Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

¿HAY VIDA EN OTROS PLANETAS?
EL ESPACIO HA DEJADO YA HACE TIEMPO DE SER UNA NEBULOSA, UN MISTERIO RESERVADO SOLO A LA CIENCIA FICCION. EL HOMBRE ACTUAL ESTA DISPUESTO A DEVELARLO PARA SABER SU EXACTA DIMENSION EN EL UNIVERSO Y LA POSIBILIDAD DE COMUNICARSE CON OTROS SERES INTELIGENTES HABITANTES DE OTROS MUNDOS. RECIENTEMENTE, LA APARICION DE PLATOS VOLADORES EN MAR DEL PLATA, EL PROXIMO LANZAMIENTO DE COHETES RUSOS PARA EXPLORAR Y FOTOGRAFIAR EL PLANETA MARTE, EL CASI OBSESIONANTE INTERROGANTE DE SI ES POSIBLE QUE EXISTAN SERES SEMEJANTES AL HOMBRE MAS ALLA DE LA TIERRA, NOS HA LLEVADO A PUBLICAR EL ULTIMO CAPITULO DEL LIBRO "VIDA EN EL UNIVERSO", DEL ASTRONOMO ARGENTINO Y PROFESOR DE LA FACULTAD DE CIENCIAS EXACTAS Y NATURALES DE LA UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES, CARLOS M. VARSAVSKY, PUBLICADO HACE MUY POCOS DIAS POR EL CENTRO EDITOR DE AMERICA LATINA, QUE DE ESTA MANERA HACE SU SEGUNDO APORTE A LA APASIONANTE BIBLIOTECA FUNDAMENTAL DEL HOMBRE CONTEMPORANEO. CREEMOS QUE LA LECTURA DE ESTA TRANSCRIPCION TEXTUAL PUEDE HACERLE REVER MUCHOS ESQUEMAS Y VIEJAS CONVICCIONES. FUNDAMENTALMENTE QUEDA UNA PREGUNTA EN PIE, PARA QUE USTED MISMO TRATE DE CONTESTARLA: ¿QUE SENTIRA EL HOMBRE UNA VEZ QUE SE DEMUESTRE QUE NO ES NI CENTRO, NI UNICO EN EL UNIVERSO?"
EL LIBRO, EN SU TOTALIDAD, ES UN EJEMPLO DE LUCIDEZ Y CLARIDAD.
UN VERDADERO HALLAZGO.

Nuestro planeta alberga vida desde hace aproximadamente tres millones de años. Sin embargo, hace apenas 50 años que tenemos un desarrollo tecnológico suficiente como para detectar mensajes de radio provenientes de otras civilizaciones.

Se puede argumentar que el hombre va a aprender a coexistir pacíficamente, que su tecnología se va a desarrollar cada vez más y se va a poner al servicio de un mundo mejor, prácticamente un sistema solar mejor porque pronto llegaría el día en que comenzaríamos a poblar nuestros planetas vacíos. El extremo del optimismo sería la afirmación de que nuestra civilización puede subsistir hasta que la destruya un cataclismo natural. Y aun si nuestra civilización se autodestruye a corto plazo, no hay por qué pensar que todas las civilizaciones de la Galaxia sean igualmente idiotas.

Es posible hacer ciertas estimaciones de lo que puede tardar una civilización en ser destruida por hechos naturales. Esos hechos naturales pueden ser bastante variados. Una posibilidad es la explosión de la estrella alrededor de la cual gira e| planeta donde está radicada la civilización; otra posibilidad es la colisión del planeta en cuestión con algún otro cuerpo celeste; por ejemplo, en el caso de la Tierra, podría ocurrir el choque con un cometa o con un asteroide muy grande, que podría llegar a destruir casi totalmente la vida terrestre. Otra posibilidad sería la explosión, no ya de la estrella alrededor de la cual gira un planeta, sino de alguna otra estrella no muy lejana que produzca e| fenómeno que hemos descripto como supernova. Esa supernova al explotar emite al espacio una cantidad de radiación suficiente como para matar cualquier civilización que se encuentre a una distancia del orden de los 100 años luz. De modo que en caso de explotar una supernova en la vecindad de la Tierra, por ejemplo, desaparecería por lo menos todo tipo de vida expuesta a la radiación. Es decir, se eliminaría cualquier ser vivo, excepto los que viven en la profundidad de los océanos.

