Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

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LUNA 17
La hora de los robots

Exactamente a la 1.47 del martes 17 (hora argentina), un artefacto automático, decorado con cuatro estrellas rojas y la inscripción CCCP, se posó sin accidentes en un paraje marginal del Mar de las Tormentas. Ciento cincuenta y un minutos más tarde, el robot soviético descendió por una rampa y comenzó la primara exploración de la superficie lunar emprendida por un vehículo autónomo de control remoto. El descenso y la ambulación de Lunokhod ("Lunamóvil”) I esta vez no tomó por sorpresa a los observadores occidentales. El empecinado mutismo soviético se había delatado a sí mismo una semana antes, cuando los informativos de Tass describieron la misión del vehículo Luna 17 con el mismo párrafo que habían utilizado para el Luna 16 (la primera sonda automática que descendió, recogió muestras del suelo lunar y regresó, sana y salva, a su base de partida).
Pocas horas más tarde, y luego de alejarse unos veinte metros de la nave madre, Lunokhod I comenzó a remitir a Tierra imágenes del terreno en que se encontraba, a través de uno de sus canales de televisión. De acuerdo con las descripciones proporcionadas por los científicos soviéticos en el cosmódromo de Baikonur, el extremo operacional del Luna 17 comparte algunas semejanzas con su predecesor. También éste es un conjunto de tres unidades: una sección orbital (destinada a quedar girando alrededor de la Luna), una sección de descenso (cuya misión es cubrir el tramo final entre la órbita de espera y la superficie) y una sección de exploración (el flamante Lunokhod). Este último tramo estaba ocupado en el Luna 16 por una cápsula de retomo, cuya misión fue traer muestras lunares a la Tierra.

EL LUNAMOVIL. La primicia del Luna 17 parece una cruza de lavarropas con carrito de fiambres. Su geometría exterior es casi una semiesfera que camina sobre cuatro pares de ruedas. Cada una posee un motor eléctrico, alimentado con la energía producida por un colector que trasforma la luz solar en electricidad. Sorteando rocas y cráteres que parecían dispuestos a tragarlo en sus obscuridades, el lunamóvil avanzó, guiado por controles automáticos y supervisado por un circuito de televisión que vigilaba sus pasos.
La precisión de sus desplazamientos, sin embargo, depende de un artefacto que ya ha hecho incursiones en la Luna. Se trata de un proyector de rayos láser proporcionado por Francia, cuyas señales sirven para establecer, con precisión de milímetros, la posición exacta del vehículo. Un blindaje exterior defiende de las radiaciones a los instrumentos científicos que abundan en las entrañas del Lunokhod. Las conjeturas más conservadoras suponen que los soviéticos han incluido por lo menos un analizador de la composición química de muestras sólidas, un detector de gases y un medidor de gravedad. Es que el análisis matemático de las órbitas trazadas alrededor de la Luna por los anteriores vehículos soviéticos y norteamericanos muestran que al pasar sobre el Mar de las Tormentas su velocidad aumenta. Los científicos deducen de esto que allí la gravedad lunar es mayor. Esta diferencia se deberá seguramente a la acumulación de grandes masas de materiales pesados cerca de la superficie. Parte de la misión del lunamóvil sería verificar esta circunstancia.
Los resultados inmediatos que se pueden esperar de este lanzamiento, sin embargo, no serán una novedad absoluta. Una docena de vehículos automáticos norteamericanos de las series Surveyor y Ranger descendieron con mayor o menor felicidad sobre la Luna durante la década del 60 y tomaron muestras semejantes, trasmitiendo el resultado de sus análisis a la Tierra por medio de señales de radio y televisión. El esfuerzo de ingeniería que representa el Lunokhod, por otra parte, no puede ser comparado con el viaje de ida y vuelta protagonizado por el Luna 16. La ventaja del lunamóvil se vincula con las condiciones en que debe ser realizada la maniobra de alunizaje.
La sección descenso del Luna 17 se aproximó a su punto de llegada con su motor-cohete encendido y apuntando hacia abajo para amortiguar el impacto. Los gases del motor generan elevadas temperaturas y su efecto se extiende en un vasto círculo, trasformando las condiciones físicas y químicas del suelo en que se posa la nave. Las muestras tomadas directamente allí dan una versión inexacta de la realidad. Con un poco de imaginación y un buen laboratorio es posible adivinar qué había allí antes que los gases y las llamas del motor calcinaran el suelo. Pero los soviéticos han decidido averiguarlo directamente. La primera excursión de Lunokhod I consistió justamente en salir del radio de influencia del motor de descenso y escarbar el suelo virgen en busca de información.

CONVENIENCIAS. Luego de dos éxitos sucesivos de los robots soviéticos, los científicos de ambos lados de la Cortina acumulan beneplácitos. "Todavía no podemos saber con seguridad el control ejercido sobre el Luna 16 en sus exploraciones —editorializaba en octubre New Scientist, el semanario de información científica británico—, pero el ahorro de equipos que implica un vuelo sin tripulación debe haber permitido el control de cada instrumento por televisión y un amplio uso de sistemas remotos de mando. Además, las experiencias soviéticas demuestran la insensatez de los que sostenían que era necesaria una tripulación humana para ir y volver de la Luna.”
Restablecida la confianza en su estrategia espacial (perturbada por el fracaso de Luna 12 y el simultáneo éxito de Apolo 11), los soviéticos tienen ahora a su disposición un campo considerable para extender sus peripecias. Casi todos los sistemas probados en la Luna son viables, con escasas modificaciones de diseño, para explorar Marte y el cinturón de asteroides (un territorio descuidado hasta ahora por los norteamericanos y que sin embargo puede encerrar el secreto de la formación del sistema solar). La diferencia de gravedad entre la Luna y Marte exigirá quizá algunos refuerzos en la estructura de los vehículos. La diferencia de peso producida y la mayor duración del viaje requerirán un cohete propulsor más poderoso. Los soviéticos han utilizado hasta ahora un booster de tres etapas, algo menor que el Saturno V norteamericano. La ventaja de este artefacto es, sin embargo, que su tercer tramo puede ser combinado para formar "racimos” propulsores, capaces de realizar viajes de larga duración.
Estos racimos pueden ser armados en el espacio mismo, con la técnica de acoplamiento probada ya por rusos y norteamericanos para sus futuras estaciones orbitales. La semana pasada algunos conjeturaban ya que el lunamóvil se trasformará en breve en un martemóvil y protagonizará dentro de poco una excursión por el planeta rojo. A corto plazo y dentro de un mayor margen de probabilidades, es válido conjeturar que el programa soviético de investigaciones científicas alrededor de la Luna aventajará pronto al proyecto norteamericano. ♦ M Y.
PANORAMA, NOVIEMBRE 24, 1970

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