Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

el hombre del granizo
José Miguel Núñez
EL HOMBRE DEL GRANIZO

A pesar de que el granizo constituye uno de los peores enemigos de la agricultura, son muy pocos los que en la Argentina se dedican a combatirlo científicamente. La odisea de un joven y estudioso meteorólogo que emigró al extranjero para especializarse en esa guerra contra la naturaleza es una muestra de ello. Las posibilidades.

Parece un mal endémico: desde tiempos inmemoriales, el aluvión de granizo que en algunas épocas del año se abalanza sobre praderas, sembrados, frutales y campos de pasturas, además de las ciudades, constituye uno de los mayores flagelos capaces de hacer tambalear cosechas enteras y provocar pérdidas multimillonarias. Lo curioso es que el combate contra el granizo, uno de los enemigos mayores de la agricultura, se realiza actualmente en escala universal porque, tal como acontece con la enfermedad del cáncer, ningún país del mundo ha logrado descubrir aún el antídoto eficaz que lo disuelva o impida su llegada a la tierra.
La lucha contra este intruso pertinaz e imparable es tan antigua como la historia de la Humanidad: las comunidades primitivas del Asia central se congregaban en una ceremonia especial, engalanada de danzas y contorsiones, para impetrar la salvación a los dioses; la presencia en el cielo de determinadas aves era considerada como una premonición de la inminencia del granizo. Durante la Edad Media, en cambio, la premonición oficialmente admitida era la cercana de una tormenta. El antídoto: echar a volar las campanas de las iglesias; se creía que el ruido ahuyentaba el flagelo.
Tal creencia, a pesar de los avances de la ciencia y de la técnica, se prolongó impertérrita hasta hace muy poco tiempo. Tal vez, la impotencia milenaria del hombre frente a un enemigo aparentemente inconmovible acrecentó ese mito. Lo cierto es que aún en pleno siglo XX los europeos idearon un sistema de combate consistente en disparar cañonazos hacia formaciones tormentosas donde se suponía alojado al enemigo. Después de la Segunda Guerra Mundial, los cañones pudieron ser suplantados por cohetes capaces de estallar a 1.500 metros de altura. Entonces se creía que la onda sónica disolvía las piedras ... La vieja leyenda medieval seguía copando los laboratorios de investigación, beneficiando a los fabricantes de explosivos.

LA DEPREDACION
Aproximadamente 170 años atrás, una violenta tormenta de agua y piedra destruyó la totalidad de los cultivos mendocinos. Los espantados viñateros sólo atinaron a trazar sobre los campos sembrados enormes cruces de ceniza en cuyo centro clavaban un hacha: comenzaba en nuestro país la lucha contra el granizo. Actualmente, la Argentina pierde 7 mil millones de pesos por año a raíz de los daños causados por el granizo. Hace poco, en noviembre de 1S68, la provincia de Buenos Aires soportó durante 25 días casi consecutivos la temible lluvia de piedras. Sólo en las provincias de Río Negro y Neuquén, la granizada que asoló al Alto Valle el 13 de octubre último, provocó pérdidas que treparon a la astronómica suma de 2 mil millones de pesos. En los Estados Unidos, durante 1967, los daños provocados por esta descarga implicaron la suma de 300 millones de dólares.
Se comprenden, entonces, los esfuerzos en que se hallan abocados los especialistas de todo el mundo para hallar remedio contra el terrible mal. Desde hace 4 meses técnicos de la Argentina, Brasil y los Estados Unidos se hallan reunidos en la Estación Wallops, instalada en el estado de Virginia, dependiente de la NASA (Administración Nacional de Aeronáutica y del Espacio), para coordinar los estudios meteorológicos y analizar los resultados del empleo de cohetes de sondeo.
La Unión Soviética, por su parte, experimentando con cohetes (luego de una inversión total equivalente a 60 millones de pesos argentinos),, preservó 100 mil hectáreas sembradas, disminuyendo los daños en casi 14 veces. En una extensión idéntica, no protegida, los perjuicios ascendieron a la suma de 480 millones de pesos argentinos. Los informes indican que para 1970 la URSS proyecta defender por medio de cohetes 5 millones de hectáreas cultivadas.