Y entonces este grado de desarrollo actual que tardó 3.000 millones de años en alcanzarse, sería destruido en pocos minutos por un hecho natural. Y hechos naturales de este tipo no son tan raros, más aún, sorprende un poco que no haya ocurrido algo así en la Tierra. Algunos científicos sostienen que efectivamente ha ocurrido y que la desaparición, por ejemplo, de los grandes animales en la época precámbrica, se debe justamente a la explosión de una supernova, en la vecindad de nuestro planeta, que puede haber acabado con una gran cantidad de especies especialmente sensibles a la radiación.

Una supernova que no explote lo suficientemente cerca como para destruir todo, puede, sin embargo, llegar a causar suficiente radiación en la superficie terrestre, como para esterilizar o producir serias mutaciones en una cantidad grande de animales. Y especies enteras pueden haber desaparecido repentinamente, simplemente por los efectos de la explosión de una supernova relativamente lejana, que irradió sobre la Tierra con dosis que para esas especies resultaron letales. O si no directamente letales, suficientes como para esterilizar a los representantes de esa especie.

De modo que una civilización tiene una serie de peligros que la acechan provenientes del exterior, peligros contra los cuales sería extraordinariamente difícil precaverse. Además, la explosión de una supernova es algo totalmente imposible de predecir, al menos con el grado de conocimientos que tenemos en la actualidad.

Sería difícil concebir que civilizaciones, aun tecnológicamente bastante más desarrolladas que la nuestra, pudiesen protegerse de fenómenos naturales de este tipo. (Defensores del choque con un cometa o con un asteroide es mucho más fácil. Se lo "ve venir" con meses de anticipación y podría destruírselo antes de la colisión bombardeándolo con cohetes provistos con explosivos termonucleares. Por una vez en la historia de la civilización el poderío militar podría llegar a ser útil al hombre).

Con todo, teniendo en cuenta la totalidad de los fenómenos naturales que pueden llegar a destruir una civilización, podríamos asegurar que la posibilidad que tiene una civilización de sobrevivir a fenómenos de este tipo es, por lo menos, de varios millones de años. De modo que la fracción de tiempo que un planeta puede albergar una civilización sería mucho mayor que la que hemos mencionado hace un momento. Tendríamos que dividir algunos millones por 3.000 millones, o sea que llegaríamos a una probabilidad del orden del 1 en 1.000. En otras palabras, uno de cada mil planetas capaces de albergar vida podría tener en este momento una civilización inteligente.

Vemos entonces que los peligros naturales que nos acechan nos permitirían vivir varios millones de años con un alto grado de desarrollo tecnológico. ¿Seremos capaces de hacerlo?

A muy pocos años de estar en condiciones de recibir mensajes extraterrestres, más aún, todavía antes de estar en condiciones de recibir mensajes extraterrestres, ya el hombre encontró la manera de destruir su propia civilización. En este momento hay un arsenal de bombas de hidrógenos capaz de destruir totalmente no sólo al hombre sino también prácticamente todas las especies animales y vegetales, salvo aquellos protegidos por las aguas del océano.

Si vamos a ser capaces de vivir con ese arsenal atómico durante un millón de años más sin utilizarlo, o si nos vamos a auto-destruir dentro de 100 años, es algo que nadie puede predecir. De modo que todos los cálculos que hagamos sobre la posibilidad de comunicarnos con otras civilizaciones tienen necesariamente que estar basados en la suposición de que las civilizaciones que existen en el universo han sido lo suficientemente inteligentes como para, no sólo desarrollar su tecnología, sino también desarrollar la capacidad de sobrevivir a su tecnología.

