Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

Villegas - Gulda
Contrapunto
Villegas-Gulda

La cita fue de noche, en un señorial piso frente a Plaza Francia, en Buenos Aires; sus amigos se convocaron allí para escuchar al “Mono" Enrique Villegas. Tiene otros apodos: “Lon Chaney”, “Quasimodo”, “Beethoven”, “Rigoletto”, “Petiso”, “Quique”. Pero, además una fama tan ancha como Justificada. Cuando Interpreta jazz -y también folklore, o “música criolla”, como gusta llamarla- cualquiera puede sentir que en él hay una fuerza arrasadora. Eso que muchos llaman ángel.
Apenas Villegas atacó el primer compás de “Pennies from Heaven”, bamboleándose al percutir cada acorde, entró en la sala un hombre de impermeable gris, protegido por curiosa gorra: los amigos le llaman Fritz, pero su nombre de batalla es Friedrich Guida. Su traje de impecable alpaca Inglesa contrastaba con su lustroso par de zapatos con suela agujereada. “Cosas de artistas”, susurró una admiradora.
La velada musical entró rápidamente en ebullición con la presencia de estos dos conocidos pianistas, que comparten un objetivo común: inventarle una síncopa al espíritu de nuestra época. Por lo demás, son muy diferentes. Villegas -traje oscuro a rayas blancas-perdió muy temprano a sus padres (“el viejo era dentista”, acota). De ahí que tuvo un solo cordón umbilical, el de sus tías. Lo acaba de romper y vive, solo, en un hotel. Uno de sus pianos quedó en el departamento de ellas y el otro lo guarda en un conservatorio. Habla con fervor, gesticula, no se queda quieto un segundo y mientras alisa su pelo lacio, entrecano, confiesa: “Soy un entusiasta del cine, desde René Clalr hasta Antonioni”. También del teatro. No le gusta el ajedrez pero sí la ruleta y el póquer, “siempre que sea con fichas de nácar”. Se jacta de no haber hecho la conscripción: “No hubiera podido aguantar que un tipo me diera órdenes y tener que obedecerle”. No fuma, le fascina el mar, cumplió ya 55 años, cuarenta y seis de ellos dedicados a la música. Visitó once países europeos y, hace menos de tres años, ancló en Buenos Aires, su ciudad natal.
En cambio, Gulda vive en Zurich, Suiza, con su segunda esposa, japonesa. En los tres ambientes de su departamento (pronto se mudará a Mónaco) sólo hay un Steinway y una foto de una bailarina española. Habla lentamente, y canturrea melodías entre una pregunta y otra. Con la mano izquierda intenta enrularse el largo pelo de la nuca mientras lamenta que su calvicie no le permita hacer lo mismo con el de la frente. Fuma incansablemente y en su tos late un “allegro vivace”. Le gusta nadar en el lago y no en el mar. No va nunca al cine o al teatro (“aunque soy incondicional de Brigitte Bardot”) y practica golosamente el ajedrez. Además, es tan distraído como para confundir el micrófono del grabador con un cenicero. Tiene 38 años; treinta y uno los dedicó a la música. Gulda y Villegas son viejos amigos

SIETE DIAS: ¿En qué ocupa usted su día?
Friedrich Gulda: Me levanto al mediodía. Desayuno a la americana: huevos fritos, café con leche y jugo de naranja. Quisiera sentarme inmediatamente al piano o escuchar música. Pero en Suiza la tranquilidad es ley: “Prohibido escuchar música antes de las dos de la tarde y después de las diez de la noche”. Por eso puedo tocar piano, piano desde la hora señalada. Claro que no me lo tomo muy a pecho. Ensayo cinco minutos, a veces más si tengo que dar conciertos. Después, bien sentado o caminando, compongo o escucho música.
