Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado



zorrilla de san martin

ZORRILLA DE SAN MARTIN ESCRIBIO SU FAMOSO POEMA "TABARE" EN LA CIUDAD DE BUENOS AIRES
Por EDUARDO LAZZARI

SE ha dicho que el poema épico, heroísmo de acción o sentimiento, es el arte de las civilizaciones que se inician y que la novela es el arte de las civilizaciones decadentes. Para que exista el primero son indispensables ciertas condiciones, distintas a las de la segunda, pero en ambas, si existen estilo, emoción y grandeza, la consagración es independiente del tiempo.
Recordaremos un poeta de aquellos que sobrepasan el tiempo, cuya pluma y cuya idealidad, al servicio de una empresa de elevación artística, logró cuajar un poema inmortal. Nos referimos a Juan Zorrilla de San Martín, autor de Tabaré, Hijo del solar oriental, vió la luz el 28 de diciembre de 1855: por lo tanto, su patria y la América toda le prepara, al cumplirse el centenario de su nacimiento, brillante y solemne recordación.
En febrero de 1883, Paul Groussac, director a la sazón de nuestra Biblioteca Nacional, visitando Montevideo, se detiene en el análisis de la producción del poeta, autor ya de La leyenda patria, ungido a los veinticuatro años, por tan bello fruto inicial, primero entre los grandes líricos de su patria. La obra es historia poética de una acción heroica: la de los treinta y tres orientales, y una gesta: la patria libre y soberana.
Groussac, al relatar sus impresiones. dice considerarla superior al canto A Junín de Olmedo. “Allí hay —afirma— abundancia de ideas e imágenes, gallardía y vigor en la estructura del pensamiento poético, frescura y novedad. Tiene Zorrilla las grandes fases del genio poético. Le salta del corazón a los labios, sin esfuerzo aparente, el grito arrebatador, el rápido verso pindárico, la palabra henchida de substancia luminosa, que deja rastro deslumbrarte en el espacio, a manera de relámpago que no es sino una chispa, un punto fulgurante, pero que por su rapidez parece una serpiente de fuego bajando del cielo a la tierra.” Y exclama, por último: “Después de esta obra, ¿qué escribirá Zorrilla?”
La profecía de Groussac se cumple. Pronto vendrá el alumbramiento de una concepción poética de más alta enjundia. En ciertas horas felices, advierte un pensador, el viento estéril, al sacudir las ramas, hace caer en el suelo preparado el germen maduro, contribuyendo así al gran misterio de la fecundación.
Si la inteligencia se bate por una causa superior, si ella está atenta al dolor y la esperanza, si penetra sutilmente donde bulle la substancia heroica de una raza, alguna vez ha de hacer oír, partiendo de ella, el mensaje predestinado y glorioso, como vibrante clamor de vida y perfección.
¿Cómo fué que tuvo culminación esa obra príncipe de nuestras letras? Pasan desde aquella visita algunos años, y suceden en la patria del poeta graves acontecimientos. Sus labores —divididas en el periodismo, en la tribuna y en la cátedra— jamás le quitaron sus energías para estar entre los primeros ciudadanos por el progreso social, el de las instituciones y en defensa de la libertad. Y sufre, naturalmente, todas las consecuencias de esas posturas.
En 1885, desempeñando tareas universitarias en Montevideo, el presidente Santos, con quien no comulga ni política ni doctrinariamente, oblígale a buscar asilo en la legación del Brasil, tomando después camino a Buenos Aires. Aquí el ilustre desterrado encuentra amparo y manos amigas —donde ya había cursado el bachillerato. siendo casi un niño—; aquí también ha de constituir su hogar, verdadero nido de amor sereno y virtuoso. Sus sueños estéticos estuvieron al abrigo de la intemperie por muchos años. Bajo nuestro cielo pudo encontrar rutas para encender todas las emociones del corazón, y vió también aquí la llama de Prometeo ardiendo en pecho de sus hijos, que sabios, poetas y maestros estaban forjando el alma nacional, esa alma que, según Joaquín V. González, es “peregrina luminosa de las cumbres, los valles y las llanuras”, y un día “revelará el secreto de la armonía, la verdad y la belleza”.