Cualquier civilización que haya llegado al estado de tecnología suficiente como para enviar o recibir mensajes a otras civilizaciones, tiene forzosamente que haber llegado a descubrir todos los secretos de la física nuclear que nosotros conocemos, tiene forzosamente que haber llegado a la posibilidad de construir bombas de hidrógeno. Y, por lo tanto, cualquier civilización que esté en condiciones de ponerse en contacto con nosotros tiene forzosamente que poseer un arsenal nuclear, a menos que haya decidido firmemente no poseerlo. De modo que como ya dijimos, tenemos que decidir si vamos a ser optimistas o pesimistas con respecto a la capacidad humana, o de seres semejantes a los humanos que existan en otros planetas, de sobrevivir a su propio desarrollo tecnológico.

Si nos ponemos en pesimistas y decimos que una civilización, dentro de los 100 años de descubierta la bomba de hidrógeno se autodestruye, entonces no vale la pena seguir pensando ni calculando en que es posible comunicarse con ninguna civilización extraterrestre. Simplemente, la vida de esa civilización tecnológicamente desarrollada sería tan breve comparada con el espacio de tiempo que necesita un planeta para desarrollar una civilización, que no habría prácticamente ninguna posibilidad de detectar otra civilización que no sea la nuestra.

De modo que vamos a adoptar la posición fundamentalmente optimista, opuesta a la que adoptamos en el primer capítulo, y vamos a suponer que una civilización una vez que alcanza el desarrollo tecnológico que tenemos nosotros, o superior al nuestro, es capaz también de desarrollar algún sistema de autoprotección que le permita sobrevivir hasta que algún hecho natural la destruya. Y en ese caso podemos aceptar que una civilización típica puede llegar a perdurar sobre su planeta varios millones de años.

Una vez que aceptamos que hay un cierto número de civilizaciones en la galaxia, conociendo las distancias que separan a las estrellas de la galaxia entre sí podemos calcular de inmediato la distancia media que tiene que haber entre dos civilizaciones. Llegamos a la conclusión que esa distancia es del orden de unos pocos cientos de años luz.

Digamos para ser pesimistas (dentro del optimismo que acabamos de señalar) que la civilización extraterrestre más cercana a la nuestra no puede estar a más de 500 años luz. Y puede estar, en realidad a distancia menor. Establecida, entonces, esa distancia, nos quedaría por ver, en la parte final de este libro, qué posibilidades hay de establecer comunicación con una civilización que se encuentre a una distancia de unos pocos cientos de años luz.

En especial trataremos de establecer la relativa facilidad que existe para comunicarse por medio de señales luminosas o de radio o por medio del envío de vehículos. Estos son, justamente, los dos tipos posibles de comunicación. El envío de señales consiste en transmitir de una civilización a otra, a través del espacio vacío, ondas electromagnéticas que pueden ser de los dos tipos recién mencionados: luz u ondas de radio.

Por otro lado, una civilización puede enviar al espacio vehículos, que pueden estar o no tripulados. Como ya hemos visto en el capítulo anterior es muy probable que en el sistema solar no exista ninguna civilización desarrollada. De modo que al hablar de establecer contacto con otras civilizaciones nos estamos refiriendo a civilizaciones que están posiblemente a algunos cientos de años luz.

Vamos a tratar de determinar en los párrafos siguientes hasta qué punto es creíble que otras civilizaciones, a distancias como las recién mencionadas, puedan haber enviado hasta la Tierra vehículos identificables con los así llamados platos voladores.

En el análisis que sigue no nos detendremos en dificultades técnicas; supondremos que, desde el punto de vista tecnológico, una civilización extraterrestre es capaz de hacer cualquier cosa.

Lo único que vamos a respetar son las leyes fundamentales de la Física. Ningún grado de tecnología puede violar ciertas leyes sobre las cuales hay acumulada abundante evidencia de su cumplimiento en todo el Universo observado. Ninguna tecnología puede violar la segunda ley de la termodinámica (la imposibilidad del movimiento perpetuo), y ninguna tecnología puede superar la relatividad (imposibilidad de superar la velocidad de la luz).

