Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

Marta Lynch
MARTA LYNCH EN PARIS
Marta Lynch estuvo dos meses en Europa. A la vuelta tiene mucho para hablar sobre Julio Cortázar —al que fue a ver—, sobre Europa, sobre De Gaulle, sobre la rebelión francesa, sobre Alain Denlo, sobre el interés que comienza a tener ella para las editoriales europeas y, también, cómo encontró el país a su regreso
• CORTÁZAR: “NO ES ARGENTINO” • “CORTÁZAR: “INVENTADO PARA EMBROMAR A BORGES Y A SÁBATO • CORTÁZAR: “DESARRAIGADO EN LA ARGENTINA Y NO ARRAIGADO EN PARIS” • CORTÁZAR: “NO TIENE GANAS DE SABER DEL PAÍS” • CORTÁZAR: “NO ES UN ESCRITOR COMPROMETIDO” • CORTÁZAR: “ESTA EN LA IZQUIERDA” • CORTÁZAR: “LAS PITUCAS DEL BARRIO NORTE TE HABLAN DE EL..

E.: De lo que viste en Francia: ¿Alan Delon, qué significa para los franceses en este momento, es un “truhán”, una especie de Sinatra?
M. L.: No, yo creo que es la revisión de Dorian Gray. Es decir, esa cara hermosa, despampanantemente hermosa, agradable, atractiva, es la quintaesencia de la corrupción, el pobre es tan corrompido que, además, ha tenido (cuando yo estaba allá) que reconocer su vida íntima, que es lamentable.
E.: ¿Él reconoció sus relaciones con el secretario?
M.L.: ¡Y con otros hombres! Dijo: “si yo he ido con hombres es una cosa mía”; además dijo una cosa muy lamentable: “en amor todo está permitido”.
E.: ¿Allá se cree que realmente tapa con asesinatos su pasado?
ML L.: ¡Ah, si! No solamente su pasado, sino las maquinaciones de una cantidad abrumadora de gente, gente de tal calidad que yo no creo que el juicio siga adelante.
E.: ¿Qué dice la gente de De Gaulle hoy?
M. L.: Horrores...
E.: Pero lo vota...
M. L.: Esa es otra cosa sorprendente. O será que yo fui a dar con el núcleo de gente que lo criticaba mucho. Aunque no creo; fui a un hotel de la Rué Ronche, un hotel cualquiera, y los dueños hablaban a gritos, despotricaban contra De Gaulle. Ahora De Gaulle, no hay que olvidarse y yo te lo digo, por experiencia ya que conozco política, es un político genial, que mueve las cosas en tal forma, que obliga a la gente a contestar por algo que él no ha preguntado; es decir la gente contesta algo y él le ha preguntado cualquier otra cosa.
E.: Pero la respuesta es lo que él quiere.
M.L.: ¡Claro! Te digo Una cosa, yo me he puesto muy antidegaullista.
E.: ¿Por razones especiales?
M.L.: Sí, porque me parece que es un escollo que impide la planificación del espíritu de Francia.
E.: ¿En el campo cultural?
M. L.: En todos los campos.
E.: ¿Qué idea se tiene de Cohn-Bendit allá?
M. L.: Muy poco se habla de él y además se tomó muy mal que accediera a interpretar una película con Godard. Donde el cow-boy sería el muchacho revolucionario...
E.: ¿Con la juventud tuviste oportunidad de hablar?
M.L.: Sí.
E.: Hace un año de mayo: Mayo un año después, ¿qué pasa?
M. L.: Bueno, la gente con la que yo he hablado está en acecho, está en un compás de espera para ver cuáles son los próximos pasos de la reacción simbolizada por de Gaulle y la gente de gobierno. Creo que los muchachos están un poco a la expectativa de que el gran proceso popular los empuje.
E.: Pero el objetivo en aquella época era conmover a la burguesía que se estaba estratificando un poco; Francia era un país que no tenia una burguesía “burguesa”, digamos así, después de la guerra y ahora ésta se estaba consolidando de modo que con la revuelta se asustó, pensó que podía perder su posición.
M. L.: Lamentablemente creo que ha dado un paso adelante. Los sucesos de mayo fueron una derrota, una batalla perdida para la gente que cree que un proceso popular desatado en Francia sería muy saludable para todo el mundo occidental y también para todo el mundo, entre el que yo me encuentro. Pero allí nos encontramos con un gran político que midió fuerzas y jugó con una cosa fundamental: el terror de grandes sectores franceses burgueses frente al cambio, es decir, el movimiento estudiantil y obrero presentó un cambio demasiado violento y el otro se dio cuenta que frente al espíritu francés ese cambio violento no iba a caminar y efectivamente, usando ese resorte paró las cosas.
E.: ¿Te sentiste bien acompañada, feliz en tu encuentro con Cortázar?
