Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

LA MUERTE ESTA LLEGANDO...
Un hombre y una mujer la esperan. Son Julius y Ethel Rosenberg, condenados a la pena capital por entregar a Rusia secretos vitales sobre la fabricación de la bomba atómica de los norteamericanos
HACE casi dos años —exactamente el 29 de marzo de 1951— el matrimonio compuesto por Julius Rosenberg y Ethel Greenglass de Rosenberg fué sentenciado a muerte por las autoridades de Estados Unidos de Norteamérica, acusados de haber proporcionado a la Unión Soviética secretos esenciales sobre la fabricación de la bomba atómica. Al mismo tiempo se condenó a David Greenglass, hermano de Ethel, a quince años de cárcel por su participación en el mismo delito.
No vamos a entrar aquí a analizar si quitar la vida a un ser humano pertenece al fuero divino o al nuestro. Pero lo cierto es que condenar a muerte a dos personas o confinarlas en una celda durante casi dos años es, mas que la pena capital, una tortura. Y que Estados Unidos haría bien en decidirse entre abandonar la silla eléctrica, o acelerar por lo menos su aplicación. De tan largo y debatido proceso, que culminó recientemente con la fijación para estos días del cumplimiento de la sentencia, surgen algunos hechos que valen la pena ser destacados. Así, del legajo judicial, que consta de ocho volúmenes y más de medio millón de palabras, extraemos, aunque sintetizados, detalles de interés en este proceso del que Julius y Ethel salieron con una sentencia de muerte debida sobre todo a las declaraciones de David y de la esposa de éste, Ruth.

UN POCO DE HISTORIA
Julius y Ethel nacieron en Nueva York. Julius, que cuenta ahora treinta y cuatro años, era hijo de un sastre. Muchacho activo y lleno de ambiciones, fué alumno en una escuela secundaria de aquella ciudad, donde a los veintiún años obtuvo su diploma de técnico electricista, para casarse poco después con Ethel Greenglass, que tenía tres años más que él, que medía poco más de un metro y cincuenta de estatura, que era dueña de una gran energía y que le dió dos hijos que hoy cuentan nueve y cinco años de edad. Durante las primeras épocas de su unión llevaron una vida cómoda. Julius se convirtió en empleado nacional y durante cinco años trabajó en varias plantas industriales del Cuerpo de Señaleros del ejército, mientras ella contribuía monetariamente al mantenimiento del hogar con su sueldo de taquígrafa y de cantante ocasional. Sin embargo, en 1945 él fué declarado cesante al descubrirse que estaba afiliado al partido Comunista. Esto no le preocupó mayormente, pues de inmediato encontró ubicación en otra firma nada menos que con cinco mil dólares anuales, sueldo que de acuerdo con las estadísticas de entonces lo ganaba un norteamericano de cada mil. Pero ocurrió que antes de transcurrir el año la firma se vió forzada a reducir su número de empleados, y entre los despedidos figuró Julius.
Esta situación señaló el comienzo de una conducta desgraciada, pues Julius se vió precisado a hacer negocios con Bernard y David, sus dos cuñados, de los cuales peco o nada se sabe del primero, pero mucho del segundo. David era el menor de los tres, pues Ethel le llevaba siete años y Bernard cuatro. Era, aparentemente, un muchacho sin mentalidad alguna, despreocupado, perezoso. El negocio que montaron entre él, Julius y Bernard —una pequeña fábrica, o mejor dicho un simple taller— fracasó. Naturalmente, hubo pérdidas de dinero, que en realidad ninguno pudo afrontar, especialmente David, que salió de todo aquello sin un centavo y debiendo además una considerable cantidad al matrimonio Rosenberg en virtud de préstamos que éstos habían adelantado para que el taller continuase funcionando, realizados cuando David estaba enganchado en el ejército, y sin que se consultase para nada no solamente a él, sino a Ruth, su esposa, con quien se había casado siete años atrás y de la que entonces tenía un hijo de dos años y otro en camino.
Naturalmente, ante estos hechos tanto David como Ruth sintieron un profundo resentimiento hacia los Rosenberg, resentimiento que en verdad habría de jugar posteriormente un papel preponderante.

