Mágicas
Ruinas
crónicas del siglo pasado
REPORTAJES INSOLENTES OSCAR BONAVENA: Al gran macho argentino, salud Venía de entrenarse en el gimnasio del Luna Park. Llegó a la suite del Alvear balanceando pesadamente una gran cruz de oro que le colgaba del cuello. Antes de contestar a las preguntas de Confirmado, hurgó desesperadamente en una bolsa y no habló una palabra hasta no dar con lo que buscaba: una ramita de ruda macho, que luego, cuidadosamente, puso sobre el mueble-bar. Más tarde le ofrecería a la periodista una o dos hojitas: "Para que la cuide del mal de ojo, de la mala gente y de los malos espíritus". Dos días antes de enfrentar al brasileño Luis Faustino Pires —a quien ganó—, el humor de Oscar Natalio Ringo Bonavena fluctuaba entre la persecución y la omnipotencia. Abrió el bar y, riéndose de su propia fanfarronería, ofreció cinco variedades distintas de bebidas importadas. El diálogo empezó así: CONFIRMADO: ¿No le parece que usted está un poco agrandadito? OSCAR NATALIO BONAVENA: Yo nací agrandado: mido 1,90, peso 95 kilos, calzo el 44. Soy un fuera de serie. C.: ¿Se considera una figura popular? O. N. B.: Por supuesto, yo soy el representante del macho argentino. C.: Sin embargo, muchos de los que van al estadio van a verlo perder... 0. N. B.: ¿Y usted cree que yo no sé eso? Pero, mire... la gente me quiere; paga la entrada para verme a mí, a Bonavena. Una vez que entraron y dejaron las cinco lucas en la boletería, ¡que me griten lo que quieran! Yo ya tengo lo mío. C.: ¿Qué fue esa payasada de su divorcio? O. N. B.: ¿Qué payasada? Yo me peleé con mi mujer porque la gente es mala; habla y habla hasta que consigue armar el lío. Pero ya pasó. Mi mujer no puede vivir sin mí. C.: ¿Y usted puede vivir sin ella? O. N. B.: (Pensativo) Y... a lo mejor no... a lo mejor no. C.: ¿Su familia lo ayuda a promocionarse? O. N. B.: No, yo no necesito más promoción que la que me hago yo mismo, solo ... C.: ¿Entonces usted promociona a su familia? O.N.B.: ¡Pero no! A ellos los conocen porque yo soy famoso. Lo que pasa es que los quiero. Yo tiro para lo mío. A lo mejor la gente piensa que soy un mal tipo, pero ¿a mí qué me importa la gente? Mientras estemos bien ... C.: Entonces ¿por qué la hizo trabajar a su mamá en televisión? O.N. B.: A mi mamá le gustaba. Eso no era un trabajo para ella; se divertía. El día anterior amasaba con mi tía y mi hermana, charlaban, miraban una telenovela, y cuando se querían acordar ya estaba todo hecho. Fíjese, para que vea cómo es la gente: cuando en el canal me propusieron hacer el programa en los estudios, yo dije que no y se acabaron Los ravioles de doña Dominga. Y me negué por eso... porque entonces sí que hubiera sido un trabajo para la vieja: a ella no le gusta que la muevan del barrio. Pero, dígame... ¿por qué no dicen que la hice viajar a Brasil y a Puerto Rico, en primera y en los mejores hoteles, y que me llevé a mi mujer tres veces a Estados Unidos y dos a Alemania y a la Costa Azul? Yo digo una cosa, ¿cuántos tipos hay aquí que ni siquiera la sacan a su mujer al cine una vez por semana ? Pero de mí hablan... claro... es la envidia. C.: ¿A qué fue a Estados Unidos la última vez? O. N. B.: A buscar contratos. C.: ¿No es una derrota moral haber regresado sin pelear con nadie? O. N. B.: ¿Y con quién voy a pelear allí? En Puerto Rico no hay nadie y en Norteamérica, salvo Clay, tampoco. C.: Sin embargo, no necesitó ir tan lejos para encontrarlo a Pires ... O. N. B.: Para mí Pires es como un sparring. Pelear con él es como hacer entrenamiento, y encima me pagan. No va ser la primera vez que le gane, ¿no? C.: Pero Clay no es un sparring. O. N. B.: Clay es cobarde, es un miedoso. Yo nunca me equivoco; tengo ideas. Con Quarry no me equivoqué. Una semana antes de la pelea dije que Clay le ganaba porque Quarry le tenía miedo, y al primer tajito se rajó. Cuando yo peleé con Frazier le aguanté 15 rounds; yo no me achico, bajé del ring con la cabeza en la mano pero no me escapé. Clay también tiene miedo; yo lo vi: en una pelea, el manager lo tuvo que empujar para que saliera... A mí nunca nadie me tuvo que empujar; yo salgo solo y busco guerra. Lo que pasa es que en este país nadie respeta a sus ídolos. No saben lo que tienen. Yo valgo mucha guita. ¿Sabe cuánto ganó Accavallo por el mundial?: 5.000 dólares. ¿Y Locche y La Cruz? Lo mismo. ¿Sabe cuánto voy a ganar yo por pelear con Clay? Más de 100.000 dólares. A mí afuera me pagan. C.: Parece que nadie lo trata bien aquí, ni siquiera los que saben algo de boxeo; por algo será que Paco Bermúdez no quiso ser su entrenador... O. N. B.: ¿Pero qué está diciendo? Yo nunca le pedí a Bermúdez que me entrenara; jamás hablé de boxeo con él. Un día lo invité aquí a tomar una copa, a hablar de bueyes perdidos, de mujeres, de cómo andaba el país y esas cosas. Lo que pasa es que dos periodistas que se la tiran de piolas me preguntaron si lo quería contratar y yo les dije, por embromar, no más, que "ya se iba a ver", y ellos se largaron a escribir pavadas. C.: ¿Cree honestamente que le va a ganar a Clay? O. N.B.: Seguro, yo soy "la gran esperanza blanca". Cuando vuelva, voy a ir al colegio para aprender a contar la guita que traiga en la valija; me voy a hacer pagar en cambio chico, de a un dólar, para contarla más tiempo. C.: ¿Qué le pasa, Bonavena? ¿De dónde ese entusiasmo por la ciencia-ficción? O. N. B.: ¿Ma' qué ciencia-ficción? ¿Qué quiere que le diga? ¿Que soy un muchacho humilde y que espero que la suerte me acompañe? Mire, cuando a mí viene un gil y me dice que tengo un lindo auto, yo le contesto que es más que lindo, que es un Mercedes-Benz, el mejor del mundo, y que además es mío. Eso parece que a la gente no le gusta; prefieren que mienta y que me haga el modesto. Con Clay pasa lo mismo. Por supuesto que le voy a ganar. Lo voy a poner en el piso, al negro. Se va a caer. Yo soy capaz de eso y de mucho más. C.: Suponiendo que tenga razón, ¿qué va hacer si le gana? O. N. B.: Me voy a comprar un Neptuno, lo voy a llenar de cuanta porquería encuentre y voy a salir a la calle a enchastrar gente... a todos esos de la contra... a los que no me creían. C.: ¿Y si pierde? O. N. B.: Los voy a barrer en la calle, los voy a barrer... C.: ¿Y si pierde? O. N. B.: Ya ve, con Quarry no me equivoqué. Lo puede leer en El Gráfico de esta semana... ahí está, palabra por palabra. C.: ¿Y si pierde? O.N.B.: ... CONFIRMADO - 4 de noviembre de 1970 |
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