Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado
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CARAS Y CARETAS Pablo Neruda Una vez, un periodista argentino, luego de entrevistarlo en la Isla Negra, le sugirió a través de su nota que se suicidara porque lo consideraba gaga. Ricardo Neftalí Eliezer Reyes Basoalto, conocido mundialmente como Pablo Neruda, no tomó en cuenta el pedido y siguió escribiendo poemas, recibiendo periodistas y haciendo declaraciones. “Yo no soy como muchos escritores que se dicen enemigos de los premios. Los consideré siempre un estímulo. El premio Nobel es una distinción universal y recaiga en quien recaiga, está honrando a la literatura. Siempre celebro y felicito a quien lo recibe." Esta vez estará felicitándose a sí mismo. Embajador de Chile en Francia, Neruda obtuvo, con bastante poca sorpresa, el máximo galardón occidental de la literatura, a los 67 años de edad. “Confuso de palabras, inoxidable de corazón, torpe de instituciones, poeta por maldición, tonto de capirote y francófilo (al fin de cuentas yo soy un discípulo de Francia y soy un chileno esencial: he sido siempre un afrancesado en la cultura y un americanista indomable)”, tal como él mismo se describe, Neruda anota en su cuenta unos treinta libros, editados trescientas veces y traducidos unas ochentas, que le sirvieron para obtener premios internacionales como el Stalin en 1950 y ser nombrado miembro correspondiente en Yale. Considerado como uno de los poetas más grandes de América, Neruda ha llenado su vida de anécdotas, las que le valieron acérrimos defensores y empecinados detractores. Su vida política estuvo siempre mezclada con la creativa. Tanto, que se considera como el precursor de una modalidad latinoamericana: la poesía-tribuna. Quizá el hecho de que constantemente se mezclen sus actividades, le anuló la posibilidad de erigir su nombre como candidato presidencial de su país. Antiguo militante del Partido Comunista chileno, Neruda no descartó la idea de llegar a ser presidente, por el contrario, parecía estar muy contento con lo que solo fue una candidatura para la negociación del frente de izquierda. Salvador Allende ocupó su lugar y en cambio le ofreció la embajada en Francia. Amores tumultuosos (cuatro matrimonios), viajes interminables y una isla para él solo. Una vida dedicada a la poesía y a los amigos. Costumbres inalterables, tales como comer bien y dormir la siesta. Diálogos sagaces, a veces aburridos, o repetitivos. Ocurrencias afortunadas o poco afortunadas. Un enorme curriculum vitae, más que profesional, que delimitan su personalidad y lo caratulan como un ser controvertido. Nació en Parral en 1904 y a los 10 años ingresó al Liceo de Hombres. En 1917 publicó sus primeros escritos en un diario temuqueño y en 1921 inició su carrera de profesor de francés en Santiago. La edición de su primer libro —Crepusculario— le cuesta la venta de unos muebles y su reloj. Más tarde escribe El hondero entusiasta y Veinte poemas de amor y una canción desesperada. No imaginó entonces que alguna vez sería candidato a la presidencia; sin embargo, cuando así fue, recordó sus poemas. “No es posible olvidar el hecho de que Los veinte poemas de amor producen el éxtasis, el arrobamiento de las mujeres. Y las mujeres son, precisamente, la mayoría del electorado chileno.” Tan poca seriedad o profundidad política no hacen más que demostrar que Neruda es, por sobre todas las cosas, un escritor, un poeta. Su afán de viajes y aventuras lo llevaron a utilizar la diplomacia como un excelente medio. Fue cónsul en Birmania, Ceilán y Java. Más tarde, en 1933, se afilia al Partido Comunista y se mantiene en él porque “yo soy patriota de mi partido —dice—, un partido modesto y grande sin culto a la personalidad, formado en su gran mayoría por la clase obrera. No me sentiría bien en ningún otro... Lo que pasa —agrega— es que en ningún otro partido existe la autocrítica que permita con la mayor franqueza reconocer errores o confirmar aciertos”. Recorrió distintos países del mundo como auto-exiliado; su figura creció cuando debió clandestinizarse alrededor de 1945, pero, pese a ello, la imagen de Neruda no es la imagen del poeta combativo. El mismo se ocupó de contradecir sus propias actitudes y el público, que suele ser irreductible en sus juicios, ya no le depara toda la admiración y veneración de la que alguna vez fue capaz. Un nuevo premio Nobel para los latinoamericanos. Y un éxito político para Salvador Allende. ♦ DINAMIS • Nº 38 • NOVIEMBRE DE 1971 |