Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

Ciencia
La Luna al alcance de la mano
Un rostro, dos rostros, un tercero. Para los millones de seres que contemplaron las imágenes borrosas en las pantallas de televisión, aquello era fascinante. Los tres hombres se movían poco y parecían dormitar. Vestían camisas grises y chaquetas azules, aunque estos detalles sólo se conocieron luego. Uno de ellos mostró su reloj de pulsera a la cámara, en un gesto ostensible que los espectadores interpretaron perfectamente; otro sonrió. No había mayor acción, es verdad, pero la transmisión produjo la misma impresión hipnótica, comunicó la misma angustia que el mejor film bélico. Esos tres hombres —tres desconocidos hasta hacía unas horas— eran un cardíaco, un científico dado por muerto por los nazis y un médico joven que, mientras giraban vertiginosamente en el espacio, legaban sus nombres a la posteridad y cumplían la hazaña más importante de la conquista espacial.
Rusia asombró nuevamente al mundo. Sin previo aviso, sin que nadie en Occidente lo hubiera previsto, produjo otro de sus lanzamientos espectaculares. Como en 1957, cuando el primer Sputnik inauguró una era distinta y sumió a los Estados Unidos en la más profunda inquietud, la URSS demostró la semana pasada que sus ambiciones en materia espacial no disminuyen, que su cohetería y su técnica siguen siendo superiores.
El lanzamiento se hizo el 12 de octubre, a las 10.30 hora soviética, desde un cosmódromo situado "a unos 2.000 kilómetros al sudeste de Moscú". Siguiendo su tradición, la URSS guardó silencio sobre datos fundamentales (qué tipo de cohete había empleado, qué peso y dimensiones tenía esta cápsula que podía contener a tres hombres, cuánto tiempo duraría la experiencia). Pero ello no obstó para que el orbe entero se conmoviera. En Moscú, las manifestaciones desbordaron la Plaza Roja; se improvisaron carteles y cantos; los soldados fueron vitoreados y llevados en andas; altavoces ubicados en lugares públicos informaron sobre el curso de la cápsula Voskhod (Aurora) que circundaba la Tierra cada 90.1 minutos en una órbita de 409 y 178 kilómetros en sus puntos de mayor y menor aproximación. Yuri Levitan, el locutor que desde hace veinticinco años anuncia al pueblo ruso los grandes acontecimientos, apareció en la televisión para exaltar la proeza: por vez primera en la historia humana, hombres no preparados especialmente estaban realizando un vuelo espacial en un mismo vehículo. El resultado era obvio: Rusia se adelantaba en la carrera cósmica, se colocaba a las puertas de un nuevo universo.
El Voskhod es la séptima nave soviética que cruza el espacio con éxito, y aunque esto podría haberle restado interés, la importancia científica de la prueba y el factor humano implícito en ella consiguieron derrotar a los más indiferentes.
• Desde un punto de vista técnico, el lanzamiento soviético destruyó hipótesis y confirmó sospechas en todo el mundo. En primer lugar, acalló definitivamente los rumores de que la URSS se había desinteresado en la conquista de la Luna. Ahora parece no quedar dudas de que los cosmonautas soviéticos están a un paso de coronar con éxito esta carrera, y que la "cita espacial" (el alunizaje) está casi al alcance de su mano. Si en octubre de 1957 pusieron en órbita el primer satélite artificial, en 1967 bien podrían poner el pie en la superficie lunar, y festejar así el quincuagésimo aniversario de su revolución. USA, mientras tanto, espera lanzar dos cosmonautas en la cápsula Géminis a comienzos de 1965, y ahora sus científicos afirman que acelerarán el programa espacial. Pero la URSS tiene sobre Estados Unidos una gran ventaja: tres hombres en una cápsula significa que dos de ellos pueden efectuar una "excursión" fuera de la nave. Aunque resulte fantástico, el vehículo espacial, que se mueve a 25.000 kilómetros por hora, se convierte en el centro de gravedad de los cosmonautas, los que podrían pasear y arrojarse al espacio, en el que flotarían sin alejarse de la cápsula. La