Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

Frondizi y Aramburu
LA CAÍDA DE FRONDIZI
Al filo de los cuatro años, Frondizi sentía que el cerco se cerraba a su alrededor. Un clima de terrorismo y subversión que oscilaba pero no terminaba, la frontal oposición a su política económica —contratos petroleros en primer término—, que irritaban a determinados sectores, una política internacional —en Punta del Este se había abstenido de votar sanciones contra Cuba— configuraban el panorama general, dentro del cual el gobierno enfrentaría su más dura batalla electoral: la renovación parcial de las Cámaras y de la gobernación de algunas provincias, entre ellas, Buenos Aires.

Proscripción ¡no!
Cuatro provincias piloto: Santa Fe, Catamarca, Formosa, San Luis, habían dado el triunfo electoral al oficialismo (la selección de distritos “seguros” —sólo Santa Fe presentaba alguna duda— para abrir el fuego, creaba psicosis de triunfo). Sobre la base de esas victorias y endulzados por el clima de Capital —donde después triunfaría—, crecía la confianza del gobierno en sus propias fuerzas cuando realizó la convocatoria a elecciones para el 18 de marzo. (Mucho antes de ser proclamado, su candidato más importante —gobernador de Buenos Aires—, Guillermo Acuña Anzorena —abogado, ex subsecretario del Interior, ex ministro de Trabajo a quien le tocó en suerte devolver la CGT a los trabajadores—, ya recorría su distrito.)
El gobierno anunció que no habría proscripciones. Se abría al peronismo una fabulosa posibilidad, que había tenido intenso trámite. Unos meses antes de las elecciones, una reunión en Olivos —Alende, Noblía, Vítolo, Acuña Anzorena y Zubiri (candidato a vicegobernador, ingeniero, prestigiado ex ministro de Obras Públicas), además del dueño de casa—, analizó las posibilidades de proscribir al peronismo. "No podría seguir siendo gobernador si se hacía”, afirmaba Alende en posición compartida por los demás. “No nos detuvimos a especular con la proscripción del peronismo, porque desde el mismo instante en que aceptamos establecer la mayoría en la urna no podíamos admitir la eliminación de quien competiría en esa urna”, aclara hoy ante Panorama Acuña Anzorena.
En el fondo de todas las protestas de legalidad flotaba una recóndita esperanza de triunfo. La Policía Federal la alentó con curiosas encuestas: 35% UCRI, 30% peronismo (el resto, que no respondía, fue la clave).
Entre las FFAA el criterio era distinto. “Mire, señor, usted resuelva lo que quiera, pero lo que yo le puedo decir es que si gana el peronismo acá va a ocurrir una catástrofe y el país puede marchar hacia la anarquía”, habría advertido el secretario de Marina a Frondizi. El presidente examinó las posibilidades. Muchas veces, con el correr del tiempo, ratificó su opinión de entonces: “Cuando los peronistas por primera vez se allanaban a la legalidad, a entrar en el comicio, ¿yo iba a proscribirlos? El país tenía que hacer su experiencia”.

Autoproscripción ¡tampoco!
La experiencia significaría un golpe bajo a la democracia. “El movimiento no pensó que desembocaríamos en una dictadura. Sabíamos que si ganábamos iban a intervenimos, pero queríamos un hecho que encauzara al país, que estaba paralizado”, explica a Panorama Delia Parodi, entonces secretaria adjunta del Movimiento y principal animadora de la campaña.
Para sacudir al país se dió espectacular noticia. Juan Perón sería candidato a vicegobernador de la provincia de Buenos Aires, integrando la fórmula que encabezaba Andrés Framini —textil—, quien aclara ante Panorama que con esa maniobra se logró desarmar a los “partiditos” neoperonistas. Para que no quedaran huecos sin cubrir, también encabezaría la lista de candidatos a diputados por la Capital Federal.
“Doble motivo hacía imposible toda candidatura del ex presidente depuesto por la Revolución Libertadora. Una primera causa jurídica, en razón de que pesan sobre el mismo inhabilitaciones para el ejercicio de los derechos electorales. Perón fue declarado rebelde en distintas causas penales y, por su condición de prófugo, ha sido eliminado del Registro de Electores. En consecuencia, no puede ser elegido quien no puede elegir. La segunda razón es de carácter político e histórico”, constaba en el acta firmada por el ministro Vítolo y los secretarios de Ejército, Marina y Aeronáutica (Abrahim, después de un presunto golpe nacionalista-peronista, fue reemplazado por el brigadier Jorge Rojas Silveira).