Pero sí vamos a aceptar que existe en el Universo, y a una distancia no exageradamente grande de nosotros, alguna civilización que tiene un desarrollo tecnológico tal que le permita hacer cosas todavía impensables para nosotros. Y vamos a ver si esa civilización puede habernos hecho llegar mensajes mediante señales de luz o de radio, y si puede haber enviado hasta nosotros vehículos tripulados.

Las ondas de radio tienen enormes ventajas sobre el envío de vehículos. La primera es que viajan con la velocidad de la luz, es decir, a 300 mil kilómetros por segundo, velocidad que es inalcanzable por ningún tipo de cuerpo material. Podría argumentarse que no es una ventaja muy significativa, ya que es concebible que un vehículo se mueve con una velocidad de, por ejemplo, el 99 % de la velocidad de la luz.

Pero entonces enfrentamos un problema muchísimo más grave: el de la cantidad necesaria de energía para enviar vehículos a distancias interestelares, la cual es enormemente más grande que la que se requiere para enviar una onda electromagnética. Una tercera ventaja de las ondas electromagnéticas reside en que la tecnología necesaria para captarlas o enviarlas al espacio tiene que haberse desarrollado antes que la tecnología necesaria para el envío de vehículos espaciales.

Es evidente que una tecnología sólo se puede desarrollar una vez que se conocen los principios físicos básicos sobre los que la tecnología se apoya. No se puede empezar a construir una bomba de hidrógeno si antes no se desarrollan ciertos conocimientos sobre la estructura de los núcleos atómicos.

Ahora bien, las leyes fundamentales de ¡a Física no se pueden descubrir en un orden cualquiera. La ciencia tiene que avanzar construyendo, sobre ciertos principios ya conocidos, otros más elaborados. Es así que el electromagnetismo, que es la rama de la Física necesaria para poder desarrollar la tecnología del envío de ondas de luz o de radio al espacio, debe obligatoriamente ser previa a la Física atómica y a la Física Nuclear.

Igualmente, no se puede pensar en desarrollar vehículos espaciales, sin desarrollar previamente el electromagnetismo, ya que una civilización que dispara un cohete precisa instrumentar el cohete, comunicarse con el cohete; seguir su trayectoria mediante una computadora electrónica que requiere, a su vez, un conocimiento previo de las leyes del electromagnetismo.

De modo que no se pueden desarrollar vehículos espaciales si no se domina primero la emisión y la recepción de ondas electromagnéticas. Y es inevitable que cualquier otra civilización haya descubierto las ondas electromagnéticas antes de estar en condiciones de enviar un vehículo al espacio.

Tenemos ya tres ventajas de la onda electromagnética sobre el vehículo espacial: su velocidad, que no puede ser alcanzada por la de ningún vehículo, sus requerimientos energéticos enormemente menores para alcanzar una distancia dada, y el hecho de que necesariamente tienen que haberse empezado a desarrollar técnicas para su emisión y recepción antes de que pudiesen empezar a desarrollarse las técnicas de los lanzamientos espaciales. Veamos en detalle el problema energético, que es el más cruel.

Si la raza humana deseara establecer comunicación por medio de ondas electromagnéticas con una civilización extraterrestre, estaría ya en condiciones, o podría estarlo muy pronto, de enviar señales de radio al espacio interestelar. Un esfuerzo internacional podría producir en pocos años los transmisores necesarios.

Ahora bien, si se desea establecer contacto por radio con una estación receptora cualquiera, el personal de la estación receptora necesita conocer la frecuencia a transmitir, ya que de lo contrario sería muy difícil encontrarse.

Las posibles longitudes de onda en las cuales se puede establecer comunicación son muchísimas, y sería prácticamente imposible establecer comunicación con civilizaciones extraterrestres por medio de las ondas de radio, aunque esas civilizaciones fuesen muy numerosas, si no pudiésemos ponernos de acuerdo sobre qué frecuencia transmitiremos y recibiremos.

Pero, ¿cómo hacer para ponernos de acuerdo en una frecuencia si no establecemos contacto con esas civilizaciones y les decimos en qué frecuencia vamos a transmitir? Afortunadamente en el espectro de radio existe una radiación natural que es detectable en cualquier lugar de la galaxia y que tiene una frecuencia muy específica; esta frecuencia es de 1420 megaciclos (corresponde a una longitud de onda de 21 cm.), y es emitida en forma natural por e! átomo de hidrógeno.

