Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado
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El drama de Amelia Earhart YA se ha abandonado su búsqueda. No queda, según el Departamento de Marina de los Estados Unidos, eje del inmenso aparato que se tendió sobre el mar y por encima de las nubes en el patrullaje angustioso, ninguna esperanza de que Amelia Earhart y su piloto de ruta sean encontrados con vida. Durante veinte días el mundo ha vivido pendiente de su suerte. ¿La hallarían con vida? ¿Volvería a verse otra vez, emergiendo de las cabinas de sus aviones, la revuelta cabellera rubia de esta muchacha que desafiaba a la muerte en cada uno de sus ademanes? Por sobre los cinco continentes, por sobre los mares y por encima de la emoción del mundo, se tejió el poema de su perdida, en la epopeya que cantaron los cables trasatlánticos, los micrófonos de todos los países, los diarios y los hombres y mujeres que esperan día a día, por horas, por minutos, la noticia feliz de su hallazgo. Ha caído en el mar Amelia Earhart, que en el comando de su “Electra” ceñía un nuevo cinturón al globo. Y los S O S se sucedieron en todos los rincones del mundo movilizándose un inmenso concurso de voluntades para rescatarla del mar. LA RADIO FUÉ UNA ÚLTIMA ESPERANZA Hemos asistido al desenvolvimiento del drama, que llegó hasta nosotros diariamente con todos los movimientos de quienes se lanzaron al través de mi les de millas marinas para desentrañar el misterio de su desaparición. Y cuando todo era niebla, desconcierto y amargura, llegó el primer llamado. Lo escucharon leñadores del oeste americano, ingenieros peruanos, granjeros del Far West. La radio captaba por instantes mensajes desesperados. “Vengan pronto. Nos hundimos por momentos”. Repetidos intermitentemente, ante la desesperación impotente de todo el poderío inmenso de la Unión, ante las lágrimas de Amy C. Earhart, madre de la aviadora. La radio guió, con sus mensajes invisibles, el patrullaje de buques, portaaviones de cientos de aeroplanos, sobre un círculo que tenía su centro en las islas Howland y que se extendía hasta donde podía llegar la esperanza de encontrarla. Fué en vano todo, desgraciadamente, pero los receptores están todavía pendientes de su llamado, como todos los micrófonos del mundo permanecerán listos para dar la buena nueva de su encuentro si es que alguna vez retornan al mundo civilizado los dos tripulantes del “Electra”. Vano intento, pero una refirmación de lo que la radiotelefonía significa para el mundo moderno y que encuentra su símbolo, aunque más no sea, en la postrera ilusión de una madre, madre de esa águila con faldas que fué Amelia Earhart, inclinada sobre el receptor de radio aguardando durante las veinticuatro horas de veinte días la noticia que no llegó. -pie de fotos- -Después de uno de sus grandes éxitos, Amelia Earhart, la famosa aviadora desaparecida, recibe el clamoroso homenaje de sus conciudadanos y las felicitaciones del cónsul general de Méjico. Acababa de unir entonces, en tiempo récord, Nueva York con la capital mejicana. -Amy C. Earhart, madre de la aviadora sentada junto al receptor de radio, frente al que esperó durante días y noches, veinte días seguidos, la ansiada nueva del hallazgo de su hija. su rostro expresa la profunda congoja que la posee (Fotos de I.N.S., llegadas por avión Revista Radiolandia 24.07.1937 |