Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado





leguisamo



Hace hoy 40 años LEGUISAMO ganó su primera carrera
por Gregory Sheerwood
El inolvidable debut en las cuadreras de Valledeu. A los once años trineo gana su primera carrera y en premio le dan un puñado de monedas que valen, apenas, un peso.

PERO, ¡qué quiere que le cuente si todo lo he dicho y muchas cosas se han publicado hasta veinte veces?
—Siempre queda algo olvidado en lo más hondo del saco de los recuerdos. Meta la mano y busque en el fondo: busque despacio, con paciencia, que algo encontrará. ¡Se lo digo por experiencia!
Pero esta vuelta parece que falla mi experiencia periodística. Irineo Leguisamo se ha ensimismado, remontando la corriente de los años, sumergiéndose en la noche del pasado, y allí queda un rato largo serio, pensativo, aumentando la impresión enigmática de su rostro un tanto mogólico y, de pronto, la esposa que asiste a la entrevista, sentada al otro lado de la mesa ratona, deja escapar un grito:
—¡Ya está! ¡Por qué no le cuentas lo de Tiolocoquememuero? Justamente ahora, dentro de un par de semanas, se van a cumplir cuarenta años...
—Pero, Delia, ¿a quién puede interesarle la historia de ese matalón?
—Fué tu primera carrera, tu primera victoria, los primeros nueve reales y medio que has ganado como jockey...
—¡Delia, que estás exagerando! Apenas si fui jinete improvisado de un penco...
—Precisamente eso es lo que hace más importante la cosa. Para mí, Tiolocoquememuero constituye el episodio más emocionante en la vida turfística de Irineo Leguisamo —insiste la esposa, sincera y con cierta vehemencia—. Vale la pena contar lo ocurrido en aquel Pueblito de Tacuarembó, en aquella tarde del 24 de setiembre de 1914
* * *
24 de setiembre de 1914 Festejos camperos en Valledeu, pueblo uruguayo del departamento de Tacuarembó. Nunca se había visto en Valledeu una fiesta como esa. Se explica: se van a correr varías cuadreras, y las cuadreras atraen más que buenas mozas en estado de merecer. Ha comenzado la tarde, y con ella los preparativos para las diversas pruebas Dos hombres charlan aparte; uno de ellos parece preocupado por el animal que tiene por las riendas. Se ve a la legua: es caballo viejo, pesadote. En un tiempo se lo conoció por Ticolo y ahora, por lo lerdo e intemperante que lo volvieron los años, los del pago le habían estirado el nombre, conviniéndolo en risible sambenito: Tiolocoquememuero. Su dueño, que sabía bastante de cuadreras y de lo que aún podía rendir su animal, lo había inscripto en la carrera de quinientos metros de las llamadas de grande a chico, es decir, que mientras los mejores caballos son montados por jinetes pesados, de sesenta, setenta, de más kilos, a los pencos, a los considerados malos por diversos motivos, se les permiten montas de hasta treintakiios, con lo que queda mas o menos emparejada la chance de unos y otro. E: jinete —cuarenta y cinco kilos - que ese tarde montaría a Tiolocoquememuero sufre un accidente media hora antes dela carrera. Y ahí está ahora el dueño del animal escuchando al dueño de uno de los bodeguines de Valledeu que le dice:
—Hágame caso no lo piense dos veces confíese en el botija. Nació en el puesto de una estancia de Tacuarembó, se crió entre caballos y estuvo quince días vareando yeguas en Maroñas.
—¿Qué edad tiene su sobrino?
—Once años
—¿Cuánto pesa?
—Cerquita de los treinta y dos kilos. Si lo monta el gurí me juego todos los patacones que llevo encima a Tiolocoquememuero. . .
—No me queda otro remedio: que lo monte el botija!
Un peoncito aparece a la carrera, el bolichero se lo presenta al otro:
—Este es Irineo... Irineo Leguisamo. Decime, Irineo, ¿te animas a montar a este matungo?
— Yo monto lo que me den —responde el muchacho, con la seguridad del que sabe y está segurísimo de lo que dice.
— Bueno, entonces, escúchame bien lo que voy a decirte —le dice el patrón, instruyéndolo—. En cuantito den la señal de partida, picas y le metés no mas a fondo. No mezquines los lonjazos; metele leña de entrada no más, porque todo está en la partida. Si quedás rezagado de entrada entraras último... Tenelo bien presente y acordarte que tu tío y yo nos jugamos en ésta hasta la camisa...Ya lo sabés: de entrada no más, derecho viejo y pitando a todo vapor.
El botija monta de un salto; las apuestas son para desalentar al más optimista: '‘¡Tres a uno contra Tiolocoquememuero!"... Cinco animales se alinean. "Cuatro a uno contra Tiolocoquememuero!"... ¡Largaron! Todos parten y se distancian a toda velocidad, menos uno, que empieza a rezagarse. Es Tiolocoquemenuero. También, con el jinete que tiene... Monta con las rodillas apoyadas en las cruces del animal. ¡Qué bárbaro! "¡Siete a uno contra Tiolocoquememuero! ¡Faltan doscientos metros y continúa atrás, cerrando el pelotón! El dueño del penco deja escapar una andanada de sapos y culebras:
— ¡Condenadísimo botija! ¿Porqué lo retenés, por qué no lo soltás y le metés lonjazos sin asco!...
"¡Diez a uno contra Tiolocoquememuero!" De repente, cuando faltan cien metros. Para la llegada, se ve al botija aflojar las riendas, apilarse mas todavía, castigar apenas, castigar apenas, como si le acariciase el pescuezo con el látigo y... todos tienen que restregarse los ojos para asegurarse que no están soñando: Tiolocoquememuero empieza a ganar terreno y termina primero, por cuerpo y medio. Irineo Leguisamo, a punto de doblar la esquina de los once años, acaba de correr su primera carrera, acaba de ganar su primera prueba... ¿El premio? Un puñado de monedas, que el dueño del animal le dio con el gesto magnánimo de quien regala una fortuna.
—Diez, veinte, treinta... —cuenta el botija poco después, cuando esta solo—. Cincuenta, sesenta, setenta, ochenta, noventa, noventa y cinco... ¡Caray! Casi un peso oro por correr un caballo. ¡Ah, así da gusto trabajar!
Es la época brava en que el gurí es boyero de estancia, el petiso de los mandados; le pagan cinco pesos mensuales y trabaja duro de quince a dieciocho horas diarias... ❖
Revista PBT
24.09.1954

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