Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado
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(Una vieja obsesión. Una antigua lealtad. El gestor del futuro) ESTE REPORTAJE TIENE UNA CLAVE AL FINAL Esta es la síntesis de una entrevista que EXTRA tuvo en Madrid con Juan Perón. Empieza así: Tiene una especie de obsesión con una frase: “el hombre bueno...”. Rogelio Frigerio acababa de estar con él. “Es un hombre bueno. Nunca me defraudó. . . ¿Pactos? Ya no firmo más pactos. Escucho. Acuerdo. Discrepo. Pactos, no. Frigerio cree que hay que ayudar a revisar el proceso económico que es ENAJENANTE. Tiene razón . En fin, hablamos mucho, como siempre que me visita. Yo fui tan calumniado que jamás creí lo que dicen de Frigerio. Para mi es un hombre bueno y un gran amigo. Le regalé un bastón ’’ Eran las 9 de la mañana. Perón había ya caminado sus 5 kilómetros diarios. Me impresionó su estado físico. Recordó con gran memoria que tres meses atrás no había podido concretarse la entrevista porque tuvo que viajar a Torremolinos, y después, sonriendo, agregó: “Si el año pasado visitaron España 70.000 argentinos, más de 35.000 o me vieron o quisieron verme. Muchos llaman por teléfono; atiende mi secretario, López Rega, y le piden la entrevista de un modo casi dramático: «Dígale al general que hice 14.000 km. para verlo»... ¡Mentira!... Vienen a España en tren de turismo, y como están en Madrid, quieren ver al «fenómeno»” (sonríe largamente, sus ojos se entrecierran). No tiene un solo dejo español en el acento de su voz. Al contrario: mucho lunfardo y de vez en cuando se le escapa un c... El inmovilismo del exilio le acentuó su formación ideológica. “Los libros de mi biblioteca son leídos v marcados. Yo, más que leer, estudio un libro. . Véalo, no es una biblioteca de simulación intelectual...” Recuerda, recuerda mucho. Cuando le dijo a Robustiano Patrón Costas —“era amigo”— que no aceptara su candidatura a presidente de la República en 1943. “No me hizo caso, y vino la Revolución. . . Me acuerdo de Adrián C. Escobar, de Ramón Cárcano, de Joaquín Anchorena, que entraba con su galerita al Departamento de Trabajo. Eran conservadores inteligentes; se daban cuenta de lo que se venía. Comprendieron . ”. Mientras hablamos, a lo lejos llega el sonido del tecleteo de una máquina de escribir. “Es Isabelita, que contesta las cartas. Me ayuda mucho.” Perón da la sensación de que ni se imagina o no evalúa el “odio” que pudo despertar en un sector argentino. “No di respuesta al atropello del 55 porque no quería un reguero de sangre .. Eso nunca lo comprenderán. Por supuesto, si hubiera adivinado cómo iban a manejar el país... no hubiera sido tan fácil desprenderse de mi... Pero estaban los carcamanes... ¿Para qué vamos a hablar de persecuciones?... Fíjese que Olivieri fue a la cárcel, y el pobre general Valle fue a una tumba... Mida usted los castigos y diga quién persigue más a quién...” Cuenta que para lograr un equilibrio que no le fomente las grandes expectativas, ni lo suma en depresiones, acudió al yoga. “Soy un general pacifista; un león herbívoro ”, acota. Neustadt. —General, ¿si usted tuviera que evaluar la situación argentina actual, en cuanto a peronismo y antiperonismo, a través de las noticias que recibe por la gente que viene acá, cómo lo haría? ¿Hay más o menos peronistas? Perón. —Creo que ahora no sólo hay peronistas, sino también properonistas. Y no porque nosotros hayamos sido tan buenos, sino porque los que nos siguieron fueron tan malos que, a su lado, parecemos óptimos. Eso influye sobre el resquicio de imparcialidad que todo hombre tiene. Neustadt. Pero el peronismo de ahora no ofrece otra solución que la vuelta de Perón. Hablar de justicia social parece envejecido. ¿El peronismo se agotó? Perón. —Nosotros hemos fijado una ideología que es permanente; pero también hemos establecido una doctrina que es circunstancial, que no es permanente, que varía según las diferentes situaciones creadas y según las circunstancias en que esas situaciones se producen. Es claro que nuestra doctrina no es hoy la misma que en 1945, porque las formas de ejecución varían, pero la ideología en sí es la misma. Neustadt. —General, ¿si usted llegara hoy a Buenos Aíres y le dieran el sillón presidencial, podría resolver los problemas argentinos? Perón. — ¡Yo, sí! No es nada del otro mundo; son los mismos problemas que se han vuelto a reproducir. En el fondo el problema argentino es lo que en Economía se llama una crisis estructural. ¿Y qué es esto? Hay un principio de economía política que dice que la prolongación de las crisis estructurales carcome las riquezas, fenómeno que se ha producido en la Argentina. Un ejemplo: en el año 64 el país exportaba casi un 20 % de productos manufacturados, en su totalidad a América latina y gracias a convenios bilaterales por los cuales los países latinoamericanos y Argentina estaban obligados a comprarse y venderse mutuamente, pagándose en mercaderías, no en dinero. Después esos convenios se rompieron, el país no compraba a quienes le compraban y estos países terminaron comprando a los EE. UU., con lo cual las exportaciones argentinas cesaron, pero no así las importaciones que eran necesarias. Basta un sólo ejemplo, como decía Napoleón: la fábrica Siam