Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

Teatro
Una certeza para dos autores noveles
Mientras el jurado del concurso de autores noveles organizado por la Comedia Nacional Argentina deliberaba, hace unos días, dos hombres suponían melancólicamente que sus respectivas obras no iban a ser premiadas. El jurado, reunido por la Dirección de Cultura, lo formaron: Elsa Navarro (hija de una comentarista radial, por la Asociación Argentina de Actores), el crítico Carlos Faig (por la Comedia Nacional), el director Osvaldo Bonet (por la Asociación de Directores Teatrales de Buenos Aires), el dramaturgo Sergio De Cecco (por Argentores) y Juan Carlos Passaro (por la Dirección de Cultura). Los dos hombres que descontaban el rechazo no podían ser más distintos, como distintas son también las razones que los hacían cavilar: Julio Mauricio, ganador del premio con Motivos, y Rodolfo Walsh, que obtuvo mención por La granada.
En su casa de Villa Devoto, Julio Mauricio (45 años, casado, dos hijos) escribió Motivos entre enero y febrero de este año, "cuando me quedé sin trabajo por primera vez desde los siete años de edad". Mauricio se inquietaba porque en esos dos meses no había ganado dinero: "Ahora resulta que sí, que lo gané." Pero el premio de la Comedia Nacional es económicamente modesto (30 mil pesos) y su mayor atractivo consiste en la puesta en escena en la primera sala argentina. En los dos actos de Motivos se acumulan 30 personajes, pues la acción transcurre en un conventillo: "Mi obra está por encima de las apreciaciones ideológicas, porque creo que el exceso de ideología mal entendida es el origen de esta deformación de la realidad que los argentinos padecemos."
La trama de Motivos —votada por Navarro, Faig y Passaro— es "una confrontación entre dos estilos de vida, una dilucidación de si el hombre
ha de vivir con otro hombre, o en contra de él". Cuando se produce el desalojo de un conventillo, la solidaridad de sus habitantes no puede impedirlo; pero puede —a través de uno de ellos, un hombre criado en un orfanato— impulsarlos a construirse una nueva vida en otra parte. "Y esa gente descubre que es feliz, porque nunca he conocido a nadie que sea más auténticamente desdichada ni más auténticamente feliz que una persona humilde", declara Mauricio, con una batalladora bondad en la mirada que traspasa los anteojos reveros.
Sin embargo, a él le gusta más otra pieza que escribió al mismo tiempo que la premiada. "Es una extraña obra en un acto —cuenta Mauricio—, con sólo dos personajes que conversan largamente en una habitación: tiene poco movimiento, y la acción interior surge de los descubrimientos que esas personas van haciendo de cosas que la una ignoraba de la otra." Por ahora, el drama se denomina Del otro lado de la puerta.
Mauricio es sobrestante en una empresa de construcción ("la persona que va a la obra y vigila su ejecución y los suministros"), tiene el título de constructor de tercera y es un lector sin límites de temas políticos y económicos: "El ciudadano tiene la obligación de afiliarse a un partido y trabajar en un comité", dice, aunque niega que Motivos posea intenciones políticas: "Lo que en ella parece naturalismo realista no es más que una apariencia."
Tampoco Rodolfo Jorge Walsh (37 años, casado, dos hijas, autor de los relatos policiales Variaciones en rojo —primer premio municipal de 1954—, de la crónica Operación Masacre y de una fascinante serie de notas sobre el caso Satanovsky) cree que la política tenga nada que ver con su obra. "Sin embargo, el hecho de que transcurra en el medio castrense me hizo pensar siempre que difícilmente pudiera llegar a un escenario oficial; creo que conviene más para un teatro independiente." Pero dos de los jurados del concurso —Bonet y De Cecco— votaron obstinadamente por La granada, hasta que lograron la unanimidad para otorgarle la primera mención (que no implica compromiso de representación en la Comedia). De Cecco sostiene que es una de las mejores piezas argentinas de los últimos tiempos, y Bonet le escribió a Walsh una admirativa carta.
Escrita en un mes, La granada es una sátira, "pero no del ejército, sino de todo el mundo moderno; si hubiera sucedido en una redacción, parecería una sátira del periodismo". Durante unas maniobras, un soldado está por arrojar una granada; por un desperfecto, falla el artificio de fuego y él queda oprimiendo con un dedo el resorte que al ser soltado provocará la explosión. La situación insólita convoca a su alrededor un vacío absoluto: se lo aísla en el campo, vigilado a distancia por cuatro centinelas, con una campana al cuello, para indicar sus movimientos. En la soledad, el soldado descubre que todas sus relaciones con el mundo exterior son falsas, y se le sigue un proceso por haber perturbado las maniobras. El fiscal (un capitán) lo acusa de ser pagado por una potencia extranjera; el defensor (un teniente) lo irrita con los argumentos de que "un pobre hombre" no puede querer causar daño a nadie. Furioso, el soldado tira la granada, que no explota; el fiscal pide a gritos la pena de muerte, cae el telón y, cuando ha caído, se oye detrás de él un gigantesco estallido.
Mientras algunos teatros independientes (tal como él lo suponía) apremiaban a Walsh para que les entregue La granada, surge una certeza común a los dos autores: ninguno de ellos propone escapismos, ambos quieren hurgar a fondo en la realidad de la Argentina y de la vida contemporánea.
15 de setiembre de 1964
PRIMERA PLANA

ir al índice de Mágicas Ruinas

Ir Arriba