Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

El País
No bastan los cuentos de hadas
"El hombre no es hijo de las circunstancias. Las circunstancias, son hijas del hombre." La frase de Benjamín Disraeli, un admirable político inglés del siglo XIX, parece pensada para comentar la actualidad argentina; más concretamente, sirve para referirse a la marcha del gobierno radical del Pueblo instalado en la Casa Rosada un año atrás.
En una semana sin demasiada carne, con demasiado petróleo y una marginal nerviosidad militar (diputado Juan Carlos Coral versus brigadier Mario San Juan; diputado Ferdinando Pedrini versus teniente coronel Jorge Castro Madero); en una semana de agitación universitaria, de planteos del magisterio, el paso de una princesa, como en los viejos cuentos de hadas, derramó un inesperado bálsamo.
No hay duda de que la Argentina de 1964 no está para cuentos de hadas, aunque parezcan provenir de allí muchas opiniones y actitudes de los líderes oficialistas, que prefieren ser hijos de las circunstancias. El viernes pasado, partidarios de la UCRP regalaron un busto de Hipólito Yrigoyen al ministro del Interior. "Para que inspire su labor", dijeron. No es la primera vez que se invoca, desde el 12 de octubre de 1963, el nombre de Yrigoyen, un intuitivo que, él sí, solía ser padre de las circunstancias. Sin embargo, nunca se explícita a qué Yrigoyen alude la invocación: si al que ungió la Ley Sáenz Peña o al que derribó el golpe del 6 de setiembre.
Arturo Umberto Illia ha modificado la áspera introversión de El Peludo; según una revista norteamericana, su línea política parece consistir en recibir a quien se presente en su despacho. Algo de eso es cierto: entre los visitantes obligatorios de la semana pasada, figuró la princesa Benedikte, de Dinamarca (20 años); entre los visitantes insólitos, el cantor Leo Dan (19 años).
"Me alegra mucho saber que en la Argentina se imponen, hoy, canciones y estilos locales —dijo el presidente a Dan, según una crónica divulgada por la compañía grabadora para la cual trabaja el cantor—, porque por largo tiempo nosotros hemos desconocido lo que es nuestro, y hemos dado mayor trascendencia a lo que proviene del exterior."
Afortunadamente, la reflexión del doctor Illia sólo tenía que ver con una manifestación artística; no estaba relacionada con las inversiones de capital o la presencia, en Madrid, de Juan Domingo Perón. "Es el hombre que puede arreglar el país, siempre que nosotros cooperemos", opinó luego de la entrevista el folklórico Dan. Muchos más comparten ese juicio, inclusive el propio. Illia, pero habrá que esperar hasta marzo de 1965 para saber si Leo Dan es, además de cantor, profeta político. Y si la cooperación que preconiza—y que hoy falta— se produce.
De cooperación se habló al mediodía del lunes 19, cuando el general Ignacio Avalos entró en la Facultad de Ciencias Exactas de Buenos Aires, después de un homenaje a Julio A. Roca, que se celebraba en las inmediaciones y al que los estudiantes de aquella facultad pretendieron obstaculizar arrojando monedas. El secretario de Guerra explicó el presupuesto militar, aceptó un futuro debate con los universitarios y se retiró entre aplausos. El diálogo quedaba abierto.
La actitud de Avalos no fue inusitada. Hace un siglo, otro militar buscaba ese diálogo: el general Roca, tras el rastro de los caudillos federales o de los malones indios, había circulado por todas las comandancias de frontera, estrechado las ásperas manos de los primeros colonos europeos, conversado con los torpes y enriquecidos dirigentes políticos lugareños del interior.
Hábil y pacientemente, Roca había conseguido embarcar a los argentinos en una conquista geográfica, política y, también, emocional. Las legiones que marcharon sobre el desierto, cuando él se desempeñaba como ministro de Avellaneda, doblegaron a los salvajes y, a la vez, liquidaron la voluntad derrotista de los hombres civilizados; su campaña política combinó la victoria con el apoyo de los líderes del interior, que comenzaban a llamarse a sí mismos "liga de gobernadores". Además, logró la adhesión de la juventud universitaria y el apoyo de los ganaderos bonaerenses, hastiados de que su preeminencia no fuese sino un elemento de retención en el desarrollo nacional. El gobierno de Roca concretó la unidad argentina al convertir a Buenos Aires en la capital de la República, volcando sus beneficios hacia otros rincones del país.
