Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado
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Fioravanti La voz del gol A los 60 años y luego de trasmitir unos 1.500 partidos de fútbol, el más veterano de los relatores deportivos del país no piensa jubilarse. Se siente tan eficaz como hace 15 años y acepta todos los desafíos del deporte moderno Es, ante todo, una voz que desde hace 31 años comparte la intimidad familiar. Hoy, cualquiera puede reconocerla: desde el aficionado al deporte hasta el ama de casa más indiferente. No hay escapatoria: esa tonada aguardentosa y pausada que se consume desgajando las alternativas de un clásico de fútbol, un certamen automovilístico o un match de boxeo, sólo puede pertenecer a Fioravanti. Desde su aparición en las radioemisoras locales, los oyentes han tratado infructuosamente de adivinar el nombre que completaría ese aparente apellido: se propuso Luis, Pedro, Juan Fioravanti. Pero en vano: Fioravanti —a secas— es una voz que no tiene nombre. Es más, para que alcanzara la fama tuvo que mediar un suicidio. Lo consumó un uruguayo de inédita biografía, llamado Joaquín Carballo Serantes, como se llama el dueño de su garganta. Esta es su historia. EL PICARO TELEGRAFISTA Hasta los 22 años (1931), Joaquín Serantes fue un hombre como todos. "Era un habilidoso telegrafista que estudiaba abogacía y sucumbía frente a un solo vicio: el olor de la tinta”, confiesa él mismo. Vivía en Santa Fe, donde emigraron sus padres, y satisfacía su debilidad redactando kilométricas crónicas futbolísticas para un periódico local: La Provincia. Ese mismo año, el pasatiempo periodístico comenzó a trasformarse en. algo más apetitoso. “El Orden, un periódico de la competencia, me ofreció una sección deportiva —recuerda Serantes—. El director me sugirió firmar con seudónimo y me pasé un día entero tratando de elegir el que más me convenía. Cuando la impaciencia dijo basta, opté por Fioravanti, el nombre que había dado al personaje de una obra teatral que escribí en la escuela secundaria”. Ese día, Joaquín Carballo Serantes se suicidó, como él señala; pero fue una experiencia incruenta que, a la larga, le reportaría los mayores beneficios de su vida. Una de las primeras ambiciones de Fioravanti se redujo a vivir en Buenos Aires, deseo que recién concretó en 1935, a los 26 años. “Debuté en el vespertino Noticias Gráficas, comentando el clásico de fútbol de La Plata: Estudiantes contra Gimnasia y Esgrima. Mi primer sueldo fue de 120 pesos y apenas alcanzaba para pagar la pensión." Durante dos años Fioravanti permaneció en la redacción de ese periódico, hasta que la renuncia del director, su amigo Alberto Cordone, lo decidió a marcharse. Los dos periodistas se lanzaron a la aventura de imponer un nuevo diario, Pregón, pero el esfuerzo fracasó antes de concluir el año 1937. “Las perspectivas eran bastante oscuras —confiesa Fioravanti—. Cuando le expliqué mi situación a Afilio Casime, un viejo conocido, su única respuesta fue: ¿Sabe que usted tiene linda voz? ¿Por qué no se dedica a la radio?” Acto seguido, Casime llevó a Fioravanti hasta los estudios de Radio Argentina. Un par de pruebas bastaron para que los directivos advirtieran sus posibilidades como comentarista deportivo. "La organización que me ofreció un contrato se llamaba ALCA, La Voz del Gigante. Estaba respaldada por la sastrería Alvarez y Cabana, que se popularizó paseando maniquíes vivientes por la calle Florida.” ALCA fue la primera competidora que tuvo Radio Rivadavia, la única emisora que en esa época difundía programas deportivos. Junto a Fioravanti debutaron los periodistas Alfredo Aróstegui y Horacio Besio. Este último se inició como relator, mientras Fioravanti realizaba los comentarios. Algunos años más tarde, los papeles se invirtieron. Pero para convertirse en relator, Fioravanti tuvo que renunciar durante un año a La Voz del Gigante e ingresar en La Voz del Aire, una modesta emisora que no soportó la competencia de sus vigorosas rivales. "Mis honorarios habían mejorado —señala con ironía—; comencé a percibir unos 200 pesos por mes. Afortunadamente, en ese mismo período se produjo mi ingreso al diario La Razón: durante veinte años firmé las crónicas deportivas que aparecían en la última página." LAS GRANDES MANIOBRAS “Cualquier insensato que, en 1941, propusiera a los directivos de Radio Splendid, Belgrano o El Mundo trasmitir fútbol los domingos, corría el riesgo de que lo sacaran carpiendo.” La deducción de Fioravanti tiene explicaciones: esas emisoras dedicaban sus espacios dominicales a programaciones de otra índole. “La Voz de Todos los Hogares, como llamaban a Radio Splendid en aquellos años, lo llenaba con óperas y sinfonías. Un amigo mío decidió correr el riesgo y propuso a los directivos de esa empresa un programa de fútbol diferente: se reemplazarían las interminables tandas de avisos por la sintética publicidad de un solo producto; se implantaría por primera vez un sistema de conexión con los vestuarios, con otros estadios y, si era necesario, con el exterior; se adoptaría un vocabulario exclusivo para relatar y comentar los encuentros...” El día del debut coincidió con la primera fecha del campeonato de fútbol de 1941, y se establecieron contactos con Brasil, Uruguay, Chile y España. La resonancia de esta experiencia fue el punto de partida de la exitosa trayectoria de Fioravanti. "Durante mi permanencia en Radio Splendid, la Municipalidad de Buenos Aires ordenó el empleo de cabinas para trasmitir los encuentros de fútbol. La disposición coincidió, en 1943, con