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REAGRUPAMIENTOS
China - Albania - Yugoslavia: ¿otro bloque socialista?
Desde Roma, Edgardo Da Mommio, secretario de redacción de Panorama, investigó el nuevo, complejo paisaje que se dibuja en el movimiento comunista internacional, sus repercusiones en la arena política inmediata. Este es su informe:
La resistencia del equipo Dubcek ha muerto. Falleció lánguidamente hace 10 días, en Moscú, cuando se realizó —por fin— la cuatro veces postergada reunión de cúpulas dirigentes checosoviéticas. Los rusos no se comprometieron a nada concreto, salvo a respetar un hipotético —y recortado— derecho de Praga a continuar con su programa liberalizante.
bloque socialistaLa URSS obtuvo, en cambio:
■Reorganización del partido Comunista checo, reimplantación de rígida disciplina ahuyentadora de propuestas democracias, remoción —a la corta o a la larga— de líderes dubcekistas, sentados —por ahora— en la cúspide.
■Consiguiente —y condigna— reorganización de organismos estatales, a reforzar con “hombres firmemente fieles a los principios del marxismo-leninismo y a la causa del proletariado internacional’’.
■Firma de un tratado legalizador de la presencia de tropas del Pacto de Varsovia en Checoslovaquia. Se estima que los rusos dejarán estacionadas, allí, de 20 a 21 divisiones —unos 250.000 hombres; costo de mantenimiento hasta fin de año: 550 millones de dólares— con la clara finalidad de controlar a las 17 divisiones (175.000 hombres excelentemente armados-) del ejército checo, y mantener una fuerza poderosa en las puertas mismas de Europa Occidental.
■Censura de la prensa checa. Y dura. Hay que luchar “contra las fuerzas antisocialistas y contrarrevolucionarias”. También entre intelectuales, desde luego.
■Total abrochamiento político, económico y militar de Checoslovaquia a la zona de influencia de la URSS.
Así murió la experiencia Dubcek. 600 mil soldados de países socialistas "hermanos” la están velando.

Tragos, baños, limones
Así, Dubcek —mientras dure— apurará cada día su copita de amarga concesión. Su suerte está echada: el pueblo lo apoyó con vigor, volverá —decepcionado— a la apatía política, y la hora del limón exprimido habrá sonado para el reseco Dubcek. Por el momento, el líder checo aún puede evitar la represión contra sus amigos, aún puede parar el corte de cabezas tenazmente pedido por los rusos. Pero, en este ajedrez, ha perdido la dama. No tardará en entregar pieza tras pieza.
¿Por qué pactó Dubcek? Es verosímil que los soviéticos, hartos de sus tácticas dilatorias, le plantearan en Moscú que —con su colaboración o sin ella— harían de todos modos la limpieza. La posibilidad de un baño de sangre sobrevoló pesadamente toda la atmósfera de la reunión. Dubcek y su equipo se doblegaron ante esa alternativa: después de la invasión, los rusos —ya jugado, y
perdido su prestigio— no vacilarían, sin duda, en aplicarla.
Dubcek aún cuenta con una breve base de apoyo. Es evidente que la URSS no consigue colaboracionistas, y los menos hostiles —para ella— en el actual equipo checo son (en términos moscovitas) “más liberales, más derechistas todavía” que la bestia negra: Dubcek. El líder eslovaco, su presunto heredero, Gustav Husak es considerado, políticamente, más reformista y más nacionalista. Aunque —se sabe— evitaría choques frontales con los rusos.
Observadores de Praga prevén una creciente presencia de "asesores” de la URSS en el gobierno checo, una permanencia por tiempo indeterminado de tropas soviéticas y el masajeo de ablande sobre dubcekistas hasta su sustitución. También prevén el retorno popular a la pasividad política que aletargó al régimen Novotny, y a la resistencia pasiva al socialismo que también Novotny conoció.