De 1880 a 1890, la Argentina conoció un desarrollo económico mayor que en todo su pasado (las exportaciones, que en 1881 sumaron 57 millones de pesos oro, se elevaron a 100 millones en 1888). Es cierto que tanta prosperidad se edificó con el esfuerzo de los casi siervos obreros de la ciudad y los gauchos. Los liberales no pretendían brindar un sistema que fuera gozado por todos; buscaban el progreso del país dentro de normas clásicas. Por eso instituyeron un método político basado en el fraude; por eso la unidad argentina degeneró en unicato; por eso el sucesor de Roca, en 1890, se vio destronado por el envión de los intelectuales, de los militares y de una nueva clase que apuntaba sobre la fusión de los inmigrantes y los gauchos. Pero la actitud de Roca no había sido vana: sobre las ruinas de la Guardia Nacional había conseguido hacer un Ejército, y sobre ese Ejército, como en las épocas de la Independencia, había reconstruido un país dominado por los enfrentamientos.
Lamentablemente, hace 20 años que en la Argentina las soluciones se dan en términos de victoria de un bando sobre otro, no en términos de acuerdo. El diálogo se esfuma, la disputa lo sustituye. Hoy, por ejemplo, no sólo el ministro del Interior y los peronistas polemizan sobre la cantidad de concurrentes que atrajo el acto de plaza Once, el 17 de octubre: todo el país lo hace, como si ese choque de cifras fuera todo.
Al otorgarse 15 días atrás el Premio Nobel de la Paz a un combatiente de la causa negra, la prensa recordó que a fines de agosto de 1963, en una nación de 200 millones de habitantes, 200.000 negros y blancos convergieron sobre el monumento a Lincoln, en Washington. Al día siguiente, sin discutir las cifras de la asistencia, porque se trataba de un simple acto de conveniencia para la tranquilidad interna, el presidente de USA remitió al Capitolio el borrador de la Ley de Derechos Civiles.
En la Argentina, un sector proscripto realizó un mitin que congregó casi a la mitad de aquella concurrencia. Al día siguiente y en los días posteriores, no se tomó determinación alguna. Hay quienes piensan que reclamar una solución para el peronismo es defender al peronismo. Más sensato parece pensar que ese reclamo —como el de los universitarios, los maestros o los carniceros— pertenece a una cada vez creciente necesidad de convivencia. Al recordar un año de gobierno, comentó Ricardo Balbín: "Yo no me he fijado mucho si se hicieron caminos; tampoco he contado en detalle los puentes que se inician. No sé de los esfuerzos materiales que realiza él país para recuperar tiempos perdidos. Yo, a un año, me he recreado los 365 días viéndoles la cara a los argentinos." Con esto sólo, no es suficiente.

Peronismo
Ni presidente ni emperador: ¿Qué?
Curiosamente, mientras crecen las tensiones provocadas por el retornismo y el antirretornismo, se van cerrando ciertos canales que antes fueron idóneos para comunicar a la dirección peronista con el gobierno; en otros planos, sin embargo, nuevas rutas de contacto están siendo abiertas. Durante la semana anterior, todo el diálogo entre el secretariado justicialista y el Poder Ejecutivo se redujo a una fugaz conferencia que reunió al canciller Miguel A. Zavala Ortiz con Carlos María Lascano. A la inversa, la minoría framinista redobló sus cordiales relaciones con el pequeño sector sabattinista de la UCRP, al que pertenece Arturo Illia.
Por lo menos tres veces en la semana cenaron juntos en un restaurante de la avenida Callao al trescientos, los doctores Arturo Enrique Sampay (53 años, abogado, redactor de la Constitución de 1949) y el diputado cordobés Mario Roberto, del oficialismo; en una oportunidad, la charla se extendió hasta Eugenio Conde, secretario de la Presidencia. Si bien los protagonistas no le otorgan a las reuniones
otra intención que el intercambio de noticias, tampoco niegan que el peronismo y algunos radicales del Pueblo bien puedan coincidir en una instancia prevista por ellos, que denominan "la revolución popular".
