Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

Debate entre mujeres
PROHIBIDO PARA MUJERES
¿DE QUE NO HABLAN?

PROTAGONISTAS:
Adriana Bianco (Adrianita, ex actriz precoz)
María Angélica Bosco (escritora)
Irma Roi (actriz)
Elvira Pitchon (esposa de Norman Pitchon, de medias "Orea")
Frida Alpersohn (diseñadora de modas)
Teresa Blasco (actriz)
María Cristina Laurenz (actriz)

PREGUNTAS:
1º) ¿Cuáles son los tabúes de la mujer en general?
29) ¿Es proclive la mujer a comentar su primera relación sexual?
39) ¿Por qué oculta la mujer su verdadera edad?
49) ¿La virginidad es un tema tabú?
59) ¿La frigidez es un tema "intocable" para la mujer?
69 ¿Se avergüenza la mujer de sus hijos extramatrimoniales?
79) ¿Enfrenta con franqueza su menopausia?
89) ¿Se resiste a exhibir sus canas y a admitir que se depila las piernas?

Claro, eran mujeres muy especiales. Pero muy especiales. Las enfrentamos con el tema: ¿Cuáles son los tabúes femeninos? ¿De qué no hablan?
Respondieron en agitada mesa redonda. Casi alcanzan el paroxismo. Se metieron en caminos delicados. No terminaron mal. Pudo ser peor.

UNA suite del Plaza Hotel, una tarde gravosa de calor, aliviado por el aire acondicionado, whisky y siete mujeres... Faltaba el diván, pero EXTRA se proponía, aviesamente, provocar en el desprevenido panel el clima de una sesión psicoanalítica. Y obligar así a esas mujeres a hablar de aquello que habitualmente callan: sus tabúes.
Risas nerviosas, agresividad, un desenfado inusual en el lenguaje, revelan que sospechaban “algo” y que tenían un poco de miedo. Pero que no estaban dispuestas a confesarlo... Una máscara “mundana” disfrazó los primeros escarceos. El strip tease llegaría después.
Una alusión incidental al memorable "baile de la computadora” en Mau Mau, en la conversación informal que precedió al debate, nos permitió fijar la primera pauta orientadora. Todas opinaron, entre irónicas y suficientes, “que preferían prescindir de la computadora y utilizar los métodos corrientes...” Se protegían, desde el “vamos”, de toda sospecha de excentricidad, afirmaban su normalidad frente a un cuestionario que temían agresivamente revelador. Y tenían razón...
Una primera pregunta, para saber por dónde debíamos “buscar” a esas mujeres: ¿Cuáles son sus tabúes, es decir, aquellos temas de que no habla o prefiere no tocar?

Adriana Bianco (Adrianita). — Aquellos que están relacionados con mi vida íntima... A mi edad, las chicas tienden a contar sus “cosas”, pero tiene que haber mucha comunicación para llegar a lo verdaderamente íntimo.
María Angélica Bosco. — La edad... la propia soledad, que aterra a las mujeres. En términos generales, agregaría que un tema tabú para la mujer (no me incluyo), es el de las relaciones sexuales.
Irma Roi. — ¡Yo hablo de todo con todos!... Debe ser porque soy una extrovertida permanente o por el medio en que me desenvuelvo. Para las demás, deduzco que, tal vez, el tema menos tratado sea el de las relaciones sexuales...
Elvira Pitchon. — Siempre esquivo hablar de mis fracasos personales, me resulta particularmente humillante... Creo que un tema que las mujeres eluden habitualmente es el de la frigidez.
Teresa Blasco. — De actrices y actores en un lugar donde no son ni actrices ni actores... En general, creo que los tabúes son problemas de tiempo y lugar.
Frida Alpersohn. — ¡Ningún tema es tabú para mí! Pero con referencia a la mujer en general, creo que lo es todo lo que se refiere a la sexualidad y, más profundamente, a dificultades para realizarse plenamente.
María Cristina Laurenz. — No tengo temas tabúes, simplemente no hablo de aquello que no entiendo... El sexo, la virginidad, la edad.. . creo que son temas que la mujer prefiere no tocar.

