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Cómo trabaja la mujer en Buenos Aires
La moderna tendencia feminista que tiene por norma el que la mujer se baste á sí misma para la lucha por la existencia, tiene en Buenos Aires una aplicación amplia y práctica desde hace, algunos años y lleva propósito de consolidarse y extenderse á todas las ramas de la actividad humana que hasta ahora estaban reservadas únicamente al hombre. No es que la mujer entre nosotros tenga poco amor al hogar. Es que las necesidades cada día mas apremiantes de la vida la obliga á compartir con el jefe de la familia la misión de concurrir al sostenimiento de la casa. Otras veces se trata de jóvenes obreras en cuyo hogar falta por completo todo aporte de varón. Siempre se nota el espíritu de la mujer sabio y previsor que desea, bien luchar sola para subvenir á sus necesidades, bien concurrir con su jornal al bienestar de los suyos. En todos los casos merece profundo respeto esta noble misión. La reglamentación del trabajo de la mujer es obra buena y su aplicación debe ser estricta y rigurosa. Va en ello el porvenir de la raza. Si la mujer debe trabajar para vivir, ¿quién amamantará al niño, quién lo educará? Legislaciones sabias y más que leyes, criterios sanos y costumbres bien arraigadas debieran propender á que la remuneración de la mujer fuera equitativa, proporcional á sus tareas y nunca inferior á la que recibe el hombre en las mismas ó parecidas ocupaciones. En Buenos Aires, el trabajo femenino está dividido en dos categorías, si así puede decirse: el de la industria privada y el de la industria pública. A la primera pertenecen todos aquellos gremios que realizan su labor en el retiro del hogar y á la segunda las empleadas y obreras que concurren á las casas de comercio, á las fábricas ó á los talleres. Las que trabajan en la industria privada, según cálculo aproximado, pasan de 150.000 y en ellas están comprendidas las costureras, pintoras, peinadoras, copistas, etc., etc. Y las que lo hacen en la industria pública, según datos del Departamento Nacional de Trabajo, suman 50.000, estando comprendidos en ellas los gremios de las vendedoras, planchadoras, tejedoras, zapateras, etc., etc. Sin contar otras que se dedican á vender frutas y verduras en los mercados, como la anciana que aparece en uno de nuestros grabados y que hace 25 años gana el sustento para su hogar en tal forma; la de otra viejecita vendedora de masas y pasteles que hace cinco estableció ese negocio para ganarse el sustento para sí y su esposo enfermo, y una tercera que vende cosa linda barata... y hace más de 20 años, y puede decirse que son las veteranas de esa religión del Trabajo. Ni tampoco las que se dedican á profesiones liberales como la abogada, la doctora en medicina, la que se dedica á las artes, etc., que si no son muchas, pertenecen también á ese grupo de esforzadas del sexo débil que aspiran á bastarse á sí mismas, en la difícil lucha por la vida. El gremio de las que se dedican á profesiones liberales, quizás las que más abundan, son las maestras y las dentistas, siguen luego las médicas y empieza á surgir ya la mujer abogada. No obstante las leyes previsoras que se han dictado, el trabajo material de la mujer brinda á ésta más perjuicios que ventajas positivas para sus intereses y los de la sociedad en que vive. Por el contrario, todo cuanto se haga para evitarlo ó rodearlo de beneficios laudables en su favor, será una obra de humanidad y de altruismo. Así lo ha comprendido Francia y hace seis meses agregó una nueva ley en favor de la mujer, por la que autoriza á ésta á conservar como patrimonio propio el fruto de su trabajo. Por otra parte, cuando la necesidad la arranca del hogar donde la reclama sus deberes de esposa y de madre, ya se sabe que no es para llevarla á ambientes semejantes, sino á donde se ha de desgastar sus energías físicas, se ha de resentir su salud, y en una palabra, donde todo atenta no ya contra la salud del cuerpo, sino contra su salud moral tendiendo á desnaturalizar su noble misión. Sin contar que ha llegado á constatarse plenamente que en los centros fabriles donde trabajan mayor número de obreras, el índice de la mortalidad infantil es mayor que en ninguna otra parte. Es verdad que entre nosotros no se da el caso de que la mujer trabaje en labores tan rudas como en Europa donde en casi todas partes le están encomendados los trabajos agrícolas y ganaderos. Además en Inglaterra la mujer trabaja hasta en las minas, y en Austria en obras de albañilería; pero aquí, vamos dentro de poco á seguir tal tendencia, ya que el problema de la maquinaria no sólo ha desalojado al obrero de los talleres, simplificando la labor, sino que tiende á utilizar á la mujer para ese fin que representa igual trabajo, sólo por una quinta parte del jornal que gana el hombre. Se ha dicho que la mujer, por su carácter pacífico, es un elemento contrario á los movimientos obreros; sin embargo, según nos decía el doctor Unzain, que conoce á fondo esta cuestión y de quien provienen muchos datos que aquí consignamos, hay una tendencia á la huelga de parte de los obreros, pues las estadísticas del Departamento Nacional de Trabajo dan un 7 á un 12 por ciento de huelguistas que han secundado los últimos movimientos obreros. Según nos manifestaba el mismo funcionario, en la estadística de los accidentes de trabajo, se ha comprobado que son menores los de la mujer que los del hombre. Y esto se explica fácilmente por esa meticulosidad y cuidado de la mujer en realizar ciertos trabajos y más que todo, por ese espíritu temeroso que está latente en la mujer ante el más mínimo peligro, mientras el hombre los afronta con absoluta despreocupación. Todo esto tiende más bien á favorecer su entrada á la fábrica antes que apartarla, lo que constituye un serio perjuicio para el bienestar de la familia obrera y por ende para el porvenir de la sociedad á quien le tocará la herencia de seres raquíticos, anormales y viciosos, cuando no peligre su estabilidad por el porcentaje de mortalidad infantil debido á ese mismo trabajo de la mujer impuesto por una dura necesidad. En nuestra reseña gráfica podrá apreciarse la variedad de trabajos á que se dedica la mujer entre nosotros. Salvo pocas excepciones la inmensa mayoría está formada por jóvenes de 12, 13 y 14 años hasta los veintitrés y veinticinco. Toda una época de vida, de juventud consagrada á la ruda tarea, que sobrellevan con alegría y con esperanzas. Un factor importante concurre á que en ciertas ocupaciones á que se dedica la mujer, ésta no haga como vulgarmente se dice, gran carrera. Este factor es el matrimonio á que naturalmente aspira la mujer por más empleada que sea. Después de varios años de aprendizaje y cuando ya podría una joven ocupar un puesto de importancia en la casa donde trabaja, el casamiento la aleja de su profesión y los patrones deben cubrir las vacantes con nuevas aprendizas. Pero hay casos en que, aun casada, la mujer sigue ayudando á su esposo, á veces empleados los dos en la misma casa, á veces siguiendo cada cual sus ocupaciones en sitios distintos. Infiltrada en nuestro ambiente esta tendencia feminista, que concurre á solucionar muchos problemas de subsistencia y de economía en las familias, el pueblo y la sociedad en general miran con simpatía á las empleadas y obreras, que encuentran en la calle y en el taller ambiente de cultura, respeto y franco compañerismo con el hombre. No se las mira como intrusas sino como compañeras y ellas conocen que se las quiere retribuyendo ese aprecio con sonrisas... Revista El Hogar 30.10.1910 |
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