Casualmente, ha sido Roberto quien vitalizó dentro de la UCRP la corriente "popular" que se opone a la hegemonía balbinista, al defender en la Cámara de Diputados la posición del gobernador sabattinista Rodolfo Martinovic, de Santa Cruz. Por otra parte, el mismo Sampay —que asesora a varios sindicatos obreros, a un núcleo de la juventud peronista y a la Confederación de Agrupaciones Gremiales Peronistas, sector adicto a Andrés Framini— visitó a Santa Cruz en setiembre para orquestar los argumentos jurídicos en favor del rubicundo Martinovic.
Pero mientras todo esto ocurría en nivel directivo, una áspera batalla se estaba librando ante los ojos de la opinión pública: excitados dirigentes peronistas, se dieron a complicados cálculos y triangulaciones para demostrar, en las mesas de café y en las confiterías, que en plaza Once, el 17, hubo doscientas cincuenta mil personas. Otro tanto ocurría entre los antiperonistas, muchos de cuyos militantes presenciaron el acto para detallar luego las zonas donde faltó el público. En general se coincidía sobre la extensión del paseo (aproximadamente 260 por 130 metros); los motivos de la diferente apreciación giraron en torno de la cantidad de personas que se agolpó sobre cada metro cuadrado.
Un cálculo minucioso que se esgrimía con seriedad en el Comité Nacional de la UCRP descontó los metros cubiertos por el túmulo monumental de Rivadavia, el entorno de los árboles, etc. estimaba no más de 35 mil individuos. Precisamente, con cuarenta mil espectadores se conformó el ministro Palmero; para concluir la polémica hubo hasta un comunicado de la Comisión de Retorno: "El pueblo peronista alberga una duda —destacó—, ya que comprobada una tan escasa minoría partidaria en el acto de plaza Once no se explica por qué el gobierno viene cerrando el camino de los comicios."
Sonrientes, los jefes del peronismo salieron hacia Montevideo el martes 20; sur íntimos, en cambio, no ocultaban la decepción que a todos embargó, ya que Perón había prometido producir determinados hechos menores antes del 17 de octubre (moverse dentro de
España, pero hacia alguna frontera, tomar pasaje para su esposa con destino a Buenos Aires), que no sucedieron. Este fue el origen de la resolución que leyó Augusto Vandor en pleno acto, declarando al peronismo "en estado de alerta"; al mismo tiempo se anunciaba que una delegación viajará a Madrid para "fijar fecha y forma en que se efectuará el regreso". Desde Montevideo acordaron con el exiliado la nueva cita.
Con todo, la prensa europea detectaba los movimientos de Perón: según informaciones suministradas por el corresponsal Omer Anderson, desde Bonn, publicadas por The Jerusálem Post, el ex mandatario habría presionado al "gran capital alemán para que apoye su retorno a la Argentina". La misma fuente sostenía que Perón "está prometiendo un trato preferencial a los alemanes en el mercado argentino, a cambio de su respaldo para volver". De alguna manera, las actividades comerciales de Perón salieron simultáneamente a la luz por medio del influyente semanario L'Express, de París.
"Su compañía de importación y exportación —escribe Pierre Andró, refiriéndose a Perón— se ocupa del comercio entre la Argentina y los países árabes; recibe a los clientes en su casa, pero posee también grandes escritorios en el Edificio de la Torre, en plaza España, dominando Madrid."
Más trascendencia que los negocios de Perón tuvo, sin duda, un telegrama que el gobernador justicialista Felipe Deolindo Bittel, del Chaco, remitió al ministro del Interior para denunciar una "interferencia de los efectivos armados de la guarnición militar, violatoria de la autonomía provincial". El sábado 17, los soldados de la guarnición retiraron un busto de Eva Duarte de Perón, que los peronistas habían ubicado en la esquina de las calles Alberdi y Tucumán, en Resistencia; el teniente coronel Jorge Castro Madero aclaró: "El 16 de setiembre pasado el secretario de Guerra anunció pública y solemnemente que el régimen de oprobio abatido por la Revolución Libertadora no volverá, y el busto colocado constituye una ofensa a los sentimientos democráticos del pueblo argentino y una provocación a las fuerzas militares."
