Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

serrat
Edgardo Suárez (por EXTRA) dialoga con Serrat (poeta)

¿Qué dijeron Edgardo y Joan? El canto y la palabra. El compromiso y la urgencia. Cambiar el mundo y asumir el cambio. Por eso, Serrat y Suarez dialogaron. Fuera del actor y el cantante, estaba el hombre y su tiempo. La charla tuvo ese ritmo: veloz, dinámica. Tenía que ser así. Transcripta textualmente, los párrafos y frases largas nacieron de lo improvisado del tema: TODOS LOS TEMAS. Pero tiene el sabor de algo poco conocido: la autenticidad.

E. S. — El hombre tiene un papel decisivo. Debe jugarse por el cambio, asumir el compromiso.

J.M. — Ser responsable. Ese es el término. Asumirnos como hombres, jugarnos como seres humanos. La vida exige cambios. La ruptura es urgente. La juventud se mueve. Hay centros de presión que tratan de frenar. Detectarlos, poner el juego al descubierto: sólo así, el hombre puede existir.

E. S. — Yo creo en el asombro, el libre juego de la imaginación. El hombre se asombra, imagina, piensa. Cuando imaginamos un mundo nuevo sabemos que será posible. No hay fuerza que pueda detener ese avance. Descubrimos, de pronto, un día, que la imaginación es factor de poder. Pero el hombre debe ser libre, pensante, actuar con sentido de futuro. Lo demás viene solo, es consecuencia, necesidad de otra vida.

J. M. — La juventud ya no explica. Crea, inventa nuevas formas de vida. En cierto sentido, mi canción es asombro. Decir, sugerir, incentivar el movimiento de ideas. Cuando una idea nace, un hombre se ilumina. Llegar a todos, ofrecer perspectivas. Mi canto quiere ser liberación. Ofrecer a cada hombre la posibilidad de ser más hombre. Resumir en un solo ser humano a toda la humanidad. La salvación viene por el hombre. O no vendrá. El ejercicio de la libertad tiene que ser el ejercicio dentro del cual nos movamos cotidianamente. Y cada uno debe tener esa posibilidad. No importa quien. Pero hay sectores que no la tienen. Sufre el oprimido, el que no puede hablar, ese a quien le taparon la boca, aquellos a quienes se les niega el derecho a vivir.

E. S. — ¿Pero, quién tiene la culpa? ¿Hasta dónde ejercemos poder con la canción y con la palabra? ¿Cuáles son los responsables? ¿Quién ultima al pobre y conserva al rico?

J. M. — La realidad compleja puede ofrecernos soluciones. Tu abres, por ejemplo, la página de un diario, y ahí está el mundo. Creado a imagen y semejanza de los factores de poder que quieren acceder al poder absoluto. Yo te respondo: cuando lees '‘Crónica”, ‘‘Le Monde”, el “A.B.C.”, ‘‘La Nación”, ¿estáis seguros que todo marcha como se muestra allí? Hay que buscar, señalar con un dedo al culpable, quebrar esos "centros de presión” que hacen estallar la furia hasta sacudir los cimientos de la sociedad. Un hombre no puede estar solo. Mis canciones no pueden llegar a una sola gente. El mundo es toda la gente. A cada uno, el prójimo le debe algo. Darnos, tratar de entregar verdades, no claudicar. El rico debe cambiar. Hay que obligarlo. El pobre sigue allí, tirado en una esquina, anónimo. Vas por una calle y alguien sufre. ¿Somos todos responsables? ¿Hasta dónde podemos evadirnos? No. Creo que no. El artista cumple un trabajo. Es parte de la sociedad. En esa sociedad, en nuestra sociedad que no da ni pide tregua, buena parte de las llamadas ‘‘buenas costumbres” se ha venido abajo. En mi país existen los mismos problemas que en tu país. En mi tierra hay el mimo sufrimiento que en otras partes de la Tierra. Debemos usar de nuestro poder de convicción, si es que lo tenemos, para acceder a esa otra realidad.

