Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

Antín
CINE
A la sombra de Don Segundo
No mucho después de la primera edición de “Don Segundo Sombra”, en 1926, comenzaron los requiebros amorosos del cine para con la obra clave y maestra de Ricardo Güiraldes. El autor, agauchado y ciudadanizado hijo de estancieros que con raro equilibrio concilió la devoción nativa con una exquisitez cultural que lo llevó a París e inclusive hacia Japón e India, murió prematuramente en 1927, a los 41 años. Alcanzó, acaso, a vislumbrar la proyección de su obra, pero no tuvo que lidiar con productores cinematográficos.
Su viuda, Adelina del Carril, celosa custodia de un acervo literario de proyecciones internacionales, no fue ajena al deseo de que el cine recogiera la estampa del arquetípico resero y sin embargo receló de los cantos de sirena. Permaneció inmutable ante ofrecimientos frecuentes desde la década del treinta, partieran de Argentina Sono Film o vinieran envueltos en tentadores dólares de Hollywood, vía Walt Disney. En estos últimos años hubo varías tentativas que no configuraron un ofrecimiento. Tal vez Adelina del Carril, en sus últimos días, no lo supiera: Torre Nilsson tuvo un circunstancial encandilamiento con el libro y en 1962 faltó poco para que Lautaro Murúa comenzara a trabajar en la adaptación. Las habituales tormentas del cine argentino borraron esos proyectos, hasta que en 1968 Manuel Antín retomó una vieja idea bosquejada con Murúa, luego abandonada sin precisa explicación.
“El éxito de 'Martín Fierro' no es ajeno a esta decisión”, dice ahora Antín. “No desprecien el cálculo comercial, siempre procedente en cine, aun para la obra más seria, pero también hay una madurez de asimilación, un leer y releer el libro a través de los años”, certifica con vehemencia a Panorama. Confiesa que más de una vez abandonó el libro: “La prosa me sedujo siempre, la insuficiencia anecdótica era un temor constante”. Agrega que “por fin descubrí la solución: no era necesario el guión, no lo escribí, ya estaba escrito por Güiraldes; la falta de acción es un hecho intergiversable y la fórmula es otra, dar en lenguaje de cine la poesía que Ricardo dibujó en palabras; lo demás se llama autenticidad; con ayuda de Adolfo Güiraldes, sobrino del escritor, la conseguiré”.

Palabras valen millones
El prestigio cinematográfico del ex escritor Manuel Antín se edificó en la frecuentación de los cuentos de Cortázar, con películas que se llamaron “La cifra impar”, “Circe” e “Intimidad de los parques”. El “racconto”, la quiebra del relato, adelanto y retroceso de tiempo como norma narrativa signaron a ese cine de una cierta oscuridad, obstinada en la ruptura lineal de las historias. “Don Segundo” podría ser diferente o en apariencia contraría ese estilo de “tempo” psicológico. Antín es terminante al respecto: “Hay una consecuencia entre mi cine anterior y este intento. Es cierto que el relato será lineal, pero desde lo subjetivo; me apoyo en el mismo Güiraldes, que confiesa que la lógica del libro es el fluir del agua, es decir del recuerdo, del pensamiento, de las vivencias”.
Los ingentes problemas que la adaptación planteaba fueron simplificados. “Mi guión —insiste el director— es la novela, si así quiere llamársela. Marqué sus situaciones. Las recreaciones son mínimas, imperceptibles, o más que tales, la relación de un capítulo con otro, la objetivación de un pasaje con otro, la refundición. Los diálogos se dirán textualmente. En “off”, una tercera voz que es la de Güiraldes acompañará ciertas imágenes. Lo considero imprescindible. En gran medida el tesoro de “Don Segundo” está en la prosa descriptiva, sentenciosa, coloquial y filosófica que antecede y sigue a los escasos diálogos”. Antín estima que el cine ha superado el prejuicio anti literario, que está en condiciones de asimilar esos parlamentos, contrapuntearlos a la imagen.
El caso podría replantear la ironía que se gastó hace casi treinta años cuando se adquirieron los derechos de “La guerra gaucha”, de Lugones. “Han comprado palabras a granel, ¿qué van a hacer con ellas?” se decía. Con “Don Segundo” el costo de las palabras se ha infraccionado. Antín pagó a la sucesión de Güiraldes 3 millones de pesos y comprometió un mínimo porcentaje sobre eventuales utilidades. El costo de la película está previsto en 86 millones, con o sin crédito del Instituto Nacional dé Cinematografía.
El intelectualizado director de “Castigo al traidor” sonríe: “En la confianza de éxito, arriesgo dividendos que me dieron la televisión y el cine publicitario”. En seguida hace una digresión aclaratoria: “Al volver al largometraje no emplearé las técnicas repentistas de la publicidad, me sumerjo en las exigencias del cine industrial”. Todo funcionará de acuerdo con las necesidades materiales o de cualquier índole. Sabe cuándo comienza (o comenzó) el film, no adivina cuándo lo terminará. “Con rigor filmaré y volveré a filmar, esperaré la puesta de sol o las condiciones climáticas adecuadas, no suplantaré escenarios”. La filmación comenzó, oficialmente, el martes 8 de abril; antes de la participación de Antín, como jurado, en el Festival de Río de Janeiro se hicieron tomas tentativas, “que podrán o no podrán incorporarse a la película definitiva”.
En relación a “Don Segundo” la estada en Río fue útil: “Vi cine de todo el mundo, hablé con gente de veras talentosa, confronté mi creencia de que los grandes proyectos deben acometerse a lo grande; así: el riesgo es mínimo, el resultado depende de la conducción”.