Cualquier civilización que desarrolle un receptor de radioastronomía tiene que ser capaz de detectar esa emisión del átomo de hidrógeno. Y tiene que poder verificar rápidamente que es la emisión natural mejor definida y más intensa que existe en la galaxia.

Entonces es lógico suponer que cualquier civilización con un cierto desarrollo tecnológico construya radiotelescopios y receptores capaces de detectar esa radiación natural. Por lo tanto, la frecuencia que corresponde a esa radiación sería la apropiada para establecer contacto.

Las razones que acabo de dar no son las únicas. Ocurre además que esa radiación cae en la parte más "limpia" del espectro. Limpia en el sentido de que ondas de radio de mucha mayor longitud son absorbidas por las ionósferas planetarias y ondas de radio de menor longitud, por el agua. De modo que la frecuencia de 1420 megaciclos es práctica porque se transmite libremente por el espacio, a distancias incluso extragalácticas, además de serlo porque debemos suponer que cualquier civilización con un cierto grado de desarrollo tecnológico tiene que conocerla.

Es interesante señalar que la potencia total que recibe la Tierra proveniente de toda la galaxia en la línea de 21 cm, es de apenas 1 watt. Y todos los conocimientos que nosotros hemos adquirido sobre el universo a través de la recepción de la línea de 21 cm, corresponde a una energía de aproximadamente uno o dos ergios, recibida desde el momento en que esa radiación fue descubierta, en 1951,

Uno o dos ergios es aproximadamente la energía que se necesita dar al dedo para hacer caer la ceniza de un cigarrillo. Es muy importante recalcar esto: toda la información radioastronómica que hemos extraído del universo ha llegado en mensajes cuyo contenido total de energía es del orden de la necesaria para hacer caer la ceniza del cigarrillo.

En otras palabras, recibiendo una cantidad fantásticamente pequeña de energía, es posible recibir una cantidad fabulosa de información. Con muy poca energía que llegue a una civilización extraterrestre, se pueden enviar mensajes sumamente complicados que contengan una gran cantidad de información.

Ahora bien, ¿qué potencia necesitamos transmitir para que llegue un ergio a una civilización extraterrestre? La potencia requerida es del orden de los megawatts. Ya existen en la Tierra radares capaces de transmitir aproximadamente un megawatt. Con las antenas más grandes que poseemos en este momento, dirigiéndolas hacia una estrella en particular, podríamos hacer llegar señales detectables a distancias del orden de los cinco a los diez años luz. Y si quisiésemos llevar a cabo un esfuerzo conjunto, internacional, para llegar a civilizaciones extraterrestres con nuestros mensajes, en muy pocos años estaríamos en condiciones de llegar a cualquier civilización que se encuentre hasta cien años luz de distancia.

Eso, en cuanto a nuestra posibilidad de transmitir mensajes. En cuanto a recibir, la situación es mucho más simple. Desde hace diez años que tenemos antenas y receptores capaces de recibir mensajes de cualquier civilización que pueda encontrarse a 100 años luz de distancia. Hasta ahora no se ha hecho ningún esfuerzo internacional para detectar esas señales.

Hubo un solo caso, el llamado proyecto Ozma, en los Estados Unidos; durante varios meses se trató de detectar señales provenientes de algunas de las estrellas que están entre las que más posibilidades presentan de tener planetas habitados a su alrededor. No es un proyecto especialmente costoso, pero por supuesto es un proyecto que puede no dar ningún fruto en muchas décadas y por eso se abandonó. Pero si tal vez llegáramos a despreocuparnos un poco de los problemas de la política internacional, se podría pensar seriamente en establecer una especie de patrullaje de este tipo.

