Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

La señora de...
La señora de...
“Las mujeres están en camino de destronar el mito de la femineidad; comienzan a afirmar concretamente su independencia, pero sólo con gran esfuerzo logran vivir integralmente su condición de ser humano. Educadas por otras mujeres en medio de un mundo femenino, su destino normal es el matrimonio, que las subordina prácticamente al hombre; el prestigio viril está muy lejos de desaparecer, pues reposa todavía sobre sólidas bases económicas y sociales. Por lo tanto, es necesario estudiar con cuidado el destino tradicional de la mujer”. Estas reflexiones agudas y certeras de Simone de Beauvoir nos incitaron a investigar a vuelo de pájaro el destino de cuatro esposas de celebridades: los pintores Vicente Forte y Carlos Alonso, y los escritores Leopoldo Marechal y Ernesto Sábato. A las cuatro les hicimos este cuestionario:
• ¿COMO CONOCIO A SU ESPOSO?
• ¿LE HUBIERA GUSTADO SER LA ESPOSA DE OTRA PERSONA?
• ¿EN QUE MEDIDA INFLUYO UD. EN LA CARRERA DE SU MARIDO?
• ¿COMO ACTUA ANTE LOS DEMAS? ¿PIENSA QUE LA GENTE, POR SER ESPOSA DE UNA CELEBRIDAD, TIENE UNA IMAGEN FORMADA DE UD. Y ESPERA QUE SE COMPORTE DE ACUERDO CON ELLA?
• ¿SI ALGO EN EL O EN SU OBRA NO LE GUSTA, SE LO DA A ENTENDER CLARAMENTE?
• ¿CREE QUE EN EL TRIUNFO LOGRADO POR SU ESPOSO HAY ELEMENTOS ESPUREOS (SNOBISMO, EL “BOOM” DE UNA DETERMINADA CORRIENTE, ETC.)?
• ¿COMO VIVE LA POPULARIDAD DE SU MARIDO? ¿CAMBIO EN ALGO SU PROPIA VIDA?

Matilde SábatoMatilde Sábato
Menuda, inquieta, salta de un ángulo a otro de la galería preparando invitaciones, sonriendo, indignándose por algún malévolo comentario sobre Ernesto. Reparte su existencia entre esos cuatro puntos cardinales que son la galería, su marido y sus dos hijos. El mayor, Jorge, “camina muy bien’’, estudia en París en donde vive con su mujer y con la primera nieta de Ernesto Sábato y ya es uno de los hombres del “brain trust” del controvertido Celso Furtado; Marito, el menor, se acaba de casar (sufriendo las mismas peripecias que eso supone para cualquier muchacho joven) y proyecta debutar como director de largometrajes con la versión cinematográfica de la “Muerte de Juan Lavalle”, el sombrío relato que atraviesa “Sobre héroes y tumbas”.
En una pausa entre un llamado y otro (trabaja febrilmente en la “Galería Contemporánea” organizando exposiciones incluso en horarios no convencionales, después de las 21 hs.), Matilde Marta Kusminsky Richten responde con vivacidad al reportaje.
“Cuando lo conocí, Ernesto ya escribía, pero no publicaba. Por entonces estaba dedicado a la física (incluso llegó a enseñar, siendo muy joven, la Teoría de la Relatividad) y se le abría por delante lo que suele llamarse “un gran porvenir”.
De haberme casado con otro posiblemente hubiera tenido una existencia más tranquila. Pero no sé si hubiera aguantado la vida con un hombre común. Sábato es un hombre de temperamento agresivo y violento, en parte debido a su timidez y a su permanente insatisfacción consigo mismo. Pero los que lo conocemos advertimos que es profundamente generoso y tierno.
Creo que mi aporte principal fue alentarlo y apoyarlo en su profunda vocación. Cuando Ernesto decidió abandonar las ciencias en donde ya estaba triunfando, por una incierta carrera literaria, respeté y alenté su decisión.
Así pues, hubimos de abandonar todo lo que teníamos, incluso la Capital Federal, para irnos a vivir a un rancho de Córdoba, cerca de Carlos Paz, donde vivimos durante un año en el que Ernesto escribió su primer libro: “Uno y el Universo”. Compartí su aventura con enorme fe en su talento.
Pienso, en efecto, que ocupo un lugar importante en su literatura.
Su primer libro y su obra fundamental “Sobre héroes y tumbas” me los ha dedicado. Pero lo más importante es nuestro continuo diálogo sobre lo que escribe. Cuando está creando una obra de ficción, como en este momento, ese mundo fantasmagórico que va surgiendo es tan real como el cotidiano en que vivimos, y hablamos de los seres que lo pueblan como si se tratara de amigos de la casa.
Actúo con naturalidad. Sería frívolo hacerlo de otra manera. En cuanto a los demás es posible que tengan una imagen predeterminada y esperen que actúe de acuerdo con ella. No lo sé.
Todo lo que Ernesto hace lo conversamos y discutimos. Soy su primer lector y —como él mismo dice— su crítico más severo. Muchas veces modifica lo que ha hecho después de una de estas discusiones que incluso pueden llegar a ser violentas.
El llamado “boom” de la literatura latinoamericana, tan traído y llevado, tan comentado y promocionado, es un fenómeno actual, de estos últimos cinco años. Me permito decir que el reconocimiento de la obra de Sábato es muy anterior. Basta recordar las fechas: en 1945 “Uno y el Universo” obtuvo el Primer Premio Municipal de Buenos Aires; en 1948 Albert Camus llevó a Sábato al nivel internacional al hacer publicar por Gallimard su novela “El Túnel”. Además pienso que su triunfo nunca podría haber sido el resultado de algo tan superficial y pasajero como ciertos éxitos que sí responden a tendencias snob. Lo que él escribe es precisamente lo contrarío de la literatura de “última moda”.
Por su popularidad, siento orgullo y en cierto modo me conmueve, pero no creo que haya cambiado de manera fundamental mi vida. Claro, siempre algo se cambia, pero eso es producto, ante todo, del oficio de vivir.”

