Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

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EL JAZZ SE LLAMA BLACKIE
Cuando una jovencita de 17años canta en inglés los temas del jazz negro. Con 50 músicos y Eduardo Armani en el teatro Colón. "Heaven, Heaven"

Hace muchos años —ya casi no importa cuántos— escuchamos cantar, desde el escenario del Maipo, a una joven delgada, morocha, de ojos muy grandes. Su vestido lo había hecho un modista debutante, Jaumandreu, y en el piano, seguido por un cuarteto de cuerdas, estaba el entonces conocido galán del cine argentino Alfredo Jordán. Ella era Blackie, un nombre nuevo. Sus canciones, su estilo, su inglés legítimo, su cultura musical, eran elementos insólitos para la época. Entre tema y tema (“Cruxifixión”. “Heaven, Heaven”, “Water boy”, “Summertime”, etc.) colocaba justos comentarios para situar al público en el clima y la dimensión de sus spirituals.
Hace apenas un par de semanas volvimos a ver a Blackie. Largas horas de conversación en su departamento de la calle Córdoba, entre sus libros, retratos, discos, papeles y recuerdos.
"Me metí en el mundo del espectáculo —nos dice— en 1937, a través de un concurso que se hizo en la entonces Radio Stentor; yo era la aficionada número sesenta. Tenía 17 años, estaba llena de vida e ilusiones. Entré a trabajar en el Instituto Cultural Argentino Norteamericano, donde descubrí, revisando viejos papeles, un álbum llamado “Black espirituals”. En ese momento se selló mi destino en forma definitiva. Estudié piano. En Stentor canté durante tres meses, con la jazz “Los dados negros”. Después Vicente Sierra, director de Radio Municipal, me contrató. Debuté junto con Anita Serrano Redonet, que cantaba folklore. Sierra, a pesar de que nos llegaban cartas en contra, nos dijo: “No se preocupen; ustedes dos van a triunfar”.
Un día. mientras yo cantaba, entraron dos señores. Uno era Carlos López Buchardo, el otro Cirilo Grassi Díaz, director del Colón. Este me dijo: “Anda arriba, que te espera Eduardo Armani”. Decir Armani en aquel tiempo era decirlo todo: buen mozo, con fama de tenorio; yo fui con un miedo bárbaro. Cuando llegué Armani me miró, me pidió que girara y, con gran sonrisa, me dijo:
“Muy bien, mi hija, vas a cantar conmigo en los bailes de carnaval”. Fue la primera y única vez que se hicieron bailes de carnaval en el Colón. En el escenario había una tarima con Julio de Caro dirigiendo a 50 músicos, y en el otro, Armani, con otros 50. Me hizo hacer una falda negra y una chaqueta de satén blanco. Se apagaban las luces y me mandaban un foco mientras cantaba. Fue el momento del nacimiento del jazz negro en la Argentina.
“Un día Marcos Caplán me presentó a Luis César Amadori, y ahí salió mi debut en el teatro Maipo. Las estrellas eran Alicia Vignoli, Pepe Arias, Sofía Bozán, Aída Olivier, Alicia Barrié... Fue entonces cuando mi padre me dijo: “Hija, no se puede cantar a un pueblo sin convivir con él”. Estuve cuatro años en los Estados Unidos. Estudié literatura negra con Lagnston Huges, canto negro con Rosamond Johnson, economía política con Max Tergán. Y fui amiga de Albert Einstein y Eleanor Roosevelt. Además, frecuenté a los grandes del jazz: Duke Ellington. Count Basie. Louis Armstrong.
"En 1943 me casé con Carlitos Olivari. Lo conocí una noche en mi camarín del Maipo. Viví con él diez años inolvidables. Fue el hombre más luminoso que he conocido. Un día me llamó Miguel de Calasanz y me propuso actuar en televisión. Debuté con el fox “Tenías que ser tú” en “Tropicana”. Me pagaron 500 pesos. Una semana después me llamaron para otra actuación y me pagaron 1.000. Sueldo Piñeyro me convirtió en productora de televisión. Así nació “Cita con las estrellas”, un programa que duró largas temporadas. Después vino el ciclo “Volver a vivir” y los “festivales”. El resto es historia muy reciente y conocida”.

Revista Atlántida
junio de 1965

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