ARRESTO DE DAVID GREENGLASS
A comienzos del verano de 1950 el Departamento Federal de Investigaciones detuvo a David, que entonces trabajaba como maquinista en la planta atómica de Los Álamos, en Nuevo Méjico. Se le acusó de haber proporcionado en 1945, a la Unión Soviética, informaciones secretas sobre la bomba atómica, acusación ante la cual se confesó culpable. Por su parte, su esposa admitió ser su cómplice. Y entre los dos alegaron que habían actuado bajo las órdenes del matrimonio Rosenberg.
Ruth declaró que en 1944, mientras ella estaba en Nueva York y su esposo en Los Álamos, los Rosenberg le habían comunicado que se habían pasado al servicio secreto del partido Comunista y que proporcionaban a Rusia informaciones obtenidas por espías. Luego, siempre de acuerdo con sus declaraciones, le dieron ciento cincuenta dólares para que fuese a Nueva Méjico, viese a su marido y lograse que éste le entregase toda la información posible sobre el proyecto de la bomba, el personal y la clase de trabajos que en la planta se realizaban, recalcándole además que comunicase a David que esa información sería destinada a un agente soviético. Ruth realizó el viaje, del que regresó con un gran acopio de información que David le había hecho aprender de memoria.
Por aquel entonces ella debía tener 20 años y David 22, lo cual significa que éste contaba ya seis años de disciplina comunista, pues a los dieciséis ya era miembro de la Liga Comunista Juvenil. En enero de 1945, David regresó a Nueva York en uso de licencia y proporcionó a Julius más datos sobre la atómica. Juntos los cuatro, los Rosenberg decidieron que Ruth y David regresarían a Nueva Méjico, con todos los gastos pagados por las autoridades soviéticas donde aguardarían la visita de un agente que los visitaría. Y así ocurrió; en junio de 1945 un hombre llegó a Nueva Méjico, obtuvo la información preparada por David y les entregó quinientos dólares. Posteriormente, en septiembre de ese año. David y Ruth regresaron nuevamente a Nueva York, donde éste volvió a dar a los Rosenberg datos de vital importancia sobre el mecanismo de la bomba atómica.

SE PRECIPITAN LOS ACONTECIMIENTOS
En líneas generales esta historia que acabamos de narrar es la que David y Ruth contaron al Departamento Federal de Investigaciones norteamericano y que, repetida durante el subsiguiente proceso, tanto influyó sobre la condena al matrimonio Rosenberg. Naturalmente, hay quienes creen en la inocencia de estos últimos y aseguran que David y Ruth trataron de disminuir la condena que recibirían diciendo que habían actuado bajo las órdenes de otras personas.
La detención de David y Ruth se produjo después que en mayo de 1950 el Departamento Federal de Investigaciones descubrió la identidad del agente que se había entrevistado con Fuchs —condenado a catorce años de cárcel— y llevado información a Anatol Yakovlev, a sazón vicecónsul soviético en Nueva York. Era Harry Gold, ruso de nacimiento y naturalizado norteamericano, de profesión bioquímico, que poco después de ser atrapado manifestó ser el agente que se había entrevistado con David y Ruth en Los Álamos y recogido de ellos la información que después era transmitida a Rusia. Harry Gold hizo una confesión plena. Lo que es más, dijo toda la verdad. Esto lo advirtieron tanto David como Ruth, que hicieron otro tanto. Es decir, dijeron también toda la verdad, sabiendo que de esa manera descargarían de sus hombros una parte de la tremenda culpa. De ahí que todo indique que el matrimonio Rosenberg es culpable, a pesar de que ambos, Julius y Ethel, lo niegan.

Y AHORA...
La ejecución de Julius y Ethel Rosenberg había sido fijada en principio para el 14 de enero de este año, pero se concedió un aplazamiento para que tuviesen tiempo de pedir clemencia al presidente de Estados Unidos. Pero el general Eisenhower se negó a conmutar la pena. Poco después Amleto Cicognant, delegado apostólico en Washington, entregó en la Casa Blanca un pedido del Sumo Pontífice, Pío XII, en el sentido de que no se llevase a cabo la pena capital. Pero el general Eisenhower no por eso cambió de parecer. Lo único que ahora podría torcer la línea de los acontecimientos sería, al parecer una amplia confesión del matrimonio condenado, que evidentemente arrojaría mucha luz sobre el espionaje atómico en Estados Unidos. Pero ni Julius ni Ethel quieren hablar.
Aunque no se conoce todavía con exactitud la fecha en que ambos marcharán hacia la silla eléctrica, se sabe que ello ocurrirá en la semana que empieza el 31 de marzo.
De cualquier manera, en la celda de los que van a morir están, allá en la siniestra cárcel de Sing Sing, un hombre y una mujer que esperan. En torno a ellos se mueve un red de defensas y de acusaciones. Y el mundo entero centraliza sobre ellos su atención, algunos para condenar, otros para perdonar, aquéllos para castigar, éstos para justificar.
Entretanto, Julius Rosenberg y Ethel Greenglass de Rosenberg están esperando...

Caras y Caretas
03/1953

(Nota MR: ambos fueron ejecutados en junio de 1953)

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