Perón discretamente retiró su candidatura. Para acompañar a Framini, el Movimiento Peronista eligió a Marcos Anglada —abogado—. “Una fórmula urticante”, dice Delia Parodi.
La decisión de que un gremialista encabezara la candidatura había sido muy movida. Framini viajó a Madrid. “No soy candidato”, declaró antes de partir. Allí Perón lo convenció de lo contrario, tras asegurarle que no sería segundo de nadie (en todas las fórmulas tentativas era segundo término).' “No será caballo, será jockey”, fue la pintoresca afirmación, y para darle fuerza se autoproclamó su segundo. (Antes se había mostrado partidario de la no concurrencia. Envió una carta a sus amigos: “Nuestra mayor victoria electoral, sería nuestra peor derrota política”, que tuvo amplia repercusión. El cambio de opinión tuvo mucho que ver con la visita de una delegación de gremialistas encabezada por Vandor).
Tras la renuncia de Perón —Framini ya era inamovible primer término—, se lanzó la campaña electoral. El acto inaugural de Berisso tuvo proporciones ya casi olvidadas. Una oratoria fogosa, desafiante, a veces amenazadora, que se acrecentaba con el correr de los días, caldeaba el ánimo del fervorizado público que cantaba con fruición su “marchita”. En el acto de San Isidro esa tónica alcanzó su punto máximo. Delia Parodi recuerda para Panorama que su virulento discurso contra las FFAA le valió ser sospechada de perseguir la autoproscripción.
No era la única. “La Nación” comentó (fue desmentido por las dos partes) que Framini entrevistó a Frondizi para pedirle que lo proscribiera. La verdad parece otra en el testimonio del dirigente textil. “Un representante del gobierno —funcionario bonaerense— me vio cinco veces sobre la fecha de las elecciones, para pedirme que no me presentara”. Pero todo siguió por sus carriles en una campaña conmovida por un hecho trágico: en la tribuna partidaria de Berisso, Crisólogo Larralde, candidato a gobernador de la UCRP, caía fulminado por un ataque cardíaco. Su segundo, Solá, pasó a encabezar la fórmula.

“El lunes será tarde"
“¿Qué va a pasar?”, preguntaba Fraga. “Cuando se trata de comicios, lo mejor es opinar el día lunes”, fue la respuesta, pero, por las dudas, Frondizi pidió que la UCRI publicara, en su propaganda, un aviso: “El lunes será demasiado tarde”.
Tanto lo pensaba que invitó a almorzar a Oyhanarte y a Colombres —miembros de la Suprema Corte de Justicia— y les pidió prepararan el decreto de intervención a la provincia de Buenos Aires —suponía que se perdía lo mismo que en Córdoba, y conocía las intenciones de los jefes militares—. En un duelo de maquiavelismo, los juristas elaboraron el plan: entregar el gobierno, y como se preveía un clima de agitación, intervenir después.
También a Alende le dio instrucciones, sobre la finalización del sábado 17. “Mañana tendremos un desastre. Como consecuencia, a mí no me va a quedar otra alternativa que intervenir la provincia de Buenos Aires". Y le aconsejó: “Usted diga que no está de acuerdo e incluso haga una nota rechazando la intervención". Sobre su escritorio, olvidada, una carta de Donato del Carril desde Washington le pedía que preparara un plan para un monto de dos mil millones de dólares en cuatro años.
“Por encima de las anécdotas y de las subjetividades de muchos presuntos actores, tres causas hicieron posibles los sucesos de marzo de 1962: la política económica que tendía al cambio de estructuras, el retorno de la clase obrera a la vida política y la política internacional del gobierno", repite Frondizi a Panorama.

Cuesta abajo
El 18 de marzo de 1962, el peronismo, de pie, demostró que seguía siendo la abrumadora mayoría del país (las experiencias anteriores: Añatuya, un pueblito santiagueño que renovaba su intendente municipal, y Capital Federal, que elegía un senador —Alfredo Palacios—, habían demostrado que sin sigla propia, apoyando un partido minoritario como el Socialismo, igual podían definir con exceso una elección).