Hay otras consecuencias. El mariscal soviético Yakubovski solicitó que el Pacto de Varsovia coloque más tropas en las fronteras europeas con Occidente. Habrá mayor control en la maquinaria misma del Pacto; los rusos —caso checo mediante— comprobaron una dura contradicción del sistema: modernizaron y equiparon a todos los ejércitos del Pacto y sufrieron el duro, momentáneo, terror de que el buen ejército checo los combatiera en enemigo. El mariscal Yakubovski, jefe militar del Pacto, sigue desconfiando de los checos y pide más efectivos en las fronteras con Yugoslavia y Rumania, esas disidentes. Bulgaria se está convirtiendo ya en la base más segura para la nueva política militar de la URSS.
También en Budapest el otoño europeo ponía amarillo sobre los árboles, escasos. Pero el frío más crudamente invernal reinó en la reunión que representantes de 59 partidos comunistas de todo el mundo clausuraron allí el 2 de octubre, después de imprevistamente cortas deliberaciones.
La reunión fue una especie de empate. La URSS consiguió que “el caso checo” no fuera discutido para nada, a pesar -de los tensos pujos criticadores de fuertes partidos occidentales (el italiano, el francés). En cambio, los rusos no pudieron concretar la trabajada (desde pace 4 años) reunión del movimiento comunista internacional, programada para el 25 de noviembre, este año, en Moscú. Sólo un pálido “grupo preparatorio" de esa conferencia sesionará allí, el 17 de noviembre. Y habrá de resolver nueva fecha para el encuentro. Si es que hay encuentro.
Los italianos dirigidos por Longo han declarado ya que la conferencia internacional sólo tendrá sentido cuando las tropas soviéticas se retiren de Checoslovaquia. Esta reacción es más que explicable: los dubcekistas ponían en marcha —desde el poder— las reiteradas tesis de Togliatti (y de todo el comunismo italiano) acerca de la autonomía para los sindicatos, la separación del partido y del estado, la necesidad de “órganos de autogobierno popular”, la libertad de crítica dentro y fuera del partido, antes y después de la toma del poder. La invasión a Praga fue —también—una invasión al pensamiento policentrista del P.C. italiano cuyo equipo dirigente, muy cohesionado, respondió con verdadera violencia a la prensa soviética.
Los comunistas franceses, a su vez, también dijeron "no” a la invasión. Aunque luego, por presión soviética, mediante, se replegaron a una prudente, continente línea de "no exagerar el problema, no dar armas al imperialismo”. Pero esta actitud, sustentada por el secretario general del partido francés, Waldeck Rochet, ha encontrado dos oposiciones: la encabezada por el teórico Roger Garaudy (conocido por su insistencia en “el diálogo entre católicos y marxistas”), extremadora de la crítica a la URSS; y una prosoviética que anima Jeannette Vermeersch (viuda de Maurice Thorez). Según encuestas íntimas, un 60 por ciento de los militantes comunistas apoyan, con disciplina y valor, a Rochet. Otro 30 —viejos cuadros, algunos dirigentes sindicales— a la Vermeersch. El 10 restante, a Garaudy.
La casi totalidad de partidos comunistas europeos condenó la invasión. El miembro del comité central del PC austríaco, y filósofo, Ernst Fischer fue más lejos al opinar que la ahora postergada conferencia internacional debería exigir la evacuación inmediata de Checoslovaquia. Si no hay evacuación, habría rompimiento con la actual dirección del PC soviético. No es probable que ello ocurra. Pero la URSS sólo puede contar, en la emergencia, con la aprobación de los seguidistas partidos comunistas de América latina y de los países árabes, la muy relativa de Cuba, Vietnam del Norte, Corea del Norte y la más pensativa del partido Comunista hindú. En esas condiciones, el objetivo de la buscada conferencia internacional se ha desfasado: ya no China, sino la URSS está sentada en el incómodo banquillo de los acusados.