Enrique Villegas: Una vez confronté —porque llevo un diario de mi vida— una página del año 40 con una del 55: mis días han trascurrido siempre iguales. Me había levantado a la misma hora, había estudiado seis horas, había estado con una mujer a la misma hora, había ido al cine a la misma hora. . . Creo que, sobre todo, soy constante conmigo mismo. . .
SIETE DIAS: ¿Cuándo comenzó a estudiar?
Gulda: A los siete años. Me querían hacer estudiar violín pero elegí el piano. También llegué a tocar flauta dulce y saxo. Me decidí por el piano. Al principio tocaba clásico y descubrí el jazz escuchando un disco de Dizzie Gillespie y otro de Count Basie. Siempre me gané la vida con la música.
Villegas: A los nueve años, pero tan sólo porque había un conservatorio frente a mi casa. Era la época en que se acostumbraba completar los estudios de un chico haciéndolo estudiar violoncelo o guitarra. A los quince días ya tocaba las sonatas de Mozart y no sabía leer partituras. Pero como las notas son siete y son dibujitos y qué sé yo . . . Además, el niño es la cosa más maravillosa que hay hasta que se convierte en hombre. Porque, ¿de qué la van los seres humanos?. . . Hay pocos hombres, y sí unos cuantos peleles. El primer disco de jazz que escuché fue de Duke Ellington. Yo no elegí el piano hasta que cumplí los treinta años. Siempre me gané la vida con la música. Aunque aquí nunca pude hacer televisión ni radio. En nuestro país está de moda el histerismo. Pagan a una italiana cualquier cosa. Claro, si lo que quieren los empresarios es ganar dinero. ¿Por qué no me pagan a mí? . . .
SIETE DIAS: ¿Es usted un hombre pacífico o de lucha?
Gulda: Soy un hombre de acción. No me gusta la vida pacífica. Pero ahora estoy bastante intranquilo: la gente se pelea cada vez menos conmigo. Lo que prediqué durante años tiene éxito. Me da miedo. Y me pregunto qué hago ahora. Yo he sido un revolucionario para todos. Lo que temo es que la figura de un revolucionario, si encuentra paz, puede pasar a ser ridícula.
Villegas: Jamás he luchado. Siempre renuncio. Algunos dicen que sí he luchado. Pero no es así. Pienso que quien tiene una vocación sólo debe dedicarse a ella. No hay que luchar. Hay que encontrar paz.
SIETE DIAS: ¿Le angustia la humanidad?
Gulda: Hay quienes se van a dormir sin pensar un momento en la probabilidad de una tercera guerra mundial. A mí me interesa tanto eso como la nueva música. No puedo vivir de otra manera. . . mantenerme al margen de los acontecimientos.
Villegas: Estoy furioso con el mundo actual, con la traición. Me dio mucho asco escuchar el discurso que se emitió al morir Luther King. Claro, él quería que se dijese eso. Pero me pregunto cuál de los cambas que lo oyeron sacaron uno de sus cien trajes para regalárselo a un mendigo. Si alguien tomara una actitud como ésa me reconciliaría con la humanidad. Mientras tanto. ..
SIETE DIAS: ¿Usted es humilde?
Gulda: Sí. Creo que se llega a ser humilde cuando se entra en las cosas buscando no sólo la ventaja, sino la lucha. A la mayoría de los músicos no les interesa tocar buena o mala música. Con tal de tener dinero venderían zapatos si se lo propusieran. Los grandes músicos de jazz han podido seguir un camino recto.
Villegas: No. ¿Qué voy a ser humilde? El único humilde fue San Francisco de Asís. La humildad, actualmente, es una pose. Hay pocos músicos que puedan decirse humildes. Los jazzistas que yo conozco equivocaron el camino: están extorsionados por las grabadoras.
SIETE DIAS: Cómo se siente mejor ¿como intérprete o como autor?
Gulda: Como intérprete. Este es el que manda y es jefe. El autor es un sirviente del intérprete: escribe la música para que se toque. Como autor me gusta tocar mis cosas. ..