Una civilización muy poco más desarrollada que la nuestra, encontrándose a 100 años luz de distancia, ya podría estar enviándonos mensajes que nosotros podríamos ser capaces de detectar y de descifrar. Los mensajes deberían estar construidas por pulsos en la frecuencia de 1.420 megaciclos, pulsos que deberían ser fácilmente reconocibles con respecto a la señal natural de la galaxia, en la misma frecuencia. No es nada difícil imaginar algún código que pueda ser reconocido por cualquier civilización.

Hay ciertas constantes universales que es posible transmitir en un código tal que, cualquiera sea el lenguaje que hable una civilización extraterrestre, el código pueda ser descifrado. Por ejemplo, una civilización con cierto grado de desarrollo tiene que conocer el número 'pi' es decir, el cociente entre la circunferencia y su diámetro, que es universal; otra civilización no lo llamará 'pi' , ni será 3,1416
su valor numérico, pero es posible codificarlo de manera tal que pueda ser reconocido por cualquier civilización, cualquiera sea su sistema de numeración.

Esta, y otras constantes universales podrían constituir los primeros mensajes intercivilizaciones. (Puede parecer más bien estúpido todo ese esfuerzo para transmitir el valor de 'pi' a 100 años luz de distancia, a individuos que de todos modos ya lo conocen. Pero todo es empezar. Considerando que el mensaje tardaría 100 años en llegar y la respuesta otros 100 en volver, en menos de un millón de años los intercambios podrían llegar a hacerse bastante más entretenidos).

Resumiendo nuestros argumentos de los párrafos anteriores, podríamos decir que ya en los primeros albores de un desarrollo tecnológico serio, una civilización está capacitada para recibir mensajes de civilizaciones extraterrestres y transmitir, tal vez algunos años más tarde, mensajes similares a distancias del orden de los cientos de años luz.

Y la cantidad de energía necesaria no representa nada que esté mucho más allá del alcance de nuestra civilización actual. Lo único que se requiere es un esfuerzo más o menos concentrado en esa dirección. Por cierto que el esfuerzo sería mucho menor que el de enviar un cohete tripulado a otros planetas de nuestro propio sistema solar.

Vayamos ahora, justamente, al problema de enviar cohetes a una civilización extraterrestre. Supongamos que se encuentre esa civilización a una distancia del orden de los 100 años luz. Evidentemente se desea que el cohete viaje a una velocidad próxima a la de la luz para que no tenga que permanecer en el espacio un tiempo excesivo.

Supongamos que una civilización cualquiera desea enviar un cohete con una aceleración razonable, digamos del orden de la aceleración de la gravedad en la superficie terrestre. (Considero que éste es un valor razonable porque el tamaño y la masa de la tierra deben ser más o menos típicos para cualquier planeta habitado y, por lo tanto, los seres extraterrestres estarán acostumbrados a vivir bajo la acción de una atracción gravitoria similar a la nuestra.

Lo más indicado es que dentro del cohete se desee mantener el mismo valor). Supongamos, además, que queremos que alcance, en el curso de su viaje, una velocidad del orden del 99 % de la velocidad de la luz.

De esa manera el cohete tardaría no mucho más de 100 años en llegar hasta esa civilización, y digamos otros ciento y pico de años en volver. ¿Cuáles son los requerimientos de energía para que el cohete llegue hasta esa civilización y vuelva?

La velocidad final que queremos que el cohete alcance es sumamente elevada. Para eso necesitamos imprimirle, durante varias décadas, una aceleración que, según dijimos, sería del orden de la aceleración de la gravedad en la Tierra. Es un hecho bien conocido que para acelerar un cohete a cierta velocidad.. la eficiencia del combustible depende de la velocidad de los gases de escape del mismo.

Si enviamos un cohete tal que la velocidad de escape de los gases de combustión es muy pequeña comparada con la velocidad final que se quiere alcanzar, la cantidad de masa de combustible que será necesario lanzar al espacio sería inmensa. Esa cantidad de masa va decreciendo a medida que la velocidad de escape de los gases de combustión se aproxima a la velocidad final que queremos alcanzar.

