Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

Raimundo Ongaro
Raimundo Ongaro
Entre las patrullas avanzadas y el conjunto del pueblo
Es una tarea periodística que ya está adquiriendo características de rito. Es el segundo año consecutivo que, en enero, los periodistas enfilan hacia la casita de Rivadavia al 3000, en Los Polvorines, una casita de esas que durante el gobierno peronista se compraban a crédito de larguísimo plazo. Allí volvió a vivir, a partir de la semana pasada y luego de ocho meses de reclusión en Villa Devoto, Raimundo José Ongaro, líder de los obreros gráficos y de la CGT de los Argentinos.
La semana pasada, Ongaro recibió a Panorama en el pequeño comedor de su casa. Enflaquecido —perdió doce kilos en el presidio—, sonrió poco y habló lo necesario, “un poco hastiado de tanta personalización que se hace sobre mí”. Apenas aludió, por otra parte, a cierta temática mística que le ha aportado más de un dolor de cabeza. Es que, como lo reiteró en varias oportunidades, “también yo inicié un camino autocrítico”. Raimundo Ongaro. —Las batallas se ganan con entusiasmo y cerebro. Pero si las ganas no van acompañadas de inteligencia, se camina al fracaso.
Raimundo OngaroPanorama. —¿Cuál es, entonces, la perspectiva política que se abre para la CGTA?
—Siempre he creído que no existe ni puede desarrollarse un auténtico proceso revolucionario sin movilización popular. No es posible avanzar con la exclusiva práctica de minorías esforzadas, ni funcionar con algún tipo de paternalismo, aun cuando sea maravilloso.
—¿Ese no fue, precisamente, el camino que asumió la mayoría de los sectores enrolados en una oposición global a la llamada Revolución Argentina?
—Claro que sí. Y todo eso ocurrió por un proceso muy explicable. Después del cordobazo, se produjo un estallido de “emoción” revolucionaria. Todos los grupos creían, lo decían o lo pensaban, que la revolución estaba cerca. Con mucho heroísmo, con ingenuidad, cada sector quiso recorrer solo el camino. Así se llegó a posiciones de un sectarismo increíble. Se supuso que el régimen estaba acabado y se comprobó que puede meter presos a muchos compañeros durante mucho tiempo, que puede secuestrar, torturar y asesinar. Encontramos a nuestra organización en un nivel muy bajo.
—¿Cuál es la nueva propuesta?
—Vamos a trabajar por concretar una comisión nacional para luchar por los presos, por la derogación de las leyes represivas, por el aumento de los salarios, por todas aquellas consignas que, en los hechos, congregan al amplio espectro opositor, a todos aquellos que están por la liberación del país y que quizá no puedan unificarse, por ahora, en un acuerdo mayor. Allí estarán entonces los gremios del peronismo combativo, la Comisión Nacional Intersindical y las regionales rebeldes del interior que integran la CGT nacional.
—El peronismo se está dando una forma de reagrupamiento que incluye la estructuración del partido Justicialista y la reorganización de las “62” organizaciones gremiales. ¿Cómo se ubica frente a ese proceso?
—No voy a entrar en ninguna organización inapta para producir cambios. No pienso participar ni como candidato ni como afiliado, de aparatos que son más inútiles que la higuera que maldijo Jesucristo. Porque aquí no va a haber elecciones o, a lo sumo, los comicios se producirán al estilo colombiano o brasileño. Con las “62” también las cosas están claras desde tiempo atrás. Así recibamos mil infamias, críticas o recomendaciones, jamás nos vamos a juntar con Coria —traidor del Chocón— o Cavalli —entregador de la huelga petrolera de Ensenada—, con los Izetta y otros de su laya que se abrazaron ayer al corporativismo
de Onganía y hoy continúan “dando la vida” por quienes ocupan los gobiernos de facto.
—Sin embargo, también funciona en las “62” un núcleo considerable de sindicatos enrolados en posiciones duras, que incluso integraron con usted la CGT de Paseo Colón...
—La minoría combativa de las 62 no puede destruir a la mayoría regimentada. Cambiar las 62 supone, al mismo tiempo, la posibilidad de modificar toda la estructura de poder en la Argentina. El asunto se parece a lo de Sansón y el templo de los filisteos: se pueden echar abajo las columnas pero uno muere en la empresa. Hay que evitar el desgaste en la lucha interna y pelear contra el régimen. En todo este proceso, Perón desarrolla una estrategia genial: enfrenta a los electoralistas del movimiento con los del sistema, y a los golpistas del peronismo con los del régimen, para dar paso a la organización masiva y revolucionaria del justicialismo que va a concretar al socialismo nacional. Hagamos mejor ahora la Revolución Cultural del movimiento, para que no nos pase lo que a Mao, que tuvo que limpiar a los traidores cuando había empezado a construir el socialismo.
—Entonces Cámpora tiene un papel justificado...
—Es bueno que él vaya de cabeza de la negociación, que trabaje de esa manera. Su juego no es nuestro objetivo, ni la línea estratégica del peronismo. Nosotros lucharemos para llenar el ancho espacio que existe hoy entre las patrullas avanzadas y el conjunto del pueblo.
—¿Piensa reanudar su polémica con José Rucci?
—Que un dirigente sindical pueda tener en la Argentina de hoy, de amigo personal y político a un estanciero, es cosa que sólo puede pasar con él o en una película de Walt Disney. ¡Los terratenientes! El centro del parasitismo y la causa básica del atraso y la dependencia de la economía argentina está con ellos. ¿Qué más se puede decir de Rucci?
—¿La convivencia forzada lo reconcilió con Agustín Tosco?
—Con él vamos a trabajar unidos por largo tiempo, a pesar de algunas diferencias ideológicas. En líneas generales, nuestro programa es el del 1º de mayo y nuestro método, la unidad en la acción. Agustín es un hombre de formación peronista que después evolucionó hacia una posición marxista independiente. No es militante del comunismo o de los radicales, como algunos interesados dicen por ahí. Es un introvertido, pero en los últimos días de nuestra cárcel pude dialogar francamente con él. Es un hombre lúcido, pero que también tiene lágrimas. Es capaz de dar su sangre por la liberación del país. Quisiera que en la lucha marcháramos juntos. Él me dijo también que no cree en las elecciones, que no quiere ser candidato y que la situación política del país no se modificará por esos presuntos comicios.
—¿Cómo evaluó la experiencia sindical de SITRAC-SITRAM?
—En sus bases existió una honradez y heroísmo enormes. Pero la preparación para la lucha no fue buena. Cuando los dirigentes llamaron al paro, las bases no lo cumplieron. Hubo, por lo menos, fallas de comunicación. Pero dejémoslo ahí. Yo no voy a servir al propósito del sistema de fabricar el “teatro de la oposición”, donde todos se muerden y discuten, mientras el gobierno se divierte. Nosotros vamos a empezar de nuevo con el pueblo para crear la unidad por abajo. Con Onganía, la oligarquía estaba dividida y había una brecha; hoy no, y por el contrario busca dividir al pueblo. Vamos a crear el gran acuerdo nacional de los explotados.
Jorge Bernetti
PANORAMA, ENERO 18, 1972

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