Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

fotógrafo Daniel Merle
VIDA PRIVADA
La fotografía como forma de vida
"Saco fotos hasta sin la cámara." La confesión de Daniel Merle puede sugerir petulancia, sin embargo hay un cierto nivel de fotógrafos que podrían reiterarla. Esa coincidencia no los une entonces en la soberbia, sino en una convicción unánime: la de creer, simplemente, en aquello que hacen. En esa vocación de testigos — actores de la realidad— de la que no pueden despojarse ni aun fuera del horario convencional de trabajo. "Tenemos el ojo entrenado, tan habituado a esto que, sin quererlo, como movidos exclusivamente por reflejos mecanizados secretamente, estamos sacando fotos de todo aquello que nos importa o conmueve", reafirma Merle para explicar, sobre todo, una actitud.
Quizá porque la fotografía profesional recién encuentra resonancia en nuestro medio; quizá porque se necesita consumar una idea contrapuesta a la de la fotografía como hobby de fin de semana o la del profesional. compulsivamente rutinario, es que fotógrafos como Daniel Merle aparecen como más intelectuales, dispuestos a estudiar el fenómeno desde adentro de una manera tan inquieta y preocupada, como resulta natural en un escritor la observación y la opinión literaria. En su caso, hay el antecedente de estudios cursados en la Escuela Nacional de Bellas Artes y Fotografía. El antecedente de haber expuesto sus trabajos alternativamente en la Argentina, Brasil e Italia. El de haber obtenido el segundo premio del Concurso "Nikon" 1979/80 y recomendación de los jurados en el Premio "Coca Cola" en Artes y Ciencias de 1981. Sus fotografías aparecen permanentemente en el diario "La Nación", cuyo plantel integra.
Algunas de sus mejores imágenes fueron publicadas en el libro "Fotografía Argentina Actual", edición La Azotea. Desde el 16 de abril, expone su serie elegida para la muestra colectiva "Transformaciones" en la galería Hilda Solano,
de avenida Córdoba 423. En la muestra, junto a Becker, Cassinelli, Gez, Guttero, Hoffman, Aznar, Pineda, Rivas, Sanguinetti, Siccardi, representan a una generación, a un movimiento de fotógrafos estimulados por el CAF (Consejo Argentino de Fotografía) nucleamiento movilizador de este tipo de experiencias visuales. Daniel Merle habla ahora sin imágenes. Le llevará más tiempo, claro.

