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La revolución de las norteamericanas
Durante tres semanas, el periodista italiano Antonangelo Pinna investigó para la revista Panorama, de Milán, el origen y los objetivos de los nuevos movimientos feministas que acaban de surgir en los Estados Unidos. Este fue el resultado de esa investigación: “Elijamos a una oveja Miss América.” “Corpiños, revistas de moda y cosméticos en la hoguera de la libertad” (se refiere a los cestos de desperdicios de Atlantic City). Con slogans de este tipo, decenas de mujeres norteamericanas participaron en la elección de Miss América 1968, “símbolo insulso, y de pechos salientes, de la femineidad". Para ellas, Miss América era el ejemplo más ofensivo de la mujer objeto, la mujer condenada a una ciudadanía de segundo plano en la sociedad dominada por el varón. Si no fue exactamente su comienzo, este episodio constituyó algo así como un jalón en la historia del nuevo movimiento feminista norteamericano, heredero de aquel que hace 50 años conquistó el voto para las mujeres. Hoy se cuentan por lo menos diez mil militantes feministas en los Estados Unidos; en su mayoría estudiantes, intelectuales y profesionales, doncellas y jóvenes, pero también casadas y de edad madura. Están subdivididas en una serie de organizaciones y grupos y su objetivo común es la igualdad de los sexos y la “liberación de la mujer”. Se han inspirado en los movimientos de estudiantes por los derechos civiles, la igualdad racial y la paz en Vietnam, de los que han tomado actitudes y tácticas. El advenimiento de la era de la protesta ha sido la ocasión propicia para el despertar político de estas decididas jóvenes norteamericanas, aunque también motivo de amargas desilusiones. “Sí, querida, después de la revolución ...", oían decir a sus compañeros varones, “pero entretanto prepara el Café y después te diremos dónde distribuir los volantes”. Stokely Carmichael llegó a decir que “la única posición de la mujer en el SNCC (la organización por los derechos civiles que él encabezaba) es boca abajo”. El divorcio del movimiento feminista de los demás grupos de protesta era inevitable. LA MATERNIDAD. Hay quien atribuye a las píldoras anticonceptivas, como instrumento de liberación sexual, la causa de este estallido feminista. Sin embargo, los motivos verdaderos parecen ser más profundos: En 1940 tan sólo 25 mujeres de cada 100, entre los 18 y 65 años de edad, formaban parte de la fuerza laboral norteamericana; en 1970, en cambio, la proporción se aproxima al 50 por ciento. Es que el trabajo de la mujer que produce el 22,2 por ciento del ingreso familiar norteamericano es una realidad irreversible. Pero la medalla tiene un reverso: la mujer gana, como término medio, solamente la mitad de lo que gana el hombre. A pesar de que la población universitaria femenina (unos tres millones) se aproxima a la masculina, tan solo el 7 por ciento de los médicos, el 3 de los abogados y el 1,1 de los ingenieros y técnicos, son mujeres. El Congreso de Washington tiene 10 diputadas (eran 17 en 1960) y el Senado un solo miembro femenino. Es creciente el número de mujeres que no encuentran justificativo suficiente para esos fenómenos; tienden en cambio a darle razón al sociólogo sueco Gunnar Myrdal, quien en su estudio sobre las relaciones raciales en los Estados Unidos comparó a los negros con las mujeres. “Ambos grupos —destacó Myrdal— son considerados inferiores, y se consideran también a sí mismos inferiores.” Las mujeres, sin embargo, no constituyen una minoría. Forman el 51 por ciento de la población, lo que es motivo de confianza para las tres mil adherentes de la organización NOW (National Organization for Women). Fundada en 1966 por Betty Friedan, autora del best-seller Mística de la femineidad, ésta es la mayor organización feminista y también la más moderada; actúa “sobre lo interno del sistema”, según su declaración de principios, y acepta la incorporación de hombres. Persigue como objetivo “la verdadera igualdad entre hombres y mujeres". En estos momentos, la NOW libra su batalla en tres frentes principales: la legalización