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Hipólito “Tuco” Paz
Mi querido amigo y director: Usted me ha pedido que le formule una interpretación de los resultados del escrutinio hecho por '“EXTRA” y publicados en el último número de su revista. Con mucho gusto paso a darle mí opinión: 1.Con respecto a la primer pregunta: “¿Debe el Gobierno tratar públicamente con Perón?, se pronuncian 16.542 por sí y 7.407 por no. Es decir, más del doble por la afirmación. La amplia mayoría que auspicia el diálogo con el general Perón, no en forma subrepticia o por conducto de emisarios crípticos como estamos acostumbrados a través de todos los gobiernos, demuestra, además de sentido común, madurez política. Porque desde hace 15 años la vida política oficial argentina reposa sobre una convención: la inexistencia del movimiento peronista. En vano la mayoría del país dice lo contrario. Con lo cual ocurre que sus gobiernos desconectados de la realidad, juguetes de mayorías efímeras o de programas improvisados sucumben sin pena ni gloria unos tras otros. La abrumadora mayoría que se pronuncia por el “sí", así lo entiende. En primerísimo lugar porque, según se ha dicho, el destino del hombre, políticamente hablando, depende de su capacidad de entablar relaciones con su prójimo. Y, sin perjuicio de lo anterior, porque disguste o irrite a una minoría, Perón es un hecho histórico, efecto de un proceso social-político-económico, cuya incidencia lo prueba su gravitación innegable en la Argentina de hoy, a quince años de su alejamiento. Y cuya impronta ha quedado en la legislación vigente. En fin, estimo que el “sí” a la pregunta significa esto: mientras nos empeñamos en no permitir el ajuste del mapa político del país a su cartografía política estaremos bordando un tejido de ilusiones que no puede rematar sino en el estancamiento, el desorden y, lo que es peor, en el caos. La votación de la minoría es ambigua. No se sabe si está en contra de todo diálogo público. De todas formas representa una actitud negativa; la de cerrarse a la conversación; la del temor y la inseguridad que revela el no querer cotejar las propias ideas con las ajenas; el olvido, en fin, de aquel lapidario pensamiento de Lord Acton: “El único hombre despreciable y condenable es el que no se encuentra en estado de transición”. 2. La segunda pregunta fue “¿Le daría un nuevo cheque en blanco a la Revolución Argentina mediante plebiscito?” La respuesta arrojó 16.521 votos por no y 7.428 por sí. Interpreto la respuesta afirmativa así: lo que la mayoría quiere significar es que hasta ahora no ha habido tal revolución argentina. Ha habido un cambio de gobernantes hecho al margen de la ley, ha habido —si se quiere— agitación pero no revolución. No importa cómo se la denomine porque las cosas son no por lo que se las nombra sino por lo que su naturaleza determina que sean. Inclusive, el reemplazo del Gral. Onganía por su sucesor pertenece más que al ámbito de lo político a la esfera del psicoanálisis freudiano: “la muerte del padre para reemplazarlo por la imagen más parecida a la suya”. El voto de la minoría tiene, para mí, también una explicación psicológica: el desinterés o la desesperación. Lo cual no es por cierto un síntoma auspicioso en un proceso político tal como el mundo hoy lo vive, ni son motivaciones recomendables para contribuir a su aclaración. 3.La tercer pregunta: “¿Quiere que los políticos vuelvan a gobernar?, dio como resultado: 14.823 por sí y 9.126 por no. La interpretación es aparentemente más compleja. En realidad, no. Lo que las dos respuestas vienen a significar es en el fondo lo mismo. La imagen de la pregunta que unos y otros se trazan es distinta pero la contestación es coincidente. Lo que ambas puntualizan es la crisis de los partidos políticos en general. Lo que el pueblo quiere para aquéllos son plataformas políticas (no necesariamente acordes) ajustadas al mundo de hoy, no al de ayer. Que expresen “la razón de ser" del país, que sean capaces de insuflar en sus habitantes el entusiasmo que es imprescindible para que una nación pueda marchar hacia adelante, que capitalice la fe de la juventud y le señale objetivos que hagan la vida digna de ser vivida. Las respuestas no son un “no” a la política y mucho menos a los civiles (ver respuesta a la pregunta anterior). Al contrario, la votación afirma una exigencia: la de mentalidades políticas con capacidad intelectual, con experiencia, imaginación y audacia y por sobre todo con sensibilidad que les permita captar, traducir y poner en práctica lo que el pueblo reclama. Que se sientan identificados con el país y, en primerísima instancia, ¡qué embromar!, que crean en él. Un abrazo Hipólito Paz Córdoba, noviembre 28 de 1970. EXTRA 12/1970 |