Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado
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Alfredo Alcón, maduro y extravertido, aceptó ser
el protagonista de un definitorio y comprometido juego de la
verdad. Hablamos de todo, sin vueltas ni tapujos: Dios, la pareja,
el psicoanálisis, su familia, sus actuaciones en las que, al decir
de algunos, "siempre hace de Alcón", el país y hasta sus
cuestionadas declaraciones an la reunión de los actores con López
Rega. Le gusta teorizar sobre su oficio; casi tanto como hablar de su casa, de sus objetos queridos, de sus cuadros. Le gusta algo menos tratar de aprehender, en lo que él mismo llama sus "divagues", la compleja esencia del amor, de la pareja. Y, decididamente, trata de escaparse —buscando cajitas de fósforos imaginariamente lejanas o perdidas; fumando incansablemente o mordisqueando una manzana—, cuando le pido los nombres propios de sus afectos y hasta de sus personajes mejores y peores. Sin embargo, ya no es aquel Alfredo Alcón introvertido y complejo con quien costaba bastante hilvanar un diálogo. Lo veo más seguro, más “suelto", más abierto, y pienso que ese cambio es la impronta de una madurez que se traduce físicamente en esas dos líneas que se marcan a los costados de su boca, como para desmentir la innegable vocación de Dorian Gray de su rostro y de su cuerpo. Madurez, balance, extraversión: buenos puntos de partida para nuestra charla. —Sí, yo también me noto más abierto. Desde hace un tiempo dejé de interesarme sólo en lo que a mí me pasaba, para interesarme también en lo que le pasaba a los otros, que es, además, una forma de enriquecerse y de descubrirse a sí mismo. Puede ser que ese proceso sea, como vos decís, paralelo al logro de una mayor seguridad, que, para mí, sólo se alcanza cuando uno es capaz de decirle a cualquiera —no únicamente a un amigo íntimo, o a su pareja—: "Tengo miedo, me siento inseguro". Creo que ahora estoy empezando a ser realmente una persona, porque me atrevo a mostrarme tal cual soy. No quiero tener eso tan horrible que se llama "imagen". Si estoy de mal humor, no lo oculto; y si tengo ganas de ver a alguien, no espero a que ese alguien sea quien me llame... Yo, por lo general, necesito estar comprobando permanentemente que me quieren, que me estiman. Pero, ahora, también necesito demostrar mi cariño, cosa que antes no hacía por pudor o por eso que se llama timidez y que no es, en el fondo, más que una gran comodidad. Sí, me siento más libre, más alegre, porque todo lo que pasa y me pasa me interesa. —¿Tu actual soledad te ha dado paz, tranquilidad? —Sabés que pasa, que en una pareja las cosas suelen encararse mal. Uno no se muestra tal cual es delante del otro y el otro hace lo mismo: se disfraza de lo que uno quisiera que fuera para agradarte. Entonces puede que todo se acabe porque ninguno de ios dos se anima a ser quien verdaderamente es. No, no podría decirte si eso fue lo que me pasó a mí.. . Todas mis relaciones nacieron bien, florecieron y se fueron terminando. .. Quizás el amor sea así Dara mí. . . Pero yo sé que el amor "para toda la vida" existe, porque lo vi de cerca desde chico y hasta ahora: a los 80 años mis abuelos seguían queriéndose y peleándose como novios. . . No, nunca hablé de esto con ellos. .. Siempre fueron seres muy simples, capaces de sentir, pero no de explicar sus sentimientos. . . —Claro, explicarlos es, de algún modo, intelectualizarlos, y quizás, eso no ayude al amor. . . Probablemente no todo sea sucep-tible de ser analizado. . . —Mirá, yo, desde un punto de vista médico, nunca me analicé, no sólo porque no sentí la necesidad de hacerlo sino porque pienso que quienes lo hacen viven mal, con miedo, porque no se atreven a dar un paso sin consultarlo, sin interpretarlo.. . Antes la gante tenía fe en la religión; ahora tiene fe en el análisis o en las dos cosas, porque siempre existe la necesidad de tener un guia, alguien que nos ayude a encontrar el camino limpio antes de dar un paso. Pero ocurre que es imposible dar un paso totalmente limpio, totalmente seguro. . . —¿Cuál es tu fe? —Tengo fe en que estoy vivo. Tengo fe en este calorcito que siento por dentro. . . —¿Creés en Dios? —Tengo necesidad de Él. Me gustaría que existiera porque eso implicaría la existencia de la inmortalidad y a mí me gustaría no morir... Pero, de todos modos, yo sé que algo mío, mi núcleo, ese pedacito mío que yo siento entre el pecho y el tórax, va a seguir siendo. . . —¿No relacionás esa idea, de algún modo, con la de continuarte en un hijo? —Eso es otra cosa. Porque un hijo es una parte