Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

David Stivel
DAVID STIVEL después de LOS HEREDEROS
UN HUESO DURO DE PELAR
Por ADRIANA
A dos meses del fracaso de su primer film, el jefe del clan artístico más importante de la Argentina ofrece sus propias conclusiones. "Ahora estamos en condiciones de hablar de nuestras fallas"

El ritmo de las pisadas es cada vez más veloz. Él, David, acelera el paso, pero el hombre anónimo continúa su persecución. Sin mirar hacia atrás, temeroso de conocer la identidad del desconocido, David corre. Más rápido. Más. Más. La figura amenazadora sigue corriendo detrás de él. Las fuerzas de David se acaban. Jadeando, sigue su carrera. Un precipicio. Consciente de que el salto puede resultarle fatal, pero aniquilado por la obsesiva, torturante persecución, se lanza al vacío.
Faltan pocos días para iniciar el rodaje de Los Herederos. David Stivel, invadido por opresivas sensaciones, vuelve a soñar. Se ve actor. El escenario es amplio. El teatro está repleto. Miles y miles de ojos anhelantes lo observan. Los demás actores esperan en silencio. Él, petrificado, no puede emitir una sola palabra, una sola sílaba, un solo sonido. El silencio se hace cada vez más penoso. La expectativa, más intensa. Perdido en el más completo olvido, David vive el martirio de defraudar a su público y l sus compañeros. No puede hablar. Olvidó su papel. Ignora la letra.
Ha finalizado el rodaje. Dentro de diez días, David Stivel y su famoso clan presentarán Los Herederos en Buenos Aires. Mientras la ciudad espera, David sueña —entre bruscos cortes cinematográficos— con su abuela fallecida hace años. La abuela yace en su ataúd. Hay un monólogo en el que David implora: "No puede ser, abuela, que te hayas muerto. Hablame, abuela". Corte. Ahora David está sentado frente a una mesa alargada. Está cenando acompañado por sus familiares, entre ellos su abuela. "Abuela —dice David—, hace unos días me dijeron que te habías muerto. ¡Qué absurdo!" La abuela, sentada a su lado, come en silencio.
Han trascurrido dos meses. Los críticos no halagaron el film. Su estreno no fue precisamente un éxito. En general los comentarios fueron desfavorables. Única esperanza, una posible aprobación en el Festival de Berlín. Pero Berlín reprocha severamente la película y el conjunto de críticas se convierte en un hueso duro de roer. A David Stivel no le queda otra alternativa que admitir los errores de su primera incursión cinematográfica. Duele, pero duele más aún descubrir que el fiasco de Los herederos indica, más que nada, grandes fallas en la relación del Clan.
Comían juntos, veraneaban juntos y se divertían juntos; trabajaban y luchaban juntos; compartían satisfacciones y desilusiones, alegrías y penas. Era lógico que quisieran vivir juntos la experiencia de su primera película. Lo que carece de lógica es que la idea de Norma Aleandro (la primera que surgió del grupo) fuese aceptada tan dócilmente para servir de tema al film.
—Algunos llegaron a plantear su desconformidad —expresa ahora Stivel—, pero el deseo de hacer algo, la ya imperiosa necesidad de hacer algo ¡untos tuvo más fuerza que las protestas. Luego, por sentido de disciplina y a sabiendas de que nos estábamos jugando todo, seguimos adelante. Tal vez si el autor hubiese sido alguien "de afuera", hubiéramos visto con mayor nitidez las fallas del libro y exteriorizado nuestras dudas más abiertamente. Pero se habían mezclado demasiados elementos. La objetividad, la total sinceridad, se hace difícil cuando están de por medio tantos sentimientos ...
—Y bien, la continua convivencia, esa permanente unión en el campo del trabajo ¿no podrá, como en el caso de Los herederos, seguir perjudicando el nivel de calidad de futuras obras?
—El balance será siempre positivo. Nuestra forma de realización es trabajar en equipo. Necesitamos sentirnos unidos, para eso nos hemos elegido . . . Además, creo que el nivel y la extraordinaria evolución que hemos logrado todos durante estos años de unión no la hubiéramos logrado trabajando salpicada y separadamente. Nos conocemos, nos entendemos, podemos hasta prever nuestras reacciones frente a diferentes situaciones. Además, el trabajo del actor ha sufrido muchos cambios: ya no es el actor que va hacia el personaje sino el personaje que va hacia el actor. Si, por ejemplo, un actor tiene que interpretar el rol de celoso (aunque él no lo sea o no crea serlo) tiene que recurrir a su potencial de celos. Es evidente que al conocer tan profunda e íntimamente el grupo y la capacidad interpretativa de cada uno, puedo, podemos lograr más, ir más allá que otros actores que se juntan para hacer una obra ... Nosotros, antes de entrar en una obra, improvisamos mucho. Un ejemplo de la utilidad de estas