FABRICAS DE GRANIZO
Todas las investigaciones realizadas hasta el momento han coincidido en demostrar que el granizo se produce en los denominados cumulus nimbus, formaciones de nubes generadas en la atmósfera por la inestabilidad de grandes masas de aire húmedo que, al descender sobre las capas más bajas, producen un rápido ascenso de viento seco. Tal fenómeno crea gotas dé agua que se diseminan sobre los núcleos cristalográficos (partículas de procedencia extraterrestre que se alojan en el seno de los cumulus a razón de una por metro cúbico según el investigador austríaco Ernst Bowen), que, al condensarse, producen el germen del granizo. Dentro de la formación nubosa éstos recorren un ciclo vertiginoso, una especie de remolino que los trasporta a las capas bajas y desde allí, accionados por vientos que alcanzan una velocidad de hasta 30 metros por segundo, ascienden nuevamente para caer congelados, por acción de la gravedad, sobre la superficie terrestre. Un accidente casual ocurrido en los EE. UU. con un avión DC6 de la American Airlines demostró que el aparato, al emerger del interior de un cumulus nimbus, había sufrido daños que afectaron el 60 por ciento de su fuselaje.
Uno de los detalles más notables que atrapa la atención de los especialistas es que el granizo cae siempre sobre las masas continentales, disminuyendo hacia el Ecuador y los polos y desapareciendo casi por completo en las extensiones marítimas. Ello abrió paso a dos presunciones teóricas: la que hace hincapié en las reacciones gaseosas de la atmósfera, como origen de la piedra; y las que consideran su existencia a raíz de la dispersión de espuma de los océanos, y partículas de tierra de la superficie continental. Sea como fuere, la existencia de núcleos cristalográficos, sobre cuya superficie las gotas de agua devienen granizo al congelarse, está prácticamente demostrada. Por eso el combate actual tiene por objetivo dichos núcleos. Reducirlos es eliminar el granizo.

GRANIZOLOGO, SE BUSCA
José Miguel Núñez, un licenciado en meteorología de 32 años, es el único especialista argentino que se abocó seriamente al estudio de una solución integral del problema del granizo. Al no disponer en el país de los medios adecuados de investigación emigró en 1966 hacia la Unión Soviética en busca de laboratorios, instrumentos y facilidades dé trabajo. La lucha contra el granizo se le presentó así como una especie de desafío personal que lo indujo a recorrer todos los tramos de la escalada científica: desde los métodos más primitivos hasta el moderno empleo de cohetes.
Si hasta hace poco se confiaba en las bondades del ruido para ahuyentar el castigo celeste, Núñez pudo protagonizar, a lo largo de sus estudios, otras invenciones no menos ineficaces. Una de ellas consistía en sembrar las nubes con hielo seco (anhídrido carbónico). ‘‘Para generar lluvias artificiales, el método es bueno —dice ahora Núñez, de vuelta en la Argentina—, pero contra el granizo es lo mismo que nada”. Un paso más allá fue generar desde tierra nubes de yoduro de plata y también de plomo. Pero tal humareda, en lugar de disolver los cúmulus nimbus sólo servía para aniquilar a los terráqueos. “Era un método excelente para matar animales, peones, estancieros, investigadores de lucha antigranizo y cuanto bicho viviente acertara a pasar cerca del generador", ironiza Núñez.
Para el granizólogo argentino, que gana 40 mil pesos mensuales en el Instituto Meteorológico Nacional, el único método que hasta ahora arrojó resultados positivos fue el lanzamiento de cohetes para sembrar yoduro de plata y plomo directamente en el seno de los cumulus nimbus. Con ello se han podido defender extensas áreas cultivadas con un alto porcentaje de efectividad. “Si las pérdidas provocadas por el granizo ascienden en la Argentina a la suma de 7 mil millones de pesos —sostiene el licenciado Núñez—, ¿por qué no invertir mucho menos dinero en la fabricación de cohetes para preservar nuestros sembrados?” No parece infundada la exigencia: los cohetes que hacen falta son del tipo tierra-aire, propulsados con combustible sólido (pólvoras especiales). Su factibilidad requiere un equipo de radar para determinar la trayectoria del cohete y personal especializado para efectuar los disparos. En la Argentina no existen tales equipos, “pero —apunta Núñez— su adquisición no es demasiado costosa, ya que se financiarían con un monto menor al de los daños”. Cada equipo consta de una rampa de lanzamiento, con capacidad para cuatro cohetes, y los detonadores eléctricos. El peso de cada proyectil es de sólo 30 kilos y sus dimensiones aproximadas, 1,30 m de largo y 20 cm de diámetro.
“Si esto se pusiera en práctica —vaticina el especialista argentino—, la lucha antigranizo desembocaría en un plazo relativamente breve en investigaciones de lluvia artificial para combatir la sequía, otro tremendo flagelo que debe soportar la actividad agropecuaria.”
Cuando en abril próximo se realice una Reunión Nacional de Lucha Antigranizo, por iniciativa del ministro de Economía de Mendoza, licenciado Rodolfo Lavagnaro, es posible que tales sugerencias figuren en el orden del día como tema principal de las deliberaciones. En ese caso, la Argentina podrá ubicarse a la vanguardia del avance tecnológico, erradicando al mal más antiguo de la Tierra. ■
Revista Siete Días Ilustrados
27.01.1969
www.magicasruinas.com.ar
 

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