Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

GAZETAS DEL VERANO
Más sobre East Point
Según se aproxima el fin de la temporada, los días son cada vez más esplendorosos y las noches cada vez más trajinadas en el verano de East Point. Le mot d’ordre es: por las mañanas a la Brava, por las tardes a la Mansa. Sumisos a esta consigna, los dorados protagonistas de la vida hermosa se dejan ver por estas inmediaciones, en la apacible intimidad de las indolencias marítimas. Hay sectores predilectos y áreas chusmas. Entre los primeros, cunde la fama de la playa de Punta del EsteAfrika, donde se concentra el núcleo de las señora-lindísimas mejor desvestidas. Delgado, parpadeante, Jorge de la Vega transita cansino mientras Víctor Chab emite lamentos por una arenita ominosa que se le metió (mufa de retina) en el ojo, dificultando sus exploraciones visuales erotológicas. Otros habitués: Nacha Guevara, Jorge Schussheim, Lagarrigue y María Marta. Los etílicos optan por La Draga, donde siempre hay un oriental de casaca blanca que distribuye Tom Collin, gin tonics y scotchs a lo largo de las arenas incandescentes. Los misántropos se alejan en procura de playitas misteriosas. Los exquisitos se dejan ver por el Club de la Ballena. Allí, en las blancas fulguraciones de la nueva arquitectura páezvilarónica, atardecen inmersos en la lujosa piscina de aguas saladas el racer Charles Menditeguy, el atlético Carlos Fontanarrosa, el capilaroso Mario Bertolini, Felipe del Canto (acompañado por subyugante y altísima Blue Bell anglosajona) y la sonriente Mara Kotov.
Las noches más bulliciosas son las de Afrika, el night place de Pocky Evans. Allí se organizó espléndida fiesta destinada a seleccionar la candidata afrikana al certamen de Miss Punta del Este. El jurado (César Menéndez Behety, Mirta Massa, María Larreta, Susana Giménez, Nanina Bullrich, José Lata Liste, el high life Pachitea y otros) concedió el cetro a Cecilia Isla Casares de Pavlovsky, una morena sensacional. En medio de un verdadero caos deliberativo y ruidoso zucundum. La supremacía noctambológica la comparte Punta del EsteAfrika con Barrabás y con Rupeta. Pero cuando Cantegril organiza alguno de sus shows en Country Club, no ir es un pecado que se lamentará después al día siguiente, al escucharse los entusiasmados comentarios. Últimamente Cantegril presentó a Willie Bobo, a Wilson Simonal, a Jair Rodrigues, a Jimmy Cliff, todos excelentes.
El tycoon Mauricio Litman, number one de Cantegril, es ubicuo como los dioses homéricos: está en todas partes, siempre sonriente y rodeado por sus decision makers. Hombre de pocas palabras, las Indispensables para construir un placentero imperio, como éste
de Punta del ídem, capaz de competir con el sagrado monstruo marplatense.
Osvaldo "ex gordo” Romberg está vivo y refugiado en una cabaña perdida en la densidad de los pinares. Organizó hace unos días un despiporrante barbacue o asado vernáculo, entre cuyos comensales estaba el poeta Alberto Girri y la suave Aurora Bernárdez. Romberg sorprendió a sus invitados con un exaltado panegírico de Jorge Romero Brest que encendió polémicas. Esa misma noche, su casi homónimo Osvaldo Rossler (poeta nacional) debutó como cancionista en Casa Pueblo de Carlos Páez Vilaró. "A mí las canciones (letra, música e interpretación a capella) de Rossler me gustan” declaró al atardecer subsiguiente el negro Edgardo Suárez. "Qué querés que te diga.” El comentario de los malintencionados es que el físico no lo ayuda (a Rossler). Demasiado descapilarizado en la parte superior del cráneo como para trasformarse en ídolo de la jeunesse folie (juventudes alocadas). "Única solución, bisogné”, sugirió Silvia Rodríguez.
El decision maker Alfredo Cimadom, que conduce magistralmente los destinos del magno Lafayette, tuvo un entredicho táctico con un ciclista nativo. Mientras manejaba raudo su Fiat 1500 (recién estrenado), el nativo emergió de las sombras, bamboleante en su frágil vehículo y —según una curiosa moda local— sin luces. Para no estrolar al desdichado, Cimadom embistió una banquina, destrozando prolijamente el tren delantero de su automóvil. Así que al día siguiente estaba de pésimo humor. "No se preocupe, jefe”, le dijeron sus subordinados para alentarlo. "Cualquier coche argentino que permanezca más de treinta días en Punta del Este termina hecho bolsa.” Observación probablemente cierta pues en East Point se maneja a la loca loca, ante la tolerancia total de los policías indígenas. Es como estar en los autitos chocadores del Italpark. Los conductores van siempre pálidos y con los pelitos de la nuca erizados.
El bardo Vinicius de Moraes está viviendo en Casa Pueblo. Está ubicado en una de las habitaciones más penumbrosas de la extraña residencia de Punta Ballena. Siempre en pijama, con un vaso de escabio escocés en la mano izquierda y numerosas niñas lolita-type alrededor. Un insensato camarógrafo de la TV argentina consiguió convencerlo de que emergiese a pleno sol, para filmarlo en un tape. Cuando recibió el impacto solar, el ex diplomata brasileño quedó anonadado. "Ea, ea”, murmuró exánime, próximo al soponcio. No tomaba sol desde el 16 de julio de 1942. Jorge Schussheim está empeñado en enseñarle a tocar la guitarra nada menos que a Jacobo Timmerman. "Si lo conseguís, te llevo a Europa”, prometió éste. Entusiasmado con la ¡dea, Schussheim asegura a todo el mundo quela guitarra en manos de Timmerman "suena tipo concierto”. Pero cada vez que JT aferra el instrumento, todos huyen despavoridos. Menos Jacko Zeller, que quedó hipoacústico tras de ser arrastrado por una ola descomunal en la Brava.
Revista Panorama
3/3/1970

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