la disputa del partido entre Estudiantes contra Boca Juniors, en La Plata. Como el estadio pincharrata carecía de esos gabinetes, nos vimos obligados a comprar un ropero en la ciudad, atarlo prudentemente a la torre de alumbrado de la cancha y relatar desde su interior las alternativas del match." Luego de diez años en Splendid, Fioravanti fue contratado por El Mundo, donde integró un célebre binomio con el comentarista Enzo Ardigó. “Fue la época —recuerda— en que mi colaborador Rafael Díaz Gallardo popularizó el llamado que se realiza entre los estudios centrales y el estadio: ¡Atento, Fioravanti! ..." Esta experiencia duró 15 años. En 1966, Radio Belgrano contrató al relator. “Pero fue por poco tiempo. Yo pensé que allí acabaría mi carrera deportiva, luego de dos o tres años de trabajo. Pero la ascensión del señor Federico Frischknecht a la Secretaría de Difusión y Turismo frustró mis planes: aumentó en un 500 por ciento el costo de los espacios en las emisoras oficiales, y nos obligó a emigrar a Libertad, una radio privada de menor categoría y aranceles más accesibles, donde sigo prestando servicios. DE AQUI A LA ETERNIDAD Fioravanti se aproxima cada vez más a su primera identidad: la de Joaquín Carballo Serantes. Claro que con ciertas variantes: a los 60 años y luego de relatar unos 1.500 encuentros de fútbol durante treinta años de actividad, la fama se ha convertido en otro de sus patrimonios, como el reluciente Ford Falcon que lo acompaña a todas partes o el lujoso departamento que posee en Arenales al 2800. En él, acompañado por su segunda esposa —María Luisa Abraham, 34 años— y rodeado por bibliotecas abarrotadas de clásicos españoles, reflexiona sobre su propio presente, el del fútbol nacional y el de una profesión que lo embriaga: el periodismo. Algunos detractores de Fioravanti aseguran que su decadencia se advierte en un solo detalle: miente en casi todos los partidos que relata. "Es absurdo —replica sin alterarse—, resulta más difícil inventar una jugada que referirla literalmente. Lo que sucede en el fútbol moderno es que al jugarse con mayor velocidad que hace años atrás, obliga a desplegar una locuacidad acorde. Yo me he adaptado a esta nueva modalidad, pero a veces me equivoco, especialmente cuando se producen esos entreveros de siete o diez jugadores. No es un defecto sino algo normal." Para un gran sector del público, la aparición de radios portátiles en los estadios permitió descubrir que los relatores acomodaban a su ritmo el verdadero trajín del match. Hay quienes aseguran que Fioravanti fue el más afectado por esta innovación. “Otra crítica sin sentido. El hincha de fútbol que va a la cancha y escucha el partido que está viendo vive subjetivamente cada jugada y sólo emplea la radio para individualizar a los jugadores. Con la televisión sucede lo mismo; incluso hay espectadores que bajan el volumen del aparato y sintonizan cualquier emisora para gozar de la tensión que aporta una trasmisión radial. Eso refirma la veracidad de la radiofonía deportiva. Es más, en la Argentina el periodismo deportivo radial es el mejor del mundo. En Europa, por ejemplo, no concebían cómo podíamos trasmitir en conexión con los vestuarios. Una de las razones de la consagración de Fioravanti radica en haber impuesto un estilo distinto, "más culto”, como él mismo lo definiera. ¿Cómo lo elaboró? “Con esta respuesta aclaro también otro interrogante: qué hago en mis ratos libres. Simplemente, leo. Devoro a los clásicos españoles, adquiero un vocabulario más amplio, busco sinónimos para no repetir palabras en el relato y para introducir otras menos remanidas.” Luego de 38 años en el periodismo deportivo, de haber viajado once veces a Europa y haber recorrido, prácticamente, toda América, Fioravanti atesora una experiencia de la que extrae algunas conclusiones: —¿Cuál es su recuerdo más triste? —El del Campeonato Mundial de Fútbol jugado en Suecia en 1958, cuando la selección Checoslovaca nos derrotó por 6 a 1. —¿Y el más grato? —Tengo muchos recuerdos gratificantes, pero elijo uno: el gol que el jugador número 9 de la selección argentina, Antonio Angelillo, les marcó a los brasileños en 1957, durante el Sudamericano jugado en Lima. —¿Cuál es el crack argentino actual que más admira? —Roberto Perfumo, sin lugar a dudas. Es el más inteligente, modesto, humano. . . En fin, concentra todas las virtudes. —¿Cómo calificaría la evolución del fútbol nacional? —Con una sola palabra: positiva. El espectáculo está siendo definitivamente reemplazado por la lucha; un duelo donde cada día es más difícil vencer. Este detalle es fundamental: con él, el fútbol gana en emoción, inteligencia y sentido de equipo. Creando constantemente nuevas estrategias, la práctica se reaviva. El entusiasmo con que Fioravant¡ habla del fútbol hace pensar que nunca abandonará esta profesión. Y algo de eso hay. “En los últimos diez años me impuse más de cinco plazos para jubilarme —confiesa—. No cumplí jamás. Siempre decía lo mismo: luego del próximo mundial cuelgo los guantes. Todavía los llevo bien sujetos y creo que no me los sacaré hasta después de 1970." Joaquín Carballo Serantes piensa dedicarse a la televisión luego de abandonar su condición de relator deportivo. Pero hasta el presente no muestra demasiada ansiedad por jubilarse y abandonar los auriculares y el micrófono, al que se aferra vigorosamente cada vez que grita un gol. Mientras esto suceda, Joaquín Carballo Serantes seguirá postergado en el anonimato, para que Fioravanti esté plenamente vivo. ■ Revista Siete Días Ilustrados 23.09.1968 |