Otros hechos, otros ámbitos
Otros sacudimientos recorrían el resquebrajado bloque socialista la semana pasada. Mientras los albaneses —con declarado apoyo chino— cerraban sus aeropuertos cuando la reunión de Budapest, los soviéticos denunciaban la existencia de un bloque Pekín-Tirana-Belgrado. Y en efecto: el 17 de septiembre —frente a la pekinesa Plaza de la Paz Celestial—, Mao Tsé-tung y Lin Piao prometían cualquier ayuda militar a Albania contra la estrategia global soviético-norteamericana”. También los chinos de Mao sostienen que la invasión a Checoslovaquia avala la tesis de las esferas de influencia, que —después de la invasión— ningún país del Pacto de Varsovia está libre de amenazas parecidas, que el Pacto es idéntico a la OTAN, que los rusos, ocupando Praga con silencio norteamericano, aseguraban su propio silencio si a los EE. UU., por ejemplo, se les ocurría invadir España.
En estos días, Chou En-Lai redobló denuncias de violación de espacio aéreo chino por aviones rusos, y otras “medidas agresivas" de la URSS, su “amenaza militar", su “chantaje de guerra” contra Albania y China, “aprendidos del imperialismo norteamericano”. El secretario del PC albanés, Enver Hodja, se burlaba, a su vez, del vacío encontrado por la URSS en la reunión de Budapest: “Los rusos tenían que haber mandado a Yakubovski a esa reunión”, rió en público. Chinos y albaneses opinan que Dubcek es, en esencia, un capitulacionista, y no se ¡sorprenden de su pacto con Moscú. Prefieren, en cambio, llamar a la lucha de los pueblos húngaro, polaco, búlgaro y demás, para liberarse del control soviético, seguir el combate contra “la pandilla revisionista de Moscú encabezada por Brezhnev-Kosigyn”.
Mientras el rumano Ceausescu reiteraba su posición nacional, los yugoslavos reforzaban sus 1.200 kilómetros fronterizos con Hungría, Rumania y Bulgaria, ponían en estado de alerta a sus fuerzas armadas (300.000 hombres), aceleraban la Instrucción militar del pueblo, iniciaban a sus rebeldes jóvenes en la práctica guerrillera, repartían armas entre los obreros, y creaban depósitos logísticos en zonas montañosas —Bosnia, Herzegovina—, las mismas donde paralizaron (Guerra Mundial II) a 25 divisiones nazis. La estrategia de Tito, en caso de invasión, sería: combatir una semana con todo, luego dejar las ciudades y abrir frentes guerrilleros. ¿Intervendrían los EE. UU. en ese caso? No se sabe. Lo cierto es que la resistencia yugoslava produciría una formidable conmoción en países y partidos comunistas.
La entente yugoslava-albanesa avanza. Albania ha permitido la entrada de diarios yugoslavos en su territorio. Por otra parte, tanto chinos como albaneses coincidieron con Tito en la aprobación a las revueltas estudiantiles en Francia e Italia. Por ese costado también llegan a coincidir con el PC italiano. Otro punto de contacto —fresco aún— entre los “dogmáticos” chinos y muchos ‘'revisionistas" partidos comunistas europeos: la condena a la URSS por la invasión. China está mucho menos aislada—hoy— en el seno del movimiento comunista mundial. Es lícito, también, hablar de un nuevo bloque con cabeza en Pekín y brazos en Tirana y Belgrado.
Mientras la URSS intenta desplazar su influencia a Medio Oriente (ver Panorama Nº 76), Mao Tsé-tung termina de ganar —y ampliamente— su batalla interna de reorganización partidaria. Liquidados los “revisionistas” —revolución cultural mediante— se puede predecir: los chinos volverán a competir (contra la URSS) en todo el planeta por el control del movimiento comunista mundial.
Revista Panorama
15/10/1968
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