Villegas: Como autor escribí alguna vez una pieza para orquesta y dos arreglos. Así se empieza, pero no seguí. El mérito de una orquesta es el del arreglador. El parásito más grande es el director. Como no sabe nada, dirige. El intérprete está enteramente al servicio del autor: no es jefe. Es muy fácil tocar bien Ravel, Bartók u otros genios. Lo difícil es haber sido ellos.
SIETE DIAS: ¿Qué piensa de los críticos?
Gulda: La sabiduría de los críticos afeminados y de los aficionados a la música generó una propaganda enorme para determinar que el compositor es el Dios de la música. Por culpa de ellos, hace más de cien años que el compositor está sobrevaluado. Y no es así. . .
Villegas: Tienen su punto de vista. De lo que debe ser y de lo que no. Pero es imposible que alguien pretenda describir con palabras la música. La mayoría de los críticos no sabe nada ...
SIETE DIAS: ¿Qué le gusta al público?
Gulda: Ver sangre como en la plaza de toros. Para eso pagan. Mi sangre tiene un precio. Tocar en una casa particular establece una relación íntima entre intérprete y público. Hay en pago agradecimiento, amistad. En la sala de conciertos todo se prostituye: se recibe dinero. El público quiere ver, no oír a tal o cuál artista: es la corrupción. No le importa cómo toca Beethoven, sino quién lo toca.
Villegas: El público busca la verdad. ¿Por qué gusta entonces de un Casals, de Toscanini, de Marian Anderson? Porque dicen la verdad y no su verdad. Pero no es la verdad de ellos, sino la de Bach, Mozart, etcétera. Si dicen que van a ver a fulano, es porque casi nadie sabe escuchar. Una vez me preguntaron cuáles eran mis condiciones para dar un concierto. Respondí: Prohibirle la entrada al público. Es mentira que la música sea un lenguaje universal. El que habla japonés se entiende con un japonés, de ahí que tan sólo un músico pueda entenderse con otro músico. Me gusta tocar para mis amigos. Se logra un clima adecuado. Me gusta que un músico tenga swing. Por eso no me gusta Dave Brubeck; a quien le guste, no siente el jazz, aunque afirme lo contrario . . .
SIETE DIAS: ¿Cómo ve al teatro Colón?
Gulda: Como el orden establecido. Yo soy un guerrillero del piano y el orden establecido no me interesa. El teatro Colón y el señor Ginastera forman parte de él pero hay que recordarles que no siempre todo seguirá igual.
Villegas: El teatro Colón es un santuario y una de las cosas más formidables que hay en el mundo. En él escuché lo mejor de la música por los mejores intérpretes. (Y de Ginastera, ¿qué piensa? “No soy juez para opinar sobre su obra. Ahora se ha puesto a escribir óperas a pedido. Pero ¿qué debe hacer un compositor sino componer música? Sólo Alberto Ginastera puede decir s¡ es buena o mala.”)
SIETE DIAS: ¿Qué clase de músico le interesa?
Gulda: Me interesan los que dan sangre. Los que no buscan solamente ganar dinero. Enriquecerse con la música es un imponderable. Además, depende si el músico sabe ahorrar. Mozart no murió pobre porque sí, sino por descuido. Miles Davis sabe guardar lo que gana. Toscanini se metía, daba sangre. Otros compositores son famosos pero no serios. Gershwin, por ejemplo. Me interesa aquello que pueden haber tenido Beethoven, Ravel, Schumann, Mozart. No lo que tuvo Brahms.
Villegas: Los que me formaron: Armstrong, Coleman Hawkins. No Miles Davis. Cuando lo oí por primera vez yo ya estaba formado. Ahora, a mí qué me importa que un tipo con una trompeta me diga: “Yo soy un pobre negro... odio a todo el mundo... qué triste estoy”. La música para mí es un placer. Yo quisiera hacer Bartók Jazz, Schumann Jazz, Ravel Jazz, Brahms Jazz. Pero sin la neura que un tipo pudo poner en su música por resentimiento. Sí, los problemas metafísicos, como: Dios existe. ¿Qué es eso llamado amor? ¿Qué es la muerte?