de uno, pero que se vuelve un individuo totalmente independiente. Lo que yo digo, soy yo mismo que sigo estando por ahí... —¿De quién te sentís más cerca en este momento? ¿Ante quién te animás a mostrarte más solo, más despojado, más inseguro? —Con todo el mundo. Con vos no tengo tanta amistad y te digo lo que me sale sin pensarlo. En ningún momento trato de mostrar la imagen de un tipo seguro... ¿Una única persona? No, no la hay. Si la hubiera estaría enamorado. —¿Con quién vivís? —En este momento con mi madre y con mi abuela, pero a fin de año se mudarán al departamento que les compré en el primer piso. De todos modos yo conservo mi independencia porque la casa es muy grande (originariamente eran dos departamentos) y cada uno puede hacer su vida. No, no creas que he vuelto a ser el niño mimado de la infancia. . . Mi madre y mi abuela son muy castellanas: te pueden querer mucho, pero no te lo demuestran... Cuando se muden terminaré de arreglar la biblioteca y los dormitorios. . . Sí, todo lo que ves lo elegí yo, salvo los dos muebles antiguos, que los compró Norma. Lo más nuevo son los cuadros de Ludueña, de Barragán y de Forte... Ese espejo dorado a la hoja me lo regaló Beatriz Guido. —¿Te gusta ocuparte de la casa. . . armonizar los colores para darle vida, color. . .? —Sí. De pronto no me importa cómo salgo vestido, voy de cualquier manera, pero en casa me importa estar rodeado de objetos que me gusten, que yo quiera. Una vez alquilé un departamento amueblado y no podía vivir. Todo era muy lindo, pero ajeno. .. Sentía que las cosas me decían: "¿Qué hacés acá?", y que yo les preguntaba lo mismo. . . —¿Todavía te sigue molestando tener que ir a comprarte ropa? —¡Sí! Siempre digo "Voy mañana...” Y, de pronto, tengo que ir a un lado bien vestido y no tengo qué ponerme... Tengo un solo traje de invierno, de terciopelo, que compré hace cinco años en España. A partir de "La maffia” lo usé en todos los estrenos... ¡Menos mal que el género es bueno y no se nota que está gastado! Además, ahora aunque vaya todo roto nadie va a pensar que es porque no tengo otra cosa. . . —¿Qué me contestás si te digo que casi siempre trabajás de Alfredo Alcón? —Y. . ., que puede ser. Que yo trabajo de Alfredo Alcón porque todos trabajamos de lo que somos. Yo quiero decir algo, que no sé exactamente qué es —si lo supiera seria autor— y elijo un determinado personaje para decirlo. A través de él me muestro a mí mismo. —Eso suena demasiado egocéntrico. Yo pienso que, justamente, la capacidad de un actor está en interpretar roles con los que no se identifique necesariamente. Si no, todo no es más que una proyección personal. —Exactamente. El arte es una proyección de quien lo hace. Y a todos los actores del mundo les pasa lo mismo. Si uno trabaja de asesino, por ejemplo, tiene que tratar de encontrar a ese otro, al asesino, en si mismo. Lo que pasa es que unos actores lo hacen mejor que otros... Si no encontrás en vos al asesino, lo vas a hacer muy mal; y si lo encontrás, vas a contarle al público cómo serías vos si fueras asesino. Fundamentalmente me refiero al teatro. En cine, en TV, yo no elijo el tema. —Si lo hicieras, de acuerdo con lo que me has dicho, tendrías que trabajar muy poco. —Fíjate que yo trabajo muy poco. Una película por año, raramente dos, y cuando filmo no hago teatro. Quiero hacer cosas que me enriquezcan. —Tu situación económica te permite darte ese lujo. . . —Sí, en este momento puedo decir que en ese sentido soy un privilegiado, con todas las responsabilidades y las cosas buenas que supone el serlo. Pero, a veces, hago cosas que me gustan poco... c que no me hacen sentir bien cuando las veo... El personaje de "Los siete locos”, por ejemplo. Lo hice con todo amor, pero a la gente no le llegó, y a mi eso me hizo un "agujero” muy grande... ¿"El pibe Cabeza”?... No sé. . . Sentí que hice lo que me pedia el personaje, pero no creo que haya sido un buen trabajo... Lo de "Nazareno” gustó muchísimo, pero si me hubieran dicho lo contrario te juro que lo habría aceptado, porque. ¿cómo hacés para saber cuál es la verdad? No tenés ningún patrón objetivo —como lo tiene un científico— para medirla. —¿Para vos todo se vuelve más pesado, más complicado porque muchos te consideran "el” mejor actor? —No, ni yo lo pienso, ni creo que nadie lo piense seriamente. En el arte no hay "el” mejor; y no, no me digas que hago frases... Lo que hace Luppi no lo puedo hacer yo, ni lo que hizo Alterio en "La tregua”... Además nuestro oficio es muy desprotegido, porque no existe la posibilidad de perfeccionar lo que uno hace. Y vuelvo a