Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

Ongaro y Tosco en Córdoba
CÓRDOBA, OTRA VEZ REBELDE
El sindicato de Luz y Fuerza logró acaudillar a la mayoría de los gremios cordobeses y así dar su apoyo a la CGT rebelde capitaneada por el socialcristiano Ongaro

Todo estaba preparado, en orden; sólo faltaba quien, con su sola presencia, imprimiría a la recepción un clima de final wagneriano. Esto fue, precisamente, lo que ocurrió el pasado viernes 10, a las 23.30, cuando se inició el plenario de gremios convocado por la Confederación General del Trabajo, Regional Córdoba. Su objetivo: pronunciarse en favor de una de las dos tendencias en que se divide actualmente la CGT nacional. El invitado mayor era justamente Raimundo Ongaro, gestor de una de esas tendencias y líder del movimiento obrero que se opone al llamado participacionismo.
Algunos días antes de la reunión, los diarios locales anticipaban la definición de la Regional Córdoba en favor de la línea rebelde. “Se asegura que la CGT habrá de pronunciarse a favor de Ongaro”, señalaba el vespertino Córdoba. Su pronóstico se cumplió: bastaron 35 minutos para que Julio Petrucci —secretario general de la central obrera cordobesa— y 18 organizaciones (entre ellas SMATA, regenteada por el gran bonete vandorista Elpidio Torres) se retiraran de la sala, entre rechiflas y abucheos, abandonando en manos rebeldes la más importante entidad obrera del interior del país.
Era medianoche cuando Ramón Contreras —actual secretario general de Luz y Fuerza— asumió la conducción del plenario, que en ese
momento registraba la presencia de 40 gremios. A la 0.20 se hizo una reconsideración de poderes; a la 0.45 se planteó la situación de Petrucci; a la 1.05 el plenario se adhirió fervorosamente a la CGT “de los argentinos”, y a la 1.25 habló el sindicalista Agustín Tosco, quien ocupó el secretariado general de Luz y Fuerza durante diez años; propuso “que el plenario invite a ese luchador que encarna actualmente el despertar del movimiento obrero nacional: el secretario general de la CGT de los argentinos, Raimundo Ongaro”. Para Tosco —el más brillante sindicalista cordobés— era un triunfo largamente esperado; para Ongaro, la confirmación de que su figura se agiganta cada vez más en el interior del país. Es lo que experimentó el dirigente obrero al ingresar al recinto Felipe Vallese: “Estaba emocionado, casi a punto de llorar”, confiaron sus íntimos. La marcha Los muchachos peronistas le sirvió de inmejorable marco cuando, llevado en andas, se hizo presente en la reunión.

ANTECEDENTES Y PROTAGONISTAS. — El sindicato de Luz y Fuerza cordobés fue el punto de partida de una serie de sucesos que llevaron al cuidadoso Ongaro a su actual encumbramiento. Pocos días después del movimiento revolucionario del 28 de junio, el Consejo Directivo de ese gremio lanzó un agresivo y virulento comunicado titulado Signos negativos. El manifiesto, inspirado en el pensamiento de Tosco, señalaba en el punto 6 de las Conclusiones: “Reclamamos medidas de gobierno para la pronta vigencia de una democracia representativa, con sentido y alcance social”.
Hace una semana, Tosco confió a SIETE DIAS: “La persecución universitaria delataba a una dictadura feroz”. Fue esta sospecha la que determinó que la CGT local se negara a recibir al presidente Juan Carlos Onganía, en su visita oficial a Córdoba, en octubre de 1967. Tosco y sus hombres no bajaron la guardia. El ex dirigente se asombra aún de que el gobierno del doctor Carlos A. Caballero, y el general Eduardo Lanusse —comandante del III Cuerpo de Ejército, asentado en Córdoba— no tomaran ninguna medida de represión al acto organizado el 30 de abril último. Pese a los temores, Raimundo Ongaro se presentó en el estadio Córdoba Sport —una suerte de pequeño Luna Park— frente a obreros y estudiantes decididamente opuestos al régimen oficial. Lo que sí sorprendió a Tosco fue el “lenguaje católico” que empleó Ongaro en ese acto. “Se lo hemos advertido hace algún tiempo y confío en que termine cambiándolo”, presumió Tosco. No será fácil: Ongaro —buen pianista— pertenece a los grupos de ex alumnos de Don Bosco, donde la política se interpreta a través de las enseñanzas de las últimas encíclicas papales.
El sábado 11 de mayo y acompañado por 10 sindicalistas, Ongaro llegó hasta el matutino Los Principios en una visita de cortesía. Ahí, saludó personalmente a cada uno de los obreros y empleados. Cuando se encontró con un viejo amigo, después de mantener un breve diálogo, le dijo en perfecto latín: “Debemos unirnos para rescatar la ciudad” (un salmo bíblico inspirado en el rey David). “Es un predicador, un místico”, suspiraron algunos obreros gráficos. Idea semejante amasó una delegación de religiosas de la orden de San José de Calasanz, que lo visitó en la colonia de vacaciones de telefónicos, en Río Ceballos. Durante su estadía allí, Ongaro dialogó con radicales del pueblo, conservadores, socialistas, con un coronel no identificado y un grupo de sacerdotes, presidido por Milán Viscovich, famoso en Córdoba por sus planteos de avanzada. “Lo visitamos porque hemos oído decir que usted defiende a los pobres”, se justificaron las monjas. Días después, el líder obrero quiso retribuir la visita: se apersonó en el convento, departió con las religiosas y al despedirse distribuyó piadosamente estampas de Don Bosco y Ceferino Namuncurá.

ONGARO-DIAZ COLODRERO. — Es evidente que la figura de R. 0. ha tomado vuelo en el interior del país. Disueltos los partidos políticos, sin un líder que los aglutine y dispersas las agrupaciones universitarias que se hallaron, de pronto, en idéntica situación a la de los políticos, un caudillo obrero —en este caso Ongaro— viene a capitalizar esas fuerzas aun sin posibilidades de acción. El movimiento obrero que capitanea Ongaro tiene objetivos más concretos, realidades más palpitantes. Córdoba ha sido elegida como blanco de una experiencia piloto para toda la Argentina.
Raimundo Ongaro, como Díaz Colodrero, viajó al interior del país a captar una fuerza nueva —no manifiesta en la capital federal—, generadora de nuevos esquemas políticos. Pero la instrumentalización de ese propósito difiere en ambos personajes: “Díaz Colodrero es un nacionalista de extrema derecha”, acusó en primera página el diario Los Principios, de Córdoba, en su edición del lunes 13 de mayo. ¿Y Ongaro? “Es un hombre honesto, antifascista, socialcristiano, pero que se ha visto desbordado por el movimiento que lo apoya”, explicó un conmovido allegado al dirigente cegetista, al tiempo que se preguntaba: “¿Será capaz de cambiar ese espiritualismo que signa cada uno de sus pasos por una coherente y precisa estrategia política? Es lo que estamos esperando”.
Revista Siete Días Ilustrados
23.05.1968

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