Mágicas Ruinas
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Todo queda en familia

El Cessna revolotea sobre el campo cubierto de trigo, parece a punto de arrollar a una majada de ovejas despavoridas, y finalmente se desliza por un callejón de tierra que desemboca en el hangar. Noel Werthein desciende: es una de las habituales visitas a sus estancias, un vasto dominio de casi cuarenta mil hectáreas, repartidas en cuatro provincias: La Pampa, Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba. Han pasado cincuenta años, exactamente medio siglo, desde que los Werthein desembarcaron a pocos kilómetros de allí, en esa misma pampa, en la recién nacida Miguel Riglos; entonces, todos los sueños de la familia cabían en el exiguo perímetro del almacén de ramos generales que inauguró la empresa. Después, el grupo iba a conseguir no solamente multiplicar los campos y las haciendas, sino también desbordar sobre la industria y las finanzas: hoy posee fábricas de televisores, de revestimientos para frentes, de jugos de frutas; controla una compañía de seguros y un banco. Y todo eso en dos generaciones.
Pero los Werthein siguen fuertemente enraizados en el campo; ahora, igual que en 1917, cuando el hermano mayor, Gregorio, llegó a Riglos. Sus métodos, aun los que aplican en una industria tan compleja como la electrónica, o en un negocio tan exquisito como el bancario, tienen una alta dosis de sagacidad campesina. Dice Noel Werthein (argentino, 55 años, casado, 3 hijos): “Cuántos problemas se habrían evitado con la filosofía del agricultor o el ganadero. Se precisa fe, paciencia y fuerza para llevar adelante una empresa, cualquiera que sea”. Para muchos expertos en administración, puede parecer un enigma el método Werthein. No para Noel: “La formación en un almacén de ramos generales es integral —explica—. Fíjese: uno aprende relaciones humanas, ventas, administración. Además, se acostumbra a saltar con agilidad de un rubro a otro. Sí, es una buena gimnasia”.
Y lucrativa: el núcleo inicial fueron 2.500 hectáreas en Riglos, a las que se sumaron, sucesivamente, 5.000 en Lonquimay, y 6.400 en Uriburu, siempre en La Pampa. En 1930, cuando la empresa ya se empinaba, recibió el primer sacudón; la gente, desilusionada del campo, emigraba masivamente a las ciudades. El almacén de ramos generales comenzaba a sentir el éxodo. Fue cuando los Werthein imaginaron su propio sistema de reforma agraria: para fijar los colonos a la tierra, distribuyeron 30.000 hectáreas situadas al sur de la provincia; cada uno recibió entre 100 y 150 ovejas, las necesarias para iniciar una explotación. Cobraron recién cuando los colonos recibieron un crédito del Banco de la Nación.
Después del traspié, los dominios aumentan. Como la familia: ya son ocho hermanos; y tres, Gregorio (nacido en Besarabia; fallecido en 1962), Numo y Noel se ponen al frente de la empresa que se convierte en sociedad anónima y termina por agrupar a siete estancias. Un total de 38.000 hectáreas, donde pastan 25.000 cabezas de ganado vacuno y 45.000 lanares. Anualmente, se siembran 12.000 hectáreas de cosecha fina y 8.000 hectáreas de maíz y sorgo. La producción alcanzó, en 1964-65, a 240.000 bolsas de trigo, cebada, centeno, avena y lino; y otras 200.000 de maíz, sorgo y girasol. El año pasado, el rendimiento bajó a la mitad por razones climáticas.
La segunda generación es la que empuja al grupo a la industria. Isaías, hijo de Gregorio, y Amoldo, hijo de Numo, son arrebatados por los estudios técnicos; surge así, naturalmente, la fábrica de televisores Dumont, con licencia exclusiva de Emerson Radio, de los Estados Unidos. El método Werthein hace sus primeras armas en la ciudad: es Numo, fogueado en las estancias, quien toma el timón del negocio. Poco después, las máquinas , también se multiplican: se alza una fábrica de tubos de rayos catódicos, especialmente autorizada por un manojo de importantes empresas internacionales, además de Emerson; Standard Kolsman, Allen Bradley, Westinghouse y otras.
La ciudad se doblega ante los Werthein: en 1957, el grupo entra en el negocio inmobiliario con la firma Galería del Obelisco. Primer objetivo: levantar un edificio de 12 pisos en Corrientes, entre Carlos Pellegrini y Libertad, constituido íntegramente por oficinas y galerías comerciales en su planta baja. Un piso se reserva para la administración de las empresas de la familia, que pronto engrosarían una compañía de seguros, La Defensa (en coparticipación con Levin y Arancet); una empresa de taxis aéreos, dueña de dos Cessna y un Aerocomander; una fábrica de revestimientos para paredes, Kenitex, que acaba de ganar la licitación para cambiar la piel externa de la Casa Rosada.
En 1963, Noel Werthein da un golpe de timón y avanza sobre otro campo: la exportación de frutas envasadas. Su hijo Pablo parte a Inglaterra y durante cuatro años estudia la nueva actividad: envasamiento, comercialización, exportación. En seguida se pone al frente de Marga, otra empresa Werthein. El producto es provisto por Citrex, una fábrica que el grupo controla juntamente con Clarfix.

