Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

Sabú
Sabú, un ídolo para la nueva generación
La gente es buena, la vida es linda y todo va mejor...

En realidad se llama Héctor Jorge Ruiz, tiene 18 años y, desde hace pocos meses, logró encaramarse en los primeros puestos del ranking discográfico local. Según él, tanto éxito se debe a sus canciones “alegres, tiernas y alejadas de la protesta”

Su nombre seguramente no figurará —al menos entre los virtuosos— en los anales del arte vocal argentino. Tampoco es ésa su intención: se conforma, por ejemplo, con arrastrar a una multitud de enfervorizadas fans en cada una de sus actuaciones, vender alrededor de 250 mil discos mensuales o disfrutar de los insospechados privilegios que acarrea la fama en un campo tan lleno de imprevistos como es el de la canción popular. Hasta allí llegan las aspiraciones de uno de los productos más pulidos de la industria discográfica local y que en los últimos meses ha conquistado un sitial comparable al de los ídolos Palito Ortega y Sandro. Su más reciente hit: Manden rosas a Sandra.
Es que desde su bautismo artístico, que lo perpetuó con el exótico seudónimo de Sabú, Héctor Jorge Ruiz (18) emprendió una vertiginosa carrera que acaso no tenga precedentes ,en la historia de los discos impuestos por las compañías grabadoras argentinas. Para conocer su verdadera personalidad —hasta ahora sólo palpable a través de los delirios sentimentales propalados por las consabidas artes promotoras— y fijar los alcances de su meteórica trayectoria, SIETE DIAS mantuvo la semana pasada un extenso coloquio con Sabú; una entrevista realizada pocas horas antes de su partida hacia México y durante la cual no faltaron las sorpresas: "Les pediría que no saquen fotos... que vengan sin fotógrafo, porque está hecho un espanto: se acaba de levantar y tiene sombras por todos lados”, se disculpó su representante Ricardo Kleiman, quien ante la insistencia del cronista debió transigir: “Si no hay más remedio, vénganse a eso de las 11 de la noche, pues hasta entonces va a tener tiempo de arreglarse...”
—Sabú, ¿cuándo y cómo empezaste tu carrera artística?
—Yo era modelo exclusivo de Modart antes de empezar a cantar. Creo que fue por 1968, cuando tenía 15 años. Ibamos todos los fines de semana a diversos clubes para pasar ropa, y durante los viajes cantábamos en el ómnibus. Un día que estábamos en no sé qué fiesta, entre los modelos organizamos una especie de campeonato para ver quién cantaba mejor, y cuando salí ganador se me presentó Kleiman para proponerme grabar un disco de prueba. Al mes salió mi primer simple. Toda mía la ciudad, que para un debutante tuvo un éxito bárbaro: vendimos 35 mil discos de un tirón. Después comenzaron a promocionar mi nombre y la cosa fue marchando sola... Recién hace un año que aparezco seguidamente en público, porque me llevó tiempo forjarme una imagen artística particular. Nunca quise imitar a los capos que yo siempre admiré.
—¿Quiénes son?
—Sandro, Palito, Donald y Leonardo Favio son los que más me gustan.
—¿Cuáles son los méritos que encontrás en cada uno de ellos?
—Creo que Sandro, por ejemplo, tiene una voz ejemplar y sabe cultivarla muy bien, además de ser un excelente compositor. Donald y Leonardo tienen también temas hermosos, y Palito tiene el honor de haber sido quien encontró el lenguaje del pueblo. Él, como nadie. sabe trasmitir la alegría y la sencillez de la gente.
—¿Y el lenguaje del pueblo tiene forzosamente que ser alegre y despreocupado?
—Si yo me sintiera triste no escucharía música ni ¡ría a ver a un cantante. Además, ¿acaso yo le voy a cantar cosas tristes al tipo que trabaja todo el día y tiene problemas para regalar? Si el señor de la esquina tiene angustias económicas no las va a solucionar escuchándome a mí, ni a Serrat, ni a un cantor de protesta. Es algo totalmente ridículo: todos se creen en la obligación de protestar. ¿Y si yo no siento la necesidad de protestar?
—O sea que proponés un tipo de canción despreocupada y alegre...
—No sólo eso: también apoyo las canciones dulces. La mayoría de mis canciones son tiernas y agradables, más que divertidas. Como acabo de explicar, yo pienso que no hay que traerle a la gente más problemas de los que tiene. Por otro lado, estoy convencido de que quienes protestan hablan mucho y no hacen nada. O, mejor dicho, no hacen nada y aparte deprimen a la gente.
—¿Y vos hacés algo que sea beneficioso para la gente?
—Claro que sí: en Montevideo, por ejemplo, había cinco clubes de admiradores míos que estaban peleados a muerte y yo me fui una tarde y los uní a todos.
—¿Cómo lo lograste?
—Resulta que cada uno de ellos me quería de diferente manera: unos querían a Sabú cantando y otros a Sabú diciendo anécdotas; unos querían un Sabú contento y otros un Sabú melancólico. Así fue que me decidí una tarde y organizamos con Kleiman un festival de beneficio en el que juntamos a todos. Yo creo que todo fans club debe hacer beneficencia, y no únicamente los míos. Hasta ahora, por lo menos ningún club de admiradoras de algún cantante de protesta ha hecho actos de caridad.
—¿Cuáles son tus planes inmediatos?
—Cuando vuelva de México, lo primero que haré es asistir a un partido de fútbol organizado por Radio Oriental del Uruguay en el que los artistas argentinos jugaremos contra el seleccionado uruguayo, y todo lo que recaudemos lo vamos a destinar a una organización de paralíticos... o leprosos, no me acuerdo muy bien en este momento. Es decir que entre el viaje de ¡da, el partido y el viaje de vuelta pierdo dos días: en vez de protestar y decirles a los demás que hagan cosas, yo hago. ¿Te parece poco?
—¿Cuánto ganás actualmente?
—Lo suficiente para comprar 20 kilos de carne.
—Entonces ganás muchísimo...
—Menos de lo que la gente piensa. Lo que pasa es que hay que invertir mucha plata en promoción, y en realidad el dinero no viene tanto por los discos sino por los bailes de Carnaval o las presentaciones en televisión. Yo hasta hace poco tiempo tenía tan sólo el tres por ciento de venta de discos, y después de sucesivos aumentos llegué al 5 por ciento. Ahora estoy ahorrando para comprarme un nuevo departamento y vivir con algo más de comodidad junto con mi hermanita.
—¿Y tus padres?
—Mi madre falleció y mi padre se volvió a casar, de modo que yo vivo con mi hermanita.
—¿Que planes tenés para cuando dejes de cantar?
—Probablemente terminar el secundario, ya que lo abandoné en tercer año, y seguir creando temas, haciendo representaciones y realizando todas las obras de bien que actualmente no puedo emprender por falta de tiempo. De cualquier manera, Sabú tiene para mucho: soy el único intérprete que se permite lanzar siete temas en ocho meses y vender más de 300 mil discos de cada uno de ellos. Y eso que recién empiezo...
Revista Siete Días Ilustrados
20.03.1972

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