Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

luis di palma
¡Qué año Luisito!
• LLEGÓ LA MADUREZ CONDUCTIVA PARA LUIS DI PALMA, UN ARRECIFEÑO QUE EMPEZÓ TEMPRANO • DE LA MANO DE ORESTE BERTA CONCRETÓ EN 1969 EL MEJOR AÑO DE SU CARRERA • EMPERO, NO PERDIÓ SU CASI MANÍA DE HURGAR EN LOS MOTORES • EN 1970 SU FLEQUILLO SERA RASGO CARACTERÍSTICO EN ALGUNAS COMPETENCIAS INTERNACIONALES.

CUANDO A LOS 19 años sus admiradores lo rodeaban en los parques cerrados, el modesto muchacho de Arrecifes ni imaginaba que llegaría tan lejos. Debajo del ya famoso flequillo rubio, las ansias bullían en busca de salida. Dos triunfos en Arrecifes y Salto lo habían catapultado.
luis di palmaLuis Di Palma había sido descubierto: "La revelación del año", "el ganador más joven del TC", lo llamaban diarios y revistas.
Cinco años más tarde, los entendidos quedaron asombrados: el muchachón rubio, ya padre de familia, los volvía a sorprender.
Otro Luis Di Palma había nacido, curiosamente, en Alemania.
La actuación del arrecifeño en Nuerburgring no fue más que el prolegómeno de los éxitos que obtendría más tarde, consecuencia de una lograda madurez conductiva. El asentamiento como piloto, como ente pensante a bordo de un automóvil y las experiencias que Di Palma capitalizó a través de épocas amargas se vieron coronadas en 1969.
Por ello fue capaz de elaborar el año más efectivo de su carrera. De la mano de Berta, al regreso de Europa, triunfó en Maggiolo y en el autódromo de Buenos Aires. Sobre el escenario capitalino desplegó todo su bagaje de picardías. La exhibición, alegre, sin complejos, que realizó intercalándose entre Ternengo y Pascualini, supuestamente con automóviles más dotados, lo llevó a su adolescencia. A sus primeros tiempos, cuando lo divertía el riesgo, cuando se colaba con su kart por debajo de los camiones o derrapaba con su cupé al borde de los alambrados.
Pero con audacia y todo pudo concretar, llegar sin romper. Es que ya no es más el "rompecoches". Ahora, Di Palma respeta a su medio mecánico. Acaso, porque él interviene en la puesta a punto. Por eso, cual chico mezquino, encubre los detalles del múltiple para TC elaborado por Berta.
En la categoría, y sobre el mismo Berta-Tornado que lo llevó al triunfo en SP, inauguró la lista de ganadores en Comodoro Rivadavia.
Ganó sin atenuantes, en fulmíneo andar, en fin . . . al estilo Di Palma. Con esa contundencia encabezó dos pruebas de clasificación, se atrevió a desafiar a "Larry” en las primeras etapas del Gran Premio y se alejó de sus rivales en la competencia de San Nicolás para TC.
Pero a la seriedad conductiva, a la conciencia profesional que cada vez se apodera más de su "yo” corredor, se contrapone su espíritu joven, un tanto ingenuo, abierto a los amigos y siempre dispuesto a ayudar, a trabajar sin descanso, agachado sobre las entrañas de un coche de carreras. Acaso para recordar las tardes que habrá invertido en el taller vecino al negocio de su padre.
Así trabajó en Nuerburgring colaborando en la reparación de los Torino accidentados, así luchó contra las fallas eléctricas, que terminaron por dejarlo fuera de carrera. Así fue capaz de rehacer su automóvil entre el viernes por la tarde y el sábado anterior a la prueba de Comodoro Rivadavia. Todo ello luego de 1.800 km a remolque.
Pese al cansancio, el domingo, después de ganar la primera serie, ayudó a cambiar la tapa de cilindros en el automóvil de Oscar Mauricio Franco y hasta colaboró para dejar en condiciones el Halcón de su amigo, Jorge Ternengo.
Por eso, Luis Di Palma tiene muchos amigos. Y él se felicita de contar entre ellos a Oreste Berta. La amistad, cimentada a fines de 1968, se afianzó en 1969. La relación produjo resultados satisfactorios para ambos: no sólo consiguió Di Palma las victorias ya mencionadas, sino que la influencia de Berta dejó un sedimento de prudencia y madurez en su personalidad. El hombre de Alta Gracia, por su parte, obtuvo un pupilo ideal para sus proyectos. Di Palma fue capaz de llevar al pináculo al Berta-Tornado, un bastidor con dos campañas a cuestas y un increíble récord de modificaciones.
Buen trabajo le costó a Di Palma llevar a la vanguardia, a comienzos de año, al veterano vehículo. Desde la partida otorgaba una seria ventaja en tenida, que obligaba a su conductor a manejar según un método al que está acostumbrado:
siempre al límite, superando con su muñeca las leyes de la estabilidad. Hasta que Oreste Berta se dio a la tarea de modificar la suspensión delantera.
Con esa suspensión y esmerándose en la conducción, consiguió Di Palma superar a los Huayra y puntear en cuanta carrera intervino luego de su regreso de Alemania.
En fin, una etapa que por sus resultados le hace olvidar una temporada con comienzo amargo: la suspensión de dos meses que recibió luego de cubrir la Vuelta de la Manzana.
Di Palma puede estar satisfecho, no sólo por sus victorias, sino también por una halagüeña perspectiva que acaso alcance a proyectarlo en una fase, hasta ahora, soslayada en Nuerburgring: la de piloto internacional. En efecto, sobre el Berta-LR y con Oscar Mauricio Franco, se medirá con lo mejor de los SP europeos.
A seis años de comenzar a correr, extraño destino aguarda al flequillo rubio, triunfador por primera vez en Arrecifes: el de mezclarse con las osadas cabelleras "beat” de los mimados volantes internacionales.
Revista Automundo
30.12.1969
luis di palma

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