“EL SOL DEL 25 VIENE ASOMANDO’’
Tratamos de reprimir una sonrisa maquiavélica... Ellas creen haber “salvado el honor”: las demás son así, pero nosotras... Pero, lo admitan o no, el tabú sexual asoma, preponderante. ¡Allá vamos !...
EXTRA. — ¿Es proclive la mujer a comentar su primera relación sexual?
M. A. Bosco (cáustica). — ¡Les encanta!... Yo he sido “confidente” infinidad de veces. Si se trata de una mujer liberal, es el tema predilecto, si es una burguesa, en cambio, “el tema” es el primer parto...
F. Alpersohn. — ¡No estoy de acuerdo!
I. Roy. — Creo que no es así.. .
A. Bianco. — Yo pienso igual...
T. Blasco. — ¡Qué les va a encantar !... En todo caso, al único que se lo cuentan es al marido...
M. A. Bosco. — A ése es precisamente a quien no se lo cuentan nunca... (risas).
Descubrimos un primer enfrentamiento. Entre la agresiva franqueza de Teresa Blasco y la “suficiente” madurez de María A. Bosco.
M. A. Bosco (maternal). — Tu agresividad revela debilidad, una excesiva autodefensa... Tenés miedo de que te hagan daño. Por eso hablás, pero no decís nada...
T. Blasco (irritada). — ¡No es así, yo siempre digo lo que pienso! En cuanto a que me defiendo, es verdad. ¡Y yo sé mejor que nadie lo necesario que es en el medio donde me desenvuelvo!
Cautamente, “extraemos” una pregunta menos grave:
—¿Por qué ocultan su verdadera edad las mujeres?
Hora de confesiones: E. Pitchon se arroja sobre la pregunta como sobre un enemigo:
—Por coquetería, por vanidad, por miedo a envejecer. . . A mí hay pocas cosas que me quiten la presencia de ánimo, pero confieso que cuando me preguntan la edad no sé para dónde agarrar. . .
EXTRA. — ¿Cuántos años tiene?
E. Pitchon (que se quedó “fría”, pero reacciona).
— Está bien.. . aceptó el reto (cuando mi marido se entere no lo va a querer creer...): tengo 41 años.
F. Alpersohn (solidaria). — ¡La felicito! Reconocer las propias debilidades y vencerlas es un rasgo de madurez. Una mujer que .se siente lograda no tiene por qué ocultar su edad (conmovida por su propia “audacia”, E. Pitchon agradece efusivamente, con un apretón de manos, las palabras de F. Alpersohn... ).
No obstante, como juzgamos excesivo este acceso de “mea culpa’’, y no queriendo ganarnos el odio eterno de nadie, preferimos mantenernos en terreno “impersonal”... Nos conformamos con saber que todas admiten que no les hace “ninguna gracia” hablar de la edad (Adrianita, desde sus 22 años, observa y calla, comprensiva).
Y volvemos a la carga: ¿La virginidad es un tema tabú?
M. A. Bosco. — Yo diría que es un tabú compartido... La vanidad del hombre nos exige este “regalo”. . .
I. Roi. — ¡Es verdad! Pero es un problema de mi generación. Ahora ya está superado. Es un problema de educación.
A. Bianco (sabia). — Eso es lo que parece... Los muchachos dicen que no les importa que una sea virgen o no, pero cuando el problema se presenta no hacen nada por ayudar a superar el problema, no ayudan a tomar una decisión.
T. Blasco. — La verdadera virginidad no es la física, sino la mental. Y ya casi no quedan vírgenes mentales... Yo creo que esta última es la única que verdaderamente importa. En cuanto a la otra, a esta altura y a cierta
edad, preguntarle a una mujer si es virgen es lo mismo que preguntarle si es mogólica...
E. Pitchon (contagiada). —Yo pienso igual que Teresa... Lo que importa es la virginidad mental, y muchas jóvenes, obsesionadas por “la otra”, caen en conductas horriblemente anormales...
A esta altura, el diálogo amenaza volverse definitivamente “prohibido para menores”...

