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Sinatra's return
Al cabo de casi tres años de alejamiento -durante los que aseguró dedicarse a un prolijo examen de conciencia- Frank Sinatra volvió a cautivar a sus admiradores en un espectáculo de televisión. El éxito se repitió en un rumboso night club de Las Vegas Días pasados, un nostalgioso, simultáneo estremecimiento caracoleó en las espaldas de varios millares de norteamericanas bien instaladas —la mayoría de ellas— en plena madurez. No era para menos: después de cerca de tres años de retiro, el perenne Frank Sinatra se presentó en un programa especial de la TV americana junto a Gene Kelly, su antiguo partenaire. Pero no fue ese el único indicio de la reaparición de La Voz: el viernes 25, en el lujoso night club Caesars Palace, de Las Vegas, conmovió a una muchedumbre de más de mil invitados a su resurgimiento. Un suceso que precedió al próximo lanzamiento de un long play cuyo título es casi un cariñoso homenaje: Ol’ blue eyes is back (El viejo ojos azules está de vuelta). Claro que no podría decirse que su regreso sea inesperado: desde 1971 —cuando anunció su retiro para entregarse a “la reflexión, la lectura y el autoexamen", según su propio pronóstico— Frankie recibió algo más de 30 mil cartas de otras tantas acongojadas admiradoras, quienes le rogaban que desistiera de su idea. Aunque, sin duda, uno de los pedidos más influyentes fue el del propio presidente Nixon: en una fiesta en la Casa Blanca, el jefe del Estado norteamericano nombró a Sinatra “el monumento de Washington al entretenimiento", y le ordenó — amistosamente, claro— que pusiera fin a su alejamiento. Finalmente, frente a semejantes reclamos, El Líder —como fue bautizado por algunos de sus admiradores— decidió desempolvar sus aplaudidos gorjeos. Sin embargo, no deja de esgrimir razones muy personales para explicar el retorno: “Me fui porque estaba cansado de que todo el mundo fisgoneara en mi vida privada —justifica—; ahora vuelvo, ya que, curiosamente, no logré resolver nada de eso con mi retiro". Aunque los que mejor lo conocen pretenden definir de otra manera las motivaciones del divo: después de ocupar el primer lugar desde los años 40 —aseguran— jamás podría habituarse al anonimato. Un argumento bastante razonable: luego de escalar la cima de la popularidad, Sinatra no dejó —hasta el comienzo de su publicitado ostracismo— de ser noticia. Aun cuando eso se debiera a las investigaciones que procuraban establecer su presunta vinculación con la mafia. Es que el ahora rejuvenecido cantante —en sus recientes presentaciones lució un prolijo injerto de pelo que disimula sus trajinados 56 años— nunca dudó en sus elecciones: "La única de mis mujeres que me dejó un recuerdo maravilloso —declaró hace algún tiempo —fue Nancy Barbato, una gran compañera y una madre perfecta. Pero la abandoné porque con ella tenía el amor pero no la gloria, algo imprescindible para mí”. Ahora todo eso pertenece al pasado. Como lo acaba de demostrar, Frank Sinatra ya no necesita apelar a ningún recurso para reverdecer sus éxitos. “Sigo usando mi vieja fórmula —asegura—, creo que no he cambiado en nada. Canto lo de siempre; sólo dejo las cosas que estoy demasiado viejo para hacer”. Aunque esas limitaciones no parecen haber afectado su tradicional capacidad para magnetizar a sus espectadores; un efecto que se tradujo en los enfervorizados aplausos que coronaron sus actuaciones, a las que no faltaron —por supuesto— los más conspicuos miembros de su clan. De todos modos, ese reencuentro no lo obliga —por ahora— a mantener el ritmo febril de antaño: “No niego la posibilidad de filmar una película otra vez —advierte— siempre que me correspondo el papel más interesante de los últimos veinticinco años". Mientras se limita a cumplir con un viejo refrán español que adorna la sala de su casa: “Vivir bien es la mejor venganza". Revista Siete Días Ilustrados 11/2/1974 |
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