improvisaciones fue la experiencia teatral vivida en Todo en el jardín. Antes de empezar a trabajar inventamos escenas referentes a situaciones que podían haber vivido los personajes. En determinado momento de esa improvisación, Federico se enteró de que Bárbara (en la obra, su mujer) ejerce la prostitución para mantener un status que él no es capaz de mantener con su sueldo de químico. En el momento en que Bárbara admite esa realidad, Federico comenzó a gritar: “¡No, no, no!" No lo podía aceptar. Después de mucho tiempo, cuando ella logró convencerlo, él enmudeció y comenzó a caminar silenciosamente por el escenario. Luego se sentó al borde de la escalera y vomitó. Es decir, experimentó tanto rechazo frente a ese hecho que llegó a sentir una náusea real. Es el mismo tipo de sufrimiento que uno puede llegar a experimentar al tener que aceptar la muerte de un ser querido.
—Pienso que lo que usted me quiere decir es que de haber sido Bárbara Mujica, además de actriz, amiga, Federico Luppi hubiera vivido su papel con menos intensidad; tal vez no hubiera sentido un rechazo tan profundo. Pero regresando al libro de Los herederos, no entiendo cómo usted lo aceptó sin por lo menos pensar en la posibilidad de cambios...
—Sentí que si comenzábamos a modificar el guión no íbamos a filmar nunca más. Era ya, eso, y como estaba. O nada.
—Se me ocurre que allí entró en juego su inseguridad. Además pienso que de alguna manera usted sintió un gran temor de asumir toda la responsabilidad frente a un posible fracaso. Mientras que de ese modo, con la total aceptación del guión todo, el grupo asumiría la responsabilidad.
—No niego esa posibilidad. Pero no es del todo así. En ese momento creí realmente que se trataba de una gran película. Después, por una cuestión de tiempo, me vi obligado a cortarla y con los cortes desaparecieron las interrelaciones entre los personajes, que la hubieran aclarado infinitamente más. Siento, y esto me servirá para el futuro, que lo importante, lo fundamental, es que el público no tenga ninguna duda acerca de lo que se quiere decir.
—Usted piensa entonces que las críticas han sido justas...
—En este caso creo que ha habido cierta justicia. Es decir, siento que nuestro trabajo, tanto de dirección como de interpretación, ha sido reconocido; que en cambio fue atacada la temática, que es efectivamente lo más vulnerable de la película. Ahora, hablando en términos generales, los críticos no han sido demasiado generosos y justos conmigo. Siempre me ha costado ser reconocido. Siempre. A pesar de mis siete Martín Fierro, a pesar de los éxitos, siento que me ha costado muchísimo trabajo ganar la aceptación de los críticos.
—¿Están ahora en condiciones, en el grupo, de hablar de las fallas de Los herederos?
—Estamos empezando a hacerlo ahora. Antes estábamos demasiado sensibilizados para hablar de ellas y todo parecía agresión.
Puede suponerse que la idea de Norma Aleandro, desarrollada luego por ella y por Stivel en Los herederos, refleja con toda claridad la propia existencia del Clan Stivel. En el film, un grupo de personas se reúne en una vieja casona. Se recluye allí por propia voluntad para esperar una herencia (que podían obviamente haber esperado libremente en otros lados). En la realidad, el Clan Stivel se ha excluido y vive un aislamiento voluntario a la espera del éxito. Desgraciadamente, su primer hijo en el campo cinematográfico, producto de una unión parentesca casi incestuosa, ha nacido lisiado. Al no tener columna vertebral capaz de sostenerlo, pierde el equilibrio y se derrumba.
En los sueños de David Stivel se manifiestan con absoluta nitidez toda su inseguridad y miedos. Por eso corre, por eso huye, por eso se ve fracasado, por eso vive un proceso regresivo que manifiesta su deseo de aferrarse a su pasado. Su abuela representó en la vida real de David Stivel el amparo, el apoyo. Al soñar con su abuela, al negar su muerte precisamente diez días antes del estreno de Los herederos. David Stivel intentó negar también su adultez, demostró su intención de encontrar el reparo que le prodigó su abuela. (David se separó de sus padres a los doce años de edad para vivir con su abuelo.) Con cortes cinematográficos, David, en su sueño, logra hacerla revivir. La ve, le habla, comen juntos y él se siente reconfortado... hasta que despierta.
Brusco despertar. Los herederos no sólo no ha tenido el éxito más que esperado, sino que ha sido prácticamente abucheada por la crítica. Han trascurrido dos meses. El Clan Stivel revisa situaciones. Es posible que a través de esa revisión sus integrantes comprendan que podrán llegar a sentirse más unidos el día en que se separen. ■
Revista Siete Días Ilustrados
17/08/1970
 

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