En el caso de los combustibles químicos que se usan actualmente, la velocidad de escape es sumamente baja, del orden de unos pocos kilómetros por segundo, mientras que nosotros queremos alcanzar velocidades próximas a la velocidad de la luz, es decir, de cerca de 300 mil kilómetros por segundo. Con un combustible común, del tipo químico, seria completamente impensable querer enviar un cohete a distancias interestelares. Debemos recurrir a sistemas más eficientes.

Una posibilidad sería la de utilizar la energía nuclear. Es decir, utilizar como combustible átomos de 'hidrógeno, producir dentro del cohete la fusión en helio y aprovechar la energía liberada para propulsar el cohete por el espacio.

Aunque nosotros consiguiéramos fusionar hidrógeno en helio con 100% de eficiencia, y pudiéramos dar a los gases de escape una velocidad del orden de 1/8 de la velocidad de la luz, que sería la que se puede alcanzar con un combustible del tipo del que estamos hablando, para alcanzar un 99% de la velocidad de la luz necesitaríamos enviar al espacio 1.000 millones de veces más de masa de la que finalmente quedaría en órbita. Entonces constatamos que tampoco el combustible nuclear es capaz de poner en órbita el cohete que queremos hacer llegar a otra civilización.

La única manera de conseguir más energía que mediante la fusión nuclear es provocando reacciones entre materia y antimateria. Apenas si estamos empezando a aprender a fabricar antimateria.
Inmediatamente de fabricada la antimateria se combina con la materia y se autodestruye. No tenemos absolutamente ninguna idea de cómo puede llegarse a almacenar antimateria en nuestra Tierra hecha de materia.

Sin embargo, como ya dijimos, aceptaremos que exista una civilización extraterrestre con un desarrollo tecnológico tal que pueda hacer cualquier cosa que no esté contra las leyes de la Física.
Aceptaremos que esa civilización sea capaz de crear antimateria, almacenarla sin que se destruya, y colocarla dentro de un cohete con una cantidad igual de materia. En ese caso los gases de escape ya no son gases sino fotones (es lo que se llama "sistema de propulsión fotónica").

Como los fotones escapan con la velocidad de la luz hemos llegado al punto de máxima eficiencia compatible con las leyes de la Física. Es decir, tenemos un cohete con el más eficiente de los combustibles y el más eficiente de los sistemas de propulsión.

Qué cantidad de combustible necesitaríamos para llegar a una civilización a 100 años luz de distancia? Si la masa final del cohete es de aproximadamente 10 toneladas, cifra razonable para un cohete tripulado para un largo viaje, necesitamos un total de 40 mil toneladas de combustible, 200 mil toneladas de materia, y 200 mil toneladas de antimateria. Al poner en marcha un cohete de esa naturaleza comenzarían a escapar por atrás los fotones producidos en la reacción de materia y antimateria.

No es difícil hacer el cálculo de que la cantidad de radiación que caería sobre la Tierra como consecuencia de la reacción producida por la materia con la antimateria para impulsar a ese cohete fuera de la atracción terrestre, sería suficiente para aniquilar todo tipo de vida sobre el planeta. (El cálculo detallado ha sido hecho por el físico Purcell, premio Nobel, quien se ha preocupado por estudiar a fondo la posibilidad de enviar un vehículo al espacio capaz de establecer contacto con una civilización extraterrestre).

En otras palabras, hemos visto que con una cantidad de energía perfectamente generable por nuestra civilización actual, con una técnica no mucho más complicada que la que ya hemos llegado a alcanzar, no sería difícil comenzar a establecer comunicación mediante señales de radio con civilizaciones extraterrestres.

En cambio, para enviar un vehículo a distancias interestelares, es necesario desarrollar una tecnología para nosotros totalmente inconcebible. Es necesario poder aislar antimateria, poder utilizarla como combustible dentro de un cohete, construir un cohete de aproximadamente medio millón de toneladas de peso, y finalmente lanzar ese cohete desde una ubicación tal que sus gases de escape no aniquilen la vida sobre la Tierra.

Y a diferencia de posibilidad y costo entre enviar una señal de radio y enviar un vehículo es absolutamente brutal; por eso es difícil aceptar que en este momento estén visitando la Tierra escuadrillas de vehículos provenientes de civilizaciones extraterrestres.

