Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

faye dunaway
Los amantes de Bonnie
Después del suceso de “Bonnie and Clyde”, la sugestiva Faye Dunaway reparte su tiempo entre dos cálidos admiradores: uno es Marcello Mastroianni, su compañero de filmación en una película dirigida por Vittorio De Sica. El otro, su hirsuto novio, el fotógrafo Jerry Schatzberg, quien se jacta de haber iluminado con sus mimos la existencia de la acomplejada y triunfadora estrella

Convertida en estrella luego de protagonizar a Bonnie, la actriz norteamericana Faye Dunaway (27 años, soltera) ya no necesita fingir sonrisas, descubrir sus generosas curvas o embriagarse con la caricia del sol. Ahora filma con Marcello Mastroianni en Cortina faye dunaway y mastroianniD’Ampezzo, el más chic centro turístico de Italia, y es una dama de cabellos beige y delgadez decididamente elegante: no tiene necesidad de pretender; le basta con ser. Su pareja de Los Amantes —que el público de habla inglesa conocerá con el título You and me— es uno de los divos más experimentados de la pantalla. Desde hace años pasan por sus brazos los últimos descubrimientos de la cinematografía mundial: Brigitte Bardot, Anita Ekberg, Ursula Andress, Raquel Welch . . . Apenas comenzado el rodaje de Los Amantes, la prensa especializada —experta en detectar e inventar los más sorprendentes romances— comenzó a conjeturar. Pero Faye Dunaway confirmó lo que ya muchos suponían: Mastroianni no se entrega a ninguna mujer, por hermosa que sea, y ella, a su vez, está enamorada del joven cineasta Jerry Schatzberg, con quien hará una película basada en el ascenso, el apogeo, la decadencia y la caída de una cover girl de moda. Jerry es un divorciado de treinta años, bigotes hirsutos, grandes rizos negros y muchos collares hippies; o sea, feísimo pero simpático. Cuando conoció a Faye, hace un año, era propietario de una boite en Greenwich Village y fotógrafo de modas; ahora quiere ser también director. Ella está tan enamorada de él que lo toma continuamente de las manos, se sienta sobre sus rodillas, lo toca, lo besa, lo mima, desaparece en su compañía, lo busca permanentemente con la mirada.

“LOS AMANTES”
El papel que seguirá a la memorable Bonnie en la galería de personajes animados por la Dunaway es el de una diseñadora de modas norteamericana —Julie— condenada por la leucemia a una muerte lenta. La trama narra la breve pasión de esta mujer sofisticada, sin futuro, con Valerio, un ingeniero veronés extrovertido y vital (Marcello). Julie, casada en Londres, propietaria de un taller de modas en París, quiere concederse diez días de amor desesperado y loco, enterada de la proximidad de su fin. Encuentra a Valerio en una ruta italiana y lo invita a una villa maravillosa. En el confortable refugio de un chalet de montaña florece verdaderamente un gran amor. Cuando la amiga va a buscar a Julie para regresar a París, Valerio se entera del trágico destino que le espera a su ocasional amante.
Vittorio De Sica, director del film, está absolutamente convencido de que sólo Faye Dunaway, con la intensa espiritualidad de su rostro, y Marcello Mastroianni, por su capacidad para crear un personaje elocuente con los medios expresivos más simples, son los más indicados para encarnar con solvencia los roles protagónicos.
Desde que actuó en Bonnie and Clyde la acomplejada Faye —que creía no haber logrado bien el personaje— vio cómo se le abrían las puertas de las grandes productoras. Antes había hecho dos films: The extraordinary seaman, con David Niven, y Thomas Crown, Esquire, con Steve McQueen. Cuando, agotada, resolvió tomarse unas vacaciones en Montecarlo a bordo del yate de Sam Spiegel, el hombre a quien confió su carrera artística, no sospechaba su rutilante futuro. Tras el descanso reparador volvió a Nueva York para encontrarse repentinamente con la materialización de su proyecto más intensamente deseado: Bonnie Parker.

LA VOCACION PRECOZ
“Nací en el sur de los EE. UU. como Bonnie; en Florida, un estado que ni siquiera lo era. Sólo una calle, una estación de servicio, un sol feroz y mucha tierra: Bascom, un pueblo de campesinos. Mi padre se liberó de la fatiga manual haciendo la carrera militar; estuvimos en Texas, en Alemania, en Wisconsin. Mi infancia fue un continuo vagar: siempre casas extrañas, caras desconocidas, escuelas donde no tenía amigos, camas donde nunca había dormido, nombres nuevos que debía aprender, chicos a los que tenía que rogar que me dejaran jugar con ellos". El relato de Faye Dunaway se corta en un silencio evocativo. Prosigue: “Fantaseaba con la vida de los actores y en segundo año del ciclo secundario interpreté el papel principal de Medea, de Anouilh, en el teatro de la escuela. Fue una revelación extraordinaria, que me decidió a ser actriz profesional e inscribirme en la Universidad de Bellas Artes de Boston: dos días después de recibir el diploma trabajaba en la Repertory Company del Lincoln Center, de Nueva York. Luego hice Las Brujas de
Salem, de Arthur Miller, El hombre de dos reinos y Después de la caída, dirigida por Elia Kazan; finalmente llegó la consagración de Bonnie and Clyde, tres meses de trabajo bestial, de fatiga física desesperante”. ¿Valió la pena? Ella cree, ahora, que sí: “El público quedó enloquecido con esos dos personajes. Todo fue mérito nuestro. En realidad era una pareja de pobres desgraciados: una camarera, un campesino que terminó en la cárcel por robar los neumáticos de un auto. Bonnie no era fea, pero Clyde sí; bajo, narigón, de grandes orejas y aspecto obtuso ... para no hablar del resto."
Ríe con ganas cuando la interrogan sobre la supuesta impotencia de Clyde: “En el guión, Bonnie y Clyde nunca hacían el amor juntos. No me parecía justo: Bonnie tenía que lograr vencer las inhibiciones de Clyde, hacerlo hombre. De otra manera, el público los habría considerado solamente dos cómplices unidos por lazos morbosos. Se lo dije a Arthur Penn, el director, y lo convencí".

EL NUEVO MITO
Neurótica exasperante, inestable hasta la exageración, la Dunaway es la diva del mañana, la vedette que expresa la incertidumbre del mundo contemporáneo. Algunos la compararon con una nueva Brigitte Bardot que, criada en la civilización industrial norteamericana, asimiló a Freud. Arthur Penn afirmó que no era una actriz sino un monstruo de coraje. El tiempo dirá si estos juicios tienen fundamento o no. Lo cierto es que Faye ocupa actualmente la cima de la popularidad, “algo que habla soñado siempre sin esperarlo”, según sus declaraciones. Mientras tanto, en Cortina D’Ampezzo divide su fervor entre el hippie Jerry y el personaje que encarna, un papel que la entusiasma por ese último arrebato de amor, ese apasionado adiós a la vida que define a la protagonista y da forma a la trama.

Revista Siete Días Ilustrados
16.07.1968

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