M. L.: Bueno, el encuentro con Cortázar no era nada fácil. Nosotros nos habíamos conocido por carta que es una manera un poco romántica de conocerse, nos habíamos escrito durante un par de años cartas muy lindas que lamento no poder publicar porque son, de parte de él, una continuación de sus cuentos; es decir cada carta era leída en casa como un cuento nuevo porque tiene un encanto que es difícil expresar. Somos personas grandes, él es una persona famosa, yo soy una persona muy tímida a pesar de mí apariencia de seguridad, entonces nuestra relación no podía ser muy fácil. El primer encuentro se hizo a mi manera de ver en una forma un poco absurda, él me citó en Deux Magots; no sé, si porque pensó que yo era una novelista que me iba a deslumbrar por estar en el lugar de Sartre o Simone de Beauvoir. Después fuimos a otro lugar y él me homenajeó y yo pensé para mí: “lo encuentro muy profesional”, pero después, en los encuentros sucesivos, se fue ablandando esa sensación y terminamos con conversaciones de profunda comunicación.
E.: ¿Vos le reprocharías a él que no venga al país?
M. L.: No. No se lo reprocho por una cantidad de cosas. Además porque Julio no es argentino; así que por qué se le va a exigir que venga a este país.
E.: ¿Por qué le creamos esa fama de argentino?
M. L.: Bueno porque acá es una cosa muy fácil inventar un ídolo para jorobar a los que estamos acá. Es muy exacto: inventan una persona para embromar a los que estamos acá, a los que nos quedamos. Mírá es así como para embromar a Borges se exaltaba a Sábato. Para embromar a Sábato se exaltaba a Borges y entonces para embromar a Borges y a Sábato salió Cortázar. Es decir, es un mecanismo muy argentino.
E.: Muy bien. El no es argentino pero escribe como si fuera un argentino.
M. L.: Julio, para mi manera de ver, tiene una cosa que literariamente es muy valiosa y muy terrible, que se llama el desarraigo. O sea él está desarraigado de la Argentina y tampoco está arraigado en Francia.
E.: Ahora, pero el éxito se lo debe a la Argentina.. .
M. L.: Exacto, exacto, el caso de él es completamente distinto al de Borges. Borges es reconocido por Europa, Europa lo premia, lo reconoce y obliga a estos caprichosos y rebeldes argentinos a aceptar este genio. A leerlo. A respetarlo. Mirá, yo quisiera explicarles la cantidad de veces que todavía ahora cada vez que doy una conferencia tengo que ponerme a explicarles a las chicas y a los jóvenes “un momentito usted no puede hablar así de Borges porque usted tiene que leer esto y esto”. Todavía el prejuicio Borges subsiste.
E.: Es un proceso político, no literario. Como siempre firma los manifiestos antipopulares.
M.L.: Bueno, pero a esta altura del proceso hay que reconocer que a mí me importa un cuerno lo que él sea, puede ser un individuo con 3 personalidades y puede ser un gran escritor...
E.: El talento de él no se lo discute nadie.
M. L.: Borges es reconocido por Europa y nos obliga a nosotros a reconocerlo. Pero en cambio con Julio es distinto, somos nosotros los que le hemos dado el gran triunfo.
E.: Bien, nosotros le damos el gran triunfo. ¿Él tiene noción de que nosotros le damos el triunfo?
M. L.: No me cabe la menor duda.
E.: ¿Y entonces cómo retribuye él? ¿No tiene ganas de ver cómo es la Argentina? ¿Cuántos años hace que falta de acá?
M. L.: 18 que falta del país y 8 que no lo visita. ..
E.: ¿Y no tiene ganas de ver cómo es su país, su medio ambiente, ese documentado éxito? ¿Qué piensa de la Argentina?
M. L.: Él una vez dijo en un reportaje que le hicieron: “yo tengo arriba de mi mesa de trabajo libros escritos en francés, en italiano, en inglés y en español, el español es uno de los tantos idiomas que yo manejo y domino”.
E.: Bueno, ¿pero hablando con vos no tenía ganas de saber cómo es Buenos Aires, cómo estaba, cómo era Sábato, cómo estaba Borges?
M.L.: No.
E.: Escúchame, él como intelectual, no ya como escritor, es eminentemente político, comprometido, ¿no?
M. L.: Julio no es un escritor comprometido, Sergio. ..
E.: No como escritor; su obra no es política, pero él, como intelectual, es comprometido, forma parte de. . .
M. L.: Bueno, fijate vos que eso no significa nada, que ahora Julio da la impresión de que su necesidad de independencia es tal que ni siquiera se adscribe a esa fe del castrismo que tomada a los 50 y pico de años como tiene él podría haber sido una fe devoradora, una cosa que lo hubiera iluminado y conmovido todo el resto de su existencia. Sin embargo hace 15 días publica en Le Novel Obsevateur una gran nota que escribió cuando yo estaba con él y que yo no hubiera escrito jamás.
E.: ¿El, ideológicamente, qué posición tendría, ahora que acabás de estar con él? ¿Está en una tenue izquierda?
M. L.: Está en la izquierda y cree como latinoamericano que la experiencia cubana es una formidable experiencia política, social y humana.
E.: Con respecto a esto que Sergio preguntó acerca de escritor comprometido, vos técnicamente al través de tu gesto parecías decir: ¿comprometido con quién?
M. L.: Te da la sensación siguiente: que él está comprometido como ser humano, pero no como intelectual porque Julio de ninguna manera escribió “Los hombres de a caballo”. Ese sí es un libro comprometido...
