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ITALIA
Lo moderno no quita lo estatizante

Toda la Europa financiero-industrial se sacudió con la maniobra. Hubiera encantado a Maquiavelo: con cautelosas compras de acciones —desde 1966— los entes estatales italianos ENI (petróleo, petroquímica) e IRI (controlador de empresas siderúrgicas, navieras, de aviación, etc.) ganaron el virtual dominio de la (ex) mayor compañía privada del país: la Montecatini-Edison (Montedison), anchamente diversificada y productora de la industria química.
El nuevo movimiento del gobierno (la Montedison vende por más de 2.000 millones de dólares anuales) le permite controlar una cuarta parte —casi— de toda la industria de Italia y un tercio exacto de su facturación. Pero hay más: el combinado ENI-IRI —que ya poseía intereses sustanciales en 275 grandes empresas— así agrandado, accederá al control estatal sobre todo el sector químico, sobre un tercio de la industria mecánica (excepto la automovilística, donde la Fíat sigue brillando como la mayor empresa privada —ahora— del país), sobre el 70 por ciento de los grandes bancos, sobre toda la industria textil a base de fibras artificiales o sintéticas, sobre la mitad de los grandes almacenes a precio fijo, los 7/10 del acero, los ferrocarriles, las líneas aéreas y marítimas, el grueso de los rubros accionarios en la Bolsa, y así.
“Nacionalización clandestina”, clamó, —algo enojado— el diario francés Le Monde al comentar la operación Montedison. No es del todo exacto: aunque circulan versiones varias sobre la altura del paquete accionario finalmente en poder. estatal (mediante esos entes) —hay quien dice que domina el 30 por ciento; otros, cautos, dicen que el 15, no más—, se estima que . un 80 por ciento del capital de la Montedison sigue esparcido entre miles de pequeños accionistas privados.
No hace falta mucho —por otra parte— para asegurarse el control: la sociedad que lo mantuvo desde julio de 1966 en adelante, encabezada por el ingeniero Giorgio Valerio, sólo representaba un 13 por ciento de las acciones, de las cuales un 3 por ciento pertenecían al IRI, o sea, al Estado. De cualquier modo, la operación permite a ENI-IRI levantar un sólido, tranquilo dominio de la Montedison.

Una corta presidencia
La Montedison se formó a comienzos de 1966 mediante fusión de la Montecatini (complejo químico-mineral) y del grupo Edison, una empresa eléctrica privada que —sagazmente— comenzó a interesarse por la química, el acero y otros rubros antes de que el gobierno italiano estatizara las industrias eléctricas en 1962. A poco de constituirse, integró a un centenar de sociedades di-
versas y el predominio de la Edison sobre la Montecatini —en el nuevo complejo— hizo prevalecer el andarivel financiero sobre el industrial. Consecuencia: en 1967, las ganancias habían descendido en un 7,4 por ciento, y el valor de sus acciones en casi un tercio, hacia fines de año.
La Mediobanca —organización financiera del IRI— comenzó la compra de esas acciones. Hasta que a inicios de este octubre, el estado fue lo bastante fuerte como para constituir un nuevo sindicato de accionistas, por él dominado. Gran derrotado —entre otros— resultó Giorgio Valerio, 64 años, que alguna vez soñó con convertir a la Montedison en eminente competidora en el mercado químico mundial.
Hay quien dice que fue, precisamente, la profunda enemistad personal de Eugenio Cefis —47 años, jefe del ENI— y de Valerio, el motor de la arrolladora acción estatal. Expertos norteamericanos se inclinan por interpretaciones menos subjetivas: Valerio se negaba a coordinar precios de venta al exterior con el ENI, Cefis estaba convencido de que sólo por ese camino se podía competir seriamente en un mercado mucho tiempo impregnado por las poderosas Duperial (norteamericana) y la Imperial Chemical Industries (británica).
La explicación de fondo, sin embargo, parece otra: el gobierno italiano habría decidido poner mano firme en la cuestión, terminar con un régimen de competencia en el sector químico entre la Montedison (privada) y el ANIC (el complejo químico más grande de Italia, después de la Montedison; es del ENI), a fin de racionalizarlo con vistas a nuevas expansiones. Y esto es, precisamente, lo que ha conmocionado a atribulados europeos: la colaboración ANIC-Montedison daría nacimiento al máximo complejo químico de Europa —superador, incluso, del inglés—, y al tercero del mundo.
Tal el alcance internacional del movimiento. Desde el punto de vista nacional, confirma el hecho de que la economía italiana —una de las más estatizadas de Europa— atraviesa reacomodamientos de vasto alcance, aún difíciles de medir. Pero inquietantes para legisladores—que empezaron a plantear sus cuestionarios al gobierno— y para nerviosos operadores bursátiles.
Nada parece, sin embargo, nublar en lo inmediato el dinámico desarrollo industrial de Italia, excepcional y superior al boom alemán. La intervención estatal no se reduce a una “participación en las pérdidas” o a operaciones de saneamiento de “industrias obsoletas" (como alguna vez fue definida la vieja Montecatini). Actúa, esencialmente, como ariete de avanzada para sectores privados. También como acelerador del proceso de “economías de escala” que sacude a Europa, procurador de complejos industriales de gran capacidad (y tamaño), óptimos para competir con similares norteamericanos.
PANORAMA. OCTUBRE

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