E. S. — Creo que estamos ante el advenimiento de un hombre nuevo. Los niveles de conciencia son otros. Hoy, la mentira se descubre. La vida ya no está para mentiras. Sufrir no es doblegarse. Sufrimos. Pero no estamos conformes. Y cuando dejemos de sufrir, veremos si podremos estar conformes. El cambio no significa darse cuenta. Hay que darse cuenta y actuar. La acción debe ser dinámica. La fuerza del miedo es poderosa. Pero la fuerza de la razón es más fuerte. Entre la aventura y el orden elegimos lo primero. Hoy la juventud marcha hacia la aventura. Es un poco como tu canción.

J. M. — Cierto. Crear sobre la marcha. El tiempo urge demasiado. Pero también hay que pensar. ¿Podemos exigir, sin embargo, a cientos de miles de jóvenes en todas partes del mundo, que no piensen demasiado? Pensar es actuar. Pero creo que actuando, también, puede despertar la imaginación de que hablábamos. Toda la violencia, el terror y la guerra son desafíos brutales a la imaginación. Yo acepto el desafío. Pero ‘‘el mundo es ancho y ajeno”, como diría el peruano Ciro Alegría. En ese mundo tu y yo nos movemos. Tenemos el espacio justo. Sin embargo, entre ambos, por ejemplo, podemos multiplicar ese espacio. El mundo va a ser de todos, y el obrero dejará el anonimato. Hasta que eso no suceda, seguiremos así.

E. S. — Vos dijiste que entre el hombre y Dios elegirías al hombre, ¿por qué?

J. M. — El hombre, soy yo.

E. S. — Ahí, justamente, es donde se opera la revolución. Cuando plenamente seamos capaces de reconocernos hombres, caerá el miedo. Cada uno es la consecuencia de otro. Esta charla, por ejemplo, es ya un ejemplo de modificación. El conocimiento y el contacto repercuten. Poco o mucho. Pero luego de esta charla, ya no seré más el Edgardo Suárez de ayer ni vos el Joan Manuel de hoy. Cada uno ha sido modificado. Por eso digo: ser muchos los que se encuentren y aumentar el diálogo.

J. M. — Nuestro diálogo es con la gente. En diferentes niveles. Tu sabes, yo canto en catalán. Cataluña es una tierra oprimida en España. Y es, sin embargo, la raíz de nuestra lengua (la mía, al menos). Y esa prohibición es ejercitar un factor de presión. Y no la acepto, porque seria tolerar la injusticia del poder. Sí. Todo poder es injusto. Pero hay niveles de poder. Un hombre tiene poder y es cómplice de otros hombres. Sin embargo, hay que seguir. Tu tienes allí ese long-play mío en catalán. Y es una forma de agresión. Y lo seguirá siendo. Y seguiré cantando en catalán. Lo importante, es contribuir.

E. S. — Lo dicho. Todo hombre tiene su tiempo y su parte de vida. Hay que emplear la vida para poner en jaque al tiempo. No, no es una frase. La vida tiene que ser fuerte y decidida. Sólo así, cambiará este tiempo.

J. M. — Muy bien; ese cambio ya se siente. Algunos, tratan de ignorar el cambio. Ejercer su poder, dialéctico o político. Serán los primeros en desaparecer con el cambio.

E. S. — ¿A quién le faltáis el respeto?

J. M. — Al que oprime, al que ejerce su poder sobre los demás, al que impide vivir, al que no coopera, al que influye, al que edifica odio, al que siembra vientos, al que humilla, al que persigue, al que destruye. ¿Y tú?

E. S. — Al que no ama, al que no deja vivir, al que simula, al cínico, al explotador, al que esconde las manos, al que ejerce la violencia, al falto de mundo.

J. M. — Sí. Para asumir la vida, hay que tener mundo.

E. S. — Hay que haber visto, sufrido, amado, sentido, desafiado.

J. M. — Vivimos en un constante riesgo. Eso es lo mejor.

E. S. — O no vivir.

EXTRA • 08/1970

ir al índice de Mágicas Ruinas

Ir Arriba