del aborto; una enmienda constitucional que equipare el sexo a la raza y a la religión (como motivo inadmisible de supresión de derechos humanos y de la igualdad) y el reconocimiento por parte del Estado de que las guarderías infantiles son un servicio público esencial (como los trasportes y el correo). La semana pasada la NOW organizó en Washington, frente al edificio del Senado, una manifestación “contra 47 años de indecisiones masculinas”. Un centenar de feministas solicitaron al Parlamento la aprobación de una enmienda constitucional que establezca específicamente la igualdad de derechos ante la ley, independientemente del sexo. Esta disposición convertiría en inconstitucional la diferencia de paga entre hombres y mujeres, y derrumbaría el muro que todavía impide el acceso de las mujeres a ciertos oficios y profesiones. HOMBRE Y MUJER. El proyecto de enmienda fue en realidad introducido por primera vez en el Congreso hace 47 años, pero jamás salió de las gavetas de la comisión respectiva. Pero el año pasado, esta iniciativa fue revivida por dos diputadas y dos senadores (entre ellos Eugene McCarthy), aunque sin correr mejor suerte. “Pakistán garantiza a las mujeres la igualdad constitucional —protesta la presidenta de la NOW, Betty Friedan—; y los Estados Unidos no pueden continuar retrasados respecto de Pakistán”. Betty aprovechó la ocasión para atacar al juez George Harold Carswell, candidato del presidente Nixon a la Corte Suprema, calificándolo de “sexista”. Hace algunos años, el juez Carswell rechazó la demanda de una madre de familia (operaría de una línea de montaje) que se hallaba con licencia, con el argumento de que “hijos y líneas de montaje son incompatibles”. En las manifestaciones feministas han participado también tres hombres. Uno de ellos, el oficial de marina retirado Jock Coles, marchaba en la columna con las mujeres, en señal de protesta contra el pago de alimentos a las mujeres divorciadas (ocurre que la pensión que él debe pagar a su ex mujer representa los dos tercios de su magra jubilación). “Si las mujeres fuesen iguales a los hombres y tuvieran salarios y oportunidades idénticas —dice Coles—, no reclamarían pensiones tan exorbitantes”. Para la NOW, la relación ideal entre el hombre y la mujer es la que mantienen la poetisa Robin Morgan y el poeta Kenneth Pitchford, su marido. Los dos trabajan, atienden la casa y cuidan de sus chicos. “Somos dos madres —dice Robin— yo le doy a mi hijo el pecho; él lo alimenta con el biberón”. Pero Robín considera que la NOW es demasiado moderada. “El acuerdo con mi marido constituye solamente una tentativa de solución temporaria", expresa. Aspira, en cambio, a una revolución y por eso milita en las filas de la organización WITCH, iniciales inglesas que significan: Complot terrorístico internacional femenino venido del infierno. Pero witch quiere decir también bruja, bruja vista como mujer inconformista, libre y revolucionaria. Y las brujas son también un germen del movimiento SDS, capitaneado por los estudiantes más radicales de los Estados Unidos. (Ellos fueron quienes organizaron el certamen de Miss América.) LAS ORTODOXAS. Siempre a la izquierda de la NOW, el grupo medias rojas busca la liberación de la mujer en la esfera interna, mediante una psicoterapia de grupo llamada “descubrimiento de la conciencia”. Recientemente, las medias rojas han proclamado en un manifiesto que el racismo, la explotación capitalista y el imperialismo, son un producto de la superioridad social del hombre. Otro grupo, la Célula 16, de Boston, se bate en cambio por liberar a la mujer de la esclavitud del sexo. “El sexo es solamente un servicio”, señala Roxanne Dunbar, una de sus dirigentes. Su camarada Abby Rockefeller (hija de David, presidente del Chase Manhattan Bank) va un poco más lejos y cree en el triunfo sobre el hombre “por desgaste”. Sostiene que “el amor es debilitante y revolucionario”. Todas las afiliadas de la Célula 16 practican karate y publican la revista Basta de juegos y diversiones, en la cual invitan a las mujeres a “abandonar la familia, evitar el embarazo y renunciar al sexo y al