hacia 10.000 heladeras al mes, por ejemplo, y vendía 5.000 en el país y 5.000 en el exterior. Las 5.000 del país se agotaban debido al alto poder adquisitivo del pueblo. Una vez destruidos los convenios se dejó de vender en el exterior, bajó el poder adquisitivo y se dejó de vender en el país; los galpones se empezaron a abarrotar y esa fábrica, que llegó al poderío en 70 años, adelgazó en 4 ó 5. ¿Qué ha ocurrido? Estos señores llegan y se encuentran con una economía organizada en un país como el nuestro, en el que en esos momentos el 80 % de la producción era para consumo interno y el 20 % para exportar. Muy bien, al destruir el sistema financiero abrieron las puertas a la evasión de todos los capitales y las ganancias del año argentino, y al liberar los precios y provocar una inflación desenfrenada dejaron sin poder adquisitivo a la masa. En la época nuestra, el comerciante ganaba de acuerdo al volumen de ventas y no al precio unitario, porque el precio unitario estaba controlado, pero esto influía tremendamente en el consumo, que era a través del cual el comerciante se hacía rico en poco tiempo. Estos señores destrozaron la estructura económica y la estructura financiera del país y no las reemplazaron con otras. De manera que la crisis no es una crisis estructural, sino que es una crisis por falta de estructuras. ¡Que es diez veces peor! De manera que si ésa es la causa del mal, el remedio es volver a una estructuración financiera y a una organización económica. Y esto en el país no existe. Allí cada uno anda suelto, a la que Dios le ligue, a los fraudes que pueda cometer, a las trampitas que pueda realizar. Neustadt. —Eso pasa en el campo económico: ¿y en el campo gremial partido en mil pedazos? Perón. —¡Pasa exactamente lo mismo! El foco del problema está en el campo social, porque están estrechamente vinculados, entonces también en éste faltan estructuras. Los dirigentes gremiales han sido adiestrados en la técnica sindical, pero no en el espíritu sindical. Esto no se puede improvisar. Nosotros recibimos comunistas, socialistas, etc., y les pasamos un barniz justicialista, pero en cuanto usted los rasca un poco aparece otra vez el de antes. Neustadt. Pero el dirigente gremial de ahora es mejor que el de 1955. Perón. —Es más capaz, pero no más bueno, ¡cuidado! ¿Cuál es el fenómeno? El hombre desde los 6 hasta los 12 años, se forma, es decir, forma su subconsciente: después empieza uno a darle armas, armas a través de la sabiduría que es capaz de inculcarle. Si en esa etapa de la formación del hombre uno ha formado un hombre malo, todas las armas que uno le dé a ese individuo las va a usar para que joda a sus semejantes; lo básico es tener un hombre bueno: a ése sí dele todas las armas, porque las va a usar a favor de sus semejantes. Para mí ésa es la filosofía inicial en la cual hay que fundar al hombre. Y volvamos a lo de los dirigentes. Un dirigente ha venido luchando y peleando y nunca ha sido nada; de pronto, lo nombran secretario general del gremio. Un gremio que tiene medios económicos fuertes. Entonces ya de entrada pasa a tener un escritorio, un buen sueldo, un auto, una secretaria buena moza, quizá también. Y ese tipo que siempre ha sido un luchador, ahora no quiere lolas; se agarra al escritorio y quiere quedarse, pero como él es un hombre que no tiene sino limitado predicamento —el que le ha dado su gremio— ahí ya se encuentra frente a sus primeras armas políticas. Neustadt. Ahora, él juega siempre con la camiseta de Perón. Perón. —Sí, si, juega con la camiseta de Perón, porque le conviene..., si no jugaría con cualquier otra. Porque ya no es un luchador; entonces empieza a hacer su trenza, a buscar componendas con compañeros de otros gremios, se ayudan y forman un conglomerado gremial, que pesa más que un solo gremio. Así es cómo se hace el divionismo. -recuadro en la crónica- ¿SABE CUAL ES LA CLAVE FINAL QUE LE INDICAMOS AL PRINCIPIO? Simplemente que este reportaje fue publicado por EXTRA en su Nº 41, de diciembre de 1968. Tres años justos Vuelva a leerlo y verá que Rogelio Frigerio —mucho más que Arturo Frondizi— vive hondamente en Perón y puede ser el Gran Intermediario para la selección del futuro candidato a presidente de la República. También José López Rega tiene “devoción” por Rogelio Frigerio. Hace 3 o 4 meses, Perón quiso que “las bases’’ conocieran su “afecto” por Rogelio Frigerio. Pero la conducción peronista local entendió que hubiera sido irritante y no hizo transitar la carta enviada. ¿Cuál puede ser el proceso? Tal vez, semanas antes de tomar decisiones vitales para el acto eleccionario, Rogelio Frigerio se correrá hacia Madrid y analizará con Perón la situación política argentina; de ese cónclave “de dos” pudiera surgir el candidato de Perón. Un militar en actividad, el general Jorge Carcagno; un militar retirado, Guillermo Osiris Villegas (general y embajador en Brasil), o algún empresario muy moderno. A todo esto. Héctor Villalón (un amigo de Fidel Castro y hoy con viva influencia en el pensamiento de Perón) entrará a terciar con una idea que algunos periodistas argentinos que visitaron a Perón sostienen como el rumbo histórico: entregar el Movimiento al socialismo. Ese sería el “trasvasamiento generacional”. Revista Extra 11.1971 |