Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado
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Velocidad La ciudad que se volvió circuito El hombre miró al cielo, cubierto por negros nubarrones, v no pudo reprimir un insulto. Alcides Raies sabía bien que un promotor de espectáculos al aire libre tiene, en el tiempo, su mejor aliado o el peor enemigo. Pero a pesar de la amenaza, el miércoles 6 amaneció radiante, con el sol asomado para ver la largada de la carrera automovilística Vuelta del Lago San Roque (categoría turismo de carretera), prueba inicial de la Segunda Semana de la Velocidad, de Villa Carlos Paz. “Nuestro objetivo básico es promover el turismo —dijo a PRIMERA PLANA el “Turco” Raies (32 años, 2 hijos), cuando ya los 23 bólidos pugnaban por devorar el ríspido camino que bordea el lago—; además de organizar carreras, que es nuestro medio de vida”, confesó después con menos lirismo. La primera carrera de autos en Villa Carlos Paz, con fines turísticos, se organizó en 1956. El crecimiento industrial de la vecina capital de Córdoba es explosivo, y sus habitantes buscan aliviar la neurosis urbana en la quietud serrana, practicando el turismo interno. Villa Carlos Paz (15.000 habitantes) se ve favorecida por su proximidad a la ciudad de Córdoba y la privilegiada situación geográfica, a orillas del lago. Durante la temporada de verano, la población suele alcanzar a 50.000 personas. En 1965 la primitiva carrera de autos se ha convertido en la Semana de la Velocidad (en realidad dura 11 días), durante la cual se realizan competencias de motonáutica, karting, motociclismo y, principalmente, automovilismo. Este año su organización demandó 12 millones de pesos, con aportes de YPF, el municipio local (2 millones), las direcciones provinciales y nacionales de turismo, las empresas Agua y Energía, IKA, DINFIA. A veces, ese apoyo no pasó de ser una tímida expresión de buenos deseos (la Dirección Provincial de Turismo donó 1.000 banderines y facilitó dos ómnibus) ; otras, no alcanzaron a concretarse: YPF donó nafta de 100/130 octanos, que no llegó a tiempo, provocando la deserción de tres corredores, Luis Vázquez, Germán Pesce y Picot, casualmente los que ocupaban con sus Alfa Giulietta los primeros puestos en la clasificación de Turismo Mejorado. “Pensamos recuperar la inversión con lo recaudado en las pruebas de clasificación y espectáculos varios”, advierte Juan Alonso (tesorero de la Comisión Organizadora), pero reconoce que el año pasado se perdió un millón; “la publicidad en diarios, revistas y radios costaría mucho más”, agrega, encogiéndose de hombros. Los motores comenzaron a rugir el día de Reyes por la mañana, y no dejaron de hacerlo hasta el domingo 17. Esas dos fechas fueron también las más vibrantes, porque correspondieron a carreras de automovilismo en la categoría de Turismo de Carretera, ligeramente adaptada para hacer posible la presencia de modelos no convencionales: en uno de ellos —un Volvo— llegó al triunfo el risueño Carlos Pairetti, tantas veces segundo de Emiliozzi, y en ésta, vencedor de Marcos Ciani. No faltaron las críticas ni los accidentes: aquéllas se dirigían al sistema de largada (por ranking y no por clasificación) que restó posibilidades a los corredores menos conspicuos que, largando en puestos rezagados, no encontraban posibilidad de adelantarse en el estrecho camino. Rubén Roux no pudo siquiera adelantarse a un coche estacionado y se aplastó contra él. Tres días después, Luis María Paillot ensangrentó las calles de la ciudad de San Juan antes de que se largara la segunda etapa de la carrera de Las dos pampas. El suyo fue uno de cuatro accidentes, pero el más grave. La prueba, que terminó el domingo 10, estaba reservada a la categoría Turismo Mejorado y sirvió para que los Fiat 1500 de la concesionaria Alvear volvieran a saborear el triunfo: el absoluto lo obtuvo Fernando Arana, mientras que sus compañeros llegaron tercero, quinto, octavo y noveno. En el segundo puesto se coló un inquietante Saab, un cochecito sueco que estuvo a punto de repetir la hazaña de su connacional Volvo, en la categoría que ganó Pairetti; para el automovilismo argentino hubiera sido una derrota mayor, porque el volante del Saab lo empuñaba un corredor uruguayo, Héctor Fojo. La catástrofe llegó el sábado 16, cuando Ángel Meunier y su acompañante se mataron en carrera. La población de Villa Carlos Paz no parecía del todo convencida de la promoción turística que brindan las carreras: el dueño de una hostería (50 años) rezongaba que “es una vergüenza, dónde se ha visto convertir una ciudad en un circuito”; un comerciante (46 años) confesó que los días de carreras cierra el negocio y se toma vacaciones; Carlitas (10 años), que ayuda a sus padres en la atención de un restaurante, dijo que no le gustan “porque hacen un ruidaje bárbaro, y tengo más trabajo en el negocio”. En cambio, el intendente de Carlos Paz, Anselmo Vicente Peláez (43 años, 3 hijos), exultaba de entusiasmo. El hombre que terminó con dos décadas de hegemonía socialista democrática en el municipio, un radical del Pueblo que “no lo parece”, según opinión de algunos vecinos maliciosos, colabora en todos los intentos de promoción para la zona. “Defender el valle de Punilla es el lema que nos puede definir”, argumentó Peláez al explicar la participación municipal. Cree que la llegada a Carlos Paz de corredores, periodistas, mecánicos, invitados, sólo puede traer beneficios para la ciudad “que cuenta con la mejor hotelería de la zona”. El frustrado asalto a un banco, dos días después de iniciada “la Semana”, daba también notoriedad a la villa, pero no la deseada. Como en la edición anterior de la Semana de la Velocidad, el automovilismo robó la atención del público y de la prensa, que ignoró, por ejemplo, la prueba de motonáutica que ganó el miércoles 6 por la tarde, Ricardo Belgan, luego de la descalificación de José Jérez, que llegó primero, pero había largado antes de tiempo. También pasaron poco menos que inadvertidas las reuniones del domingo 10 por la tarde, cuando los motociclistas se asaron dentro de sus camperas de cuero bajo un sol calcinante, y los conductores de Ford T forcejeaban para encarrilar sus armatostes. Una suerte parecida corrieron los ignotos kartistas en la noche del jueves 14. Pero buena parte de la modesta resonancia de algunas pruebas se debió a la incomunicación. No por cierto, una incomunicación espiritual, sino alámbrica: en Carlos Paz funcionan sólo 85 teléfonos, y la congestión humana hace demorar hasta 14 horas las llamadas a Buenos Aires. El atosigamiento era mayor en las últimas semanas porque, en víspera de la Semana, un atentado provocó roturas en el cable coaxil. Las emisoras de Buenos Aires, que habían enviado sus planteles de comentaristas de automovilismo, abandonaron, derrotadas, el campo. Radio Mitre perdió 400.000 pesos en la empresa. ♦ PRIMERA PLANA 19 de enero de 1965 |