Escenarios y otras autenticidades
Se filma en color y la fotografía está a cargo de Manuel Rodríguez, joven profesional cuya capacidad se midió en cortos de propaganda. Los escenarios naturales de rodaje son San Antonio de Areco y alrededores, los cangrejales de la bahía de Samborombón, la provincia de Corrientes. El enigma de Corrientes se clarifica: el ganado guampudo que en 1910, época de la acción, predominaba en la pampa bonaerense ya no existe aquí pero subsiste en Corrientes. Para una escena, en Samborombón, son necesarias 1.000 cabezas, que se trasladarán desde Corrientes; para otra deben emplearse 5.000 cabezas y entonces se filmará en paisajes similares de aquella provincia, adonde se trasladarán intérpretes y equipo técnico.
Indicaciones como éstas proceden de Adolfo Güiraldes, hijo de Manuel y sobrino de Ricardo, hombre de 57 años que es estanciero y también resero. Desde luego, conoce a las maravillas la vida del campo. Antín lo ha elegido para que interprete, “con pasmosa veracidad”, al legendario Sombra; además, sobre sus espaldas recaerá la autenticidad folklórica del film: “Sin vergüenza —declara Antín— debo confesar que nada sé del campo, mi aprehensión del libro es poética, artística, humana; sin Adolfo no haría la película”.
Todos los reseros y domadores que captará la cámara son reseros y domadores reales. El único actor que subirá a caballo es Luis Medina Castro. En general los intérpretes profesionales actúan en partes breves y a la vez densas: Luis de la Cuesta, Fabio a los 14 años; Juan Carballido, Fabio adulto; Juan Carlos Gené, Sixto Gaitán; Osvaldo Bonet, el enano; Fernando Vegal, el tape Burgos; Milagros de la Vega, la bruja; Alejandra Boero, una curandera; Juan Carlos Galván, el pulpero; Héctor Alterio, el gaucho diabólico. La música es otra preocupación obsesiva de Antín, todavía en un plano conjetural. “No he decidido —manifiesta— quién me compondrá los motivos de fondo; supongo que es todavía más difícil la selección de los temas directos, deben ser los que en verdad se estilaban en bailes de la época en la llanura bonaerense”.

“Somos ansí, no más”
En el diálogo con Panorama, minutos antes de partir a la estancia “La Porteña” de San Antonio de Areco, el nervioso Antín rememoró una vieja anécdota. Retrotrae a casi 40 años, cuando un redactor de “Crítica” recorría los pagos de Areco en busca de un paisano que hubiera leído a Güiraldes; le costó encontrarlo, ya que esos curtidos hombres de campo no leían o no sabían leer, hasta que dio con uno que sí lo había leído y desconcertó al periodista con una declaración sensacional: “Qué quiere, mozo, somos ansí, no más”. El director-productor, con pudor e ilusión, imagina a un anónimo espectador argentino o extranjero certificando sobre su película una semejante carga de autenticidad. “El film servirá —exclama— si sensibiliza a los argentinos y a las gentes que hablan los 17 idiomas a que el libro está traducido”.
Sobre el prolijo escritorio de Antín, en el quinto piso de un edificio de Lava lie y Cerrito, un tomo encuadernado en cuero parece una guía de cotidiana consulta. Lo toca, lo hojea, lo cierra, lo abre. Son las obras completas de Ricardo Güiraldes. “Mi preocupación fue leer una y otra vez toda la obra de Ricardo, lo publicado y lo no publicado, sus borradores inéditos, los apuntes, la correspondencia”. Lo dimensiona como un escritor fabuloso que no acaba en su libro mayor: “Hay que penetrar todos los recovecos de su ¡prosa, sus variados fervores, un pensamiento que hasta en lo social resulta más profundo de lo que suponen exegetas o detractores.
“Fíjense —continúa— que este gran señor aristócrata tiene reflexiones insospechadas sobre la pobreza del paisano, la tierra que no le pertenece, su destino incierto”.

La tradición viva
El entusiasmo de Manuel Antín parece inagotable. Ese entusiasmo lo induce a reflexionar sobre la vigencia de una tradición nacional, aunque no descarta que haya motivaciones políticas en el reactualizado deseo de hacer valer esa tradición. “Cinematográficamente —explica— es un gesto válido, nos enfrenta a los argentinos con una realidad pasada con proyección hacia hoy y mañana; prefigura un cine que a esta altura del país y de nuestras vidas no podemos ni debemos rehuir”. Tampoco le intimidan los paralelos con “Martín Fierro”: “La versión fílmica de Hernández nos alertó, en superficie. Güiraldes impacta menos, tiene menos fuerza de drama, enfoca una época menos violenta; en capas profundas tiene la ventaja de una poesía sutil, un lirismo tenue, la vida campestre en paz y resignación, la incitación a la belleza visual, al poema cinematográfico”.
La definitiva conclusión de Manuel Antín, previa a la película, es ésta: “Lograré o no la película que Güiraldes y el país merecen; me hago el reto cuando creo que mi andar por el cine me lo está pidiendo; estoy trabajando con fe religiosa”.
Revista Panorama
15.04.1969
Segundo Sombra
Segundo Sombra

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