Ivonne AlonsoIvonne Alonso
Su presencia fresca, la voz cantarina y alegre contrastan con el friso sombrío de la Divina Comedia, con la marcha lenta y destructiva de las fuerzas de la muerte sobre el cuerpo del Dante. Físicamente está lejos de las atormentadas figuras que han hecho célebre a su esposo, el mendocino Carlos Alonso.
EXTRA la ubicó después de repechar una escalera de caracol muy angosta y atravesar un estrecho pasillo. Al fondo del corredor sonreía la terraza llena de macetas, luz y una nutrida colección de carteles de tránsito. Algunos de rigurosa actualidad como “Prohibido girar a la izquierda”.
Ivonne estaba frente al horno, pero no cocinando el doméstico “pesceto” sino las cerámicas con las que se ha logrado desprender de la tutela artística de su marido. Tiene pantalones negros, una hermosa blusa blanca y un rostro anguloso, sensible, definido.
Hace quince años ya se empezaba a hablar en Buenos Aires de un muchacho mendocino, alumno de Spilimbergo. Un día de 1953 él traspuso las puertas de la Galería Antigona que ella tenía junto con varias amigas y le hizo exclamar mentalmente: “este hombre es mío”.
La profecía se cumplió, a los tres meses se casaron. Como dice Ivonne: “No lo dejé pensar mucho”.
La “señora de Alonso” que como vemos es ante todo Ivonne, cree que hubiera podido casarse con otro hombre a condición, claro está, de que tuviera la “gran locura de todo artista, unida a una gran inteligencia”. O sea, su marido.
Recuerda que cuando se casaron eran “unos desclasados”. “No nos sentíamos bien en la clase en que nos movíamos y pasamos a integrar esta otra de los artistas que nada tiene que ver con la bohemia”.
Instantáneamente se observa su admiración por Alonso, “un hombre muy exigente para con los demás y consigo mismo”. Le reconoce talento y gran maestría: “cuando empieza a dibujar una figura en tinta, desde los primeros trazos del dedo gordo del pie, la termina sin haberla borrado ni una vez”.
Su influencia, como en el caso de Matilde Sábato, está dada fundamentalmente por el respeto a la vocación de su esposo. Además, así como Sábato dedicó a Matilde dos de sus obras principales, el rostro de Ivonne campea en varias telas de Alonso.
No le preocupa mucho actuar de acuerdo con una imagen determinada. “Yo soy, naturalmente, Ivonne”.
Con gran lucidez define: “las esposas de los artistas somos testigos de sus obras y grandes mártires también”. Esto no quiere decir que ella tenga vocación para el martirologio, pero reconoce que: “el artista necesita que lo admiren para sentirse seguro. Es una lástima que no den en la medida en que reciben, porque están casados no solamente con su mujer, sino con la pintura y contra esto no se puede pelear. Además, es muy lógico que así suceda”.
“Tal vez por eso —agrega— no se le puede decir a un artista, esto no me gusta, por más horrendo que sea, porque piensa que le ha costado sangre, sudor y lágrimas, y uno se niega a lastimarlo. Además puede ser lo que exactamente él quiso hacer”.
Ivonne piensa que hubo muchos factores que incidieron en el triunfo de su esposo. Reconoce que en la compra masiva de cuadros influyen ciertos elementos espúreos (promoción, snobismo, etc.), pero acierta al afirmar que “si no hay talento, no se perdura”.
Nos revela que Cuando Carlos Alonso empezó a tener éxito, se hizo más exigente con su obra. “Fue entonces cuando volvió a empezar, de cero”.
“Yo me divierto horrores con su popularidad —concluye— pero me siento mucho mejor cuando en vez de presentarme como la señora de Alonso, la gente se acuerda de mi como simplemente Ivonne”.

