Mágicas Ruinas
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Protesta en dos por cuatro
NO TE ENTREGUES NUNCA . NEGRA MARIA, por Marina Dorell. Diapasón.
Tiene enormes ojos castaños y alguna vez en un semanario se dijo que inexplicablemente no había seguido —como era de esperar— el camino más fácil de convertirse en modelo o actriz. Pero Marina Dorell, nacida en Almagro hace apenas 22 años, prefirió una ruta más ardua y casi inédita para la juventud porteña: el tango. O más exactamente interpretar el tango, porque pocas veces se ha dado en los últimos tiempos una voz que además de poseer impecable afinación y timbre exacto, entienda, se introduzca en el valor de cada una de las palabras de las letras que canta.
Desde los tiempos en que sorprendía a los visitantes del Viejo Almacén de Edmundo Rivero con su dramática interpretación de Infamia de Discépolo, Malena, de Manzi, Garúa, de Cadícamo o su recreación de Uno, Marina Dorell, pese a carecer del aparato publicitario de muchas de sus colegas (algunas atrozmente desafinadas), progresó en sus interpretaciones y afirmó
las cadencias peculiares de su voz. Viajó por Japón y Centroamérica, debutó en marzo del año anterior en Sábados Circulares de Mancera y después su rostro se convirtió en la fiesta de los cameramen de todos los canales porteños.
Ahora edita ("recién en este momento en el que creo que ya estoy preparada", dice con cierto orgullo) su primer simple: No te entregues nunca, estupendo tema de Héctor Negro y Osvaldo Avena que posee versos de verdadera fuerza; poesía contemporánea, sin concesiones: no bajes los brazos / no aflojes los dientes / no calles tu grito / peleásela siempre. / Cuando tengas miedo / trepá por el miedo / y ponete fuerte / y decí que puedo! / y salí del pozo con toda la mufa / pero no te entregues / no te entregues nunca / ... Ni triste ni enfermo / ni pobre ni preso / no te entregues nunca / que se entreguen ellos”.
En la orquesta de Néstor Marconi, autor también de los arreglos, se destacan especialmente el bandoneón del director y los violines (acaso los mayores que hoy posee el tango) de Enrique Francini y Osvaldo Agri.
El otro tema, Negra María, el viejo candombe de Manzi, corresponde al redescubrimiento del tema negro que ha tratado de efectuar Marina Dorell, de algunos de los candombes tan caros a Homero, como Papá Baltasar, Azabache, Pena Mulata y Ropa Blanca.
Después de este primer simple, Diapasón promete para marzo próximo un long-play donde quienes aún desconocen los matices de esta excelente voz del tango, podrán entender por qué un intuitivo crítico dijo alguna vez que parecería que "Discépolo hubiera escrito sus temas pensando en las interpretaciones de Marina". H. S.
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El negro de la voz blanca
... EL NEGRO LAVIE. TANGO, por Raúl Lavié. Disco C.B.S.
Esta placa debe haber desilusionado a quienes desde hace más de cuarenta años cantan requiems al tango. Mientras existan voces tan justas y afinadas como la de Raúl Lavié, su vigencia y su vida tienen cuerda para rato. ("Pero pobre de ellos", como diría Carlos Dante.)
Además Lavié no se conforma con reeditar viejos temas, aquellos que enganchan seguro al oyente y se interna en nuevos caminos con obras como esa magnífica La última grela, de Astor Piazzolla y Horacio Ferrer, de quienes también interpreta Balada para mi muerte (quizá lo mejor que ha compuesto el notable tandem), Chiquilín de Bachin, además de un tango evidentemente menor, al que Lavié revitaliza: Te quiero che!
Entre las piezas tradicionales, el negro puede sin temores reincidir en caminos ya recorridos por otros grandes intérpretes,
porque él les da la fisonomía del nuevo Buenos Aires, de esta ciudad de 1971. Hasta su voz parece hablar de los problemas de hoy aunque cante Los mareados, Mañana zarpa un barco (ese excelente y olvidado tema de Demare y Manzi) que alguna vez inventó la entonces creciente voz del hoy alicaído Roberto Rufino, sobre los compases rezongones de la orquesta de Carlos Di Sarli.
Su aptitud para el humor se pone de manifiesto en Justo el 31, de Discépolo, y su capacidad dramática se advierte en el tango de Pinky y Walter Ríos: Tengo los días contados. Un tema mucho más esperanzado y optimista de lo que pudieron advertir superficiales críticos y ácidos detractores.
En suma: un disco que no puede, no debe faltar en la discoteca de nadie que piense que el tango no ha muerto. Y una demostración de que Raúl Lavié está a punto de transformarse en la mejor voz de nuestros días. H. S. ♦
DINAMIS • Nº 40 • ENERO DE 1972

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