Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado
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DESDE EL COSMOS, CON HUMOR Las bromas televisadas por los astronautas fueron el certificado de éxito para la cápsula Apolo 7 y el programa lunar norteamericano El escritor Aldous Huxley suponía, y así lo manifestó en su novela El tiempo debe detenerse, que el respeto y el miedo eran casi la misma cosa, y que si uno se sentía intimidado frente a algún personaje, lo mejor que podía hacer era imaginárselo sentado en el borde de una bañadera dándose un baño de pies. Si la teoría es exacta, el hombre le está perdiendo el miedo al espacio: lo que caracterizó desde los primeros días a la misión Apolo 7, fue el desparpajo mostrado por los astronautas Walter Schirra, Walter Cunningham y Don Eisele y los técnicos de la Base Espacial Houston, quienes intercambiaron bromas y burlas mutuas. Parte de esa confianza en el éxito se debe a la presencia a bordo de la astronave del veterano comandante Walter Schirra —un capitán de fragata de 45 años—, el primer hombre que ha efectuado tres vuelos espaciales. Seguramente Schirra se retirará después de esta misión: la preparación para una experiencia fuera de la Tierra exige dos o tres años de entrenamiento, y entonces ya será demasiado viejo como para lanzarse al espacio. Pero las bromas y el buen humor también reflejan la confianza de los hombres de la NASA, que han recuperado un estado de ánimo que se había quebrantado cuando el incendio de una cápsula simulada Apolo I, hace dos años, costó la vida a tres astronautas norteamericanos. Ahora, el adelanto en el desarrollo del proyecto lunar (ver página 52), parece dirigirse hacia el éxito, o sea el cumplimiento del calendario previsto, que implica un penúltimo vuelo preparatorio alrededor de la Luna para diciembre próximo, y luego el alunizaje de seres humanos durante el 69. De algún modo, entonces, el vuelo de la cápsula Apolo 7 tiene el sentido de un “ensayo general con toda la compañía”, como diría un director de teatro: si salen bien, los próximos vuelos contarán con las mayores posibilidades de éxito. LA PREOCUPACION DE LOS ASTRONAUTAS Pero ¿cuál es el trabajo a cumplir? ¿Por qué tantos preparativos y suspenso? ¿Qué es lo que pone tan nerviosos a los técnicos, después de 174 lanzamientos exitosos? Sucede que el plan de conquista lunar norteamericano se basa en una técnica especial, discutida y no la única posible. Según ese plan, no toda la nave descenderá en 1969 en la Luna, sino ; que sólo lo hará la primera etapa, o módulo lunar, mientras otra permanece en órbita; cuando los astronautas que pisen el satélite —posiblemente dos, mientras el tercero se quedará cuidando la etapa en órbita— hayan terminado sus experiencias en ese planeta, y recogido unos 8 kilos de “tierra” lunar, deberán ascender hasta una altura en la que la etapa en órbita los reciba y traiga de vuelta a la Tierra. Es ese acoplamiento en el espacio el que motiva las mayores preocupaciones: si fallara, el módulo lunar —una especie de cápsula laboratorio y vivienda combinados— no tendrá suficiente combustible como para regresar por sus propios medios. El vuelo de la Apolo 7 tenía como principal objetivo, entonces, verificar las posibilidades de esa unión en el vacío: la cápsula propiamente dicha fue diseñada de manera que pudiera separarse por algún tiempo de la penúltima etapa del cohete Saturno que la impulsó, para luego volver a unirse. No es lo mismo que enganchar un vagón a su locomotora, entre otras cosas porque el conjunto cápsula más segunda etapa del cohete pesa 34 toneladas, mide 38 metros, se mueve a unos 28 mil kilómetros por hora y en una órbita distante entre 227 y 281 kilómetros de la Tierra. En esas condiciones, una ligera impulsión de la cápsula basta para llevarla a más de un centenar de kilómetros de la segunda etapa. El jueves 10, a