Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado
![]() |
ASCENSOS Reflexiones de un comediante En el mismo pequeño escritorio desde el cual, hasta no hace muchos años, la desaparecida Blanca Podestá renovaba fervores de la vieja farándula, tiene hoy su cuartel general José Slavin, el actor argentino que más rápidamente ascendió a la fama en los últimos años. El escritorio está en la planta baja del ex teatro Smart, hoy precisamente Blanca Podestá, y corresponde al empresario. Slavin lo es, como también productor cinematográfico. Cada tantos minutos una actriz, un actor, un empleado de la sala se asoman fugazmente. "Buenas tardes, doctor" o "¿Cómo está, doctor?" o "Hasta mañana, doctor” son las palabras que rubrican tan presurosas visitas. Slavin —41 años, elevada estatura, rostro de líneas definidas, pocas canas, calvicie en avance— contesta en cada caso, a veces insinúa la sonrisa, otras sonríe francamente. Lo de doctor es por su condición de abogado, que acompaña por siempre al actor. "Pero no ejerzo mi profesión desde hace 4 ó 5 años”, aclara con la calma que es su norma para el diálogo. Aunque porteño, vivió largamente en Mar del Plata, donde no le faltaron sinsabores, pero donde también encontró campo propicio para la profesión y los buenos pesos que lo respaldarían en un cambio de timón. Asimismo, el sello marplatense lo inoculó de socialismo. LA MADRE MARIA. Sus actuales preocupaciones cinematográficas se centran en La Madre María, película que determinó su asociación con el director Lucas Demare y el productor Rodolfo Hansen. Se está filmando a un costo que se calcula entre los 200 y 220 millones de pesos viejos, y reactualizó un libro de Tomás Eloy Martínez, Héctor Grossi y David José Kohon de casi una década atrás. A priori, la película ha redoblado el interés merced a la reaparición estelar de Tita Merello, una diva que pasa los 70 años sin merma de su enorme ascendencia sobre el público. Al lado de ella tiene cabida otro personaje, el que corresponde a Slavin. Es su abogado defensor, sobre cuya intervención se practican ciertas licencias narrativas para que el juicio por ejercicio ilegal de la medicina y estafa que arrostró la Madre María fuera oral en vez de escrito. En este momento, ese personaje es "su personaje”. Ni lo diferencia ni lo campara a los de su previa galería fílmica, de cuatro años a esta parte: el linyera psicópata de El ayudante, el hidalgo español de Güemes, el Chicho Grande de La mafia, uno de Los siete locos revolucionarios. A los 18 años ya andaba Slavin entreverado en conjuntos de aficionados marplatenses y algo después se especializaba en personajes grotescos, diestro en la imitación de turcos, italianos y otros tipos que pertenecieron al sainete y la realidad inmigratoria. También actores conocidos, con algunos de los cuales se codea hoy, sucumbieron en su aptitud de caricatura. SIEMPRE MAÑANA. Los puntos de vista sobre el oficio de comediante lo llevan también a hablar de los directores. De sus cinco películas, una corresponde a Mario David (El ayudante), tres a Leopoldo Torre Nilsson (Güemes, La mafia, Los siete locos) y la última a Lucas Demare (La Madre María). Comprobación curiosa: de sus tres directores Slavin ha sido socio productor. La alianza con Demare no significa que José Slavin se haya desvinculado de Torre Nilsson, con quien a partir de octubre coproducirá El pibe Cabeza, trepidante episodio del pistolerismo argentino en los años treinta. Junto a Alcón protagonista, Slavin será Caprioli, otro delincuente que por simpatía le guardó las espaldas más de una vez. En materia teatral, su plan inmediato —además del comando del Blanca Podestá— se cifra en una gira en base a la reposición de Recordando con ira, de Osborne, con elenco encabezado por Alcón. Y acaricia con creciente entusiasmo la idea de poner en escena El caso Opeinheimer. Tiene la confianza de que repetirá aquí ese éxito internacional. "Trata el caso de los sabios que se negaron a fabricar la bomba de hidrógeno; desde allí proyecta la disyuntiva y el drama de toda la humanidad contemporánea". PANORAMA, ABRIL 4, 1974 |