LA HORA DE LA VERDAD
Han pasado más de dos horas. Diálogo y whisky han logrado el clima intimista buscado. Preferimos no escuchar algunas charlas “cabeza a cabeza” entre esas flamantes amigas, que ya han postulado futuros reencuentros y llamadas telefónicas.. . Y como nos sentimos un poco excluidos, las agredimos con una nueva pregunta :
—¿La frigidez es un tema “intocable” para la mujer?
M. T. Blasco (impulsiva como siempre). — ¡Ese sí que es un tema tabú! La frigidez es un problema del siglo. La mujer es víctima de las habitualmente malas relaciones en la pareja de hoy.
I. Roy. — Es un tema que no traté nunca con nadie. Y como yo no lo soy...
M. A. Bosco. — Sin embargo, entre cierta clase de mujeres de la burguesía se hace alarde de esta falla. Tratan así de demostrar que no son “esclavas del sexo”, sino que cumplen con su obligación como una especie de concesión al matrimonio. En realidad, son mujeres terriblemente frustradas y ese alarde es un desahogo .. .
E. Pitchon. — Es lo peor que le puede pasar a una mujer: la frigidez es la máxima frustración. Por eso no se habla del tema, porque es temible.
M. C. Laurenz. — Creo que es una enfermedad. Y como todas las enfermedades, avergüenzan de alguna manera al enfermo.. .
M. A. Bosco. — A veces.... a veces... Además, hablando se entiende la gente. Es un problema, en general, de integración de la pareja. Una cosa muy difícil hoy día, y a la que el tabú hace doblemente difícil.
EXTRA. — ¿Será por eso, porque hombre y mujer no se “entienden”, que pese a la liberalización de las costumbres las mujeres no pueden dejar de exhibir sin vergüenza a sus hijos extramatrimoniales?
I. Roi. — Creo que no es así..., salvo entre cierto tipo de gente...
M. A. Bosco. — Ese es un tabú típico... Un hijo puede ser algo compartido y, en todo caso, la que tendría que avergonzarse es la pareja.
T. Blasco (desafiante). — El día en que quiera tener un hijo lo voy a tener... ¡y no me va a importar estar casada o no!
E. Pitchon. — No sé si eso no un tabú..., pero de lo que estoy segura es que a los hijos hay que darles un hogar correctamente formado, y eso no ocurre cuando los hijos nacen fuera del matrimonio.
Aquí el diálogo toma un rumbo distinto: por una vez, todas estas mujeres se ponen de acuerdo en la falta de protección social al hijo extramatrimonial, se reconocen “abandonadas” por una ley hecha por los hombres... El momento de concordia es aprovechado por alguien que evidentemente no quiere vivir el problema, para anunciar su defección.
M. C. Laurenz (modosa, inminente esposa del cantor Alberto Marcó). — Bueno..., yo me voy..., me espera mi novio para ir al cine..., a mis hijos los quiero “matrimoniales”... (risas y votos de ventura...).
La juventud resigna posiciones... Hora para una pregunta “grave”:
EXTRA. — ¿Es tabú el tema de la menopausia?
Conmoción en el panel... Gestos de: “¿Y a mí, por qué me miran?” en todas las presentes...
M. A. Rosco (más allá del bien y del mal). — Aunque para muchas mujeres es una liberación, la mayoría sólo la admite como una claudicación.
F. Alpersohn. — Es natural que la mujer “sufra” este menoscabo... Por eso creo que, sí, es un tabú, sobre todo la menopausia precoz.
I. Roí. — Estoy de acuerdo... y creo que es uno de los pocos tabúes comprensibles...
E. Pitchon coincide con la “mayoría”. En disidencia, para variar:
T. Blasco. — Ningún tabú es “comprensible” Una mujer mentalmente madura no tiene por qué avergonzarse de algo completamente natural e inevitable.
Como la hora avanza y el whisky ya se ha acabado, proponemos una última pregunta, menos “pesada”:
EXTRA. — ¿Se resisten las mujeres a exhibir las canas y a admitir que se depilan las piernas?
Sonrisas sobradoras de: “Somos prejuiciosas..., ¡pero no tanto!”. Dos actrices asumen la defensa de su profesión:
T. Blasco. — A mi me pagan para ser “vedette”, y por lo tanto me tapo las canas o me depilo si hace falta... Pero este no es precisamente el “secreto” de mi vida...
I. Roi. — Me encantan mis canas, si no las luzco es por razones profesionales. En cuanto al vello en las piernas, no creo que hoy haya una mujer que oculte premeditadamente que se afeita.
E. Pitchon. — Después de las anteriores preguntas, ésta suena para escolares... No existe tal tabú.
M. A. Bosco. — Mis “contemporáneas” han contestado por mí...
Y terminamos. Faltó el diván, pero creemos haber logrado desnudar en cierta medida algunas de las más profundas represiones de la argentina de hoy. Se van en “block”, muy amigas. Detectamos al pasar algunas frases sueltas de despedida (“A ver cuando nos reunimos a tomar el té...” “¡Qué tarde es! ¡Y yo que tengo una cena hoy!”). Van reencontrando, más o menos dificultosamente, su “personaje”. Nosotros nos quedamos con un trocito, tal vez muy pequeño, pero fundamental, de sus verdades.
Revista Extra
02/1967
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