luna. En ella aparecieron tres sombras inexplicables. Una comisión militar estadounidense lo visitó poco después para interiorizarse de lo ocurrido.
-El cielo quedó brillando largo rato detrás del monte donde se habla ocultado el extraño aparato . . ." Asi concluye ei aterrorizado relato de las esposas de dos oficiales del Ejército argentino, ante una experiencia que les tocó vivir hace dos años en la localidad tucumana de Trancas. Durante 40 minutos una familia entera estuvo sitiada por un objeto “como un tranvía" que despedía luces.
-El mayor Héctor Quintanilla, de la Fuerza Aérea norteamericana, muestra “residuos espaciales” recogidos por particulares en distintos puntos de su país. La investigación sobre OVNI que él dirigía ha sido derivada ahora a una comisión de profesores universitarios
-Asi dibujaron el OVNI que habían visto momentos antes un policía de Dexter, Michigan, y otras cinco personas que estaban junto a él. El sumario correspondiente se instruyó en la comisaria de Washtenaw County, en el mismo estado norteamericano de Michigan.
-Dudignac (Bs. As.) 1955: un OVNI.
platos voladores
platos voladores
platos voladores

ir al índice de Mágicas Ruinas

Ir Arriba