MERCADO —¿Qué significa "transformaciones", como título de una exposición donde participan varios profesionales?
MERLE —Significa un tema elegido sobre el cual tuvimos que trabajar todos en total libertad. La misma palabra, en su ambigüedad o amplitud, nos empujaba a buscar diferentes matices, diferentes interpretaciones. Desde una transformación física a una psicológica, desde una transformación social a una individual. El CAF, ya el año pasado había esbozado la idea bajo el título "Adolescencia", tema al que debieron ceñirse los participantes. En este caso, creo que hubo unos ochenta convocados inicialmente de los cuales fuimos seleccionados quienes ahora estamos en la exposición de Hilda Solano;.
MERCADO —¿Y por cuál interpretación de la palabra se inclinó usted? ¿Cuál fue finalmente el motivo en el que basó sus trabajos?
MERLE — Fue simple: un día de trabajo en el salón de peinados de Roberto Giordano, uno de los coiffeurs más requeridos por las mujeres. Yo me instalé con mi cámara en su salón, pensando, creyendo, que el motivo de mi tarea iba a ser la transformación de una mujer en otra a través del proceso del peinado. Esa fantasía, que lleva a las mujeres a creerse que ya no son las mismas al salir del salón que cuando entraron. Curiosamente, a medida que iba metiéndome en el movimiento de la peluquería, a medida que iba desentrañando cada una de las cosas que allí ocurren naturalmente, cambié de idea. Me empezaron a gustar otras imágenes; la hilera de esos secadores monstruosos tragándose las cabecitas delicadas; una bella mujer sometida ingenua o fanáticamente a esa torta de ruleros sobre su cabeza, la larga espera con rostros que hacen gestos, que van cobrando otras características, que no son precisamente, las de la belleza. Yo fui aproximándome cada vez más a las mujeres, que al principio me miraban desconfiadas, a pesar de tener el aval de Giordano. La desconfianza era lógica: las estaba descubriendo en una situación íntima y no espléndida. A veces despeinada, con tintura chorreándole por las sienes, etc. Sin embargo, a pesar de eso, con el correr de las horas esas mujeres aceptaron el desafío. Como si supieran que finalmente yo no estaba tratando de solazarme en una fealdad determinada o en el ridículo, sino en captar esa atmósfera de gran peluquería con sus situaciones que allí resultan naturales. Creo que el efecto de mis fotos no va a ser otro que remitir al espectador a ese entorno y, por lo tanto, ninguna de las escenas captadas lo moverá a risa. En fin, aquí descubrí o comprobé nítidamente cómo una buena relación con el fotografiado afianza la tarea del fotógrafo. Nunca debemos parecer hostiles.
MERCADO —¿Cómo es la relación, en general, con el público de aquí? ¿Cómo reacciona el argentino frente aun día?
MERLE —Es desconfiado... Hablo en especial del porteño. Una cámara lo descoloca, lo pone en guardia como si fuera a ser descubierto en algo íntimo o secreto. Muchas veces al ir por la calle con mi cámara sacando fotos al azar, tropiezo de pronto con una mirada entre sorprendida y molesta. No quiere que nadie toque su imagen... Vaya a saber de dónde nos viene ese recelo. Por otra parte los entrevistados periodísticos, invariablemente dicen antes de que comience mi trabajo, que ellos no salen bien en la foto. Y esa reflexión parte de hombres que ocupan altos cargos públicos o políticos. Hombres a los que se supone, por la edad y el físico, no les preocupa absolutamente nada. Y otra conclusión: una vez que ven su foto publicada, suelen recapacitar en formas o gestos de su rostro que se desconocían. Incluso hay quienes se ven muy feos y quienes se ven más lindos. Unos y otros, según la estima personal que cada uno se tenga íntimamente.
MERCADO —¿Usted es un fotógrafo de prensa que hace fotos artísticas? Uno cree entender, que un fotógrafo que expone trabaja diferente de uno que no expone.
MERLE —Es que hay una idea preconcebida acerca de lo que es una fotografía artística. Se la asocia invariablemente a fotos del tipo de las creadas por Raota o por el Foto Club. Y en cambio se cree que un fotógrafo de prensa es aquel experto única y exclusivamente en accidentes y goles. Por supuesto, ya se ha comprobado que una fotografía tiene valor artístico según su calidad, su nivel y no según definiciones anecdóticas. Sobre esto hay una corriente — de la que participamos por ejemplo los profesionales— que hace hincapié en la imagen visual antes que en los aspectos técnicos. Tampoco se trata de acentuar estímulos competitivos sino más bien acumular experiencias. Nosotros a esto le llamamos fotografías de autor.
MERCADO —¿Qué pasa con la técnica en fotografía? ¿Sirve, no sirve, se ha exagerado, hay que rendirle cuentas, qué?
MERLE —Hay una desmitificación de la técnica. Hubo un momento en que todo pasaba por el proceso técnico, por la sofisticación tecnológica. Yo particularmente no estoy preocupado ni por el más novedoso mecanismo ni por las técnicas más avanzadas. Pero, esta es una situación personal: yo fotografío porque me gusta no porque me gusten los elementos que utilizo. Incluso puedo tener deseos de fotografiar aunque no tenga la cámara conmigo. Es un entrenamiento del ojo y uno lo emplea casi inconscientemente. ¡Ah!, aquí quiero volver a una pregunta anterior: una fotografía artística no es aquella que se parece a una pintura. Esa es una conclusión basada en una desinformación e inexperiencia visual. Por lo demás, el arte puede surgir de una imagen creada por un fotógrafo de prensa, por un publicitario, por un retratista o por un fotógrafo de plaza. Basta que obtenga una fotografía bien hecha, profunda y conmovedora, estética o sensible.
MERCADO —¿Cree usted en el valor inalterable de una fotografía de prensa de un hecho determinado?
MERLE —Creo en su parcialización de la realidad. Por lo demás, es un testimonio al que, con distinto epígrafe, se le podría hacer decir diferentes cosas. Para mí no es un documento de la realidad. Por su técnica, contiene fragmentos inmediatos de esa realidad, nada más que eso.
MERCADO — Bueno, en tren de afirmar su reflexión podríamos suponer una fantasía: una gran cámara que lograra en un instante abarcar toda la realidad, todo el mundo. Tal vez así y si nuestro ojo fuera capaz de abarcar a su vez esa imagen tan vasta...
MERLE —Algo delirante e imposible. Lo que sí podríamos lograr es mayor respeto editorial para mostrar esa realidad. En países como Estados Unidos se sabe que hay una puntillosidad ética respecto a cada una de las fotografías publicadas. En un epígrafe, por ejemplo, se explica cuándo una foto es armada. De manera de hacer más creíble lo que se publica aun actuando en contra de lo que podría anunciarse como una hazaña. El engaño conspira finalmente contra todo el medio periodístico, algo que aquí se está pagando caro. A través del escepticismo del lector. Aquí uno nunca ve que se explique que una fotografía es trucada. Nunca tampoco que es una fotografía tomada accidentalmente.
MERCADO —Su trabajo puede haberle propuesto a usted alguna experiencia destacable, alguna experiencia más interesante que otra...
MERLE —Sin embargo no fue en mi trabajo la experiencia más destacable, fue en mi propia vida. Yo saqué las fotografías del parto de mis dos hijas. La primera vez, cuando revelé el rollo, creyendo que iba a encontrarme con algo realmente importante, me enfrenté con una sorpresa: sólo había sacado las escenas posteriores al parto. Evidentemente la emoción me había hecho participar demasiado cerca del hecho como para que la fotografía lograda tuviera objetividad. La segunda vez, con mi otra hija, tuve mejor suerte. Pude distanciarme un poco de la situación emocional. De todos modos, uno sabe que nunca se puede ser testigo y actor, sin desmerecer a alguna de las partes.
Orlando Barone
MERCADO - Marzo 24 de 1983


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