Las finanzas
Pero el mayor desafío fue, sin lugar a dudas, el Banco Mercantil Argentino. La familia ya había probado fortuna en el negocio bancario; Gregorio llegó a ser presidente del Banco Israelita, en 1958, y director de El Hogar Argentino, después. Pero el encargado de aplicar el método, esta vez, era Noel. La experiencia era peligrosa: el Mercantil Argentino había llegado, en 1964, a arrojar un déficit de 111 millones, sobre un capital de 91 millones. La cartera de gestión y mora sumaba 250 millones. La entidad estaba pérdida entre las últimas del pelotón bancario.
El nuevo presidente decretó una severa austeridad. “Hay que economizar hasta el aire”, advirtió al personal el primer día. “Nunca pensé en la posibilidad de fallar —recuerda ahora—; por eso, me esforcé en insuflar a todos los empleados esa confianza.” El primer objetivo era la organización: había que convertirla en eficiente; después se trataba de espolear los negocios inmobiliarios y exteriores del banco, y modificar su imagen ante los olientes. Un año después, Werthein lograba recuperar el 70 por ciento de las pérdidas; este año, el banco cerrará su ejercicio con una utilidad igual a su nuevo capital, de 200 millones de pesos; los depósitos, impulsados por un trato personal, treparon a 3.800 millones. Casi un milagro.
Los negocios con el exterior crecieron hasta el punto de ubicar al Mercantil Argentino entre los primeros bancos del país; otro hermano de Noel, Julio, es el encargado de establecer y renovar los contactos con entidades de Europa y los Estados Unidos, especialmente. Julio Werthein (argentino, 47 años) viajó diez veces al exterior en los últimos dos años. Este movimiento dio sus frutos: el monto de operaciones en esta sección suma ahora entre 30 y 40 millones de dólares. El método Werthein fue exportado: las autoridades del Banco Israelita del Chaco, con sede en Resistencia, lo emplearon para reorganizar la entidad y aumentar sus negocios.
El Banco Mercantil proyectó a los Werthein en el mundo de las finanzas internacionales. David Rockefeller, presidente del Chase Manhattan, de Nueva York, fue invitado de Noel cuando visitó el país en 1965, para asistir a las reuniones del CICYP; últimamente, desfilaron por la entidad representantes del Barclays Bank, del Commerce Bank, de los Rothschilds franceses, del Israel Discount Bank. Las relaciones públicas internacionales incluyen invitaciones a Jacob Javits y Nelson Rockefeller.

Siempre el campo
Las finanzas, la industria, pueden ser más rutilantes; pero los Werthein siguen fieles a su único gran amor: el campo. Para construir una parrilla en el edificio del Banco Mercantil, en Corrientes y Riobamba, Noel ordenó instalar una chimenea que atraviesa varios pisos; a pocos pasos del obelisco. Numo (argentino, 67 años), prefiere el mate a cualquier bebida gaseosa. Incluso los más jóvenes miembros de la segunda generación alternan la universidad con los trabajos en las estancias. La continuidad del método parece estar asegurada. No es preciso forzar las vocaciones; Abel, hijo de Gregorio, después de cursar estudios de ingeniería electrónica volvió al campo; hoy es responsable de la administración de siete estancias: Los Robles, Chapultepec, El Pampero y El Descanso (La Pampa); Santa Elena (Buenos Aires); La Paz (Córdoba) y Santa Eufemia (Santa Fe). En materia de conducción, al menos, todo queda en familia.
Mientras el Ford bordea los charcos de los caminos de la pampa, Noel Werthein explica su filosofía: “El secreto está en conocer a las personas y saber encauzar sus virtudes. No concibo que un grupo humano no pueda amalgamarse en procura de un objetivo”. Después pasa a los problemas del país: “La mayoría subsisten porque nunca se intentó su solución. No se trata de enrolarse en actitudes heroicas, sino simplemente en adoptar una postura valiente”. Noel es el más impetuoso de la familia; Numo, en cambio, es más alegre, más romántico. En su juventud, Numo gustaba hacer teatro, y formó parte de varios elencos vocacionales.
Para los Werthein, lo único que necesita el campo son créditos. En Colombia, computan, los ganaderos se beneficiaron con un préstamo del Banco Mundial, para repoblar campos, sobre el que pagan el 4 por ciento de interés anual. “Aquí hay que pagar el 15 por ciento —agregan—; pero no solamente el dinero aumenta de precio, sino que también se vuelve más . escaso. En el quinquenio 1946-50, de cada 100 pesos invertidos en el campo, 25 provenían de créditos oficiales; hoy ese aporte bajó a 12 pesos.” En 1965, los créditos para toda la rama agropecuaria y las actividades pesqueras sumaron 150.000 millones de pesos. “Contra la ortodoxia de algunos economistas —recalca Noel Werthein—, deberían volcarse al campo créditos masivos, como medio más directo de acabar con la crisis. Esos créditos permitirían aumentar la producción, exportar más y, en consecuencia, incrementar el ingreso de divisas. El campo nunca ha defraudado.”
Pero la insensibilidad oficial no parece detener al grupo; más bien, le insufla más empuje, más audacia. Recientemente, una de las estancias, Los Robles, aumentó su flota de cosechadoras con 5 nuevas unidades. En Rufino, los medios modernos consiguieron aumentar los planteles de 1.500 a 7.000 vacunos, sin necesidad de extender los predios. La empresa compró animales en los Estados Unidos, por 35.000 dólares, y en enero repetirá la operación en Perth, Escocia.
Noel Werthein reconoce que los problemas abundan en el país, “pero las empresas que saben extraer lo mejor de su personal llegan, por lo general, a resultados positivos”. Su axioma es el emblema de la familia: “No hay malas empresas, sino malos empresarios”.
17 de enero de 1967-Nº 212
PRIMERA PLANA
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