SIETE DIAS: ¿Qué es la muerte?
Gulda: (Silencio. Pasaron exactamente cuarenta y cinco segundos,
durante los cuales Gulda se limitó a mirarnos por sobre el marco de sus anteojos rectangulares.)
Villegas: Que la espero con una gran curiosidad . . .
SIETE DIAS: ¿A menudo sufre depresiones?
Gulda: Sí, sufro frecuentes depresiones . ..
Villegas: ¿Qué es depresiones? . .
SIETE DIAS: ¿Y de la vida?
Gulda: ¿Qué pienso de la vida? No soy un filósofo. En general, me gusta. La vida de un músico es bastante agradable: está en contacto con las cosas que no tienen tiempo.
Villegas: Que me gusta mucho. Pero, no hay que confundir la vida con los seres humanos. Porque hay que estar vivos. Entonces ¿qué les pasa a las demás personas que tienen miedo de estar vivos? Optan por las drogas o se emborrachan, para olvidarse y escapar o jugar a ejecutivos. ¡Oh, los ejecutivos, pobrecitos!
SIETE DIAS: ¿En qué momentos piensa?
Gulda: Cuando viajo. No tengo otra cosa para hacer. Hago planes de cómo y para qué tocar en el futuro. El otro día escuché un disco mío grabado hace quince años: parecía otra persona.
Villegas: Yo casi no pienso. Menos cuando toco jazz, me sale automáticamente. Una idea me trae otra. Así cuando hablo: soy un incoherente. Lo único que me preocupa es que soy, de pronto, famoso. ¿Saben qué me dio el índice? Grabé hace quince años un disco con temas de los hermanos Abalos. Ahora lo reeditaron. Si bien antes mi nombre ni se veía hoy está impreso: Villegas más folklore. ¿Que si noté algún cambio en mí? No, toco igual: en el folklore siempre se toca igual.
SIETE DIAS: ¿Tiene éxito?
Gulda: Aunque esta palabra sea algo indefinible, creo que sí. El éxito surge cuando la gente paga y aplaude. El otro día una vieja amiga me comentaba que no iba a conciertos de pianistas. Pero sí a los míos, porque siempre pasa lo inesperado. Si no pasara ese inesperado, pensaría que soy un mediocre. Pero así no ...
Villegas: No creo en el éxito de mi música sino en el de anunciar qué voy a tocar. La gente que me va a escuchar está predestinada: piensa encontrar un fenómeno. Si no supieran que soy Villegas... no me darían ni la hora.
SIETE DIAS: ¿Le interesa la pintura?
Gulda: No ... me da fiaca, como dicen ustedes los argentinos.
Villegas: Si. Es una parienta de la música, de la arquitectura.
SIETE DIAS: ¿Le gusta leer?
Gulda: Leí mucho. Dejé de hacerlo cuando descubrí que todo lo había escrito Esquilo, hace unos cuantos años. ..
Villegas: Yo elegí a Platón, a Dostoiewsky, a Unamuno, a Jean Paul Sartre. Un tipo me presentó a los otros. Y entonces leí toda la literatura inglesa, la alemana y recién empiezo con la americana.
SIETE DIAS: Friedrich Gulda ¿qué opina de Enrique Villegas?
Gulda: El otro día me enteré de que no tiene ni un peso y puede, sin embargo, ser esa persona alegre de aspecto joven, que aparenta ser feliz. Creo que es alguien posesionado por lo que hace.
SIETE DIAS: Enrique Villegas ¿qué opina de Friedrich Gulda?
Villegas: ¿Qué voy a opinar? ¿No me ven diez años más joven? Lo pude oír y es realmente un fenómeno... un monstruo .. .

ELSA JASCALEVICH
Revista Siete Días Ilustrados
28.05.1968
jazz
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