Al cabo de los siete días la inquietud flotaba aún sobre los sectores castrenses; para esos momentos, una impresión unánime comenzó a recogerse en los círculos políticos: acallados los ecos del estentóreo 17, el peronismo podría vanagloriarse de haber modificado las condiciones iniciales; el país estaba conmovido, y no pocos sectores se habían convencido de la necesidad de un acuerdo con el peronismo. No obstante, como más inmediato triunfador aparecía el Presidente de la Nación: sin forzar los procesos, aprovechando la polarización, conseguía disminuir las posibilidades de sus seguidores en julio de 1963 —Alende, Sueldo, y otros—, y a la vez desmentía el rumoreado desafecto hacia él de las Fuerzas Armadas; el golpe de Estado se esfumaba. Con ira, y obligado a reconocer que los hechos decisivos no se han verificado aún, Juan Domingo Perón declaraba el jueves 22 a un diario mexicano: "O regreso pacíficamente o lo hago por medio de una revolución"; y luego: "Ya no iré a la Argentina para ser otra vez presidente; me queda chico ser presidente y como no hay
emperador, me quiero conformar con no ser nada porque en el corazón de mi gente lo soy todo."
Para esos momentos también, un arquitecto regordete efectuaba cotidianas visitas al rond-point ubicado en el cruce de las -avenidas general Richieri y general Paz, en los bordes de Buenos Aires: la Comisión del Retorno anunció que el acto del "reencuentro nacional" (invitados: Horacio Thedy, Mario Roberto, Horacio Oyhanarte, Oscar Alende y generales Enrique Rauch y Eduardo Señorans), se realizará en aquel lugar a mediados de noviembre, bajo un arco de triunfo gigantesco, proyectado por el arquitecto Carlos Perlender, en cuyo frontis una inscripción dirá: "Bienvenido General Perón".
Inopinadamente, la boutade peronista cayó sobre el intendente de la Capital, Francisco Rabanal: el viernes pasado, su secretaría advirtió a los directores de Paseos, de Obras Particulares, de Tránsito, y de Acción Cultural (ex Dirección de Festejos y Ornamentaciones) que "toda solicitud para efectuar construcciones permanentes o semipermanentes deberá ser comunicada, hasta nueva orden, a esta secretaría".

Encuestas
El oficialismo prende a los 40
Cuando el ministro de Economía, Juan Carlos Pugliese, se enteró de que en la encuesta de PRIMERA PLANA las dos terceras partes de los componentes de clase media consultados dijeron que no votarían por la UCRP, dijo extrañado: "¿Nada más?" La compilación de los datos de la encuesta permite apreciar ahora que en ciertos núcleos y sectores, la popularidad del partido oficialista es efectivamente menor. Esta tendencia es compensada por otros grupos.
En la división por nivel de educación, resulta que llegan al 43 por ciento del total de las personas con educación primaria exclusivamente los dispuestos a votar por el oficialismo, contrastando sensiblemente con el grupo de educación universitaria, que sólo en un 19 por ciento está dispuesto a hacerlo. Esta clasificación se corresponde con la que atiende a las edades: el 47 por ciento de quienes cuentan entre 45 y 54 años votarían por la UCRP, pero sólo el 15 por ciento de los que tienen de 18 a 24 años estarían dispuestos a hacerlo. Los pequeños comerciantes (39 por ciento) y las amas de casa (38 por ciento), elevan el promedio, pero el grupo estudiantil se sitúa en las antípodas (sólo dos por ciento) y hace por derribarlo.
En el plano de la convivencia también se advirtieron desniveles pronunciados: un ciento por ciento de los profesionales consideraron que la relación entre el gobierno y los peronistas había mejorado en los últimos doce meses, pero entre los trabajadores independientes sólo un 16 por ciento compartía ese criterio. Otros altibajos y variaciones significativos pudieron advertirse en los temas restantes de la encuesta, y sus datos quedaron registrados en el cuadro de la página siguiente.
27 de octubre de 1964
PRIMERA PLANA


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