En esta oportunidad —Unión Popular, Populista, Blanco, Tres Banderas, Laborista, según los distritos—, con sus propios candidatos, el electorado peronista apoyado por comunistas y “algunos sectores que querían provocar la caída del gobierno con el triunfo peronista" —afirma destacado dirigente—, obtuvo aplastante triunfo en Buenos Aires, Tucumán, Santiago del Estero, Chaco, Neuquén, La Pampa, Río Negro y Salta (con siglas prestadas también Jujuy y San Juan). La UCRI ganó Capital Federal, Entre Ríos, Corrientes, Santa Cruz y Tierra del Fuego. La UCRP, Córdoba y Chubut, y los partidos del Centro, Mendoza.
Los primeros cómputos ya dieron la idea de lo que pasaba en el país. Framini recuerda ahora a Panorama que ese día no se terminaron de escrutar todas las mesas —o por lo menos no se publicaron—, pero que la sensación del triunfo lanzó al pueblo a la calle. El gobernador electo dirigió un mensaje por Radio Rivadavia —“todo el mundo tranquilo"— y anunció que el doctor Cafiero sería su ministro de Economía. “Quería borrar la imagen comunista que algunos le adjudicaban", afirman allegados al efímero gobernador.
Los mandos militares plantearon de inmediato al presidente cuatro puntos insoslayables: 1) intervención; 2) eliminación del grupo frigerista de todas las funciones de gobierno; 3) lucha frontal contra el comunismo; 4) proscripción del peronismo, incluso de sus emblemas. Represión a sus dirigentes para evitar actos de violencia. Frondizi aceptó las intervenciones —que preveía— y propuso estudiar las proscripciones, pero “reprimir, en ningún caso lo haré".
El lunes 19 —ese lunes que sería demasiado tarde—, a primera hora de la mañana, se anunció que se acababa de firmar el decreto de intervención a las cinco provincias más importantes donde había ganado el peronismo. El decreto establecía la caducidad de poderes y la invalidación de los comicios. Vítolo —imagen del optimismo hasta el día anterior—, se negó a refrendarlo y renunció. Había dudas en muchos de los amigos de Frondizi. Gómez Machado casi gritó: “Querría ser ministro por dos segundos para asumir esa responsabilidad". Finalmente firmó Villar. Vítolo fue reemplazado —con aquiescencia militar— por Hugo Vaca Narvaja y Villar en Defensa por Rodolfo “Rolo” Martínez. El 20, en sesión secreta realizada en la Secretaría de Guerra, las tres armas fijaban claramente su posición:
Caída de Frondizi“Vista la situación institucional que atraviesa el país con motivo de las elecciones nacionales y provinciales, dejan expresa constancia que la posición de las respectivas Fuerzas en la eventualidad es la siguiente:
Ejército: mantener en el cargo de presidente de la República al Dr. Arturo Frondizi, condicionado a que gobierne con un gabinete de coalición propuesto por las tres FFAA y el plan de acción que en su oportunidad se determine, concretado en un documento que se le presentará a tal efecto. En caso de negativa por parte del presidente, obligarlo al alejamiento del cargo pasando la responsabilidad de la conducción del país a las FFAA. (Representantes: generales Rosendo Fraga, Raúl Poggi, Aníbal Peralta, José Pablo Espirito.)
Aeronáutica: Mantener en el ejercicio de la primera magistratura al doctor Arturo Frondizi —las alternativas eran las mismas que en Ejército— (representantes: brigadieres Jorge Rojas Silveyra, Cayo Alsina, Juan Carlos Pereyra, Mario Romanelli).
Marina: Voluntaria e indeclinable renuncia del Sr. presidente de la Nación, lo cual permitiría su alejamiento manteniendo la vía constitucional. Si esta renuncia no pudiera obtenerse, es opinión que como paso inmediato debería constituirse un nuevo gobierno (representantes: contralmirante Gastón Clement, almirante Agustín Penas, contralmirantes Juan Carlos Bassi y Julio A. Palma)”.