Unión Soviética ha conseguido, además, adelantos notables en la investigación cósmica. El Voskhod, que iba a lanzarse en agosto, debió esperar condiciones más favorables, y esto parece demostrar que los científicos soviéticos han perfeccionado un método para predecir "el clima solar" y la erupción de manchas solares, lo que les permitiría determinar el mejor período para vuelos espaciales. Si a esto se suman factores nuevos de esta última experiencia (disminución del tiempo de entrenamiento, edad de los cosmonautas sensiblemente ampliada, seres no perfectos fisiológicamente, vuelo en la zona de uno de los cinturones de radiaciones), el resultado es la ruptura de una frontera invisible lograda por la ciencia soviética.
• El factor humano resultó apasionante. Como en el caso de la perra Laika, de Yuri Gagarin, el primer hombre que circundó el espacio terrestre, y de Valentina Tereshkova, la primera mujer astronauta, los tres hombres que recorrieron 700.000 kilómetros en poco más de un día, en el Voskhod, produjeron un gran impacto en públicos de todos los continentes. Pero desconcertaron a los entendidos. Los tres son soviéticos, relativamente jóvenes, casados, ambiciosos y capaces. Pero difieren en lo demás. Ni siquiera son todos miembros del partido Comunista: Konstantin Feoktistov no lo es.
Vladimir Komarov tiene 37 años y fue separado del programa espacial hace dos, por una afección cardíaca. La prensa había hablado de él sin nombrarlo. Para sus compatriotas era un individuo delgado, de modales reposados, que gustaba tocar la guitarra, entonar canciones folklóricas y enamorar mujeres. Había hablado por radio, pero sólo se lo conocía bajo la letra K. Resultó ser coronel e ingeniero, aviador, con instrucción de vuelos espaciales, buen paracaidista (77 saltos) y coleccionador de medallas al mérito.
Konstantin Feoktistov se ofreció, con 16 años, para prestar servicios voluntarios en el frente, durante la Segunda Guerra. Ahora tiene 38 y una historia de héroe: herido gravemente, desmovilizado, reinició sus estudios y demostró tales condiciones como técnico que acumuló' títulos y premios (Bandera Roja del Trabajo).
Boris Yegorov sorprende por su juventud. A los 27 años, tiene diez trabajos científicos publicados, se especializó en medicina espacial, y recibió también las máximas condecoraciones. Es teniente del cuerpo médico militar, y deportista: 11 saltos en paracaídas, practica alpinismo y esquí.
Los tres hombres se turnaron en el trabajo y en el descanso durante su primera noche en el espacio. Yegorov observó a sus compañeros y a sí mismo, no como médico, sino como investigador. En casi todos sus mensajes aseguraron hallarse bien, aunque no llevaron equipos especiales, pues la cápsula "tiene una atmósfera con todas las comodidades necesarias".
El Voskhod abandonó su órbita cuando Comenzaba su decimoséptima vuelta, y descendió en medio de densas nubes, en una zona no identificada. Según la agencia Tass, tocó tierra a las 10.47 hora de Moscú, es decir, 24 horas y 17 minutos después de su lanzamiento. Para los observadores occidentales que habían calculado un vuelo en no menos de una semana, algo debió ir mal. "La órbita marcadamente elíptica sugiere la posibilidad de que haya surgido algún inconveniente que obligara a disponer su descenso antes de lo previsto", señalaron. Empero, el diario Izvestia dijo que los cosmonautas pidieron permanecer otro día en el espacio y que su solicitud había sido denegada: "Todo se hará de acuerdo con el programa de investigación científica, preparado para un vuelo de 24 horas", se les respondió. Luego se impartió la orden del descenso.
El Voskhod aterrizó con ayuda de paracaídas, con los tres hombres en su interior. Esto también fue algo nuevo. Pilotos que volaban en círculo sobre la zona de aterrizaje, comunicaron a sus bases: "La nave es perfectamente visible en tierra, y los tres cosmonautas junto a ella. Aunque descalzos, caminan normalmente."
Revista Primera Plana
20.10.1964

ir al índice de Mágicas Ruinas

Ir Arriba