las 14.45, los 300 técnicos que participaron de la experiencia desde Tierra dieron comienzo a la cuenta descendente; a las 11 y 2 minutos del viernes, el gigantesco cohete Saturno se lanzó al espacio, y 10 minutos más tarde la cápsula Apolo 7 y su segunda etapa ya estaban en órbita. Durante los dos primeros días de navegación, el trío de astronautas efectuó la prueba más importante, separándose y volviendo a reunirse con la segunda etapa. Al cierre de esta edición, la misión podía considerarse cumplida, ya que a pesar de los inconvenientes menores, las más grandes dificultades habían sido sorteadas gracias a operaciones manuales del equipo espacial: como es sabido, los científicos suelen estar mucho más tranquilos cuando es una computadora la que dirige las operaciones —como en los vuelos no tripulados—, pero Schirra y su tripulación demostraron que la iniciativa humana aún es insustituible para ciertas contingencias. LOS HEROES ESTAN CANSADOS Aunque los incidentes técnicos tuvieron escasa importancia, fueron los viajeros espaciales quienes protagonizaron, en cambio, una serie de episodios que nutrieron el anecdotario del viaje. Primero fue el fuerte resfrío de dos de ellos, que tuvieron que echar mano a las aspirinas y descongestionantes del botiquín; después fue un inconveniente en la corriente alterna a causa de haber abusado de los ventiladores. Don Eisele perdió el apetito a causa de que el agua para consumo se contaminó con desechos, y para solucionar el problema Schirra le echó tanto cloro que el líquido —y los alimentos deshidratados en que se usó—, adquirieron mal gusto. Una trasmisión fantasma de alta frecuencia, posiblemente de alguna emisora de Houston, se coló en los receptores de los astronautas, que intempestivamente empezaron a escuchar una canción llamada Los locos corren allí donde los ángeles no pisan. Pero el incidente más notable fue la negativa de Schirra a iniciar el mismo sábado 12 las trasmisiones de televisión, con lo que puso el dedo en un problema que, al parecer, está provocando algunas fricciones entre los astronautas y las autoridades de la NASA. Sucede que desde hace bastante tiempo algunas cadenas norteamericanas se interesaron en trasmitir las imágenes de los tres hombres desde el espacio, sobre todo desde que se lograron cámaras supercompactas. Finalmente la NASA accedió, y la cadena RCA instaló en la nave una cámara de un kilo y medio. No contaban con que a los astronautas no les gusta que los estén viendo millones de personas mientras ellos cumplen tareas delicadísimas en paños menores (a causa de la temperatura y humedad). Al final los ánimos se calmaron, la emisión se hizo, y los astronautas recuperaron el humor y restañaron anteriores disgustos con varias bromas, como pedir a sus admiradores que les siguieran mandando postales o disculparse por no estar afeitados. Las quejas se redujeron desde entonces a que las ventanillas se empañaban, las bolsas de dormir eran incómodas y en el piso la traspiración condensada había formado un charco. Para la NASA, que cumplió 10 años el 1º de octubre, y que ha gastado hasta ahora 44 mil millones de dólares en sus experiencias, aún las peores rabietas del trío deben haber sonado como un arrullo: después de 23 meses de demora, el éxito de la misión es un alivio para los nervios de 35 mil empleados y más de 400 científicos y técnicos que dependen de las empresas contratistas. ■ -pie de foto- La partida del gigantesco cohete Saturno con una cápsula Apolo 7 en su extremo superior (foto de la izquierda), el pasado viernes 11, significa para la NASA el antepenúltimo paso antes de la conquista de la Luna. En la foto de arriba, a la derecha, Eisele, Schirra y Cunningham conversan poco antes de la partida; en la de arriba se los ve ascender al ómnibus que los llevará hasta su habitación espacial (foto de abajo). Siete Días Ilustrados 21.10.1968 |