E.: ¿Cortázar es un ideólogo?
M. L.: Julio es un gran escritor, un cuentista genial y es un notable novelista. Es una persona que, repito, a los 53 ó 54 años encontró en el proceso cubano lo que él cree es el punto de partida de una humanidad mejor. No hay que agregar, ni mitificar ni poner cosas de más. En la carta que le mandó a Fernández Retamar dejaba bien claro que él creía en el proceso cubano pero que, desde el punto de vista de escritor, se reservaba el derecho de escribir dónde, cómo y cuándo quisiera. Cosa que yo no creo del todo, yo creo que si yo tuviera la felicidad después de 20 años de poder integrar un proceso revolucionario de cualquier índole que fuera, que significara la liberación y la realización de la República Argentina, puede evaporarse toda la literatura existente que más real es mi trabajo donde me manden a hacerlo y no todo lo que yo pueda escribir durante toda mi vida...
E.: ¿La juventud argentina cree que si tuviera un encuentro con Cortázar se sentiría muy defraudada?
M. L.: Con Julio hay que desgajar las cosas; hay gente muy valiosa, chicas y muchachos que les gusta Cortázar, y hay toda una resaca de snobs y de gente que lleva los libros de Cortázar y jamás los ha abierto, que hablan de Cortázar porque es el nombre que les queda pegado, como si les hablaran de Marlon Brando.
E.: En todos los casos hay gente de izquierda.. .
M. L.: No, si todas las chicas pitucas del barrio norte te hablan de Cortázar. ..
E.: Bueno una izquierda elegante, una izquierda para vestir, en todo caso, pero creo que Cortázar ha sido asumido aunque sea retóricamente, por la izquierda.. .
M. L.: No, en eso no estoy de acuerdo. Asumir a Cortázar es asumir en cierto modo a un tipo que está afuera, que se va a Europa y escribe desde allá sin meter la pata. Calculá; yo hace 3 meses que me fui de Buenos Aires y me encuentro con que mis acciones están altísimas, porque, claro, hace 3 meses que no me equivoco hace 3 meses que acierto, hace 3 meses que no existo. Entonces, te das cuenta, él hace 20 años que está en esa posición y es mucho más cómodo. Dentro de la olla podrida, dentro del menjunge diario, él está mucho más limpio que los que debemos estar acá.
E.: ¿Entonces el desarraigo de él no es una teoría inventada a posteriori
por él para justificar el prestigio en que vive allá?
M.L.: No, no. No sé si en EXTRA he leído una crítica del último libro que es acertadísima. Como era correcta, la crítica que le hizo Horacio Armani de “La vuelta al día en 80 mundos”; “usted es un gran escritor pero a mí no me lo diga “La Vuelta...” es el libro de un tipo que no tiene nada que decir...”
E.: ¿No tendremos en la Argentina una visión deformada de Cortázar?
M. L.: No, tenemos una versión exagerada a propósito, es decir maliciosamente deformada. Julio es, lo repito por millonésima vez, un gran escritor, cuentista genial y un hombre que ha asumido una posición política que no creo que comprenda totalmente.
E.: ¿Y qué significa comprometido, jugarse?
M.L.: Claro.
E.: A un tipo chauvinista, un tipo como yo que quiero hacer la Argentina con los que están afuera, un encuentro con Cortázar me molestaría mucho, ¿no te parece?
M.L.: No, porque Julio es inteligentísimo, deslumbrantemente inteligente. A cualquiera de nosotros se nos impondría nada más que por la diafanidad de su pensamiento en la conversación. Puede ser que a uno después que se separa de él le empiecen a surgir las dudas; como a mí frente a esta nota en el Observateur me da el impulso de escribirle y decirle “bueno, che, decidite”, es decir “yo no soy castrista, estás conmigo o estás contra mí, yo no milito como castrista y yo no sería capaz de echarle piedritas a un proceso tremendo como el que se está jugando en Cuba porque yo, sí, tengo formación política y sé como se actúa en política.
E.: ¿Cómo viviste el problema de la Iglesia en Europa, cómo la ves?
M. L.: Todo un proceso terrible de destrucción del cual confío que la Iglesia salga adelante...
E.: ¿Y con respecto a la Iglesia argentina?
M.L.: Terrible destrucción...
E.: Por fin una última pregunta: volviste a la Argentina; hay una Argentina de Onganía, de K. Vasena, ¿se ve allá algo?
M.L.: No.
E.: ¿Y aquí?
M. L.: Se ven las calles rotas que es una forma de estar en contacto con el mundo oficial. Mirá llegué a mi barrio y a mi barrio, que era una de las cosas más lindas de Buenos Aires que es Vicente López y al que el Gral. Irícibar debe conocer muy bien porque hemos sido vecinos durante 15 años y nos hemos insultado mutuamente a raíz de las travesuras de nuestros hijos, no podía entrar: la calle Laprida estaba rota, la Avda. Gral. Paz estaba rota...
E.: El país no es tu barrio.
M. L.: Sí, el país es mi barrio...

Revista Extra
mayo 1969

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