apellido de padres y maridos”. El grupo más revolucionario del movimiento de liberación femenina nació en Nueva York hace un año, en una reunión de la organización NOW. Se llama simplemente feminista y aspira a una sociedad sin dirigentes, sin gobierno y sin familia. Según Grace Atkinsons (laureada en filosofía), una de sus dirigentes, “el matrimonio es solamente violencia carnal y esclavitud para toda la vida; quizá el sexo sea una manifestación neurótica de la opresión, una psicosis de masa”. Por eso para las feministas la píldora no es sino el medio más eficaz del actual sistema de dominación masculina, para mantener a la mujer en estado de sujeción. “Agitar carteles con la inscripción Mujeres y máquinas de escribir no son inseparables, o reclamar admisión en el cuerpo de bomberos —señalan las feministas—, constituye en el fondo un ejercicio inútil. La libertad de la mujer solamente llegará con los niños nacidos en probeta y criados en común dentro de la colectividad.” Este grupo ha creado el “Nuevo teatro de repertorio feminista”, en una de cuyas primeras obras se describe la reacción de un hombre que ha descubierto que le han implantado en el vientre un útero con un huevo fecundado. Contrasta con ese radicalismo antimasculino la actitud de la sección femenina SNCC, en la que centenares de jóvenes negras estimulan en sus hombres el sentido de la virilidad, con el propósito de lograr la recuperación de la familia negra, durante siglos despedazada por la esclavitud y ahora sumida en la pobreza y la marginación. Un estudio realizado recientemente en la universidad femenina de Vassar, reveló que la mayoría de las graduadas durante la década del 50 aspiraba al matrimonio, mientras que la mayoría de las egresadas de los años 60 no se preocupaba por casarse. Es este fenómeno de masas el que se halla detrás de los movimientos feministas norteamericanos, aunque hasta ahora no son más que un embrión, a pesar de la profesión de fe revolucionaria, que se sigue moviendo en la clandestinidad. La organización NOW, por ejemplo, tiene un servicio de atención telefónica, pero no una sede ni un número directo. Los otros grupos son imposibles de localizar de un día para otro. PECHOS DESNUDOS. Los periodistas que consiguen detectar una militante feminista, siempre a través de amigos comunes, deben soportar siempre la respuesta: “No hablamos con la prensa”. Es que ellas temen que sedas presente como lesbianas o prostitutas, o que se las explote comercialmente. Algo de esto fue lo que ocurrió después que las brujas quemaron sus corpiños en Atlantic City: la moda de la camisa sobre el pecho desnudo se difundió con la rapidez de un relámpago, porque la sociedad de consumo se había apropiado del gesto revolucionario y lo había comercializado. Otro de los frentes donde ellas libran su batalla es la publicidad, a la que acusan de exagerar la diferencia entre hombres y mujeres. En el subterráneo de Nueva York, por ejemplo, hay decenas de avisos de escuelas de taquidactilografía, dirigidos a las jóvenes, y las activistas femeninas escriben debajo de ellos con su propia letra: “Esto es discriminación". La publicidad televisiva de los cigarrillos Virginia Slims, que fueron lanzados como producto para las mujeres, ha difundido un jingle en el cual una sufragista de principios de siglo aparece perseguida por el marido, quien la ha sorprendido fumando un cigarrillo. Luego se ve a una bella criatura en minifalda, fumando tranquilamente su Virginia Slims, y se escucha este comentario: “Qué largo camino has recorrido, muñeca”. La réplica de las feministas no se hizo esperar: “Tener nuestro cigarrillo no es una gran cosa". Este contraslogan, escrito en grandes carteles, también fue exhibido frente al Senado. La semana pasada, estos movimientos alcanzaron uno de sus primeros triunfos: el gobierno ha establecido que la existencia de dos rubros de ofertas y de demandas, uno para mujeres y otro para hombres, en los pequeños avisos clasificados de los diarios, viola la ley de derechos civiles de 1964, porque entraña una discriminación. Copyright Panorama, Milán 1970. PANORAMA, MARZO 24, 1970 |