Sus meditaciones, sus imágenes retenidas de aquellos andares suyos en las huellas primitivas de la historia, la raza y los hechos, aquí tomaron vida, mejor dicho, se hicieron carne en su espíritu. Y surgió Tabaré, que poetiza el drama de un mestizo de la raza charrúa, desaparecida ya. Ese nombre fué conocido en la historia de la conquista, apareciendo ahora como hijo del cacique Caracé con noble doncella española, cuya temprana orfandad hace que se lance a vagar y sufrir como los otros salvajes, pero el atavismo racial vive sumergido en las más recónditas de sus fibras. Don Gonzalo de Orgaz, capitán español de avanzada, tiene consigo a su esposa doña Luz, y a Blanca, su linda hermana. Al caer prisionero el indio, de la primera entrevista con ésta surge entre los dos, bajo extraños y apasionantes aspectos, toda la trama del gran poema, que sería largo describir en sus detalles. Aquella raza indómita y bravía como pocas era levantada del abismo de abyección, con oscuras reminiscencias de la selva, el espíritu, la impotencia y el dolor.
No podía ni debía ser olvidado el hecho de su plasmación entre nosotros. Por eso es que la Municipalidad de Buenos Aires, al cumplirse el cincuentenario del suceso, en 1936, fijó en el frente de la casa de la calle Bolívar 691, donde vivió y trabajó el poeta, una placa, en solemne acto, con la siguiente inscripción: “En esta casa escribió su poema Tabaré el gran poeta uruguayo don Juan Zorrilla de San Martín. 19 de agosto de 1886-1936.”
La ciudad, madre acogedora de la poesía que lleva el fuego de querer cantar, sublimizar y explicar el misterio, no podía dejar, al fin, sin el recuerdo del bronce, aunque modesto, a quien desde ella, con patriótico y viril empeño, supo alcanzarla con esfuerzo señero y actitud de cumbre.
Tabaré se edita en París en 1888. con notable y enjundioso prólogo del eminente crítico español Juan Valera, también llevando una delicada y conmovedora carta del autor a su esposa, doña Elvira Blanco de Zorrilla, la que en inminencia de salir a luz la edición fallece, estampando, con tal motivo, al fin, aquél lo siguiente: “Después de escrita esta página, que respeto hasta en sus incorrecciones. y antes de darla a la prensa, mi esposa ha muerto. He bendecido la voluntad de Dios que me la dió y me la quitó: he ofrecido a Dios, como holocausto propiciatorio, los pedazos de mi corazón que El destrozó. Con la absoluta evidencia de la fe, sólo veo en el dolor el nuncio de las divinas misericordias. Sea.”
En la naturaleza no existe la muerte, se ha dicho. Ella puede ser revivida por el pensamiento de los hombres. Sobre todo cuando los hombres piensan para la verdad, que es el arte. Entre ella y el poeta existe tal vez relación invisible, que le permite a éste arrancarle sus secretos, entonar sus himnos y engalanar sus triunfos, volcando como Ariel el espíritu alado, la gracia y la sutileza.
Bien merecida tiene el autor la honra gloriosa que recibirá de su patria y de las letras al cumplirse el centenario de su natalicio.

Pie de fotos
-TAMBIEN fué Zorrillla de San Martín un orador de poderosa elocuencia y desde la tribuna sabía dominar con su verbo de fuego a las entusiasmadas multitudes.
-EL GRAN poeta URUGUAYO, autor de “Tabaré” y “La leyenda patria”, unía a la brillante inspiración una forma armo n i osa y pura que daba notable brillo a sus poemas.
-EN LA GALLE Bolívar 693 se colocó esta placa para recordar que en aquella casa escribió el eminente poeta del Uruguay su máximo poema: “Tabaré’.'

Revista Mundo Argentino
12.10.1955
 

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