Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

paco rabanne
Paco Rabanne
Chatarra y haute couture

Entre láminas y redes de metal, el cotizado modista español se divierte enlatando a sus modelos. “Odio la moda funcional, a las mujeres que usan pantalones y a los diseños eróticos: una mujer es realmente hermosa sólo cuando está desnuda”

“Mis trajes de baño no son para nadar. Mis vestidos no permiten que una mujer se siente. Mis zapatos —en caso de que los fabrique— no servirán para caminar. No hay nada funcional en lo que hago.". Las declaraciones pertenecen a Francisco Paco Rabanne, un español de 36 años, aclamado por Salvador Dalí como el segundo genio hispánico de la costura (el primero es Balenciaga, ya retirado) y reconocido como vanguardista y talentoso por colegas del calibre de Cardin, Balmain, Bohan, Féraud, Esterel y Saint-Laurent. Pero el espaldarazo definitivo lo obtuvo gracias a la devoción que le profesan las mujeres más ricas y elegantes de la café society internacional: Mónica Vitti, María Pía de Yugoslavia, Audrey Hepburn, Odile Rodin, la duquesa de Alba, Elsa Martinelli, Jane Fonda y —por supuesto— Brigitte Bardot. La paradoja reside en el hecho de que este vasco moreno y sombrío —una suerte de García Márquez de la moda— parece detestar a las mujeres. Lo prueban sus creaciones y algunas declaraciones urticantes (vertidas la semana pasada ante un cronista del semanario francés París - Match), fuentes de regocijo para los devotos del machismo a ultranza: “Odio a las mujeres con pantalones. Nunca verán pantalones en mis colecciones . . . Por supuesto, en mi calidad de español, estoy en contra del predominio femenino, pero no podemos combatirlo”. Sus palabras resultan tan netas y filosas como las planchas de aluminio en las que enlata a su sonriente y estoica mannequinvedette. Estos arrestos misóginos sólo consiguen enfervorizar a delirantes huestes de snobs que arrasan con sus colecciones de temporada.
Rabanne y su familia llegaron a Francia cuando él tenía cinco años, huyendo de los estragos de la guerra civil española. En sus épocas de estudiante de arquitectura comenzó a diseñar botones y bordados que vendía —con relativo éxito— a las casas parisienses de alta costura. Actualmente trabaja en una pequeña fábrica donde selecciona y corta hojas de aluminio o de acero, tuerce hilos de hierro, recorta material plástico, moldea papel: así nacen sus “gags contemporáneos”, vestidos, túnicas y botas de gran cotización en el efímero mercado de la moda. “Mis accesorios son de ferretería —explica—, sólo me interesa la experimentación de materiales nuevos. Además, mis diseños no son eróticos pues la mujer es realmente hermosa sólo cuando está desnuda o velada por una tela muy suave.”
Su irrupción en el mundo europeo de la moda —poco más tarde ganaría el mercado norteamericano— se produjo hace más de tres años. Trabajó la silueta femenina,; envolviéndola en caparazones de vynil, pectorales de metal, brazaletes y colgantes inspirados en los accesorios usados por los. gladiadores del imperio romano. Los resultados pueden ser discutibles, no así el esfuerzo estructural: "A veces paso hasta tres semanas o un mes trabajando en un modelo que me entusiasma. No es lo mismo modelar papel, material plástico o aluminio que, por ejemplo, tweed”. Lo ayudan su hermano, un ex ingeniero electrónico, y su hermana, diseñadora de alhajas. Contrariamente al resto de los creadores actuales, Paco no hace concesiones: su "chatarra” es de lujo y exige total sumisión a la incomodidad. Nada lo deleita más que la crítica, puesto que está absolutamente convencido de su vanguardismo y agresividad. “La mujer es un arma de doble filo —sentencia—; por eso hay que envolverla en metal. . . Claro que lo ideal sería una jaula.”
Revista Siete Días Ilustrados
29.06.1970
 

ir al índice de Mágicas Ruinas

Ir Arriba