referirme, fundamentalmente, al teatro, que es donde el fenómeno "actor” se da en su totalidad porque hay gente en el escenario y frente a él compartiendo un tiempo único e irrepetible. En el cine, en cambio, el creador es el director... —¿No ejercés a veces una exagerada autocrítica? —Yo sigo trabajando porque no sé hacer otra cosa, pero, si pudiera, no trabajaría más. Me da mucha bronca cuando hago mal un personaje que quise mucho. Sí, tenés razón, la falla no es deliberada y está dentro de las reglas del juego, pero, así y todo, es terrible, es como una traición, como matar un pedazo de vos mismo. —Pero no podés vivir cada noche de teatro tal frustración, porque te aniquilarías. . . —Lo único que te salva es la esperanza de que a la noche siguiente pase algo, que te acerque un poco más a lo que quisiste dar. . . —¿Los años de profesión te han dado inseguridad? —Sí, y eso es lo bueno que tiene este trabajo. Porque, paralelamente, me siento más responsable: si yo elegí esto tiene que servir para algo. No puede ser que uno se convierta sólo en un actorcete de éxito. Mirá, hace poco, en Córdoba, di un recital de poemas en un café-concert y, cuando estaba leyendo uno de González Tuñón, sentí algo muy lindo, como si todos estuviéramos abrazados, como si yo estuviera dando calor con ese texto. —¿Cómo te afecta la situación de nuestro país? —En todos los proyectos de trabaje, En películas que no sé si se van a hacer, en obras de teatro que no se pueden montar porque son caras y, además, porque no sabemos si la gente va a poder ir al teatro. Algo que, naturalmente, es inevitable: sería absurdo que el cine y el teatro se mantuvieran al margen de la crisis. —Y personalmente, ¿cómo te afecta? ¿Ha variado tu ritmo de vida? —Como te dije, yo he trabajado poco, de modo que no junté mucha "guita” Hasta ahora he vivido al día. Tengo este departamento, un auto y una deuda por el departamento de abajo que espero que me ayudará a cancelar la película que Torre Nilsson piensa empezar a mediados de octubre. De todos modos sé que estoy mucho mejor que otra gente que trabaja más que yo... En cuanto a mi ritmo de vida, siempre fue muy tranquilo. Claro que ahora pienso un poco antes de comprar un libro o un disco y, seguramente, no podría comprar cuadros de Ludueña o de Barragán... —No sólo se filma poco por problemas económicos, sino también de censura... —Mirá, sobre eso se ha dicho mucho y, como nunca sirvió de nada... ¡que sigan los censores hasta que se harten! Pero el cine es como el país, y a pesar de todos los problemas se hace "La Raulito”.. Y en teatro se está dando "Tío Vania”, se estrena "El gran deschave”, y cuando yo hice con María Rosa Gallo teatro leído el Cervantes se llenó como nunca. . . Nuestra necesidad de querer hacer cosas nos va a salvar. .. Tenemos una riqueza interior que va más allá de la pobreza. . . La gente es fuera de serie. . . Sabes, no tengo ninguna gana de irme. . . Afuera me tratan muy bien, pero acá está lo mío. . . Cada lugar, cada calle tiene una historia, tuya o de un amigo. . . En otra parte siempre flotás como un corcho. Además, si tengo un departamento que me gusta, un auto, cuadros, es porque la gente de mi pais me dio su confianza, su aplauso, su apoyo. . . Y en un momento en e| que no nos va bien, me haría mucho mal irme. . . Un dia, luego de recibir aquella amenaza, senti que quería quedarme y que, además, no podía seguir viviendo con un guardia permanente en mi casa y otros abajo, en la entrada... Hasta entonces había vivido enajenado, sin entender nada. .. No sé, en esos momentos podés hacer y decir cualquier cosa y después pegarte un tiro, como hizo John Garfield cuando declaró contra su mejor amigo. . . Cuando fui a la reunión con López Rega, ya hacía rato que andaba sin custodia. . . Recién tuve una cabal noción de lo que pasó ese día, de mis declaraciones, cuando dos señoras con las que me crucé al entrar en "Edelweis”, noches después, dijeron: “Ahí va Alcón, el lopezrreguista”... Les contesté una grosería, pero justo en ese momento tomé conciencia de que había actuado como un imbécil... ¿Por qué dije lo que dije? Te juro que porque creí todo lo que López Rega declaró en la reunión... Imaginate que con lágrimas nos preguntaba: "¿Adónde tengo que llamar a Alterio para que vuelva?”, mientras nos pedía que le dijéramos "simplemente José” y nos prometía que, a pesar de no ser de su incumbencia, se ocuparía de todos nuestros problemas. .. Sí, fui un imbécil, y a mi edad eso es bastante triste y lamentable. . . NELLY LOERI Fotos: Ricardo Alfieri (h) Gente y la actualidad 25.09.1975 |