ElbiamorElbiamor
Así la llama Leopoldo Marechal en su dedicatoria de “El Banquete de Severo Arcángelo”. Ella reiteró esa nominación en sus “Poemas de Elbiamor”, uno de sus dos volúmenes de versos dados a la imprenta (el otro es “Laurel en construcción”).

Elbia Rosbaco de Marechal, es una mujer pequeña y delgada (cuando se casó pesaba 39 kilos), con “cara de anteojos” como ella suele decir. Tiene el pelo muy corto y rubio, manos muy delicadas, una voz pastosa y dulce, y ojos muy grandes y pardos. Le gustan los conjuntos de saco y pantalón, los pañuelos de cuello, las pestañas postizas y los anillos grandes.
Es profesora de gramática y literatura, y precisamente cuando estudiaba en el liceo conoció a Marechal, que era mucho mayor que ella. “Yo lo estudiaba como escritor. De ahí mi gran admiración. La gran diferencia de edad entre Leopoldo y yo (casi 30 años) jamás ha sido un obstáculo para nuestra felicidad. Por el contrario: yo estoy enamorada de mi marido como el primer día y hace 19 años que nos casamos. Cuando lo vi por primera vez mi actitud fue de una gran timidez y un gran respeto. En ese momento él era Director de Cultura. Pero lo que más me importaba es que era un gran poeta y estaba enamorada de lo que él escribía”.
Elbia Marechal no concibe siquiera la hipótesis de otro casamiento distinto. Piensa que se hubiera frustrado de no haber encontrado “un hombre que me comprenda en la medida en que Leopoldo me comprende. Sólo él con su gran sensibilidad fue capaz de arrancarme de mi pavorosa atonía”.
Elbiamor no cree haber influido directamente en la obra de Marechal, “salvo por la paz que le di en el hogar. El siempre dice que detrás de toda frustración y de todo éxito hay una mujer y yo supongo que en esa medida pude haber influido”. Además ha cooperado en la obra de su esposo actuando como una eficientísima secretaria.
A semejanza de las otras entrevistadas vive la popularidad de su cónyugue con alegría y naturalidad, pero reconoce que el público también dirige sus antenas hacia la mujer del escritor famoso. “Están esperando que una cometa una “gaffe” para decir: “ahí está, ahí la tenemos”. Esto obliga a actuar en público de una determinada manera y cuidar un poco lo que una persona anónima no tiene porqué cuidar”.
Cree que en el reconocimiento de Marechal no hay razones menores, sino estricta justicia. Que además tardó en llegarle. “Por razones políticas se silenció mucho tiempo su lectura y su nombre”. Precio que Marechal pagó por haber sido director de Cultura durante el gobierno de Juan Domingo Perón.

Elida ForteElida Forte
EXTRA la ubicó en plena mudanza. El ascensor sólo llega hasta el quinto piso y hubo que subir la escalera. Allí, en una buhardilla que fue su casa y ahora será el estudio de Vicente Forte, presidiendo la parafernalia de cuadros, pomos, pinceles y caballetes apilados, estaba Elida Dora Gangaro de Forte.
Suave, rubia, de manos finas y peinado muy de peluquería, Elida recuerda que hace 33 años cuando conoció a Vicente, el artista trabajaba como obrero y estudiaba Bellas Artes. En los primeros tramos de la relación él deslizó una mentira piadosa: que ya se había recibido. “Tal vez para que la conquista fuera más rápida”, recuerda, sonriendo.
La conquista además de rápida fue definitiva. Tanto que Elida tuvo a Vicente como primer novio y compañero para toda la vida. Pertinacia amorosa que la moda casi ha desterrado. Por eso ni tiene interés en imaginar la vida con otro hombre que Forte: “a cuyo lado me hice”.
En plan de conjeturar sugiere que también hubiera podido ser una buena compañera de un médico, porque le gusta mucho la medicina. Esto define un rasgo de su carácter: la predisposición al sacrificio. “Durante muchos años vivimos en una pieza, en ella comíamos, dormíamos y mi esposo pintaba. La pintura siempre fue lo principal, antes que un par de zapatos estaban los pomos. Siempre fue esta la norma”.
Pese a ello y a lo mejor debido a ello, no hubo “deterioro de la situación familiar”. Se desarrolló un sentido ciánico, “los Forte somos muy unidos. Vicente, por ejemplo, no puede pintar lejos de la familia. Siempre estamos con él cuando nos necesita”.
Por eso Elida actúa “como la mujer de un pintor”, pero naturalmente porque como dice Vicente: “parece que hubiéramos nacidos casados”.
La señora de Forte piensa que se dieron muchas circunstancias para que triunfara su marido. “Un poco de snobismo hay, pero no es una palabra tan desechable. De todos modos creo que el triunfo le debió llegar mucho antes, porque fue un hombre que luchó muy intensamente y desde hace mucho tiempo”.

Revista Extra
noviembre 1969

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