El general Fraga inició la tarea de armar el gabinete. "“Fueron a verlo Thedy, Ordóñez, Balbín, Marini, Perette, Ghioldi. Ellos decían: queremos colaborar con el gobierno de la Nación, pero con una condición: que el Dr. Frondizi se vaya", testimonia ante Panorama el general Raúl Poggi. Que recuerda: “Y llegó la noticia de que los decretos de intervención iban a ser tratados por el Congreso —que estaba en receso —cuando se reunieran las Cámaras. Y que como la UCRI lo rechazaría, se iba a entregar el gobierno a las autoridades legítimamente elegidas por el pueblo. La efervescencia era brutal". La base de El Palomar envió un mensaje al presidente pidiéndole que constituyera el gobierno en esa base. Campo de Mayo
también se mantenía legalista (jefe: general Juan Carlos Onganía) por acción de Reimundes y de Aramburu, el más importante mediador de esos días. Pero no estaba en el ánimo de Frondizi resistir con las armas. Intentó una nueva maniobra —¿número?— de negociación: tiene el nombre de un viejo colaborador suyo, Álvaro Alsogaray, que bien puede volver a ser ministro. No se niega, pero mientras se conversa con otros presuntos candidatos, por vía indirecta (Sánchez Sañudo) la Marina les indicaba que no aceptaran. Aramburu intensificaba su actividad buscando una solución, pero seguramente su amigo Krieger Vasena debía ser el ministro de Economía. Mientras tanto comienzan los pedidos formales de renuncia, a los que Frondizi responde de acuerdo con la frase acuñada durante su candidatura: “No renunciaré, no me suicidaré, no me iré del país”.
La UCRI, con la moral quebrada y fiel a Frondizi, en su afán de encontrar culpables agudizó su enfrentamiento con Frigerio. Aramburu dio por terminada su mediación y se lo comunicó en una visita al presidente, en Olivos: “Vea, señor; yo ya he agotado la gestión y creo que todo se hará respetuosamente, dentro del orden constitucional, pero Ud. debe renunciar”, y le entregó una carta —cuyas copias ya se habían repartido previamente a los periodistas—, anunciándole esa decisión final. El ministro Martínez, celoso defensor del orden constitucional, pasó a convertirse en el estratega más eficaz. Elaboró una fórmula por la cual todas las medidas del gobierno serían controladas por las FFAA —se firmarían en el Ministerio de Defensa— y advirtió a los jefes: “Ustedes están entusiasmados con la idea de derrocar al gobierno. Yo creo que le van a causar un gran daño al país y además pienso que, si lo hacen, dentro de un año ninguno de ustedes va a estar en las FFAA”. La advertencia no surtió efecto. Los tres jefes insistieron en pedir una renuncia que no se concedía. El general Fraga había ofrecido defender el orden constitucional, pero en lugar de ir hacia Campo de Mayo se presentó en la Secretaria de Guerra, donde lo detuvieron. Cuando el presidente, enterado de la detención de Fraga, presentó la situación a Onganía pidiendo la presencia de Campo de Mayo, la respuesta fue terminante: “Yo cumplo las órdenes de mi superior inmediato: el comandante en jefe del Ejército”.
Pero el comandante en jefe, Poggi, reclamaba por enésima vez la renuncia. Frondizi estaba agotado. Su vieja fórmula de ganar tiempo ya no tenía posibilidades de aplicación. Se sucedían los festejos en homenaje al príncipe Felipe. Las “62 organizaciones” decretaban una huelga general. Los legisladores se reunían en cualquier parte, porque las puertas de las Cámaras estaban custodiadas. En medio de tanto desconcierto, los oficiales de Granaderos, al mando del segundo comandante, el teniente coronel Luzuriaga, se presentaron en Olivos para ofrecer su solidaridad con el presidente. Un presidente que iba y venía de la Casa de Gobierno, esperando que lo detuvieran. Y no lo detenían. Hasta el 29: a las 2 de la mañana el ministro Clement le anunció que se había resuelto su destitución. Amanecía. Olivos comenzó a llenarse de gente. Amigos, jóvenes frondizistas que lloraban de emoción. La despedida de su esposa fue breve, la de sus amigos, firme. “La mayor emoción fue cuando los muchachos comenzaron a cantar el Himno Nacional”, aún recuerda el ex presidente. En un automóvil acompañado por el jefe de la Casa Militar, con dos coches de custodia, se alejó de Olivos (sus dos edecanes, Ejército y Marina, anunciaron: "Si el doctor Frondizi ha dejado de ser presidente, nosotros hemos dejado de ser edecanes del presidente de la República”). La odisea de los diez días tenía un final predestinado: Martín García.
Un poco más alto de lo que volaba el avión que llevaba a un presidente argentino derrocado, un astronauta norteamericano John Glenn, acababa de dar tres vueltas a la Tierra en 294 minutos. A esa distancia y a esa velocidad, mirando la Tierra murmuró: “¡Que bello espectáculo!”.
Revista Panorama
29/7/1969
Caída de Frondizi
Caída de Frondizi
Caída de Frondizi

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