La hemos visto las dificultades tremendas que significa enviar uno de tales vehículos, incluso las precauciones que sería necesario tomar para que el mismo hecho del lanzamiento del vehículo no destruya la civilización que lo fabricó, como podría hacerlo la explosión de una supernova en su vecindad.

Cuesta creer, argumentando, por supuesto, según nuestra lógica y nuestra forma de razonar terrestres, que una civilización extraterrestre esté en condiciones de enviar escuadrillas de vehículos a distancias interestelares y no haya intentado, previa o simultáneamente, ningún otro tipo de comunicación con nosotros.

Es inconcebible pensar que un vehículo proveniente de una civilización ubicada a 100 años luz de nosotros, que debe haber costado tanto trabajo enviar, que debe ser tan espantosamente difícil de guiar hasta aquí, sea capaz de posarse en un campo, quemar un poco de pasto, levantar vuelo, y no intentar ningún otro método de comunicación.

Por muy distintos que sean los seres inteligentes que vivan en otros sistemas solares, algo de semejante a nosotros deben tener, pues han sido capaces de dominar las leyes de la Física que nosotros conocemos y una tecnología muy superior a la que poseemos actualmente.

Si han sido capaces de hacer todo eso, son capaces también de detectar las ondas moduladas de radio que emitimos, de saber que tenemos radiotelescopios, y que también tenemos, aunque más no sea, radios a transistores; ¿cómo es posible, entonces, aceptar que, habiendo vencido dificultades técnicas que para nosotros son más que insuperables, todavía inconcebibles, no hayan intentado ningún otro método fácilmente reconocible de darse a conocer?

Estoy firmemente convencido de que civilizaciones extraterrestres existen, estoy firmemente convencido de que no va a pasar un número excesivo de años sin que de alguna manera establezcamos, o por lo menos intentemos establecer, comunicación con esas civilizaciones por medio de señales.

Pero me resisto a creer que una civilización capaz de enviar hasta nosotros vehículos, tenga un sistema de razonamiento tan espantosamente distinto al nuestro; que habiendo llegado hasta aquí, y habiendo superado las dificultades técnicas que tienen que haber tenido para lograrlo, no hagan nada más inteligente que aparecerse en lugares más o menos despoblados, ante muy pocas personas, y no revelen su presencia de una manera inconfundible.

Recordemos que no sólo les tiene que haber resultado sumamente difícil llegar hasta aquí, sino que además, si han enviado toda una escuadrilla de vehículos a las proximidades de la Tierra, tienen que haber enviado centenares de escuadrillas semejantes a otros lugares de la galaxia, porque esos vehículos espaciales deben, necesariamente, haber salido de su lugar de origen hace muchos años, cuando todavía en la Tierra no había nada demasiado interesante para mirar.

O sea que si los tenemos cerca de la Tierra es porque seguramente se han enviado tantos al espacio que debe haber naves espaciales en muchos lugares de la galaxia. Y entonces se hace más increíble todavía que alguna civilización extraterrestre pueda tener un grado de desarrollo tan enorme como para enviar cuadrillas de naves espaciales en todas las direcciones de la galaxia, y que sin embargo no intente, después de tamaño esfuerzo, establecer un contacto directo con la civilización que han encontrado aquí.

Por distintos que sean a nosotros, tienen que poder reconocer que tenemos bastantes cosas en común, aunque sea el hecho de dominar las técnicas de la radio.

Por lo tanto, admitir que esos objetos luminosos extraños que se "ven" con cierta frecuencia, tengan necesariamente que ser naves tripuladas provenientes de otros planetas obliga a aceptar una serie de hipótesis sin ningún fundamento físico ni lógico.

Hasta tanto agotemos toda otra explicación natural, creo preferible no aceptar la explicación de que se trata de naves extraterrestres. Ya que una explicación así requiere hipótesis tan descabelladas que es preferible reservarlas para el momento en que sea totalmente imposible explicar esos fenómenos de otra manera

Revista Gente y la actualidad
13.05.1971

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