Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado
![]() Nuestro país surgió bajo un signo promisorio: el de la voluntad popular, ya manifestada en ocasión de las Invasiones Inglesas de 1806 y 1807, dentro todavía del período colonial español. En tanto las "personas respetables" pactaban con el agresor, el pueblo —al que ya entonces calificaron de "plebe desenfrenada"— lo arrojó de nuestras tierras. Los primeros atisbos de libertad se les debieron a las masas sociales anónimas, más que a "hombre alguno" de los que integraban las clases privilegiadas de Buenos Aires. Es ésta una observación que ya hizo en su tiempo el general Manuel Belgrano, descalificando las Interesadas presunciones de la historia liberal. Recuerda Belgrano que las clases dirigentes de la colonia no alcanzaron a vislumbrar las simientes emancipadoras que arrastraban los acontecimientos de 1806 y 1807, y creían muy lejana cualquier tentativa en ese sentido. "Tales son los cálculos de los hombres —escribió—; pasa un año y he ahí que, sin que nosotros hubiésemos trabajado para ser independientes, Dios mismo nos presenta la ocasión ..." ("Autobiografía"). La Revolución de Mayo, a su vez, surgió bajo el influjo de las clases populares, cuyas inspiraciones fueron recogidas en el Regimiento de Patricios, cuyo jefe, el coronel Cornelio Saavedra, "por su posición personal, por su familia y por ser, además, coronel de Patricios —admite el historiador Vicente Fidel López— tenía un partido bastante fuerte entre las milicias y las gentes de los suburbios" ("Historia de la República Argentina"). La historia adulterada torció la recta interpretación de los hechos e hizo de Mariano Moreno, representante de la burguesía mercantil y abogado de los comerciantes ingleses del Río de la Plata, el artífice de nuestra magna Revolución, en tanto denigra a la figura de Saavedra y al papel protagónico que tuvieron en aquel pronunciamiento "las milicias y las gentes de los suburbios". El deán Funes apuntaba los hechos en su correcta medida y escribía por aquellos días: "Moreno se ha hecho muy aborrecido y Saavedra está más querido del pueblo que nunca" (Carta del deán Funes a su hermano Ambrosio; 16 de diciembre de 1810). Todo el andamiaje de la "historia oficial" ha sido construido sobre la tergiversación de las figuras y los hechos que dan sentido y proyección a nuestra historia. Se magnificó el papel de la metrópoli y de la oligarquía portuaria que usurpó los derechos de los pueblos, elevando a categoría de "próceres" a cuantos contrariaron la voluntad de la Nación, desconociendo las justas demandas de los pueblos, cuya autenticidad chocaba con la política de frustración y extranjería que practicaban las "élites intelectuales" de Buenos Aires. Es éste un antagonismo admitido por el santón máximo de la escuela liberal y cipaya, don Bartolomé Mitre, que llegó a escribir: "En presencia de este antagonismo, los políticos que con el centralismo colonial habían triunfado de la metrópoli, y que armados de él se veían impotentes para contrarrestar la insurrección de las masas, buscaron la solución de los oscuros problemas de la situación, fuera de las condiciones generales de nuestra nación, y se enajenaron la voluntad de la opinión, que conscientemente contrariaban" ("Historia de Belgrano y de la Independencia Argentina", tomo III, capítulo XLI). Textos de esta naturaleza esclarecen el esquema de nuestra historia, demostrando hasta qué grado resultan ajenos al país y a sus intereses, los representantes del "despotismo ilustrado" y cuán justa es aquella afirmación que hice en alguno de mis libros de que en la Argentina todo lo que no hizo el pueblo se ha quedado sin hacer. Los caudillos han sido, invariablemente, los intérpretes de la voluntad de los pueblos. Dorrego, Quiroga, López, Ibarra, Rosas, en el pasado, como Perón en este siglo, encarnaron las hondas vivencias de las muchedumbres nativas, porque estuvieron hechos —como Perón lo está en nuestros días— de su mismo metal, pero mejor acuñados. En tanto el unitarismo, es decir, el centralismo despótico y antinacional, caracterizó a la "aristocracia mercantil" que enajenó nuestras glorias y riquezas, el federalismo ancho y comprensivo fue la filosofía de los caudillos y el instrumento con que las montoneras lucharon contra los opresores aliados a los monopolios imperialistas, que impidieron nuestra soberanía política, nuestra independencia económica y nuestro justo desenvolvimiento social. El general Facundo Quiroga fue uno de los servidores más persistentes y leales de la causa del federalismo, que habían abrazado los pueblos. Para que se advierta hasta qué grado el poderoso caudillo riojano se identificó con el querer de las huestes populares, nada mejor que reproducir los pasajes alusivos al tema