Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

Reportaje a Neruda
Un gran poeta:
Pablo Neruda
nota de LUIS PICO ESTRADA/SARA GALLARDO

Desde los “Veinte poemas de amor”, Pablo Neruda ha gravitado con indiscutible peso en la poesía. No decimos poesía americana o poesía moderna, porque Neruda —a pesar de ser moderno y de ser americano— sobrepasa estos valores que son carne en él para situarse entre los grandes nombres que perpetúa la literatura. Ha hablado del amor y la muerte, de la vida y el dolor. No es un poeta social ni un poeta de nuestro tiempo. Es un gran poeta. Desde esos poemas iniciales, pasando por las estremecidas “’Residencias en la tierra”, llegando al tremendo “Canto general” y continuando en “Las uvas y el viento” y las “Odas elementales Neruda se ha esparcido por todos los caminos con canto firme y maduro, dispuesto siempre a anudarse en los senes, a enclavarse en ellos definitivamente. “Se aprende la poesía paso a paso entre las cosas y los seres, sin apartarlos, sino agregándolos en una ciega extensión de amor.” Estas palabras que dijo alguna vez, explican su pasión y su maravilla.

PREGUNTA: ¿Dónde nace la poesía americana y quién continúa esa fuerza?
RESPUESTA: Esta es una pregunta difícil de contestar. Hay diversas fuentes de ella. Pero la verdadera poesía americana es de tipo indígena, esto es, la de los llamados pueblos primitivos de América. Pero primitivos es una palabra falsa. No podemos llamar pueblo primitivo a los mayas, por ejemplo, con esa literatura, con ese espíritu. Creo que debemos estudiar la poesía indígena, tan mal conocida. Es la verdadera, la profunda, la más secreta de América. En la poesía importada de Europa por el romanticismo comienza la llamada poesía americana, que no toma en cuenta lo autóctono.
Cuanto más se conoce la poesía indígena más secretos se descubren en ella. Y es ella la verdadera poesía de América, la que tiene relación con las plantas, con el aire, con la verdad de América. Casi todos los pueblos indígenas americanos tienen su literatura. No se trata sólo del Popol Vu: los pueblos mejicanas, los incas, tienen tragedias, obras teatrales, etc. Los araucanos y guaraníes poseen obras literarias que no se conocen.
Los otros poetas que podemos llamar americanos, se han sustentado de poesía clásica española: Góngora, Quevedo..., y han escrito muy buena poesía, aunque no es propiamente americana. Como ejemplos, puedo citar a Pedro de Oña, que es un excelente poeta chileno, completamente gongorino; o a sor Juana Inés de la Cruz. Otros se han sustentado con los románticos franceses e ingleses. Algunos de ellos son muy buenos poetas, pero no se pueden considerar completamente americanos. Rubén Darío, que muestra influencias francesas, tiene una prodigiosa sensibilidad americana. Su facilidad y exuberancia no son ni españolas ni francesas.
Insisto: debemos estudiar la literatura indígena. La pregunta que me ha hecho es verdaderamente difícil de contestar. Pero es interesante porque nos revela la gran lucha de nuestra alma de poetas de este continente: la lucha entre cosmopolitismo y raíz profunda nacional.
Hay que conocer la vida del continente: la historia del hombre en el avance de América, la agonía de las razas americanas. Todo esto tiene relación directa con el escritor. El escritor que no tiene en cuenta esto, está definitivamente muerto antes de existir.
P.: Hablemos de “Canto General”;, díganos si piensa continuar la forma poética tranquila y sencilla de las “Odas elementales”.
R.: Hay en mí una tendencia a agotar una medida emocional y hasta una forma, en cada uno de mis libros. Nunca me ha gustado repetir. Mis veinte poemas hubieran podido ser cuarenta, pero no quise repetirme.
“Canto General” pertenece a una época mía llena de dificultades. Fué escrito en el destierro, huyendo, a veces, a caballo. Pero al terminarlo, terminé una jornada...
“Las uvas y el viento” es diferente, menos enmarañado. Porque el “Canto General” es América, y América es enmarañada.
Y en cuanto a “Odas elementales”, puedo decir que por fin hice un libro como siempre soñé hacer: un libro como una persona qué va silbando sola en un camino. Van a ser tres tomos, pero no tres libros en los que repita él tema y la forma, sino un solo libro de mayor volumen y que por eso no se puede publicar en un tomo. La poesía de las “Odas elementales” es un resumen de mi obra, pero hecho en forma diferente. He querido mostrar a los jóvenes dos cosas: cómo usar la sencillez sin abandonar la poesía, y la falta de temor a los temas.
Ya era tabú para los poetas el hablar de ciertos temas. Esto es una moda francesa que viene de comienzos del siglo. Yo quise demostrar que se puede hacer poesía sobre todos los temas.
Enseño a los poetas a situarse en el mundo con la más grande inocencia. Como si nadie hubiera cantado antes que ellos. No desdeño la cultura, por supuesto. No existe poeta inculto. Es necesario conocer, estudiar, leer constantemente.
P.: ¿Existen poetas y poetas sociales?
R.: El verdadero poeta es casi siempre social. Es raro que no lo sea. El mismo Apollinaire, aunque es tan oscuro y no lo parece, lo es.
P.: Supongo que Garcilaso será una excepción.
R.: Garcilaso está en condiciones especiales: fué un aristócrata, paje de Carlos V, y entró en la poesía en un momento de influencia bucólica, amorosa y algo afectada. Pero antes, por ejemplo, está Manrique. En sus coplas confronta a los hombres ante la muerte, lo que en definitiva es lo mismo que confrontarlos ante la vida. Otros ejemplos son Gonzalo de Berceo y las coplas de Mingo Revulgo, en las que hay una protesta contra el feudalismo. En el Roman de Renard, Renard es el zorro, el hombre del pueblo que necesita apelar a su astucia porque es la única arma que le queda contra los que lo oprimen.
Lo mismo en cuanto al Roman de la Rose. Y aquel príncipe que fué un gran poeta puro, Charles D’Orleáns, es también social cuando dice sus tristes palabras sobre Francia.
P.: Hablemos de su forma de trabajar.
R.: Trabajo todos los días. Pero la vida trajinada que hago impide mi manera de trabajar. Para mí es una desgracia tener que andar en aviones, trenes, etc. Naturalmente que estos viajes enriquecen mi mundo, pero me hacen faltar a mis deberes de trabajador.
Siempre pienso en mis próximos poemas. Hay poesía derramada en todas partas. Tomo apuntes, pero cuando estoy frente a mi papel en blanco, los apuntes se borran. Muchas veces no sé lo que voy a escribir. Levanto la pluma y todavía mi tema está vago. Pero la disciplina de trabajo crea la inspiración. A medida que se trabaja, la inspiración va siendo mayor.
Revista Mundo Argentino
28/03/1956

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