contenidos en la carta que desde Tucumán le remitió al general Rosas, el 12 de enero de 1832: "Vd. sabe —le decía—, porque se lo he dicho varias veces, que yo no soy federal, soy unitario por convencimiento; pero sí con la diferencia de que mi opinión es muy humilde y yo respeto demasiado la de los pueblos constantemente pronunciada por el sistema de Gobierno Federal, por cuya causa he combatido con constancia contra los que han querido hacer prevalecer por las bayonetas la opinión a que yo pertenezco sofocando la general de la República..." ¡Magnífica lección de civismo y de acatamiento casi religioso de los sentimientos populares! Facundo puede ser señalado, por consiguiente, como el arquetipo del caudillo que supo elevar por encima de sus propias opiniones aquellas que constituyen la esencia de las convicciones que agitan el corazón noble y recto de las multitudes. Pero hay más todavía; porque Facundo captaba en su dimensión la más honda de las motivaciones de su decisión, pues agregaba que "es justo que ellos obren con plena libertad, porque todo lo que se quiera, o pretenda en contrario, será violentarles, y aun cuando se consiguiese por el momento lo que se quiere, no tendría consistencia, porque nadie duda que todo lo que se hace por la fuerza, o arrastrado por su influjo, no puede tener duración, siempre que sea contra el sentimiento general de los pueblos". La síntesis del proceso histórico argentino, desde nuestros orígenes, queda esclarecida en los breves antecedentes que he transcripto. La voluntad popular ha sido y sigue siendo, la esperanza de nuestra supervivencia y el dique que las multitudes oponen a la disgregadora y aniquiladora política de las "minorías selectas", que desde hace ciento cincuenta años impiden la plena realización de nuestro destino. Es de esperar que no esté lejano el día en que la voluntad nacional, representada por el pueblo, pueda expulsar para siempre ese cuerpo extraño constituido por los "doctores de la antipatria", de quienes decía el general San Martín: "No hay otro arbitrio para salvar a un país que tiene muchos doctores .. . que un gobierno absoluto" (Carta del general Guido. Montevideo, 27 de abril de 1829). ♦ Revista Dinamis 01/1972 _____________ Acerca del autor: "Militante de la causa nacional y popular fue un acusador implacable de los sectores oligárquicos y liberales. Nacido en Buenos Aires, el 4 de agosto de 1901, entró tempranamente en la literatura. En la década del ’30 militó en la Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina (FORJA) un desprendimiento nacionalista del radicalismo que ya con Alvear se había bandeado hacia los turbios carriles del entreguismo y las componendas. El año 1945 lo encontró a cargo de la gerencia de la Cámara Argentina del Libro, una institución “paqueta” que miraba los cambios sociales que se iban produciendo en la Argentina como si fuera el desembarco de los bárbaros. García Mellid tuvo que optar entre conservar su cargo o ser argentino y eligió; el 17 de octubre de 1945 estuvo en la Plaza de Mayo reclamando la libertad del Coronel Perón. Quizás en consonancia con este gesto vivencial, un año más tarde publicó un libro en que clarificaba el sentido que tienen en nuestra historia los caudillos y las masas que los siguen: “Caudillos y montoneros en la historia argentina”, se titulaba. El gobierno peronista surgido en 1946 lo nombró director de Cultura de la Cancillería y a posteriori en 1949 fue embajador en Canadá. Su otro gran aporte intelectual fue el libro de su autoría “Proceso al liberalismo argentino”, una manera de visualizar la historia de nuestro país a través de la acción de los liberales (conservadores, oligarcas, etc.) en todas las épocas, quedando así al descubierto falsedades y traiciones al por mayor de estos seres “bienpensantes”. Caído el peronismo en 1955 debió exiliarse en Montevideo, donde siguió fiel a las banderas justicialistas. Aportó su pluma y sus ideas a varios diaritos de la Resistencia Peronista. Sus últimos años de vida que se desplazan hacia posiciones de derecha, en nada ensombrecen una vida dedicada a la causa nacional y popular. Falleció de un mal implacable el 11 de enero de 1972. El arquitecto Carlos María Zavalla me acerca un dato invalorable: García Mellid fue correo entre Juan Domingo Perón y Mao Tse Tung y cuando arribó a Oriente, fue nombrado por Mao “Visitante Ilustre de la República Popular China” y fue él mismo quien a su regreso le acercó a Perón un obsequio de Mao consistente en la figura de un “Dragón Azul” que el líder del Justicialismo como puede observarse en numerosas fotografías de la época, tenía decorando su biblioteca de Puerta de Hierro, muy cerca de otra figura, un Napoleón de porcelana. " https://robertobaschetti.com/garcia-mellid-atilio-eugenio/ |